Todavía reciente el paso por la pequeña pantalla de la serie “Crematorio”, inspirada en la novela homónima de Rafael Chirbes, que dio pie a una extraordinaria creación de José Sancho como promotor inmobiliario, la exposición del artista alemán Hans Haacke (Colonia, 1936) es más que una oportunidad de hacer examen de conciencia. Porque seguramente los máximos responsables de la burbuja inmobiliaria no se sentirán atraídos por esta visión política, artística y filosófica de un mal que destrozó no solo la piel de toro, sino una buena parte de su alma. Desde un formidable traveling propiciado por ocho proyectores de diapositivas, en el que el espectador puede asomarse como desde un tren o desde una acera móvil por algunos de los adefesios, urbanizaciones, descampados y restos arqueológicos de lo que quiso ser y no es, a la exposición de una parte del ensanche del barrio madrileño de Vallecas, con calles llamadas (y no en sentido figurado) Expresionismo, Arte Pop, Hiperrealismo, pero que en el museo de arte moderno (el Reina Sofía, el museo de museos) consiguen un efecto doblemente irónico e hiriente: junto a fotografías de las viviendas y sus características, obras de esos estilos ratifican que algo ha ido definitivamente mal en nuestro cuerpo social, en nuestra denodada persecución de la codicia, en las que hemos alcanzado las más altas cotas de la miseria. Como relataba el pasado martes Laura Anguera (directiva despedida de una inmobiliaria, que acaba de novelar “el boom y el crac español” en su novela “Boom”) en la contra de La Vanguardia: “De repente no es que fueras más listo si te comprabas un piso, es que eras tonto si no et comprabas tres. Quien vivía de alquiler se convirtió en un paria y además un inútil”. Haacke va más allá. Y su mirada da mucho que pensar.