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Mientras tantoDe mi diario : Semana 03 / 2018

De mi diario : Semana 03 / 2018


 

ACLARACIÓN AL AVISO DE LA SEMANA PASADA : 

Creo que mi aviso no ha sido bien leído, o no me he expresado con la suficiente claridad. De manera que saliendo al paso de las lamentaciones que me han llegado desde el domingo pasado, les digo lo siguiente: que continuaré haciendo todas las semanas mi Doble Envío, y creo poder partir de la base de que lo van a recibir alrededor de 50 veces al año. Mi aviso está relacionado con las seis (más o menos) en que no lo van a recibir por culpa de Gmail.com. O sea, que no es tan fiero el león como lo pinta la Metro. Vale.

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Weiß/Colonia, 14.1.

Según certifica imdb.com hay cinco versiones filmadas de La promesa, el relato de Friedrich Dürrenmatt: tres para el cine y dos para TV. He visto las cinco, y anoche volví a ver la tercera, The Cold Light of Day [En la fría luz del día], que es a mi juicio la mejor de las cinco. Lo que me parece curioso es que haya expertos a quienes les ha pasado por alto, centrándose tan sólo en las versiones primera y quinta, siendo así que la quinta, la dirigida por Sean Penn con Jack Nicholson en el papel principal –también hablé de ella hace poco, cuando la pasaron por TV–, pues ¡qué caray! le debe bastante a la tercera. Pero más todavía al relato que Dürrenmatt rehizo  a partir de su propio original, que a su vez él mismo convirtió en guión para Ladislao Vajda, el director de la primera versión. Sería interesante que el canal suizo programase una “soirée FD” con las cinco versiones. Si se le da tanta importancia a la Literatura Comparada ¿por qué no al Cine Comparado?

 

A propósito de mi último Doble Envío, mi buena Maysi me escribe desde El Escorial: «El problema de las devoluciones de Gmail es que este servidor de correo (como casi todos, por otra parte) no admite un número elevado de destinatarios. Se trata de una política tomada para minimizar el spam o correo basura. Por una vez, Gmail actúa bien, creo yo. La única solución es hacer bloques de destinatarios con un número de ellos menor al límite. Pero no sé cuál es ese límite, ¿100?, ¿500?» Le contesto ipso fuckto: «Maysi querida, gracias por leerme y te cuento que el límite de Gmail.com para remesas colectivas es 500. Yo sólo tengo una lista de distribución de casi 500, que es la del Doble Envío, y una de casi 300, la de mi The Twitter’s Digest. Las demás listas van desde 7 direcciones a 100, pero el promedio es menos de 50. De tal manera que mi cabreo se debe mayormente a eso, a que yo me mantengo en los límites preestablecidos por Gmail.com and yet… Creo que lo que a la guardia pretoriana de Gmail.com no le entra en la cabeza es que soy un homo comunicantes y me expreso por medio de esos envíos colectivos a mis amigos gatófilos, artistas, melómanos, fotógrafos, abuelos,  colombianos (suma y sigue toda la gama latinoamericana), españoles, onubenses, filatelistas, austenitas, voyeurs, etc. etc. (un largo etcétera de listas de distribución ad hoc). Y entonces, cada dos o tres meses me condena y me pone a pan y agua, a ver si escarmiento. En fin»

 

Weiß/Colonia, 15.1.

Me daba vueltas en la cabeza y no conseguía atraparla con la red cazamariposas. Pero hoy la atrapé. Es una frase que se me quedó ronroneando dentro de la testa desde que la oí hace un par de semanas en una policial de la tele. El sospechoso, interrogado por la policía, se encoje de hombros y dice: «Lo siento mucho, pero yo no fui». Y cuando el detective le asesta una mirada interrogativa, el sospechoso explica: «Yo no la maté». O sea, si llevo la frase hasta sus últimas consecuencias, eso significaría que siente mucho no haberla matado. ¡Hombre, un respeto!

 

Escribo mi columna para este viernes en EE, y según tengo por costumbre antes de enviársela a Fernando Araújo, que lleva la sección, leo la suya del domingo. La de este domingo versa sobre el amor y le ha valido un estupendo comentario de uno de sus lectores: «Una amiga española me decía que el amor es como bajar una montaña corriendo; o te llenas de adrenalina y lo pasas increíble, o te caes y te vuelves mierda». Eso se llamar acertar de lleno en la diana. Chapeau!

 

Con la oscuridad de la noche ha llegado un viento que muge, muge como una vaca parturienta. Qué extraño fenómeno el del viento. He pensado tanto en él, oyéndolo demoler el silencio poco menos que sagrado del Mar del Norte congelado, sobre cuya superficie detenida, a la mañana siguiente, caminarían mis hijos, en Sylt. He pensado tanto en él, tantas veces, tantas cuantas le oí soplar incansable, ululante, empujando mi pedalear por el bosque a la orilla del Rhin, cerca de mi casa; o tantas cuantas me detenía como poniéndome una mano en el pecho y divertirse al sentir mi pedaleo en el vacío y mi respiración acezante. Y todas las veces me he formulado la pregunta del millón acerca del viento y todas esas veces he entendido a cabalidad por qué los griegos lo adoraron como un dios. Y por qué la palabra “céfiro” me parece una mariconada.

