Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Mientras tanto33 horas al día: Reorganización y vuelta a empezar

33 horas al día: Reorganización y vuelta a empezar


 

La persecución de un sueño es algo muy complejo y además muy relativo. Se dice por ahí que cuando persigues un sueño con la suficiente energía, se termina por cumplir. Si le dedicas las suficientes horas, si te esfuerzas con todas tus ganas, si sacrificas mucho por él, en algún momento alcanzarás la meta. La teoría es bien simple, incluso obvia.

 

Sin embargo yo no lo veo tan claro, pero para nada. De hecho, creo que en ese resumen de cómo lograr un sueño, se enumeran conceptos (todo proyecto necesita una listado previo de aspectos útiles para lograrlo) pero se ignora la cuantía necesaria. ¿Cuántas horas? ¿Qué es exactamente lo que hay que sacrificar? ¿Cuánto esfuerzo tenemos que emplear? Supongo que la respuesta a estas cuestiones sería “Depende de tus metas”. Y yo, que tengo mis metas muy claras, sigo sin verlo nada claro. Y sigo sin verlo porque ya lo he intentado. Ya he dedicado incontables horas de mi vida a un proyecto. Ya he puesto el alma, el corazón y el cerebro al servicio de una idea y por si esto no fuera suficiente, otras personas con las que comparto la misma ilusión han puesto sus almas, corazones e ideas en lo mismo. Un equipo de trabajo, con ganas y muchas ideas e ilusiones remando en la misma dirección se ha dejado el alma durante los últimos tres años de nuestra vida en un proyecto que no ha obtenido ninguna ayuda para su salida y presentación y que ha pasado sin pena ni gloria en todos los círculos en los que se ha presentado.

 

En este punto se me podría decir “Mala suerte, amigo. Tal vez no estéis hechos para esto”. Y, ¿por qué no? Podría ser cierto. Podría ser que realmente el esfuerzo ha sido en vano y que hemos perdido un tiempo que podríamos haber dedicado a otro asunto. La autocrítica es de obligado cumplimiento cuando se quiere sacar algo de la nada y por ello, ¡claro que hemos contemplado que tal vez no estemos hechos para esto! Es obvio, ¿no? Si alguien te dice “creo que no estáis hechos para esto”, pues habrá que planteárselo. Sólo pongo un “pero” a esto. Nadie nos ha dicho “tal vez no estéis hechos para esto”. De hecho, nadie nos ha dicho nada. Ni bueno ni malo. Nada. El silencio más absoluto. En este punto quiero matizar el “nadie”: cuando te quieres dedicar a algo, y eres emprendedor y lo haces por tu cuenta, el primer objetivo, es que llegue un punto en el que alguien que se dedique de forma profesional a lo que tu te quieres dedicar te diga algo. Ya sea para alentarte, dejarte igual o para provocar tu retirada con el rabo entre las piernas. En nuestro caso, nadie de estos “nadies” nos ha dedicado una sola palabra. Y sabemos que a algunos les ha llegado nuestro trabajo empaquetado de la mejor forma posible y con la presentación que nosotros creímos la correcta para “llamar la atención”. Nada.

 

Pero lo bueno de meter en el mismo saco la indiferencia (no necesariamente cruel) de los demás y la tal vez ingenuidad de un sueño personal es que el soñador no se va a dar por vencido cuando lo que él ha propuesto no le ha importado a nadie. Por ello en este punto concreto de nuestra situación, y al igual que cuando uno se despierta de un sueño que estaba siendo hermoso y se vuelve a dormir esperando poder reengancharse a lo que estaba sucediendo en su cabeza, nosotros queremos tomarnos este doloroso silencio como una segunda oportunidad. En vez de pensar “es tan malo que ni nos han querido reprochar nuestro penoso intento”, preferimos pensar que tal vez no se nos ha hecho caso por nuestra condición de primerizos, tal vez los profesionales a los que intentamos avisar estaban demasiado ocupados como para dedicarnos unos minutos. O ¡que diablos! A lo mejor somos lo peor que le ha pasado nunca al campo en el que nos queremos meter. Pero eso, si es así, no se nos ha hecho saber y, como he dicho, esto va de sueños, ¿no? Pues mientras nadie nos agite con violencia para que salgamos de forma irreversible de este hermoso trance, seguiremos peleando contra lo que sea que estamos peleando. Y por ello, vamos a poner más horas (ya veremos de dónde las sacamos) y más ganas (ídem) para volver a la carga con algo que intentaremos sea mejor que lo anterior.

 

Tras la derrota, viene la obvia retirada para la reagrupación. Después, recuento de daños, reorganización y vuelta a empezar. 

 

Colectivo Mise en Abyme

Más del autor

-publicidad-spot_img