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Mientras tanto¿Cuánto más…?

¿Cuánto más…?


 

Vivimos en un país en el que, para saber si tu trabajo está bien valorado, se escucha, se lee o se ve, tienes que mirar el número de veces que te lo han robado.

 

Antes de finalizar esa frase, voy a hablar acerca de un suceso que, si bien no me ha dado la idea para este post, no ha hecho sino llamar poderosamente mi atención e invitarme de una vez por todas a lanzarme a esta reflexión.

 

La salida del nuevo trabajo discográfico titulado Para todos los públicos de la banda española Extremoduro estaba prevista para el 19 de noviembre de 2013. Sin embargo, algo inesperado ocurrió y a finales de octubre el disco íntegro ya circulaba por la red. Ante esta situación, tanto Warner como Extremoduro decidieron adelantar el estreno al ocho de noviembre alegando lo siguiente:

 

«Es triste tener que cambiar los planes por este motivo, pero no podemos ser partícipes de que una mala copia en baja calidad circule por la red engañando a los verdaderos seguidores del grupo. El disco ha sido grabado durante los últimos 20 meses, cuidando cada detalle, desde la portada hasta el orden de las canciones, sus letras, su edición en vinilo, el mastering especial disponible en iTunes… Son muchas virtudes las de este disco, que se podrán conocer tal y como fue concebido por Extremoduro a partir del viernes 8 de noviembre»

 

Hasta aquí, todo más o menos normal (por desgracia). Pero este lunes pasado, y ante los ríos de tinta, los comentarios en redes sociales y la rumorología que un grupo del caché de Extremoduro puede levantar, la propia banda se levanta y hace un comunicado oficial a través de su cuenta de Facebook. Creo necesario transcribirla tal y como la podemos encontrar todavía en su perfil:

 

“Os vamos a poner al día, breve pero claramente, de cómo hemos vivido este asunto del robo del disco que tanto ha dado que hablar en los últimos días.

 

En un primer momento, pensamos en demandar al que robó el disco de la empresa en la cual trabajaba, pero luego nos dimos cuenta de que el chorizo solo tenía una mínima parte de culpa. Entonces, pensamos en demandar a todos los que se bajan música sin pagar y además intentan justificarlo, porque, en cierto modo, son los instigadores. Más tarde, cuando todo salió a la luz pública a través de los medios de comunicación, pensamos en demandar a todos esos medios de pacotilla que han anunciado que nosotros pusimos la primera demanda. Y, aún más tarde, pensamos en demandar a la Guardia Civil por dejar entrever en su confusa rueda de prensa que la denuncia partió del grupo.

 

Al final, nos pareció que sería demasiado trabajo, porque, ya de antes, teníamos pendiente demandar a la compañía discográfica y a la oficina de contratación.

 

Así que nos lo hemos pensado mejor:

 

IROS TODOS A TOMAR POR CULO”.

 

Bien, dejando a un lado el evidente mal asesoramiento por parte del community manager de la banda, en este comunicado, al que muchos y con razón, verán errores, hay mucho más de lo que la gran mayoría ha querido ver. Pero ¿qué es lo que la gran mayoría ha querido ver? A un grupo de millonarios dando una pataleta porque no han ganado esos millones que necesitan para mantener su mansiones.

 

El feedback obtenido por la banda en forma de comentarios a los pies de la publicación debe rondar más o menos un 25%-30% positivo o por lo menos comprensivo y un 70% negativo, hablando de robo por su precio de mercado de 15 euros (tres copas muy baratas, tres paquetes de tabaco), hablando de cómo se atreven encima a acusar, de provocar una descarga ilegal masiva como represalia por tener la osadía de quejarse (a quién se le ocurre quejarse por la circulación ilegal de un trabajo propio) y un larguísimo etc. de despropósitos propios de quién, ya no es que se haya olvidado de que un trabajo discográfico costaba dinero, sino de alguien que parece que nunca ha pagado por algo así.

 

He aquí, uno de los 2.642 comentarios que podemos encontrar como respuesta a la publicación:

 

Que cutres. Trabajad haciendo conciertos y no lloriqueéis con la piratería cansinos. Más que vagos”.

 

¿Por qué? Porque los artistas son todos millonarios, ¿no? Porque lo de pagar por contenidos culturales (ojo, no sólo música) en este país (si, concretamente en este país) no se concibe, ¿no? Porque escuchar un buen disco, ver una buena película, leer un buen libro, reportaje ó artículo tiene que tener coste cero, ¿no? Que ya habrá cobrado de algún modo la persona que está detrás. Nadie sabe ni de dónde ni cómo, pero ya habrá cobrado y muy bien además.

