Area única

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Concediendo la creación de los nuevos hospitales, ha nacido un emergente sector sanitario privado concertado en la Comunidad de Madrid.

 

Curiosamente, las concesiones no recayeron en los clásicos del sector, los habituales en la sanidad privada española de las últimas décadas, sino en constructoras, amigos y familiares.

 

Había escollos en el nuevo negocio. Por ejemplo, la tarea asistencial es algo técnico y no fácil de improvisar. La solución la ofreció Madrid, altruista: los profesionales para la puesta en marcha de los hospitales privados salieron titulados, formados y experimentados desde los hospitales públicos, sin que se repusieran estos puestos en sus centros de origen.

 

Primer regalo, profesionales maduros en edad de producir. Como se fueron a mitad del año 2008, pues, total, las nóminas las siguieron pagando los hospitales de origen, al fin y al cabo así ayudábamos un poco más a los nuevos hospitales privados, que probrecitos, bastante tenían ya, para arrancar.

 

Pero hay más. Si el hospital privado recibe un canon (un monto anual) y va y ¡se lo gasta en atender a los usuarios!, entonces, ¿cómo se lucra el empresario concesionario?

 

Los hospitales pusieron todo el empeño en algo obvio: si ingresan, cuestan, por tanto que no ingresen. La mayor parte de la atención se da en urgencias, huyendo de la costosa hospitalización.

 

Pero de nuevo Madrid halló la solución perfecta: el área única.

 

Si un paciente considera que su dolencia es grave, sin duda elegirá uno de los envejecidos hospitales universitarios, los de toda la vida, los grandes hospitales públicos de Madrid. Perfecto, así no nos cuesta, así no consume recursos en los modernos hospitales y así queda algo del canon para lucro del empresario, que, ¡angelito!, hizo el esfuerzo inversor de construir el hospital.

 

El número de camas neto en la Comunidad de Madrid no ha aumentado. No eran necesarios más hospitales (con contadas excepciones) sino rehabilitar y mejorar los existentes, mejorar el transporte sanitario y dignificar la atención primaria, siempre desde el sector público, que al fin y al cabo es el que paga y el que mejor lo ha hecho hasta la fecha.

 

¿Dónde está el Tribunal de Cuentas?, ¿Dónde los políticos de izquierdas? Citando a Cicerón, ¿Hasta cuándo esta locura seguirá riéndose de nosotros? ¿Cuándo acabará esta desenfrenada audacia?

1 COMENTARIO

  1. Me viene a la cabeza el caso

    Me viene a la cabeza el caso de un conocido colegio concertado de Moratalaz. Alguien se extrañó de la alta incidencia de niños celiacos que había entre su alumnado y se puso a investigar. Se descubrió el pastel (y no precisamente relleno de gluten) cuando alguien destapó que la dirección del colegio había decidido otorgar la puntuación discrecional legalmente prevista en el baremo de admisión de alumnos (1 punto) a niños diagnosticados de celiaquía. Nadie se explica cómo aparecieron tantos informes médicos certificando la presencia de tal enfermedad en niños asintomáticos y sin estudiar, pero resultó una bonita manera de librarse del lastre de tanto gitanillo y macarra indeseable del barrio que por proximidad podía tener derecho a solicitar (y obtener) plaza en tan afamado centro escolar.

    Le cayó una sanción ejemplarizante, pero persistieron en su empeño. Ahora el elemento seleccionador es el equipo completo del uniforme obligatorio (jerseys, camisas, pantalones/faldas, calcetines, zapatos, chandall, pantalones de deporte, camisetas, mochila de ruedas…) cuyo precio supera la módica cifra de 600 euros.

    Hemos conseguido el milagro de integrar a los inmigrantes en la escuela pública y al mismo tiempo hemos promovido la huida de los nativos hacia la potenciada escuela concertada, capaz de maquillar el fracaso escolar y de engordar los expedientes académicos hasta límites insospechados. Propongo que alguien investigue, por ejemplo, qué proporción de los alumnos admitidos este curso en las Facultades de Medicina de las universidades públicas provenían de los institutos de enseñanza secundaria; propongo que al mismo tiempo se verifique que se cumple estadísticamente la misma diferencia de “excelencia” en los exámenes de selectividad. Estoy seguro de la discordancia entre ambos hechos.

    Atentos, porque en Sanidad el proceso va a parecerse mucho, si no con las personas, sí con las enfermedades. De ahí a fabricar listas de excelencia y comparativas entre centros no hay más que esperar a la tentación de cualquier gestor avezado… Y la maquinaria de la demagogia ya está en marcha.

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