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ArpaCuanto más abarco más desconozco

Cuanto más abarco más desconozco

 

Se me pregunta por qué hago lo que hago; no voy a utilizar la premisa arcaica de que “lo que hago surge de la necesidad”, ya que esa respuesta ha perdido la solemnidad con que la revestían las generaciones anteriores. Como cualquier profesión vocacional, su génesis reside en el deleite personal, que con el tiempo se va profesionalizando y perfeccionando, pasando a ser parte de uno mismo. Incidiendo en mi caso particular, me sitúo sencillamente en el inicio de esta progresión, si es que existe tal progresión.

 

Conscientemente sí que hago esfuerzos de vaticinio sobre aquello que se me depara tras las puertas del presente. Como cualquier joven ambicioso sueño con una posición contigua a aquellos que han trascendido en el tiempo, y una posición honorable durante el lapso de mi existencia. Sólo sueños. Ambiciones, a las cuales aspiramos todos, dados al juego de la vanidad. Porque a fin de cuentas todos nos consideramos únicos.

 

A la pregunta “¿Qué he encontrado?” contesto: absolutamente nada. Cuanto más abarco más desconozco. Actualmente estoy llevando a cabo un ejercicio de destrucción y reestructuración continuo de aquello que mis esquemas mentales entendían como arte. Cabe especificar que soy un ignorante de aquello que me circunda, y como tampoco dispongo de un cerebro de alto rendimiento me cuesta algo más asimilar las cosas y concretar, por lo tanto, una propia concepción.

 

Hago esfuerzos por enderezarme constantemente, intentando no sucumbir al hedonismo propio de la juventud. Aunque mi rumbo se esté trazando a un trote lento, me concentro en orientarlo, si no a una meta definida, al menos sí hacia el horizonte de la autorrealización; no descarto que ésta resida en el río de Siddhartha, tal como lo vislumbró Hesse.

 

Dicen que uno recoge lo que siembra; no tengo experiencias al respecto.

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