
Inocente e imposible
el blog de Iria Miguens
Autores Publicaciones por Iria Miguens
Iria Miguens
Parar es ganar
Cuando más necesario se ha hecho pensar en todo ello mayor es el precio de pararse a hacerlo. Estamos en los años en los que la soledad aprieta y ahoga, el suicidio es un drama del que empezamos a hablar, el amor se replantea en función de condicionantes externos, y el fascismo ha vuelto.
De Pizarnik, Dostoyevski y la clase
La ausencia de clase no permite saber cuándo sacarse unas medias, servirse una copa de vino, elegir la librería dónde nutrirse o poner una buena excusa; no permite mentir. Y no me refiero a la mentira como traición, sino como algo chabacano. Me irrita cuando un autor escribe entre rayas ramplonas en un diálogo : -mintiendo-. ¡Anda ya, lo habíamos entendido todos! Pero y el interlocutor en el diálogo, ¿conoce el peso de la raya aclaratoria? Probablemente sí, pero pesa dos segundos también sonreír y responder, ¿en serio? Y no acuso al mentiroso, jamás, sino al que carece de la clase de saber a quién mentir.
Botones y bestias
Ayer, entre paciente y paciente, me sorprendían las palabras de una diputada de Vox : "Yo pondría como asignatura obligatoria, en vez de feminismo,...
Desprecio a la aridez
La sequía nos aleja de la infancia.
Una pequeña radio roja
Todo lo que cabe en un verano hay que incluirlo en la partitura de la costumbre, sin haber previsto hueco en el pentagrama. Esta es la verdadera melancolía: el miedo.
Nemo
Duele Hermosos y malditos cuando se niega la belleza en la maldición. Arde la hermosura cuando se nos olvida que los hoyuelos son una concesión divina para las que queman la pena con cerillas mientras sonríen. Volveré a Scott, pero las caricias hay que economizarlas, y yo con algo tan bonito, sola y lejos, no puedo. Maldita sea.
Los números del alma
Hace una semana, me sorprendí habiéndome olvidado de cuánto me había gustado la película dirigida por Iñárritu en 2003, 21 gramos. En 2003 yo...
Mis malditos favoritos
Se necesitan dos malditos bailándose a versos tras muchas estrellas, en un azotea inesperada, para poder pasar al próximo baile. Y ahí, empieza otro siglo.
Todos los principios son eternos en Madrid
Larra escribía esto a su regreso de París, y yo –osada y belicosa– lo cito en mis idas y venidas de Galicia, de dónde nunca regresaré; morriña. Madrid recoge los principios de todas las historias definitivas, porque a Madrid todos llegamos para regresar y es la ciudad de donde nunca volvemos.