
Hace un par de días estaba leyendo un libro de ajedrez que, además de tratar de explicar lo temas más importantes para ir mejorando el juego como podría ser el “sentido posicional”, la “estrategia contra táctica”, “sacrificios contra el enroque”, “ganancia d espacio”, “toma de la iniciativa”, tocó un tema que me hizo reflexionar y que, a medida que reflexionaba iba apareciendo un tema que siempre me ha parecido fascinante y que no es otro que la psicología.
Antes de nada me gustaría situar al elector en aquel ejemplo que me dejó meditando. Vamos a ello.
No comentaré temas específicos de la partida porque para ello ya existe una sección en este blog y, además, quiero y deseo que mis artículos sean accesibles a cualquier persona incluso con conocimientos nulos o casi nulos de ajedrez, solo diré que se enfrentaban Anand, Wiswanathan vs Karpov, Anatoly (Las Palmas 1996) y la posición estaba totalmente igualada, es decir, ni un jugador ni otro tenía ventaja pero existía un factor que resultó determinante: El tiempo.
En aquellos momentos Karpov tenía solo 3 minutos en el reloj contra más de media hora que tenía Anand. En esos momentos Anand podía capturar un peón limpio –y así lo meditó- pero prefirió elegir una jugada más psicológica. (Me gustaría abrir un paréntesis y resaltar la estrechísima relación que existe entre el ajedrez y la psicología. Más adelante trataré de explicar este asunto, ahora volvamos a la partida Anand – Karpov).
Como iba comentando, Anand tomó en cuenta el factor psicológico que se estaba presentando y, en vez que intentar ganar material prefirió hacer un sacrificio de pieza contra el enroque, sabiendo que, en primer lugar, es muy probable que Karpov no esperara esa jugada y, en segundo lugar, la defensa contra el sacrificio de pieza le iba a suponer jugar con mucho cuidado y exactitud, cosa que no siempre es posible cuando se tiene tan poco tiempo en el reloj. Los efectos devastadores de esa jugada psicológica no se hicieron esperar, Karpov no logró jugar con suficiente exactitud y perdió la partida. Si, en cambio, esa misma jugada se hubiera hecho con suficiente tiempo en el reloj, seguramente hubiera encontrado la manera de refutar ese sacrificio y seguir con la igualdad pero, no era el caso, había que ser exacto y preciso con tres minutos en el reloj… jugada psicológica.
Esta anécdota me recordó al primer consejo que dio el Gran Maestro Miguel Illescas al equipo de IBM que estaba programando a Deep Blue (recordemos que este es el nombre del súper ordenador que ganó el encuentro a Kasparov). Miguel Illescas les dijo: No siempre hay que hacer la mejor jugada, sino la jugada que más moleste al rival. Interesante. Se trataba de una lucha ajedrecística y psicológica.
Como parte de la relación del ajedrez y la psicología está la relación con la derrota. Siempre he considerado que el jugador de ajedrez, aquel que se toma las partidas “en serio”, y cuando digo esto me refiero a aquel que en mayor o menor grado desea ganar una partida (de club, torneo o con amigos), coquetea constantemente con la incertidumbre y con la derrota. Utilizo la palabra incertidumbre porque ningún jugador puede estar seguro al 100% de que la jugada que ha realizado es la única y la mejor. Siempre existe la incertidumbre del error, de la mala apreciación, de un minúsculo detalle que se pasa por alto. Cuando se analizan las partidas nadie puede afirmar que todas las jugadas que propone son las mejores, por lo tanto, también se aprende a ser humildes. Por otra parte, también se puede aprender a superar la derrota perdiendo partidas. Es una pena que en la universidad no exista una asignatura que se llame “Derrota”, sería de mucha ayuda. Considero que es bueno perder muchas partidas, aprender a convivir con ello, perder partidas pero volver al tablero con un pensamiento: “Lo volveré a intentar”. Eso hace que no tengamos miedo a perder la partida. Es importante para la estabilidad emocional aceptar que unos días ganaré partidas y otros días –y por mucho que luche-, perderé partidas. Lo importante es no quedarse anclado en la derrota, no relamer infinitamente aquel error garrafal sino aceptarlo como parte del aprendizaje.
“Pierde, pierde muchas veces, pierde cientos de veces, pero nunca dejes de intentarlo de nuevo” es lo que les digo a mis alumnos cuando pierden una partida. Me preocupa y me interesa más cultivar y fortalecer su estabilidad emocional a través del ajedrez a que uno se convierta en “campeoncito de salón de clase”. La estabilidad emocional a la larga puede hacer varias cosas a)Crear personas capaces de aceptar el triunfo y la derrota como parte de un proceso de crecimiento b)Personas más equilibradas y ese equilibrio lo puede trasladar a su vida c) Menos miedos d)Personas con una mayor fuerza de voluntad, etcétera.
Mikel Iker Menchero Pérez
Monitor Nacional de Ajedrez