
Weiß/Colonia, 31.12.
Despido el año con gmail.com jodiendo la marrana de nuevo. Hijueputas. Los algoritmos, claro está. Y lo jodido, lo más jodido, no es que me devuelvan enteras –una tras otra– las remesas de mi Doble Envío, sino que cuando me devuelven el quinto intento, no contentos del todo con esa putada, me cierran la posibilidad de seguir enviando emails porque… me excedí en el cupo. Un cupo que nunca he sabido cuánto abarca. Menos mal que ya tengo callos en el cerebro de tanto mandarlos a la mierda. Pero para mi desesperación, hay amigos que parecen ignorar lo que les he dicho equis veces: que si no reciben el Doble Envío busquen mi diario en Fronterad, y que si tampoco lo encuentran allí es que me he muerto. Cada vez que gmail.com me falla como hoy, y recibos los emails de los amigos reclamándome, entiendo a cabalidad el significado profundo de la expresión “predicar en el desierto”. Y de a deveras que no tengo alma de predicador.
Fuimos a tomar café donde Chico, felicitarlo en su cumpleaños y entregarle nuestro regalo, que está más visto que las películas de Fumanchú, como se decía en mi infancia. Todos los años es el mismo regalo, desde que eran críos: primero fue en marcos y ahora es en euros. Hasta creo que tienen planificada esa cantidad en sus respectivos presupuestos. Como para poder llegar a decir, en casa de Montse, por ejemplo, «Ah, esa compu portátil es nuestro regalo de cumple del 2010». Es una maldad mía, una de las muchas, pensar así. Pero lo serio de lo que digo es que, con toda seguridad, esa sería mi reacción si yo fuese cualquiera de ellos. Y ya se sabe que la cabrita tira al monte, que de tal palo tal astilla, y que como más bellamente se dice en alemán, la manzana nunca cae lejos del árbol. Newton pudo habernos jodido bien jodidos, para toda la eternidad, sentándose tan cerca de un manzano… de no haber sido porque Einstein nos redimió.
Desde la cena, y hasta ½ hora antes de medianoche, estuve adelantando ## de The Twitter’s Digest, y entonces descorché una botella de Moët Chandon (regalo de Héctor, según recuerdo, mis haberes no me permiten tales lujos) y asistimos a la cuenta atrás del 2017 con el telón de fondo, en la tele, de la catedral y los fuegos artificiales sobre la ciudad y el Rhin. Brindamos porque el 2018 nos depare buena salud, el resto es anécdota. Igual que la luna llena que vemos desde el balcón, asistiendo impávida, «con su polisón de nardos», al asalto de bengalas y de cohetes, se diría que guiñándoles el ojo como si les diese un corte de mangas celestial. El que se merecen estos pirómanos. Ver quemarse tanto dinero en el aire de la noche es algo obsceno.
Weiß/Colonia, 1.1.
1:10 am : La magia de Dinner for One es incombustible y uno se siente pocos menos que idiota si quiere definirla con el símil de los buenos vinos, que ganan con los años. Pero bueno, a mí no me importa pasar por idiota, a no ser por su evidente sinonimia con fascista, sin ir más lejos.
Me manda MM el enlace con una interpretación del concierto para violín de Ludwig van, con Hilary Hahn como solista, y el ASUNTO del email reza: «Con mi violinista favorita». Y le respondo: «Espléndida, aunque a decir verdad no la consideraría «mi violinista favorita», porque eso casi da pìe a pensar que, además, tenés un violinista predilecto, y en materia de músicos instrumentales no subdivido en géneros, eso se queda para la música vocal, donde puedo tener una soprano favorita al lado de un tenor predilecto. Otra cosa sería si dijeses «mi favorita entre los virtuosos del violín», pero ahí saltarían al ruedo las femilitarinistas más combativas y me arrojarían vitriolo y pez hierviente, para emplumarme luego, por usar un plural incluyente. Ay diosito mío, qué pelotuda es la humanidad. ¡Y pensar que no creo en la reencarnación y me ha tocado vivir mi única vida entre homos y homas dizque sapiens! Ay».
