Las crónicas de boxeo de Manuel Alcántara en 'Marca', vibrantes, literarias y urgentes, se sitúan en lo más alto del repertorio creativo del poeta malagueño, una de las figuras del articulismo español de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI
El boxeo y la literatura guardan una íntima relación, impune. El pugilismo ha seducido a cronistas y reporteros de gran calibre, convirtiéndolo en territorio apto para la práctica de un periodismo de ambición literaria. El pugilismo, convertido en la mejor metáfora de la vida, es una excusa para exhibir el potencial del periodista.
Joyce Carol Oates, eterna candidata al Nobel de Literatura y autora del ensayo Del boxeo, una de las más brillantes obras sobre este deporte, subraya ese rasgo: “A los escritores les interesa tanto el boxeo porque miran y ven dos oponentes ideales, casi en igualdad de condiciones, y sienten una gran identificación con eso, porque es como escribir una novela: como si estuvieras peleando con ese otro yo”.
Manuel Alcántara (Málaga, 1928), junto a Fernando Vadillo o Julio César Iglesias, mantiene vivo el valor del texto combinándolo con el periodismo deportivo, una hibridación que cuenta con algunos elementos de referencia en España, pero que Alcántara elevó a cotas excelsas en su fecunda producción como cronista que podría emparejarse por su calidad literaria con el de cuentistas de referencia como Ignacio Aldecoa o Julio Cortázar.
El llamado deporte del “noble arte” no ha dejado jamás de interesar a Manuel Alcántara. De él continúa escribiendo, utilizando citas y referencias de elementos técnicos del boxeo e incluyendo recuerdos de boxeadores en los artículos de opinión que publica en los diarios del grupo Vocento.
La faceta del Alcántara poeta (en 1962 logró el premio Nacional de Literatura por Ciudad de entonces) y articulista (labor que ha ejercicio en diarios nacionales y regionales de gran tirada desde 1958. Ha recibido los más importantes galardones periodísticos: Mariano de Cavia, González Ruano y Luca de Tena) ha sido analizada por expertos en la lírica española contemporánea y el articulismo de opinión en la prensa hispana del último medio siglo. Sin embargo, su labor como cronista de boxeo en el diario Marca, el periódico deportivo líder, aún no se había estudiado en el contexto del reporterismo español de las últimas décadas.
Once años como cronista en Marca
Los once años en que trabajó como cronista en el diario deportivo coincide con la Edad de Oro del boxeo español. Alcántara cubrió los grandes combates nacionales e internacionales de la época de campeones como José Legrá, Pedro Carrasco, Urtain, José Durán o Perico Fernández.
El primero de los grandes duelos que cubrió fue la pelea entre José Legrá (El puma de Baracoa) con Winstone en País de Gales el 24 de julio de 1968. Legrá ganó por K. O. técnico en el quinto asalto. ‘Legrá, el mejor del mundo’, tituló el diario Marca a cinco columnas en primera página, con una imagen del púgil tras el combate tocado con una corona. En la crónica, publicada en la página 3, Manuel Alcántara logró uno de los títulos más redondos de su trayectoria como cronista de boxeo: ‘Había pasado hambre’.
El reportero cubrió los tres grandes combates entre Pedro Carrasco y Mando Ramos, chicano de California, por el campeonato del mundo de los pesos ligeros que se convirtieron en grandes acontecimientos deportivos de España y que paralizaron el país.
El primero de los grandes duelos se celebró el 6 de noviembre de 1971 en el Palacio de los Deportes de Madrid. La portada del diario Marca desplegaba generosidad tipográfica: ‘Carrasco, campeón del mundo’. El subtítulo ya adelantaba que en realidad no se trataba de una victoria nítida de Carrasco: ‘Brava pelea del español, que aguantó todo’.
Carrasco consiguió, 36 años después, que España tuviera otro campeón mundial de los pesos ligeros. Alcántara conoce la trascendencia del resultado y radiografía cómo fue la contienda: ‘Una pelea dramática e inolvidable’.
