Arte y política en São Paulo

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Escribía
hace unos
días
sobre arte político
,
o sobre arte y política más bien, la capacidad del arte para evocar
y hacer presente y reivindicar y expresar y hasta cambiar la realidad
o conformarla y expandirla, todo eso que el arte ha hecho siempre,
las artes, las plásticas, las escénicas por supuesto, la
literatura, hasta la música. Ayer mismo lo decía Vargas Llosa en su
discurso de recogida del Nobel,

las
palabras son actos y (…) una novela, una obra de teatro, un ensayo,
comprometidos con la actualidad y las mejores opciones, pueden
cambiar el curso de la historia.

y
lo mismo, añado yo, las imágenes, las formas, los gestos, todo eso
que constituye el arte.

Llego
a São Paulo y corro a ver la Bienal, en el Pabellón Ciccilio
Matarazzo

del
parque de Ibirapuera, un edificio maravilloso de Niemeyer, que no es
poco, el edificio ya tal vez la mejor pieza, un continente que
compite con el contenido, una excelente Bienal, enorme, desbordante,
repleta de piezas interesantes que yo fui recorriendo a lo largo de
toda una mañana sin que me diera tiempo a aburrirme ni a acabar. Una
Bienal, la
29ª,
Siempre
hay un vaso de mar para navegar
,
dedicada al arte político. “Es imposible separar el arte de la
política”, leemos nada más entrar en la explicación que nos
recibe:

A 29ª Bienal
de São Paulo está ancorada na ideia de que é impossível separar a
arte da política. Essa impossibilidade se expressa no fato de que a
arte, por meios que lhes são próprios, é capaz de interromper as
coordenadas sensoriais com que entendemos e habitamos o mundo,
inserindo nele temas e atitudes que ali não cabiam e tornando-o,
assim, diferente e mais largo.

A eleição
desse princípio organizador do projeto curatorial se justifica por
duas principais razões. Em primeiro lugar, por viver-se em um mundo
de conflitos diversos, onde paradigmas de sociabilidade são o tempo
inteiro questionados, e no qual a arte se afirma como meio
privilegiado de apreensão e simultânea reinvenção da realidade.
Em segundo lugar, por ter sido tão extenso esse movimento de
aproximação entre arte e política nas duas últimas décadas, se
faz necessário, novamente, destacar a singularidade da primeira em
relação à segunda, por vezes confundidas ao ponto da indistinção.


No
digo yo que no lo sea, quién soy yo para ponerlo en duda como decía
Benedetti en un poema que de adolescente me aprendí de memoria, todo
puede ser político en la medida en que todo, claro, es parte de la
realidad y por tanto la conforma, qué hacemos, dónde vivimos y
cómo, qué periódico o qué libros leemos, y en qué formato hoy en
día, cómo decoramos la sala
1,
qué comemos, qué programa de televisión vemos, o si vemos o no
televisión para empezar, qué ropa nos ponemos o a qué parque vamos
el domingo en la mañana, todo, o casi todo, es o puede ser político
si entendemos
lo
político
como
lo público,
lo que nos afecta y tiene que ver con nuestra vida y la define y
modifica, y no sólo como
la
política
, esas
actividades que realizan nuestros cada vez menos interesantes
políticos profesionales.


Pero
entonces, si todo es político y el arte no se puede separar de la
política, ¿por qué está esta Bienal de São Paulo dedicada a
cierto arte
político
?, qué
contradicción entre la propuesta y la explicación, qué
incoherencia. Porque en efecto entramos al pabellón y empezamos a
caminar y sí, son piezas de carácter
político
con lo que nos encontramos, piezas, digamos, claramente políticas,
eso que cualquiera llamaría sin ambages
arte
político
, las
pequeñas
joyas
de la corona

de Carlos Garaicoa que parecen piezas precolombinas pero son en
realidad reproducciones de centros de infamia –la ESMA, el estadio
de Santiago, la base de Guantánamo, la Stasi, Villa Marista en La
Habana…-, multitud de personajes de la sociedad india esperando a
que vengan a endosarles un discurso en el cuadro del artista indio NS
Harsha -mis dos obras preferidas de esta Bienal-, los pedestres
dibujos de un artista matando líderes políticos, un documental
sobre la muerte en accidente del Presidente de Polonia Lech Kaczynski
más propio de la CNN que de una exposición de arte…


Es
un acto político también decidir qué es político,
qué queremos que lo sea o qué queremos más bien aceptar que lo es;
es política sin duda
la decisión de un artista de ser político
y referirse a la actualidad de manera expresa y directa y convertir
su obra en instrumento o herramienta o hasta arma, o pintar o
esculpir o crear movido por impulsos otros y tan distintos y propios
como expresar algo que tiene dentro y que es personal o íntimo, o
buscar, por qué no, la belleza u otra sensación estética, o por el
propio placer incluso de pintar o esculpir o labrar o forjar o
dibujar o moldear o escribir o componer o lo que sea que son el
motivo y la pulsión profundos y propios que mueven a cada creador y
su voluntad o no de decir algo sobre el mundo o querer conformarlo.


Pero
entre todo esto la Bienal de São Paulo ha optado por mostrar sólo
el arte pretendidamente

político
,
manifiestamente
político,
explícitamente
político,
y no hacer una reflexión sobre el otro, todo el otro, una reflexión
sobre por qué precisamente también es o puede ser
político
el arte que no pretende serlo, el de quien
explora
materiales y texturas
,
quien esculpe o pinta gordas o
busca
el vacío y quiere contenerlo
,
quien
talla
madera

o labra piedra o forja acero o pinta campos de color o negro sobre
negro o interpreta las Meninas o un perro de Goya o sale cada mañana
a pintar la ciudad en la que vive o a pintar cómo crece un
membrillo.
Si todo
artes es
político,
¿por qué no están en la Bienal de São Paulo esos artistas que los
curadores llaman
formalistas?


Yo
creo que ha sido una decisión política
de los comisarios centrarse sólo en cierto arte
político
y decirnos, de manera simplista,
que lo que pasa es que todo arte es político.

 

 

1
Me interesan mucho las reflexiones del arquitecto Andrés Jaque
sobre lo mucho que la manera de decorar la sala dice de una
sociedad.

José Antonio de Ory es escritor, entre otros oficios que lo han llevado a vivir de un lado a otro del mundo: Colombia (en tres ocasiones), la India y Nueva York. Ahora en Madrid, continúa escribiendo cuando le da el tiempo sobre cultura y otras cosas de la vida en este blog, donde se permite contar, y opinar, cómo ve las cosas. Es autor de Ángeles Clandestinos. Una memoria oral del poeta Raúl Gómez Jattin (Ed. Norma, Bogotá, 2004).