 

Comprendo lo atractivo de lo gratuito, habrá pocas cosas más atractivas que algo gratis. Sin embargo, me pregunto, y cada vez con más frecuencia, hasta dónde llegará esto. ¿A dónde nos lleva la cultura de lo gratis por encima de todo? ¿Hasta qué punto va a afectar al criterio del público el valorar por encima de cualquier otra cosa disfrutar de cualquier tipo de obra gratis? ¿Cómo piensa el público que se financia una propuesta cultural? ¿Hasta cuándo las personas que no se llaman Alejandro Sanz y que también hacen arte van a poder permitirse producir una obra cultural sin esperar ningún ingreso económico?

 

Podría estar enumerando éstas y otras muchas más preguntas durante un par de párrafos más, pero ya he propuesto bastantes interrogantes que me gustaría intentar resolver.

 

Como es lógico, todas las preguntas están relacionadas entre ellas inevitablemente. Como cualquier otro sistema económico basado en necesidades y recursos (con la salvedad de que en éste el dinero no fluye) se puede producir un producto cuando se ingresa dinero, éste se utiliza para invertir en recursos que generaran productos como los ofrecidos hasta el momento, o si se tiene inventiva, incluso mejorar el producto para que el cliente quede satisfecho. Éste es uno de los puntos más paradójicos de todo este embrollo: el cliente, que siempre tiene la razón y que es muy, pero que muy exigente.

 

Hablemos por un momento del cliente. Es, como ya he dicho, alguien muy exigente. No acepta cualquier cosa. Es un cliente formado como nunca, muy inteligente y muy culto que, cuando busca ocio, distensión, reflexión o lo que quiera que busque escuchando música, viendo una película o leyendo no quiere encontrarse cualquier simpleza. Tiene, en definitiva, un paladar muy exquisito. Esto es ideal, nada mejor que un público exigente para que la figura pública tenga que dar lo mejor de sí mismo.

 

Siguiente paso, el producto ha llegado a las manos del cliente, que ha quedado fascinado, maravillado: “Qué trabajo más espectacular”, “Qué bien hacéis esto”, “Espero con ansia vuestro siguiente trabajo” “Ojalá todo el mundo trabajara y se esforzara como vosotros…pero espera, no pretenderás cobrarme por esto, ¿no?”.

 

Siguiente paso. “No… bueno, venga vale. Te lo regalo. Pero ya que estás si no te importa dale a me gusta en Facebook y sígueme en Twitter anda, que ya verás, en los próximos días vamos a publicar muchísimos contenidos de todo tipo (que cuestan dinero en un 98% de los casos) para nuestro público. Esperamos que poco a poco les guste y vayamos convenciendo a ver si algún día vemos algo de dinero”.

 

¿Es que nadie ha visto ya que esto no es viable?

 

Se está creando una deuda, una especie de burbuja cultural, una concesión de un crédito en forma de trabajo gratis que algún día, y estoy seguro que llegará, se cortará. No porque la gente no quiera hacer más arte gratis (ya lo hacen) sino porque, resultará que las personas que han decidido dedicar su vida a la música, el cine o el buen periodismo (entre otros muchos) tenían una vida que pagar, como todos los demás que sí cobran por trabajar, y que cuando no lo hacen ya se encargan de que todos los sepamos.

 

¿A cuántas personas has visto (si, te pregunto a ti) en la última década ver una película rodada con la tecnología más vanguardista del momento, en un ordenador, con conexión precaria, con cortes, grabada cámara en mano dentro de una sala de cine? Un servidor, por desgracia, a muchas. Bien, seamos honestos, puede que todos lo hayamos hecho alguna vez. Acepto incluso la cantinela de “Para ver esto concretamente, no pago”. Vale. Pero por favor, de verdad me va a intentar convencer alguien de que la experiencia de ver Gravity en un cine, con una instalación de sonido apabullante, en tres dimensiones y en pantalla grande es lo mismo que verlo en un Asus de 7 pulgadas en calidad DivX? Pues, habrá gente que me diga que sí. Pero no porque lo piensen, ya sé que no. Lo dicen porque se nos parece haber grabado a fuego que por cine tampoco se paga. Y ¿qué provoca esto en el público receptor? El hecho de, con tal de verlo, oírlo, leerlo gratis provoca una progresiva desatención, un progresivo atrofiamiento de los sentidos puesto que se pierden detalles en una visualización así. Se pierde lo que a mi particularmente me hace emocionarme, esos pequeños detalles, esos pequeños guiños, eso que hace a una obra especial. Eso por lo que la gente antes pagaba.

 

Opino personalmente que aquí hay uno de los principales problemas. Como el público se ha acostumbrado a no pagar por estos contenidos y a tenerlos en el momento en el que desea, tampoco se valoran como tal. Por eso hemos pasado de aquellos días en los que uno compraba el último vinilo del grupo que fuera y todo el grupo de amigos acudía a escucharlo a casa del que tenía el medio para reproducirlo a hoy en día en que como no nos ha costado nada adquirir ese contenido nos parece igual de sencillo su proceso de producción y por lo tanto innecesario el pago por él. Sino, no soy capaz de explicarme cómo puede haber personas que opinen como la persona a la que he transcrito al principio.

