Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Mientras tantoAmanece, que no es poco

Amanece, que no es poco


 

 

 

Llevo tiempo intentando que alguien que me explique en serio todo este asunto de la felicidad. Si existe o si solo es una operación de marketing a nivel mundial. Pero he encontrado a un compañero perfecto de aventuras. Se llama Toño Fraguas y no solo busca la felicidad –dice que no cree en ella– sino que encima le dedica un programa en La 2 de TVE todos los lunes: ¿Existe la felicidad? Aplaudo, aplaudo y vuelvo a aplaudir. A lo largo de 13 episodios el periodista se dedicará a buscarla, a hablar con expertos que aseguran poder medirla o atraparla. Como si la felicidad fuera una aplicación que descargamos en el teléfono.

 

El objetivo del programa tiene algo de carveriano. Un tipo que se va por ahí a preguntar dónde está, dónde se esconde el ansiado tesoro. ¿Será esa visión que aparece en el extremo del arcoíris? Cuando vi el programa pensé que las peripecias de Antonio Fraguas merecían ser escritas al modo de relato de Raymond Carver. Quizás lo haga. ¿Existe la felicidad o es mejor que nos tomemos todos un par de clonazepanes y nos dejemos de historias? Por si acaso, seguiré viendo el programa de Toño (si la encuentras, avisa, eh).

 

Centrémonos. Escribo esto un lunes por la mañana. En la nevera, cuando la abro para coger la leche y hacerme un café, me da los buenos días una frasecita corta y directa. Son esos imanes que uno ordena para formar las frases que quiere. Malditas palabras imantadas. En este caso leo: ‘¿eres feliz?’. Tachán. Suena de fondo una de las canciones del nuevo álbum de Julia and Angus (Get home). Y yo me pregunto, ¿qué tal, Laura? Y me saldría decir algo parecido a ese título de película: amanece, que no es poco. Porque es lunes y llueve –en San Sebastián siempre llueve, que no me expliquen historias- y este tema de la felicidad al que tantos posts y conversaciones he dedicado me ha llevado, sin saber por qué, a un relato que leí años atrás en la Universidad. Es triste, de esos especialmente escritos para los lunes lluviosos, pero sigue siento uno de mis favoritos, se trata de ‘No lo sé, ¿a ti qué te parece?’, de Peter Ho Davies, un autor poco conocido aquí. En él, un hombre de mediana edad se pone a trabajar en un teléfono de la esperanza tras haber perdido a su hija. Solo llama gente desesperada en situaciones muy graves que busca consuelo o simplemente que haya alguien ahí. Son personas que lo único que quieren escuchar es una respiración al otro lado de la línea. Lo difícil es que a los trabajadores no se les permite dar consejos: su actitud debe ser siempre muy profesional y evitar entrar en dimensiones más personales. De ahí el título, porque si alguien llama para decir algo del estilo “creo que de he sido mala persona y debería desaparecer del mapa” ellos deben responder: “No lo sé. ¿a ti que te parece?”.

 

Damos muchos consejos gratuitos a gente de la que no sabemos absolutamente nada. Leí el relato de Peter Ho Davies en la universidad y siempre que lo releo me provoca escalofríos. Ninguna de las palabras de ese relato es “felicidad”. Sin embargo, todo gira en torno a ella, en torno a su ausencia. En torno a las promesas que a uno se le han atascado en la vida. Estudia y tendrás un buen trabajo. Encuentra a la mujer de tu vida, cásate y ten hijos. No hagas lo que no te gustaría que te hicieran a ti. Y haces todo eso y te das cuenta que la vida no funciona como las garantías de los electrodomésticos. Es como si en la lavadora pusieras el programa para lavar la ropa a 30º y se te encogiera como si lo hubieras puesto a 60º y doble centrifugado. Como si le pusieras sal a la tortilla y supiera a azúcar. Misterios: la vida no funciona como las lavadoras. No hay lista de ingredientes adecuados y resulta que el programa rápido a 30º encoge a menudo la ropa.

 

De Peter Ho Davies y ese relato melancólico, y sin saber de nuevo por qué, salto a una poeta maravillosa. Se llama Elena Medel y la descubrí hace pocos meses. De su último poemario, Chatterton, me tiene encandilada un poema: ‘A Virginia, madre de dos hijos’. Los últimos dos versos me provocaron noches de insomnio (No sé si sabes a lo que me refiero/ Te estoy hablando del fracaso). Hay que leer el libro entero. Y memorizar ese poema para no equivocarnos de programa en la lavadora. Para no vacilar en este camino – un poco torcido– de la felicidad. Todos buscamos lo mismo y sin embargo, ninguno sabemos bien qué es. 

 

En fin, Toño, ya ves para todo lo que da tu programa un lunes de una mañana cualquiera. Seguiré pensando en todo esto. Aviso: esperamos ansiosos tus conclusiones.

Más del autor

-publicidad-spot_img