
El Cubalibre es la contradicción líquida de un amor frustrado. El resultado de una relación prohibida. La cara amable de la Revolución. Todo un símbolo de apropiación y resistencia. La genialidad de este combinado no impide que afloren las tragedias, pero sería injusto no reconocer sus logros porque esta bebida representa una de las expansiones gastroculturales más anchas de la historia. Todo un clásico. Un trago de libertad y una excusa para la fiesta. La mezcla de ron y cola perdura, puede que no se encuentre en su mejor momento, pero su mera evocación recuerda que durante muchos años fue, dentro y fuera de nuestras fronteras, bebida nocturna entre espejos y luces rojas. Desde el campo de batalla a las calles y la disco, el Cubalibre es un cóctel emblemático que cuenta con múltiples versiones sobre su historia.
Es la bebida que introdujo a toda una generación en la edad adulta. Fue uno de los combinados predilectos de medio planeta. Pero el Cubalibre ha sido y es mucho más que eso: la resistencia concentrada o la tensión dulce de un bloqueo. El hijo ilegítimo de un matrimonio en un intento de desdibujar fronteras ideológicas.
Estos días en los que Cuba y Norteamérica comparten noticias tras el anuncio de aperturas diplomáticas tras cincuenta y cuatro años de silencios, sus dos mundos comienzan a limar asperezas. Y, ¡quién sabe!, de sus nuevas relaciones puede que nazca de nuevo el furor por el ron con cola.
Cubalibre. Ilustración de Dave Stolte. http://davestolte.com/tag/cocktails/.
El Cubalibre, la bebida de la Revolución, no tiene una única historia y posiblemente su origen no sea más que la síntesis de todas ellas, el resultado práctico de una época en la que ideologías e intereses colisionaron con el intento de cambio de potestad colonial. Aquellos tiempos en los que poco quedaba para la muerte de José Martí, político, maestro, periodista y escritor. Del hombre de ideario democrático capaz de aglutinar a la población cubana sin distinciones. Es la bebida de una época en la que las convulsiones cubanas eran propias y estaba a punto de explotar, literalmente, la jugada Maine: el hundimiento de un barco y el origen de una guerra con la que los españoles perdimos la que sigue siendo una isla maravillosa.
En cualquier caso la expresión, y no la bebida, está relacionada con el grito de libertad que coreaban los mambises, los patriotas que luchaban a favor de la independencia colonial de los españoles. Es decir, que estaba en circulación mucho antes de la llegada de los soldados estadounidenses. Es seguro que el ron ya se bebía en Cuba a finales del siglo XIX, un ron ligero o blanco, también llamado refino. Y a finales de siglo, concretamente en 1885, el farmacéutico John Pemberton, de cuya caricatura da cuenta H.G. Wells en la obra Tono-Bungay, inventaría el refresco más famoso de la historia en Atlanta (Giorgia). Sin embargo, lejos de ser la bebida que conocemos hoy, el refresco de cola nació para atenuar los dolores de cabeza, los nervios y las nauseas. Se vendía en la farmacia y tan sólo el tiempo (y suponemos que la ineficacia de todo lo anterior) lo convertirían en la bebida popular que por entonces tan sólo calmaba la sed y que hoy contagia alegría.
Sobre el cómo se llegó al combinado de ambas bebidas todo es lógica maquinación.
En 1898, los marineros estadounidenses que habían desembarcado en Cuba tras la explosión del Maine traían consigo, además de la calentura bélica atizada por el imperio periodístico de Hearst y el impulso de proteger los intereses norteamericanos, refrescos de cola para calmar la sed. Sed que no tardó en mezclarse con la bebida local, el ron, apagando los 258 muertos del Maine y anunciando la futura Revolución.
Otra versión sobre el origen de este combinado -versión digna de ser filmada quizás por las manos del mismísimo Clint Eastwood tan aficionado a episodios bélicos- indica que al final de esta misma guerra, un cantinero del American Bar de la calle Neptuno de La Habana, tras ver liberada la Madre Patria, comenzó a gritar, ¡Cuba libre!, ¡Cuba libre!, mientras repartía esta bebida.
También se escucha y lee por ahí que la invención se debe a un teniente estadounidense que pidió un chupito de ron mientras a su lado, unos oficiales de la armada, bebían el refresco moreno. El cómo se llegó a mezclar el contenido queda a la imaginación.
