Una, en el fondo, siempre sabe.
Mientras dices eso, miro a mi alrededor y espero a que aparezcas detrás de la puerta. Quiero verte llegar. Llevo años anhelando ese giro que te traiga de nuevo a estas aguas. Afuera canta el viento; dentro, Caetano Veloso. Entonces aparece el charco y me baña de lejanía y te coloca fuera del perímetro de mi cuerpo. Dispongo rebelarme. Pero en la sal de sus aguas beso tu sudor agitado por mi canto tibio, remojado en el vino que nos tomamos tantas veces. A mí, lo que me asombra, es la liturgia. Y cantar con los interiores. Digamos que ahí, en la sombra, se esconde algo importante. Juguemos con lo no dicho, con ese secreto. Desgranemos el vínculo, epicéntrico y cautivador. Es ahí donde dejamos a la verdad sacudirnos la vida: al final de un invierno. Sacudámonos el bienquedismo. La normalidad acaba con cualquier rebeldía.