Autorretrato con naranja

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Asomaba espejos a las ventanas como grandes retrovisores, para fotografiar aquello que no podía ver a través de los dos ojos de la casa. A la par servían para dirigir la luz hacia algún rincón tenebroso, e iluminarlo para su galería de retratos de las cosas. A veces la luz resultaba tan grata, que dejaba los espejos horas y horas en sitios estrafalarios, esperando la luz cambiante que el sol pintaba sobre las paredes de su pequeña casa blanca.

 

Las sesiones resultaban tan largas como luz traía consigo la tarde; así que le daba tiempo, incluso para asomarse a la ventana a comer una naranja , y sorprenderse junto al espejo con su cercana imagen reflejada. Interior con luz de montaña, y una fruta de fuego en la mano; había que fotografiarlo.

 

Colgar del gancho de la persiana la correa de la cámara fue uno y todo. Su robusta Olympus Reflex -comprada en Casa Ros de Ceuta- se convirtió en trapecista y en cometa ingrávido para tomar este retrato.

 

 

Foto: Vizcaíno