Carlos Monsiváis (1938-2010)

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La obra de Carlos Monsiváis cubre un arco extraordinario en la cultura mexicana que enlaza el siglo 20 con el 21. Además de ser un analista mayor del impacto de la cultura de masas (del cine a la televisión) en América Latina.

 

Desde sus primeras aportaciones en los años cincuentas hasta el último de sus libros Apocalipstick de meses atrás, Carlos Monsiváis perfiló la figura de un observador grafomaniaco de la vida pública y la vida urbana, un crítico de sus principales defecciones: la ignorancia, el fanatismo, la desigualdad, la pobreza, la estupidez.

 

Para realizar aquello se valía de la palabra y del análisis de la palabra ajena, sobre todo, la que afectaba la vida colectiva. Su propia inteligencia ofrecía un ejemplo contra lo que criticaba. Y a ésta añadía un sentido de la ironía que se volvería legendario, siempre a partir de su formación como lector insaciable, lo mismo de literatura que de política,  de filosofía o de nota roja y cómics. Fue uno de los primeros escritores en lengua española en romper los diques entre la alta y la baja cultura, y proponer nuevas interpretaciones de lo heredado hacia el futuro, tareas de la que da cuenta ahora el museo que fundó: el Museo del Estanquillo.

 

Desde muy joven definió su vocación hacia los movimientos sociales como fenómenos esclarecedores, empeño que culminaría en sus registros de madurez  -por ejemplo, su libro Entrada libre. Crónica de la sociedad que se organiza.

 

Carlos Monsiváis pertenece a una generación que vivió la postguerra, el desencanto ante los totalitarismos, el auge del compromiso progresista y el surgimiento de otra comprensión del mundo que incluyó la continuidad del vanguardismo cultural, el temperamento beat, el jazz, el nuevo periodismo, entre muchos otros estímulos decisivos, y atestiguó su inserción en las letras y la prensa conforme emergían los grandes episodios y cambios contemporáneos: la revolución cubana, la carrera aeroespacial, la guerra de Vietnam, la revolución sexual, la contracultura y, sobre todo, el movimiento estudiantil de 1968.

 

A partir de entonces Carlos Monsiváis fusionó su intelecto con el interés renovado por las causas civiles. El giro autobiográfico de sus dos libros fundacionales, que a su vez marcan la gran transformación de la crónica y el ensayo en América Latina, lo atestiguan: Días de guardar y Amor perdido. Así se verá el despliegue de una personalidad múltiple y proliferante que concitará el respeto y la admiración incluso de sus adversarios intelectuales, como lo muestra la brillante polémica que sostuvo en su momento con Octavio Paz, su defensa de las ideas de izquierda y su fuerza libertaria. Con el tiempo, se convertiría en la “conciencia  crítica de la izquierda” en el país.

 

Carlos Monsiváis distinguía el papel fundamental que representaba la cultura popular, no sólo como substancia que implicaba el entretenimiento, sino su peso en la educación afectiva de las multitudes, como gustaba llamar a la entidad colectiva de la mexicanidad a lo largo del siglo 20. Y confiaba en el papel liberador que podía entrañar un enfoque crítico al respecto. A tal posibilidad dedicó la mayor parte de su obra con libros como Aires de familia, Escenas de pudor y liviandad, o Del rancho al Internet, entre muchos otros.

 

Sus pasiones favoritas fueron el debate y crítica del lenguaje político, la construcción de alternativas progresistas, el combate a las formas de opresión, la defensa de los desposeídos y las minorías homosexuales. Y las aplicaciones en sus escritos de sus preferencias como lector y espectador. En su dinamismo ante lo inmediato, sus crónicas lograban imponer en equilibrio una potencia cinemática y una aptitud plural e inclusiva de voces, atmósferas y personajes. Un estilo complejo y pleno de sentidos múltiples que honraba el gran legado del barroquismo latinoamericano. Cada crónica suya era un desafío compartido con el lector: la amistad necesaria que dependía de una exigencia superior ante la realidad. Carlos Monsiváis: su figura crecerá al paso del tiempo.

 

Sergio González Rodríguez (Ciudad de México). Estudió Letras Modernas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Es narrador y ensayista. Ha sido músico de rock, editor de libros y suplementos culturales y profesor en estudios de postgrado. Desde 1993 es consejero editorial y columnista del diario Reforma y del suplemento cultural El Angel. En 1992 fue Premio Anagrama de Ensayo (finalista ex aequo) en Barcelona, España, con la obra El centauro en el paisaje, y en 1995 recibió el Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez. Dos veces ha sido becario de la Fundación Rockefeller. Autor de diversos libros, en 2002 publicó su relato sobre violencia, narcotráfico y asesinatos contra mujeres en la frontera de México y Estados Unidos titulado Huesos en el desierto, que fue finalista del Premio Internacional de Reportaje Literario Lettre/Ulysses 2003 en Alemania, obra que se ha traducido al italiano y al francés. En 2004 publicó la nouvelle El plan Schreber, en 2005 una novela titulada La pandilla cósmica y en 2006 su ensayo narrativo De sangre y de sol. En 2008 publicó su novela El vuelo y en 2009 su crónica-ensayo sobre decapitaciones y usos rituales de la violencia El hombre sin cabeza, ya traducida al francés. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte de México.