El combate lo ganó Carrasco, pero Mando Ramos mereció ganar. Al reportero Manuel Alcántara no le tiemblan los dedos cuando cuenta la verdad en su crónica ‘Un boxeador: Mando; un título: Carrasco’: “Un veredicto que me alegra en la misma medida que nos empobrece a todos los que amamos este deporte. En la misma medida que nos avergüenza”.
El combate entre Alí y Alfredo Evangelista de mayo de 1977 fue épico. En 1977, en plena fiebre de la película Rocky, el boxeador se enfrentó a Muhammad Alí, acaso el mejor púgil de la historia, con permiso de Sugar Ray Robinson o Joe Louis. Alí, The greatest, que acaba de estrenar los setenta, tenía ya 36 años; Evangelista, apenas 22.
Alí amagaba, como si estuviera a punto de pegarle, y con una servilleta blanca le animaba a torearlo. Como si Alí fuera el torero y Evangelista el toro. Era el teatro previo a la pelea, el aliciente para los medios de comunicación de todo el planeta.
El campeón se ve absolutamente incapaz de tirar a Evangelista. Puede ganar, pero no derrotarle por K. O. Ni siquiera está en condiciones de lograr una victoria clara a los puntos. Alí se alza con la victoria, pero no triunfa. Ya no es el campeón que tumbara a Sonny Liston, a Frazier, a Foreman. Sigue siendo el rey de los pesos pesados, pero evidencia su pérdida de potencia.
José Durán-Koichi Wajima en Tokio (mayo de 1976) fue quizá el combate que más emocionó al cronista. ‘Un safari para la historia’, tituló Alcántara. El duelo, celebrado en el Nippon Auditorium University de la capital japonesa, tuvo lugar a las 13 horas en España (en Japón eran las nueve de la noche). Durán era la víctima. Acaba de perder el título mundial en Montecarlo frente al brasileño Miguel de Oliveira. Ese mismo año había competido por cinco títulos europeos.
El púgil nipón preparó el combate para salir en tromba, a la desesperada, como si quisiera dejar fuera de juego a su contrincante en el primer asalto: “Wajima ataca de una manera demencial. Es un suicida. Un noqueador nato, que ha ganado por K.O. el setenta por ciento de sus combates”, narra el reportero.
En el segundo round el boxeador japonés refuerza el tono agresivo de la pelea, pero Durán reacciona y le propina una contra de derecha. Wajima cae el suelo. El árbitro cuenta hasta diez. El boxeador no se recupera. Sangra por la nariz en el resto del combate. El cronista precisa que en Europa el combate se hubiera suspendido.
Manuel Alcántara, que empezó la crónica refiriéndose a Wajima como El león de Manchuria, se detiene en la estética de la derrota del boxeador nipón: “Un vestuario es un panteón, el otro es una verbena. No hay dos lugares más distintos en el mundo que el vestuario del vencedor y el vestuario del vencido. En el de Wajima se habla de muerte y en el de Durán entra ahora un gigantesco trofeo dorado con lazo rojo, lleno de púgiles de águilas”.
El fenómeno Urtain, que tan magistralmente llevó al teatro el grupo Animalario, también lo radiografió Manuel Alcántara. El cronista cubrió su gran triunfo de 1970: 37 años después, el trono europeo de los pesos pesados volvía a España de mano de José Manuel Ibar, Urtain, un ex levantador de piedras.
Fue un combate de apenas siete asaltos, que empezó con un fuerte golpe del llamado Supermán de Cestona [su localidad natal] en el mentón de Weiland, que besó la lona. El boxeador alemán logró recuperarse: “Pudo concluir el K. O. veintiocho de Urtain como los veintisiete anteriores, pero Weiland El gordo se levantó. Y nos descubrió muchas cosas acerca de nuestra apasionante figura y nuevo campeón europeo de los pesados”.