Escribo mi columna para el viernes en EE y se la dedico al bimilenario de la muerte de Ovidio, en su destierro de la Tracia. Y al hacerlo compruebo que el segundo gran tema de mi vida actual, después de la atrofia, es el destierro. Sólo que el mío es distinto del de Ovidio, el mío fue voluntario. Yo no quería vivir en la España de Franco, y en realidad me fui para regresar a los pocos años, cuando muriese el inferiocre. Pero tardó en morirse y para aquel entonces ya era yo cabeza de familia, con tres hijos, y mi vida hecha en Alemania. Cierto que también le dimos la espalda a la Alemania de Adenauer, pero la Argentina nos convenció todavía menos, y el tibio intento de regresar a España [julio 67 a agosto 68] no cuajó, en gran parte porque los cantos de sirena desde Colonia me hicieron volver: ni siquiera se me pasó por la cabeza la idea de taponarme los oídos con cera. Y aquí sigo. No me siento español ni alemán, sino si acaso (si no tuviera más remedio que definirme) coloniense… con un altarcito troglodita en il cuore.
Weiß/Colonia, 2.1.
En La Modicana, con Carlitos y Diny. Y en la carta (en realidad la pizarra) del día pappardelle con ossobuco. La persianita nos avisa de que quedan dos porciones de lasaña y Diny se apunta a una de ellas. Carlitos y yo no, Carlitos encarga los pappardelle, mientras yo le pido a la cocina, vía persianita, que la salsa de ossobuco venga con espaguetis; a mí los pappardelle me dan la impresión de ser espaguetis planchados. Cuando nos sirven, al poco rato reconoce Carlitos que tal vez mi elección fue más acertada. Porque son los mejores espaguetis que he comido en La Modi en todos los años que llevamos consumiendo la pasta de la signora.
Tras meterme entre pecho y espalda un tercio del nuevo número de Nexos, les mando un email colectivo a mis siete interlocutores en su redacción: «Quiero felicitarles expresamente por el # de enero dedicado monográficamente al futuro de México, y por los 40 años de trayectoria, que no son moco de pavo. De los textos he leído desde luego los de ustedes, que son las personas a quienes conozco personalmente y con quienes tengo un trato epistolar, pero también varios de los 89 restantes, porque el mañana de México me interesa sobremanera, dada la gran cantidad de amigos que tengo en vuestro país y por cuya seguridad tiemblo casi cada vez que la prensa menciona su nombre (la TV sólo se ocupa de México si hay un terremoto, una Olimpiada o un mundial de fútbol). No he dejado comentario sino en el de Mateo, porque su planteamiento y su discurso los he entendido a cabalidad, creo, desde mi perspectiva como abuelo, no tanto como padre. También por acá corren malos vientos y nunca olvido las palabras de Bertolt Brecht refiriéndose nada crípticamente a Hitler: “Aún es fértil el vientre que lo parió” (cito de coro, pero el sentido es ese, son palabras del epílogo de La resistible ascensión de Arturo Ui)».
Weiß/Colonia, 3.1.
Me escribe La Maguita anunciándome que está embarazada. Creo que es algo muy bueno para ella, que la maternidad le hará bien, y así se lo digo al felicitarla a vuelta de correos. Me dice que va a ser una niña y aún no se han decidido por un nombre, me pregunta si sugiero alguno. Al contestarle me olvido por completo de la pregunta, en una posdata le sugiero Nuria o Leire, que tienen el mismo número de letras que el suyo, y además se le parecen mucho: «Tengo dos sobrinas nietas que se llaman así, por sugerencia mía en uno de los casos».
Empiezo a formatear El canto XXV, como le prometí a mi buen Guillermo de Copenhague (para distinguirlo de mis otros Guillermos, los de Bogotá, Medellín, Lima y México lindo y jodido). Esto de leerme al cabo de ½ siglo se resume en un oxímoron de sentimientos: de un lado darme cuenta de que dispuse, desde muy joven, de una carpintería bastante bien equipada, y del otro el regusto amargo de sentir cuán poco logré salvar de mi naufragio íntimo. Hoy no sería capaz de escribir con el desparpajo y la alegría con que lo hice en esos años mágicos que fueron desde el 1954 al 1960. Luego en Madrid, durante la mili (1961/62), me empeñé en la escritura de dos novelas, y le doy gracias a los dioses de todas las cosmogonías por que no se hayan publicado. Dicho en otras palabras, ando cuesta abajo desde nada menos que 1962, sólo que la pendiente fue de lo más suave, haciendo que no fuese tan dura la caída. Y en todo caso me puedo consolar pírricamente, como Bogie en Casablanca: siempre me quedará Madrid.
