Amor pasado por agua

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“Tengo una teoría: si te enamoras bajo la lluvia, el amor dura más que si luce el sol. En los últimos años, y sin ninguna pretensión científica, he preguntado a cuantas personas he conocido en qué condiciones meteorológicas se han enamorado(…). Guardo setecientas quince respuestas archivadas cronológicamente y, con el rigor de un diletante, me atrevo a afirmar que la lluvia es beneficiosa para este tipo de sentimiento”.

 

 

“Tengo una teoría: si te enamoras bajo la lluvia, el amor dura más que si luce el sol. En los últimos años, y sin ninguna pretensión científica, he preguntado a cuantas personas he conocido en qué condiciones meteorológicas se han enamorado (…). Guardo setecientas quince respuestas archivadas cronológicamente y, con el rigor de un diletante, me atrevo a afirmar que la lluvia es beneficiosa para este tipo de sentimiento”. Esas son las conclusiones con las que empieza Canciones de amor y de lluvia, de Sergi Pàmies. Y desde aquí quiero manifestar mi desacuerdo con Sergi Pàmies. No sé a vosotros, pero a mí, esa encuesta acerca de los beneficios de la lluvia en el amor, no me llegó. Sospecho que más que un elemento provechoso para la duración del amor, la lluvia es un factor dramático de despedida o de reencuentro trágico a lo Hollywood –ese beso bajo la lluvia del final de Cuatro bodas y un funeral, ese Clint Eastwood que llora cuando se despide de Meryl Streep en Los puentes de Madison–. Querido Sergi Pàmies: yo me he enamorado muy pocas veces –chica dura, ya ves- pero siempre hacía sol. Apúntalo.

 

A pesar de que no esté de acuerdo con la teoría inicial de Canciones de amor y de lluvia, reconozco que es uno de esos libros que hay que comprarse. Porque merece la pena. Está formado por relatos cortos, algunos muy cortos, de dos páginas incluso, y  en ellos, el lector se hace una composición de lugar del particular universo de Pàmies. La vejez, el olvido, la creación literaria o la caducidad del amor, son algunos de los temas en torno a los que giran.

 

En un relato llamado ‘Joan Manuel Serrat’, uno de mis favoritos, aborda la caducidad del amor –otro de mis temas favoritos, para seguir con el optimismo vital del post-. ¿Se puede fijar el momento exacto en el que las cosas acaban? Pàmies dice que sí: que hay momentos en los que el castillo de naipes se derrumba y uno lo sabe. Yo no estoy tan segura. En este relato se narra la historia de una pareja que lleva conviviendo diecinueve años y en un acto banal, que en otro momento no hubiera supuesto ningún terremoto emocional, todo se termina. Acaban de volver de un viaje por el sur de Francia, ella entra al portal de su casa y de repente, en el momento justo en que ella desaparece, pasa por ahí el cantante Joan Manuel Serrat, al que ella idolatra. El hecho de que él no pueda avisarla para que de marcha atrás, para que no se meta en el ascensor y pueda ver a su cantante favorito desencadena el final del amor. Los códigos de las parejas cambian con los años. Una nimiedad puede significar la decepción definitiva, la muerte. Como un simple resfriado para alguien que ya está muy enfermo.

 

Hace poco me pasaron –gracias Manu– un fragmento maravilloso de un libro de no he leído: El amor dura tres años, de Frédéric Beigbeder. «Un mosquito vive un día; una rosa, tres días. Un gato, trece años. El amor, tres. Así son las cosas. Primero hay un año de pasión, luego un año de ternura y, finalmente un año de aburrimiento. El primer año, uno dice: ‘Si me abandonas, me mato’. El segundo año, uno dice: ‘Si me abandonas, lo pasaré muy mal pero lo superaré’. El tercer año, uno dice: ‘Si me abandonas, invito al champán'»

 

Después de diecinueve años, de veinte, incluso de veinticinco años de estar juntos, ya no sé si invitas a un buen whisky o si simplemente lo dejas porque no le has podido decir a tu pareja que acaba de pasar Joan Manuel Serrat. Tampoco sé si en la duración del amor tendrá algo que ver el tema de la lluvia y si los mejores son, entonces, los amores pasados por agua. Francamente: todo esto de la caducidad del amor es un asunto bastante extraño. Habrá que preguntárselo a Sergi Pàmies.