
Es en un cuento de Sánchez Ferlosio donde un camionero accidentado se resguarda en un terraplén en medio de un temporal de frío y nieve; y no hay forma de que nadie le haga moverse de allí. El hombre no habla, no se mueve. Sólo permanece acurrucado negando con la cabeza cuando le preguntan si está herido. Al final, obligándole, le traslada la policía al bar de carretera donde horas antes había estado llevándole la contraria al barman delante de los parroquianos. Allí acaba llorando: «enterrando la cara entre los brazos». Yo me acordaba del relato y veía a Rajoy refugiado en su presidencia con un «cacho de fuego», sin moverse, casi sin hablar, mientras la corrupción, como la tormenta, se le echaba encima. El liderazgo de Mariano en el PP parece haber sido precisamente esto: el temporal frente al que ahora se muestra silente con las ruedas del camión hacia arriba tirado en la cuneta.
Es natural que quiera acabarse con el mal tiempo. Todo el mundo prefiere el buen tiempo. Este buen tiempo lo va a traer Pablo Iglesias trayéndonos un clima caribeño. En realidad, ya está aquí. Han subido las mareas, por ejemplo, y hasta en la capital se ha producido su propio desembarco de sierra maestra (la montaña del Congreso de la que reniegan) de la mano de la hijastra de Fidel Castro, que de repente ha aparecido por ahí para cambiarnos los nombres de las calles como George Antheil quería cambiar los nombres de los libros de Sylvia Beach para que se vendieran mejor. Yo ayer escuché a un concejal del PP recordar en el Pleno del ayuntamiento la filiación de esta educadora a sueldo de los madrileños, y cómo desde ultratumba se pudo oír la voz avejentada y tenebrosa de la alcaldesa: «Cuidado, cuidado…». En ese momento, yo sentí un estruendo y después vi llenarse todo de vapor y luego se abrió una puerta corredera por la que salió Strelnikov con el pelo teñido de rubio.
Sánchez Mato, ese concejal podemita con el que habla todos los días Carmena, quiere derribar el sistema para implantar el soviet. Nunca hubo nada más corrupto que los soviets, ni siquiera el PSOE de de los Eres andaluces, ni tampoco el PP de Valencia, esos dos partidos de la corrupción que nunca se olvidan de mencionarse el uno al otro. La gente parece que se inclina en buena medida para regenerarlo todo con caribeñismo, que no es precisamente aquel que exhalaba el descacharrante mayordomo, interpretado por Hank Azaria, de Una Jaula de Grillos, aquel Agador Espartacus que no sabía andar con zapatos. No podía ser mejor la noticia. Ninguno de los partidos actuales sabe andar con zapatos, si acaso Ciudadanos, quizá porque anda muy despacio, midiendo los pasos como si centímetros más allá de ellos se hallara el abismo, que es al que se (nos) dirige (derribar el sistema, dice Sánchez Mato) el caribeñismo político o la versión templada y envuelta del soviet por cuyos usos yo vi excitarse, casi llegar al orgasmo sobrevenido, a Errejón el día de la Constitución de las Cortes cuando Pablo habló para los oyentes y para los sordos y luego levantó el puño como si acabara de sanar, sí se puede, a estos últimos.