Cuba concentrada y sonido americano
A principios del siglo XX, en 1906, se construyeron tanto en Cuba como en Panamá las primeras embotelladoras de la registrada como marca comercial Coca-Cola que junto con la otra marca por excelencia, el ron Bacardí –nacido en Santiago de Cuba en 1862 y trasladado a Puerto Rico en 1960 tras la nacionalización cubana de la empresa privada realizada por Fidel Castro-, nos recuerdan gracias a la insistencia de la publicidad el aspecto, frescura y sabor del mejor Cubalibre posible, y puede que tengan razón, pues durante años debido a su matrimonio comercial Rum&Coca-Cola que no Cubalibre, reinó en medio planeta.
Ha sido (y es) tan famoso este Cubalibre que cuenta con canción propia. El maestro del calipso, Lord Invader, escribió Rum and Coca-Cola una preciosa melodía convertida en éxito por las hermanas Andrews (The Andrews Sisters). Una delicia que por aquí les dejo y espero sabrán apreciar.
El resto que media de esta historia hasta nuestros días son años de independencia, liberación, represión, bloqueos, embargos y balseros. También son años de cultura. De pintura, música, letras y cinematografía. De salvaguarda o evacuación de objetos y obras de arte ante el temor de su destrucción; y, dependiendo del lado desde el cual se mire el mar, son años de mayor o menor crítica. De todo un grande, Chucho Valdés, o de una mujer, Celia Cruz, cuyo grito de azúcar hacía temblar a cualquiera. También de Andy García y Gloria Stefan; de Jorge Perugorría, de Fresa y Chocolate y de Reinaldo Arenas y su increíble mundo alucinante. Tan sólo son unos pocos y variados (variados en todo).
El mejor Cubalibre
Narradas las historias, demos la bienvenida al cóctel en sí. A sus bondades y la mejor forma de prepararlo.
El Cubalibre se elabora con ron blanco, hoy también con ron moreno, y esta cuestión también cuenta con versiones. Los hay que ven en el añadido del licor blanco la comunión racial; y en el toque cítrico de lima (o limón), cuya fecha de incorporación a la bebida permanece en el limbo, otros encuentran la justificación del sabor ácido que dejó en los cubanos el intento de recolonización tras la derrota española.
Pedimos (o elaboramos) Cubalibre, Roncola, y Cuba o Cubata, según las coordenadas, (siguiendo el orden: se dice así en Argentina y Venezuela, en Chile, y, en México y España).
El Cubalibre pertenece a la familia de los highballs -trago largo servido con hielo y mezclado con bebidas con gas-.
Durante años el Cubalibre ha aparecido ante nuestros ojos contenido en antiestéticos y disfuncionales vaso de tubo estrecho. Afortunadamente hoy se sirve in a wonderful balloon glass o en vaso largo y ancho. Servido de este modo, creo que sigue tan entero como antes; no está de moda, pero sobrevive, y sobrevivir en estos tiempos es decir mucho, así que tiene todo mi apoyo.
Si como yo están escuchando todo tipo de teorías y oportunidades para una Cuba libre y demás business, y no saben muy bien por cual apostar (las libertades son como los cubos: dependen siempre de sus lados), lo mejor es optar por el vaso ancho o la copa balón bien fríos. Introduzcan hielo -cuadrado preferiblemente, aunque si optan por el hielo picado deben saber que aguantará menos y el efecto inmediato será el de algo aguado-. Añadan a continuación una medida de ron (prefiero el oscuro) y el refresco de cola. Ni que decir tiene que deben acordarse de la calidad del ron, el único quid en esta cuestión. Barcardí Añejo, Habana Club -Añejo o Añejo Especial-, Zacapa 23 o The Kraken -Black Spiced Rum– son, desde mi punto de vista, muy buenas elecciones. Son los que a mí me gustan.
En cuanto a los adornos, actualmente oscilan peligrosamente entre el arte floral y el camuflaje, pero la fiebre está pasando. Particularmente prefiero la tradicional y sencilla rodaja de lima o limón; eso sí bien cortadito, regular, de cáscara limpia y brillante, nada de mazacotazos. Pero si lo piden y aparece con un Lemmon Twist, que será lo más probable, disfruten igualmente de su trago: un Lemmon Twist de dimensiones moderadas y bien situado es apropiado, es mono y mola, y no resta ni un ápice al significado de su particular revolución, sea cual sea.