 

En mis estudios de producción musical nos decían con sarcasmo: “¿Para qué vas a trabajarte una mezcla como las de la vieja escuela, en la que se escuche hasta el último matiz para que luego la gente la escuche en mp3 (formato de descarga estrella, de calidad muy inferior a la que suena en un disco original) usando sólo un casco porque el otro lo tiene el compañero?”.

 

Estoy convencido de que si mañana se repitiera un episodio terrorífico como el 11S o por el contrario hubiera un acontecimiento maravilloso de escala planetaria y todos los periódicos online fueran de pago, con una versión gratuita pero con información fragmentada o con partes del texto directamente capadas, gran parte del público se conformaría con esa información capada. Aunque en ella no se dieran ni nombres. ¿Porque cómo se atreven a pedirme dinero?

 

El ordenador se ha convertido en una puerta al mundo de lo gratis. Y por desgracia, ciertas profesiones o campos culturales se han visto obligadas a dirigirse hacia ese mundo. Un mundo dominado por ese ferocísimo público que tiene de todo en el momento en el que lo quiere y como lo quiere y que por otro lado nació sin pagar y al que ahora se antoja imposible decirle que sus últimos 13-14 años de gratis no eran viables.

 

Pero por desgracia para ese público, algún día esto se acabará. Y repito, no será porque la gente no quiera ofrecer al gran público un trabajo espectacular (un aspecto positivo de todo esto es que, al saberse el proveedor en una situación tan comprometida, apuesta su “éxito” con una propuesta generalmente espectacular “a ver si así hay suerte y trabajándolo muchísimo…”). Pero las propuestas espectaculares no viven eternamente del aire, los seguidores en Twitter o los me gusta en FB no pagan las facturas que suelen llevar como una losa a sus espaldas las propuestas que encontramos en la red. Y llega un punto en el que la motivación se termina. Y es ahí cuando comienza a morir el supuesto futuro del mundo que pasa por la red, ese mundo a través del que todos vamos a trabajar en un futuro no muy lejano. Ese mundo que nació sin leyes ni ataduras y que ha pasado literalmente por encima de ciertas profesiones.

 

Y entonces llegan las preguntas del estilo de: “Y ¿por qué se acabó este proyecto? Si era fantástico, a mi me encantaba”. (Esta frase suele contener a veces también aquello de “Si encima era todo gratis”).

 

Esto denota sólo una cosa: un profundo desconocimiento y desconsideración hacia el trabajo realizado por una cantidad ingente de profesionales en la sombra.

 

Si una banda de música como Extremoduro, uno de los tops a nivel nacional tiene que andar montando semejante escena, que además no le ha proporcionado ningún bien, si uno de los periódicos más poderosos actualmente de España como El Mundo está temblando por ver qué va a pasar con eso de convertir su aplicación a modo de pago y su página online poco a poco también, si los míticos cines cierran… ¿Qué va a pasar con aquellos que ni siquiera hemos tenido tiempo para llegar a una situación en la que podamos decidir algo que no sea regalar nuestro trabajo?

 

Hace poco leía no sé dónde ya, que el futuro de los músicos y cineastas en España pasaba por el pluriempleo. De día trabajando de alguna otra cosa, y de noche a componer, escribir guiones y después llevar tu obra a alguna presentación (ya dormirás). A ser posible, todo gratis. Tiene gracia que yo haya elegido como alternativa a la que me gustaría fuera la profesión de mi vida, al periodismo. Más que nada porque todo lo comentado hasta ahora en este post, por desgracia es extrapolable a los periodistas: tanto a los ya consagrados como a los que están por consagrar. Y sin embargo, el público querrá estar bien informado (a través de Internet por supuesto y sin pagar), por lo que el periodista tendrá que hacer bien su trabajo y esas hipotéticas  investigaciones que diferencian al buen periodismo del malo. Y cuando quiera distraerse, querrá ver buen cine, escuchar buena música o leer un buen libro. Y yo pregunto, ¿Cuándo podremos hacer bien nuestro trabajo, si realmente no va a ser nuestro trabajo? (Entiéndase trabajo como aquello por lo que cobras).

 

Y ahora si, termino la frase con la que he empezado:

 

¿Cuánto más, necesito/amos para convencer?

 

¿Cuánto más aguantarán los nuevos directores, guionistas, directores de fotografía, cámaras, productores, técnicos, músicos de sesión, técnicos de sonido, productores artísticos, arreglistas, maquetadores y por supuesto también los nuevos periodistas hasta que el gran público vea y entienda que para lo que él con todo su derecho exige, hay que pagar?

 

 

PD: Ya veremos qué pasa cuando se invente la forma de piratear el fútbol, los equipos no ingresen cantidades ingentes, no puedan mantener a las superestrellas y éstas marchen a donde se las pague como “deberían”. 

 

Art Ace

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