Weiß/Colonia, 4.1.
Henri cumple ocho años y nos emplazó para las 10 am en su casa, a fin de que le entregásemos el pertinente regalo y le viésesemos soplar las ocho velitas. ¡La progenitora que lo dio a luz! Tiene la suerte de que su cumpleaños es el único de los cuatro de los nietos que cae en un día de vacaciones escolares, de ahí esa hora tan poco cristiana como las 10 am, que me obligó a un madrugón. Porque para mí, todo lo que sea levantarme antes de las 10 am, es madrugar. Pero todo sea por la familia. Suena un poco como el lema que había (no sé si sigue habiendo) sobre la puerta principal de los cuarteles de la Guardia Civil, aquello de “Todo por la Patria”.
Francesco Varanini me deja un comentario al pie de mi blog en EE, y me pasa su dirección con el deseo evidente de que le contacte. No nos conocemos, pero en el verano del 2000 reseñé para Revista de Libros su formidable Viaje literario por América Latina. Ahora, en su comentario, me pide que abra este enlace sobre “ecos próximos y lejanos” de dicho libro, y lo leo bastante fácil, no teniendo que recurrir al diccionario tantas veces como me temía. Luego veo en su blog otro texto más acerca del tema, lo abro y veo que en él le dedica bastante espacio a mi reseña y me califica como «ferratissimo critico» (me hace recordar la carta de un lector de Revista de Libros, a cuya redacción escribió diciendo cuánto le gustaban mis «motosierras verbales»), y dice preferir mi reseña, «piú estrema, apocalittica, come credo Il Viaggio meriti», citando su arranque: «¿Viaje literario por América Latina? Más bien batida, redada, incluso razzia inmisericorde, si bien hay que ser honestos y confesar que el objeto principal de toda razzia, que no es otro que el botín, en este caso es un botín para el lector, aunque también lo fuera en su momento para Francesco Varanini. Y su libro, además de razzia, es una carga de dinamita en varios casos, o una bomba de espoleta retardada en algunos otros: porque resulta que Varanini se enfrascó en la literatura latinoamericana y la ha leído creo que más y mejor que casi todos nosotros, buceando a profundidades que la crítica peninsular y vernácula jamás se atrevió». Le escribo al buen Francesco Varanini agradeciéndole sus comentarios y poniendo en claro un malentendido en el que cayó leyendo mi reseña. Me alegra infinito este contacto.
Confieso que me contaba en el número de quienes se asombraron de que el último huracán que ha asolado Europa se llamase Burglind. Un nombre que es un pelín demasiado alemán. Estamos acostumbrados a que los huracanes se llamen con nombres más universales: Karina, Eleanor, Matilda… Una gacetilla del diario, hoy, me ilustra acerca de Burglind. Resulta que uno puede comprar en Alemania el derecho a darle su nombre a un huracán, solicitándolo con antelación en la página web wetterpate.de [“Wetterpate” significa algo así como “padrino del tiempo” (el meteorológico)] y pagando 199 €. Que fue lo que hizo la berlinesa Burglind Gorn, para de ese modo asegurarse un puesto en la Historia Universal de la energía eólica desencadenada.
Weiß/Colonia, 5.1.
