El barro al que se refiere Snchz (¡Pedrooo!, imagina uno a César Luena gritando en aquellas primarias de la victoria) no es el creado por el temporal sino por las campañas electorales, a las que uno cada día ve más como esas luchas de mujeres desnudas sobre un ring que es un lodazal, mientras se trata al votante igual que si fueran los tipos que beben cerveza alrededor...
Bajarse al barro
Uno ha visto a Rajoy pisar el barro en una de esas caminatas vacacionales por Pontevedra. Así que no diga Snchz mentiras por bonitas que sean. A Mariano la caminata que le ha afinado el tipo también le ha afinado las maneras de desmañado, lo cual, pese a lo que uno pensaba, no es desventaja sino valor. Desde hace tres legislaturas se llevan los presidentes con las formas de Mr. Bean, que sólo son capaces de contenerse un poco en sus respectivos ambientes naturales, como si Rajoy se hubiese criado en el Congreso y ZP en casa de las ‘Mujercitas’ de Louisa May Alcott. El barro al que se refiere Snchz (¡Pedrooo!, imagina uno a César Luena gritando en aquellas primarias de la victoria) no es el creado por el temporal sino por las campañas electorales, a las que uno cada día ve más como esas luchas de mujeres desnudas sobre un ring que es un lodazal, mientras se trata al votante igual que si fueran los tipos que beben cerveza alrededor, y asienten y jalean el espectáculo bajo una nube de humo. A eso han quedado reducidos los ciudadanos en campaña como destinatarios de un mensaje zafio en el que uno se encenaga al instante si le coge despistado. Anoche mismo leía en el salón y, al pasar por la cocina donde había dejado encendida la tele, se topó con Moreno Bonilla que en un momento le puso perdidas las pantuflas. Decía Montaigne que “así como nuestro espíritu se fortalece mediante la comunicación con espíritus vigorosos y ordenados, no puede decirse hasta qué punto se pierde y degenera por medio del continuo trato y la frecuentación que tenemos con espíritus bajos y enfermizos”. Por eso durante las campañas electorales uno procura frecuentar poco los medios por temor a perderse o degenerarse al alternar con los voceros. Cualquier escenario en esta época es bueno para tropezar con una consigna mientras España parece una calle en obras llena de ruido, de vallas y colores de advertencia. Uno quiere poder pasear sin molestias pero en este año histórico de comicios va a resultar imposible. Dice Snchz que “a qué coño (el lenguaje desde el principio ya se vuelve tabernario) espera el presidente para bajarse al barro”, como si le retara ataviado con un tanga, en lugar de con un chubasquero, desde el cuadrilátero; y piensa uno que aquel se estará dosificando (la dosificación es una de sus especialidades) con todos los asaltos que quedan, pues un año de combates son más que unas cuantas caminatas de mañana y de tarde por Pontevedra. Uno también se está entrenando para vivir ajeno a tan persistentes molestias, y es que reconoce estar a veces algo enfermo, como Montaigne, a quien la estupidez le parecía una mala cualidad pero no tanto como no poderla soportar.