Cita en San Luis

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Dice Alberto Garzón que el comunismo está de moda (el comunismo pop como el terrorismo pop de Otegui, el hombre de paz), lo cual convierte al líder de esos restos (un conjunto arquitectónico de la antigüedad en permanente excavación) en estilista. Yo no sé que tiene que ver todo ese polvo del yacimiento con el brillo del front row. Alberto, que es un hombre joven, un niño político (le vemos crecer sobre el escenario como a Judy Garland), parece superado al final por el oropel de una vida atípica delante de los micrófonos.

 

Igual que le sucedía a aquella joven estrella que preparaba el productor Waltz (el de la cabeza de caballo de El Padrino) para lanzar al mundo, Alberto parece estar abandonándolo todo seducido por Pablo Iglesias, que en la intimidad debe de tener la voz empalagosa de Johnny Fontane. Pablo, en realidad, es un crooner seductor que ha afianzado su carrera con la ayuda de amorosos padrinos, y que ha arrastrado al precioso Alberto (y al PSOE municipal) a deslumbrarse en el photocall.

 

A ver cómo baja ahora el comunista de moda a desenterrar sus tesoros con esas hombreras y esos tacones, pero esto no importa porque bajará, aunque no lo reconozca ni la madre que lo parió. No hay pudor en la política, la nueva política que nos trae Pablo Iglesias y que lo abarca todo. En Cataluña, la deriva nacionalista ha mutado en deriva humana con el agasajo a Otegui; y Pablo y Alberto presumiendo de lazos, los mismos que se ponen en la solapa (o en el pelo, como Judy Garland) los podemitas de moda y los comunistas de moda en la primera fila del desfile, donde se dejan ver con el botellín y las sonrisas que salen del odio que les inspira su comunismo de moda.