Un rayo cayó sobre el Vaticano el día que el Papa Benedicto XVI renunció a las pompas de este mundo y un inusual temporal de frío y nieve acompañó la declaración de derrota del gobierno del PP el pasado viernes. Por una vez el cielo, que siempre calla, estuvo a la altura de estos tiempos apocalípticos.
En una de sus contadas acciones exteriores más allá de las encaminadas a dar cuenta de la marcha de la reducción del déficit público, el presidente Mariano Rajoy viajó hace unas semanas a Roma para cumplimentar al nuevo Papa, Francisco. Además de otros obsequios terrenales, como una camiseta de la selección española de fútbol firmada por todos los jugadores, regaló al nuevo pontífice la edición facsimilar de un raro álbum de 154 dibujos (algunas acuarelas, la mayoría a pluma y sepia), De Aetatibus Mundi Imagines, de Francisco de Holanda, que difícilmente puede considerarse un libro español, aunque terminó en poder de Felipe II.
Hijo de un artista flamenco emigrado y de una aristócrata portuguesa, Francisco de Holanda nació en Lisboa en 1517 y obtuvo una exquisita educación en la corte de Évora. Viajó muy joven a Italia y fue discípulo durante dos años de Miguel Ángel. A su regreso acometió el ambicioso proyecto de representar el comienzo y el fin del mundo en imágenes. Empezó por los siete primeros días de la Creación hasta el Diluvio, siguiendo el programa de la bóveda de la Capilla Sixtina. Su impulso creativo y su audacia se vieron frenados en 1555 cuando presentó su trabajo a la corte de Portugal y tres ilustres teólogos le obligaron a modificar sus alegorías. Abandonó el proyecto durante casi veinte años y probablemente se habría perdido para siempre, hasta que con 56 años pensó que sus dibujos juveniles podrían abrirle las puertas de la floreciente corte de Felipe II. Reestructuró su obra e introdujo representaciones de ermitaños y mártires, comenzando con san Lorenzo y su parrilla, tan apreciados por el monarca español. De las imágenes herméticas y sincréticas con inquietantes volúmenes cúbicos pasó a la ortodoxia bíblica, pero no consiguió su propósito.
En 1581 llegó Felipe II a Lisboa como rey de Portugal y Francisco de Holanda todavía tenía el libro en sus manos, lleno de tachaduras y enmiendas. No quería ya representar la crónica del mundo ni llegar a los pasillos herrerianos de El Escorial sino que se conformaba con salvar el cuello. Se había declarado partidario del prior Crato, heredero de su antiguo protector, el infante don Luis, en contra de las pretensiones sucesorias de Felipe II. Así que volvió a su tarea y añadió un cuadernillo con una veintena de imágenes más, el Apocalipsis, un tema de moda (varios de los comentarios de Beato de Liébana acababan de ser descubiertos) y tal vez el único capaz de conmover al nuevo rey. El libro cumplió su propósito porque Holanda no fue molestado e incluso se le confirmó la pensión que recibía por sus servicios a la corte en Lisboa, donde murió al año siguiente, el 19 de junio de 1584.
Como guiño al destino, Francisco de Holanda deslizó en el colofón un autorretrato en el que sujeta y arranca de las fauces de un perro furioso (con la leyenda Malatia Temporis) su desdichado libro: De Aetatibus Mundi Imagines.
P. S. Gracias por los comentarios y mensajes. Para complementar el post y atendidendo algunas peticiones, añado la imagen del bueno de Francisco de Holanda y el perro de marras:
Ha nacido un nuevo hilo con
Ha nacido un nuevo hilo con el que tejer y destejer. Estamos de enhorabuena. Y como promete ser firme, constante y terso, vendremos a hacer tertulia cada vez que nos convoque una nueva entrada.
Y que decir del meollo. Sino que otra vez el «¡qué más da!». Dame «cualquier cosa» con tal que sea antigua y con colorines. Y, claro, del Patrimonio, gratis total. Si tni él lo va a leer, ni nadie lo va a echar en falta. Así quedamos bien y aliviamos los fondos de la Biblioteca, que ahora hay menos personal para cuidarlos.
No hay una sola noticia que no revuelva la misma ciénaga. Ni un destello ni de inteligencia ni de honestidad.
Pero, gracias por dejar constancia del expolio. Y por hacerlo sin lloriquear.
Y gracias por rescatar al «perro rabioso». Justicia poética
Para tu tranquilidad,
Para tu tranquilidad, Anónimo, no se trata del ejemplar original que guarda la Biblioteca. Lo que regaló Rajoy al Pontífice es una buena edición facsímil que cualquiera de nosotros puede adquirir. Es muy bella y vale la pena.
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