Los indecisos son tan importantes que se podría decir que España (Andalucía mañana) casi depende de una ventolera (la ventolera ideológica a la que se refería Rajoy) provocada por la oferta partidista....
Cuando Sal Paradise regresa a casa
Uno siempre ha sentido curiosidad por saber cómo pasan los candidatos la jornada de reflexión. Recuerda de su etapa universitaria el fin de los exámenes como el fin de una campaña electoral, e imagina una sucesión de salidas nocturnas memorables a la espera de los resultados. En el caso de los políticos una jornada da para poco teniendo ya al día siguiente las listas en los pasillos. Todo un día de encuestas y rumores debe de ser una paliza peor que una noche de juerga. Dicen que los toreros están hechos de otra pasta y uno piensa lo mismo de los políticos con esas agendas imposibles, pocas horas de sueño e interminables trayectos a destajo. Siempre le dio por pensar que ahí hay un submundo como el de las giras de rock: bencedrina para poder tocar cinco horas diarias durante cuarenta y ocho noches seguidas como los Beatles en Hamburgo. Este año también el electorado va a necesitar de ayuda. No se sabe qué hacer con la crisis, a lo que hay que sumar la confusión. Los indecisos son tan importantes que se podría decir que España (Andalucía hoy) casi depende de una ventolera (la ventolera ideológica a la que se refería Rajoy) provocada por la oferta partidista. Ya casi hay tantos partidos en el mercado como marcas de coches, no se diga modelos, tamaños, colores… Ya no sólo hay rojo y azul sino naranja, morado, verde, magenta… “ella llena todo de colores/ella peina su cabello/ella es como un arco iris/vienen colores en el aire/¡oh!, por todas partes…”, cantan los Rolling como si fuera la democracia. En realidad los gobiernos siempre se han hecho de ventoleras, si no a qué el sprint de la campaña, los balones al área en busca de la consigna salvadora, como el gol, consecuencia de un mal juego o de la igualdad donde “ella” pesca. A veces les imagina tirados en sus sedes como los futbolistas tras la prórroga, mientras se estiran unos a otros los gemelos antes de los penaltis. Luego siempre hay uno o varios que fallan y se llevan las manos a la cabeza y lloran mientras sus compañeros acuden a consolarles. Pero no ve uno a Díaz, ni a Moreno Bonilla, ni a Teresa Rodríguez o cualquiera de los otros desconocidos para muchos estiramientos. La campaña es el Indra hamburgués de los Beatles y la reflexión una impresionante resaca después de la carretera, cuando Sal Paradise regresa a casa mientras Dean Moriarty “un demente, un ángel, un pordiosero” continúa en el camino.