Crónicas desde Ayamonte, 1 – O futebol

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En Ayamonte, último lugar de España al sur, inicio estas crónicas que espero sean varias e interesantes, pero dependerá.

Dependerá de un estado de ánimo junto a la frontera y límite, a una milla náutica en ferri del extranjero, Portugal.

Sé que siempre podré huir, abandonar mi único idioma y lengua en este mundo, dejar atrás una España, no volver del otro lado del Guadiana.

Dependerá.

Se verá.

Verá mi ánimo.

Pero hoy tengo que escribir la primera crónica, la 1, desde este lado del río, al final de Andalucía y del Guadiana, y acabarla con elegancia. 

*

Algo triste, esperando y a la espera, dando muchas vueltas y rondas, muchos paseos, leyendo siempre, con todo lejos y alejado, el amor, la amistad y la tierra, sin poder escribir ni crear, sin poder creer tampoco, he sentido la ilusión del fútbol, del futebol. Hoy, debo reconocer y admitir, me he hecho del portugués FC Porto. Gracias, también, a las ondas de radio que llegan hasta aquí por encima de la corriente del río, ya tan cerca del mar.

Hoy escucho Radio Renascença y empieza el partido.

Cenando pão y queijo azeitão en Ayamonte he escuchado a mi equipo desde las ocho y he estado bien, contento. Todo parecía tener un sentido. Yo era a través de ellos, los jugadores de mi equipo de fútbol, luchando por pasar a las semifinales de la competición europea más importante del mundo. Luchando en Inglaterra contra el Liverpool. Hemos perdido duas bolas a zero, pero todavía hay esperanza en la vuelta, la hay. El fin de semana, además, jugaremos de nuevo en la Liga, contra el Portimonense. Ahora vamos segundos, empatados a puntos con el Benfica de Lisboa. Todavía es posible, sí. El 25 de mayo jugaremos, más además, contra el Sporting la final de la Taça. Veo el futuro y hay mucho que hacer, muchos partidos que jugar y mucho que ganar todavía, la Liga, la Taça, e incluso la Champions, si no perdemos la esperanza. Con mi equipo siempre tendré algo en lo que creer, algo que hacer, que presenciar. Mi equipo, el Porto, nunca me fallará, y si nos falla, en la siguiente temporada todo volverá a empezar de nuevo para todos nosotros, y será como si no hubiera ocurrido nada, la ilusión se verá recobrada y en pie, brillante, como si nunca hubiera ocurrido nada y la vida empezase cada nueva temporada. 

*

Pero acaba el partido casi a las diez, apago la radio. El silencio pesa. Vuelvo a estar solo. No hay más cena.

Pero ahora entiendo con más claridad y mejor lo que gira en torno al fútbol, el sentimiento que genera en las personas, los millones que lo siguen día tras día, final tras final, como dicen los periodistas deportivos continuamente, eso de que cada partido es una final y hay que jugarla. Todos ellos tienen su equipo. Un equipo dentro de un discurso ordenado y repetido año tras año, circular, que vuelve sobre sí mismo continuamente y sin aparente final.

Historias tranquilas y muy animadas por los medios de comunicación, sin mucho más.

También comprendo el motivo de seguir a los equipos grandes desde cualquier punto de España o Portugal o Italia. Ahora veo claro que alguien de Isla Cristina o Villablanca sea del Barcelona o alguien de Valverde del Camino o Ayamonte del Madrid. Al ser e ir con ellos siempre habrá algo que ver, algo que presenciar, algo en lo que creer, algo que ganar. Mañana, por ejemplo, ellos juegan contra el Manchester y los de Cristiano Ronaldo lo harán en Ámsterdam. Sin embargo, ser de los pequeños debe producir menos emociones o alegrías. Si alguien es del Extremadura de Almendralejo o del Jaén o del Recre también tendrá otro más importante, para aspirar a lo más grande.

Es curioso que en español se diga que alguien es de un equipo de fútbol.

Ser.

Es curioso que detrás del fútbol no haya nada, ni un poco más allá, a pesar de todos los intentos de hacernos creer que esos noventa minutos son como la vida misma. Vida continua a través de otros, día tras día: de viernes a lunes con la Liga, martes y miércoles con la Champions, jueves con la Europa League, los veranos con los países.

*

Salgo de casa y voy a saludar al Guadiana, está tranquilo y con la marea alta, sigue junto al puerto, los barcos de pesca descansan, las gaviotas también, escondidas. Veo Portugal al otro lado, las luces. Vila Real de Santo António e Castro Marim.

Subo por el barrio de la Villa hasta el Parador, el punto más alto de este final de España, desde donde de día se ve el ancho horizonte del mar. Ahora llega la luz del faro de Vila Real.

Creo que la vuelta del partido en casa la viviré desde aquí, quizás llegue mi vista hasta Oporto, el final del Duero.

Luego bajo.

Sin el FC Porto ya, pero con Portugal al otro lado de la orilla. Con el bonito o la bonita Ayamonte a este.

Pienso que tengo que continuar con estas crónicas, sí.

Me miro los pies al caminar de vuelta, la sombra, las farolas, el cielo, la lonja cerrada, los peces nadando.

Le doy las buenas noches e boa noite a mi Guadiana.