En la lectura de la correspondencia de Felipe he avanzado ya hasta enero de 1974, acercándome a la página 600. Dentro de poco será su mudanza del centro de Bonn a la casa de Meckenheim, Am Wäldchen [=Junto al Bosquecillo], ¡tantos recuerdos me trae este epistolario! Pero también alguna sorpresa. El 27.1. le escribe a dos amigos, en Burgos y en Palma de Mallorca, y en las dos cartas hay un párrafo final donde insiste en que saquen reseñas de mi libro La generación del 39 en las revistas Artesa y Papeles de Son Armadans, respectivamente. Me conmueve que se preocupase en hacer propaganda de mi libro, pero lo raro es que en ambas cartas dice que soy, como él, un «exiliado involuntario». Y a decir verdad no sé de dónde pudo deducir esa falta de voluntad mía, cuando soy justamente el polo opuesto de lo que afirma, es decir, un desterrado voluntario. Tengo que preguntárselo cuando nos encontremos en el Valle de Josafat.
Que no se me olvide registrarlo : En ese mismo volumen de la correspondencia de Felipe, dos hallazgos para el bronce o el mármol. Uno es una frase de José Luis Castillejo: «Soportar lo insoportable es admitir lo insoportable como soportable». Y el otro una frase del propio Felipe: «Soy más escéptico que los propios escépticos: ni siquiera sé si sé que no sé nada».
Escarlata me escribe desde la Macronie para contarme que estuvo en Ginebra y descubrió que a Grisélidis Réal la enterraron al lado de Borges. No creo que Borges la haya leído, pero con toda probabilidad le hubiese divertido tanto como Moll Flanders. O quién sabe. Son más bien pocas las referencias de don Jorge Luis a la profesión dizque más vieja del mundo. Recuerdo dos. Una es en “Emma Zunz”, cuando la protagonista se hace pasar por puta en el Bajo de Buenos Aires: «Entró en dos o tres bares, vio la rutina o los manejos de otras mujeres. Dio al fin con hombres del Nordstjärnan. De uno, muy joven, temió que le inspirara alguna ternura y optó por otro, quizá más bajo que ella y grosero, para que la pureza del horror no fuera mitigada. El hombre la condujo a una puerta y después a un turbio zaguán y después a una escalera tortuosa y después a un vestíbulo (en el que había una vidriera con losanges idénticos a los de la casa en Lanús) y después a un pasillo y después a una puerta que se cerró. Los hechos graves están fuera del tiempo, ya porque en ellos el pasado inmediato queda como tronchado del porvenir, ya porque no parecen consecutivas las partes que los forman. ¿En aquel tiempo fuera del tiempo, en aquel desorden perplejo de sensaciones inconexas y atroces, pensó Emma Zunz una sola vez en el muerto que motivaba el sacrificio? Yo tengo para mí que pensó una vez y que en ese momento peligró su desesperado propósito. Pensó (no pudo no pensar) que su padre le había hecho a su madre la cosa horrible que a ella ahora le hacían». Y la otra referencia es que a su sobrino Miguel de Torre (quien lo refiere en sus memorias) le contó una vez lo que decía su amigo Nicolás Paredes de una mujer fácil: «Si habrá visto cielorrasos».
Me manda mi querida Phoebe una foto suya sonriendo (la primera vez que la veo sonreír) y con un globo en el que está dibujada la Mujer Maravilla, de quien me explica que es fan. Por su email me entero de que en México es costumbre despachar de ese modo las cartas a los Reyes Magos. Como quien dice por correo aéreo.
Weiß/Colonia, 6.1.
A los programadores de la cuenta Twitter de El Espectador parece que les ha caído muy bien mi columna de ayer, están promocionándola de una manera insistente. Alabado sea el santísimo sacrament del altar. (Contestan los fieles: Sea por siempre bendito y alabado).
Mientras Diny duerme la siesta suena el timbre de la puerta y acudo pensando que es el cartero con algún envío certificado. Pero no, hétete aquí que me visitan los Testigos de Jehová en una forma hasta ahora inédita, al menos para mí. Son una pareja, hombre y mujer, de africanos jóvenes. Para no frustrarlos demasiado les digo que posiblemente se han equivocado de puerta, que sus lógicos interlocutores son los Alliyu, la familia nigeriana del piso de abajo. Al oír “nigeriana” se ensanchan sus sonrisas, me dan las gracias y se despiden. No dudo de que esta sea mi buena acción del día, pero quizás debí decirles, además, que los Alliyu son musulmanes.
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