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Mientras tantoAjedrez para adultos

Ajedrez para adultos


 

Enseñar a jugar ajedrez a un adulto es muy distinto que enseñárselo a un niño, en algunos casos puede resultar más fácil y, en otras ocasiones más complicado, aunque en términos generales suele ser más fácil debido al desarrollo mental y a la capacidad deductiva. Claro que existen muchos baremos, pero para esta afirmación el adulto (imaginario) que he tomado como referencia tiene 30 años y un niño de 6-7 años. Veamos entonces cómo hay que enseñar a jugar ajedrez a un adulto.

 

Los adultos por lo general, tienen un grado estabilidad emocional mayor que el de los niños pequeños, además de que el pensamiento deductivo está mucho más desarrollado que el de los pequeños jugadores. Otro factor a tomar en cuenta es que un adulto, indudablemente  tiene mayor capacidad de toma de decisiones y son capaces de encontrar recursos con mayor facilidad.

 

Al principio, y al igual que sucede con los niños pequeños, al aprendiz jugador (adulto), le tendremos que enseñar los nombres y movimientos de las piezas, los movimientos especiales que tiene una partida como por ejemplo el enroque largo, el enroque corto, comer al paso, la coronación, etc. Si vemos las reglas del ajedrez de forma objetiva, nos damos cuenta que son sencillas, un adulto posiblemente en una hora, aprende las reglas. En ese momento, cuando ya conoce los movimientos y juega su primera partida aparece la primera contradicción. “Jugar al ajedrez es fácil cuando el conocimiento es mínimo, pero es difícil cuando más se sabe”. Con esto no quiero ahuyentar a posibles aprendices, sino al contrario, cuanto mayor conocimiento se tiene, mayor es la atracción hacia el juego. Estoy seguro que cualquier aficionado de club comparte esta afirmación, el ajedrez tiene magia y he ahí su encanto y su misterio.

 

Suponiendo que somos monitores y hemos programado un curso completo de ajedrez para personas adultas, debemos tener en cuenta que muchos de ellos tomarán clase después de terminar la jornada laboral, por lo tanto el grado de energía y concentración se ve reducida, así que las clases tienen que ser muy activas y, sobretodo, interactivas. Tendremos que tirar de uno de los mayores atractivos que tienen las sesenta y cuatro casillas del tablero y que no es otra que la capacidad de descifrar, es decir, encontrar la solución a algo oculto. El ganar una partida difícil, o encontrar la solución a un problema de táctica, sin duda trae consigo una gran alegría, también puede suceder que disfruten por el mero hecho de jugar, sin ninguna pretensión competitiva. No queremos formar competidores, para esto están los entrenadores, sino queremos y debemos formar alumnos felices. También tenemos que desarrollar en el adulto la capacidad de buscar por él mismo la solución y, si ya la ha encontrado, hay que dar otra “vuelta de tuerca” y pedirle que encuentre una solución distinta, una solución B. Este ejercicio siempre motiva, además de que es una excelente metáfora para la vida. Cuando uno cree haber encontrado un camino o una solución, hay que buscar una mejor y si no se encuentra, por lo menos se tendrá la sensación e incluso la seguridad de que su decisión no es fortuita.

 

Ahora hablemos de la autoestima. Ese gran aliado o ese gran enemigo que podemos tener al dar clases a adultos (y a niños). Sin duda una persona con una sana autoestima, estará más abierto, más receptiva a nuevos conocimientos. Este tipo de personas suelen ser más resilentes y optimistas aún cuando pierdan partidas. Por el contrario, si nos encontramos con alumnos con baja autoestima, su capacidad de aprendizaje será más bajo y su pensamiento será: ¿para qué me esfuerzo si de todos modos siempre termino el último y nunca gano nada? Lo que tenemos que hacer con ellos es darles confianza, que crean en ellos e ir más despacio, generarles autoestima, paso a paso. En lo últimos 5-10 minutos de clase, mientras los demás adultos juegan partidas, podemos decirle casi en secreto: Ven, te voy a enseñar un truco en la apertura que quizá te haga ganar partidas o, explicarle que si desarrolla rápidamente sus piezas es más fácil que tome ventaja sobre el otro (aprendiz) jugador. En definitiva, si nos acercamos al alumno con baja autoestima y, aunque sea unos pocos minutos cada clase le transmitimos la sensación y la intención que confiamos en él, que tiene margen de mejora, su autoestima subirá y un pequeño aumento hará que gane confianza.

 

Por otra parte, al principio y mientras no lleguen a cierto nivel, no es conveniente atiborrar al alumno con complejas y profundas variantes de apertura, basta con darle unas pequeñas pautas de cómo iniciar un partida, cuatro o cinco aperturas con cinco movimientos por bando y hasta ahí. Ya habrá tiempo y momento para profundizar. Lo que si es importante y de esto siempre he sido partidario, es que hay que enseñar ajedrez del final al principio, es decir, cuando tiene ya afianzado el concepto de jaque mate, presentarle múltiples posiciones de mate en una jugada o mate en dos jugadas, esto ayuda a que vaya acumulando recursos y ganen agilidad a la hora de terminar un juego. Hay que hacer mucho trabajo en este punto, pero ir sin prisas. Una propuesta más concreta sería dar la primera media hora de ejercicios de mate en una o dos jugadas y el resto del tiempo jugar entre ellos. Claro está, esto es en la fase inicial, cuando el jugador tiene un nivel bajo y lo que más necesita para mejorar es, simplemente jugar y disfrutar del juego.

Mikel Iker Menchero Pérez

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