

Así como que mismamente ayer decidí viajar a Madrid para culturizarme un poco. En tren. Soy beneficiario de un abono gratuito para trayectos de media distancia. Me dirigí a la capital de España para asistir a un concierto en la Fundación Juan March. El concierto era gratis, como todas las actividades que organiza esa institución con el nombre del histórico banquero. Salí de mi estación de origen un poco antes de la hora de comer. Y regresé de Madrid sobre la hora de cenar. Mi mochila cargaba con el condumio de almuerzo y cena, que consumí dentro del vagón. Vino y postre incluidos. De modo que, salvo dos cafés que me tomé, uno en la agradable cafetería de CaixaForum, y otro en la de la Fundación Juan March, la jornada me salió gratis.

Al terminarme el café en CaixaForum, situada al inicio del Paseo del Prado, me encaminé a la Juan March caminando: Paseo del Prado, Recoletos, Paseo de la Castellana, calle José Ortega y Gasset (originalmente calle Lista) y calle Castelló; recorrido por un Madrid de gente bien, dejando al lado edificios y hotelitos de postín. Tuve que hacer un poco de cola frente a la ventanilla de la taquilla de la fundación. Suelen hacer un sorteo on-line con un porcentaje del aforo. Al recibir el mail informativo de los actos, a ese sorteo no pude acceder, pues esa reserva anticipada ya estaba cerrada. El resto del aforo se ocupa recogiendo las entradas en taquilla en la hora previa al comienzo del evento. Y si se llena el amplio auditorio, todavía se reparten otras 150 localidades, que llenan el llamado Salón Azul, donde se ve el concierto en una gran pantalla.

Me tocó acomodarme en el Salón Azul, ocupando mi plaza, tras el café, con un poco de mosqueo. Hubo tanto público porque la actuación era muy buena, un concierto muy llamativo, dentro de un ciclo organizado por la Fundación Juan March dedicado a la célebre Wanda Landowska (1879-1959), pianista y clavecinista (sobre todo famosa por esto último), polaca; fue la que realizó la primera grabación que se hizo de las Variaciones Goldberg de Juan Sebastián Bach, en 1933. Ella era muy escrupulosa interpretando a Bach, intentando hacerlo como el genio alemán lo haría. Se dice que le decía a Pau Casals: Tú interpretas a Bach a «tu» manera; sin embargo, yo lo interpreto a «su» manera. El ciclo precisaba la relación de la Landowska con España. En el primer concierto se ejecutó el Concierto para clave, de Manuel de Falla, que el músico gaditano compuso especialmente para ella. En esta ocasión, el clavecinista francés Benjamin Alard (asimismo renombrado organista) interpretó las Variaciones Goldberg en un potente clavecín Pleyel, similar al que tocaba Wanda Landowska. El órgano, el clave y el piano, tres instrumentos con teclados, pueden parecer de la misma familia, pero no lo son. El órgano realmente es un instrumento de viento, el piano, de algún modo, de percusión, golpeando las mazas en las cuerdas, y el clave, en verdad, es un gran laúd.

Nada más empezar el concierto, comprobé que verlo en el Salón Azul es mejor que estar en la sala principal. La pantalla es muy grande, la imagen nítida, perfecta, al igual que la reproducción del sonido, impecable. Y las tomas, muy asombrosas, cuidando el detalle. Todo en primer plano. Unas veces se veía entero el instrumento, delante del ejecutante. Otras veces la cámara se acercaba más, centrándose en el gesto del instrumentista. Se filmaba, en diversos y frecuentes momentos, sólo las manos jugando en los dos teclados. Y hasta los pies, pisando el pedal. El músico llevaba zapatillas, negras, muy elegantes, pero zapatillas. El concierto se estaba retrasmitiendo por Radio Clásica.

Las Variaciones Goldberg es una de las obras más conocidas y emblemáticas del divino Bach, quien, originalmente, la tituló simplemente Aria con variaciones diversas para clave con dos teclados. Nada menos que treinta variaciones. La pieza tiene una leyenda, una verdad espuria: Un biógrafo de Bach, Johann Nikolaus Forkel, cuenta que la obra fue encargada al gran compositor por el conde Hermann Carl von Keyserlingk, para que el clavecinista a su servicio, Johann Gottlieb Goldberg (de ahí el nombre de las Variaciones), aventajado alumno de Bach, con sólo 14 años, lo entretuviese durante las noches de insomnio del conde. Hecho muy sugerente pero absolutamente hipotético.
Este grandioso producto lo concibió Bach tan sólo como unos ejercicios musicales destinados a variar el aria inicial. Las Variaciones Goldberg confirman totalmente la opinión de que la música es un arte temporal puro, donde sólo existen sonidos agotándose en el tiempo, sin más. Sonidos, como en este excelso caso, combinados con la más alta excelencia. Música que carece de significado. A diferencia de la palabra, que se atiene a la formula de ser vox + conceptum. En el caso de otras obras de Bach -pongamos las Pasiones, o las Cantatas-, sí poseen significado porque adjuntan expresiones verbales que lo necesitan. Sin embargo, en las Variaciones Goldberg únicamente se despliegan alturas musicales, tonos melódicos, ritmos. En cada variatio aparecen términos como canon, giga, andante, fuga, pero no vocablos significativos: alegre, triste. Soberbia esta capacidad para los sonidos de la que estuvo dotado Juan Sebastián Bach, que lo acerca a un dios supremo y creador. Una vez, una vez más, asistí a la representación de La Pasión según San Mateo. Fue en el Palau de Barcelona. A la salida, y bajando las anchos peldaños, me situé al lado de dos obispos, que iban hablando en catalán. Les dije: Porque Bach era luterano, que si no, sería santo, ¿verdad? A lo que ellos respondieron: Sin duda.
Acabó la actuación y volví a Atocha andando, haciendo inversamente el paseo de por la tarde. Madrid estaba espléndido en esa secuencia nocturna, con las luces en las ventanas de las magníficas fachadas, las de los coches particulares, las de los taxis, el alumbrado público, el afable cartel luminoso de un Corte Inglés. A los dos cafés que me había tomado, añadí un vino tinto en el bar El Andén: calle Tortosa, pegada a la estación, barrio castizo de la Arganzuela, antes de penetrar en la mole ferroviaria y coger el tren de vuelta.