El estilista Alcántara
Manuel Alcántara fue un estilista de la crónica de boxeo. Sus artículos en Marca sientan por primera vez las bases de la relación entre el nuevo periodismo estadounidense gracias al detallismo y el color que se reflejan no sólo en las coberturas de los combates.
Las previas de los grandes duelos también guardan una íntima relación con la descripción minuciosa y la presencia del reportero en el lugar de la escena, dos características del nuevo periodismo que se observan en este texto fechado el 20 de enero de 1969 en Londres: “La música de sus cantantes negros favoritos sigue tenue, ocupando la habitación del Regent Palace, entre suéteres, manoplas, guantes de entrenamiento, discos, medallas y estampas religiosas. Junto a las insurgentes corcheas se nota la confianza. Una confianza casi audible”.
El trabajo como reportero y cronista de Manuel Alcántara para el diario deportivo Marca constituye uno de los ejemplos más sobresalientes de la utilización de las técnicas del nuevo periodismo estadounidense en la prensa española de la década de los sesenta y setenta que formulara Tom Wolfe. Estas técnicas cuentan con el poeta español como uno de sus mejores discípulos en el periodismo nacional de la época.
El propio autor reconoce que su función como cronista era “literaturizar el boxeo”. Para ello, Alcántara construye el acontecimiento escena por escena, registra los diálogos fielmente y en su totalidad, utiliza el punto de vista en tercera persona. E intercala narraciones en distintas personas del verbo, así como el recurso al monólogo interior. Alcántara también detalla la descripción de personajes, situaciones y ambientes.
Las crónicas de Manuel Alcántara se podrían considerar hermanas de las narradas por Norman Mailer. En obras como En la cima del mundo (Alí-Frazier, 1971) y El Combate (Alí-Foreman, 1974) efectúa un registro completo de los diálogos, la construcción escena por escena y sin un orden cronológico establecido. Características propias del nuevo periodismo. José Luis Garci las considera “intercambiables” con novelas como Más dura será la caída, de Budd Schulberg, y considera también que sus crónicas tienen el mismo diseño estilístico que las de los pioneros del nuevo periodismo estadounidense.
Los retratos de boxeadores de Alcántara (sobre todo de los grandes campeones españoles, pero también de figuras internacionales, y de púgiles modestos o incluso aficionados) también guardan vínculos con los que cincelara Gay Talese de boxeadores como Joe Louis, Muhammad Alí o Floyd Patterson, por abundar en la persona, la psicología y la intrahistoria del boxeo y en destacar otros aspectos ajenos al desarrollo del combate que reflejan con detalle la personalidad del púgil y cuán duro resulta este deporte.
Su magisterio como articulista y cronista en las páginas del diario Marca ha influido en el estilismo de los periodistas deportivos de prensa escrita de las década de los sesenta, setenta y ochenta, que tomaron como modelo sus textos pugilísticos.
Manuel Alcántara también ha dejado huella en periodistas de última generación, como David Gistau, reconocido aficionado al deporte del “noble arte”, y Antonio Lucas, devotos admiradores de la obra boxística alcantariana. Lo retrata Lucas en un certero artículo publicado en El Mundo el 15 de octubre de 2011 con el título de ‘Letra de amor a Manuel Alcántara’: “Es un tipo espectacular que habla con la misma precisión de Neruda y de Joe Louis, pues detecta la poesía del poema igual que analiza las hostias sobre un ring”.
Agustín Rivera es periodista de El Confidencial y profesor de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Málaga. Fue corresponsal del diario El Mundo en Tokio y enviado especial a 15 países de cuatro continentes. En 2007 publicó El Viaje de los Ingleses: rodando con Antonio Banderas (Ocho y Medio). Este texto está basado en la tesis doctoral El Nuevo Periodismo contemporáneo: las crónicas de boxeo de Manuel Alcántara en el diario Marca: 1967-1978, que defendió el 22 de diciembre de 2011 en la Universidad de Málaga. Su blog es www.agustinrivera.com
Autor: Agustín Rivera