 

Weiß/Colonia, 16.1.

Yendo a la Aduana Postal, en Siberia (o sea: al otro lado del río, cerca del aeropuerto), a retirar el paquete que me enviaron desde Costa Rica, se me fue el santo al cielo y le indiqué a Carlitos una salida falsa de la autopista. Fuimos a dar a la Pampa. En la primera gasolinera nos indican qué hacer: volver a la autopista, tomar dirección Aeropuerto y salir de la autopista en Wahn. «No tiene pierde», nos aseguran. Pero cuando hacemos lo que nos han dicho, a los 5’ estamos enfilando el puente de Rodenkirchen y regresando a la civilización. Decidimos dejar la retirada del paquete para el jueves. Decididamente, Siberia no se ha hecho para nosotros.

 

En La Modicana, canelones de la casa. Y afuera granizo, otra más de las razones serias que le hicieron deseable a Carlitos dejar la aventura en Siberia para pasado mañana. Y siempre que escribo Siberia me digo que tengo que releer César Cascabel, que es una novela on the road de Julio Verne, de 1890, bastante antes de que se inventaran el concepto y el soporte.

 

Problema con la transferencia de unos honorarios. Me la hicieron en diciembre pero es evidente que se equivocaron al transcribir mis datos bancarios porque la transferencia les llegó devuelta y con el descuento de los gastos correspondientes. Reclamé después de chequear que los datos que les había pasado eran los correctos, y ahora me transfieren la cantidad que quedó después del descuento bancario. De manera muy comedida, pero muy firme, le escribo a GD, que es quien tiene la sartén por el mango en esa empresa: «Si le escribo no es por hacer olas acerca de los US$ 34,59 de la diferencia (peccata minuta) sino para rogar que en el futuro no seamos los colaboradores quienes tengamos que pagar el pato por errores cometidos bien en esa tesorería o en el banco corresponsal, cualquiera que sea. Me amparo en lo que dictamina el viejo dicho castellano: “Que cada palo aguante su vela”». GD me responde casi a vuelta de correos: «Esas cosas de bancos y comisiones y descuentos me abruman pero pediré a los encargados que  tomen nota y actúen para que las injusticias que me cuenta no se repitan en lo posible. Tiene usted toda la razón en exigirlo». Es la reacción que esperaba, y la mía es la que me parece más natural como mercenario frente al patrón: no dejarse pisar.

 

En el canal 3sat, desde anteayer, un ciclo de pelis acerca del amour fou. Anteayer fue La Vie d’Adèle: Chapitres 1 et 2 [La vida de Adèle], hoy, en programa doble, Salt on Our Skin [La piel del deseo], con música de Klaus Doldinger, y 37º2 le matin [Betty Blue]. Son a cual mejor, y se diría que las han programado de primeras para colar el pescado podrido de las tres siguientes, que me basta con leer las minirreseñas en TV Movie, la revista quincenal con la programación, para darme cuenta que son tres bodrios un sì es no es pornográficos. Pornográfuckos, mejor.

 

Weiß/Colonia, 17.1.

Amenaza meteorológica para mañana: vientos huracanados y nieve. Carlitos me llama para decirme que nuestra excursión al otro lado del río la debemos poner en “veremos”, o sea, eso que en español castizo se llama “en stand by”.

 

En Revista de Libros un excelente artículo de Rafael Narbona acerca de cómo debe de ser una crítica cinematográfica. Le dejo un comentario al pie: «En líneas generales estoy por completo de acuerdo con las opiniones expuestas en este artículo. El cine es la mayor de mis pasiones, desde niño, y puedo homologar mis sentimientos frente al mismo con los de Rafael Narbona. De la misma manera que un amante de la literatura experimenta un gran placer en la relectura de sus obras predilectas, así también el cinéfilo con sus films preferidos. Para poner sólo un ejemplo que se menciona en el artículo, yo he perdido la cuenta de las veces que llevo vista Ninotschka (y las que te rondaré morena), y hasta tengo la experiencia de haberla visto una vez detrás del telón de acero, en Budapest, cuando Hungría empezaba a desmarcarse del férreo control de Moscú: fue una experiencia única, porque el público reía a puras carcajadas, y ellos sabían muy bien por qué se reían, más y mejor que nosotros. Pese a todo lo dicho, no puedo dejar de decir que, aunque sea de Herzog, creo que Fitzcarraldo pulsa una cuerda épica que no es frecuente encontrar en el cine, y hasta me atrevo a decir que en ella hay mucho más realismo mágico que en Cien años de soledad». Narbona me contesta : «Tal vez me excedí en algunas valoraciones, quizás por mi intención era escribir una especie de manifiesto, reivindicando el cine clásico, especialmente el estadounidense. La experiencia de ver Ninotschka al otro lado del telón de acero merece una crónica detallada, o un inspirado cuento. Le animo a intentarlo. No creo que le falten recursos para materializar felizmente esta sugerencia». 

 

Weiß/Colonia, 18.1.

0:10 am : Still Life [Nunca es demasiado tarde], una peli británica que es de lo más hermoso que he visto en mucho tiempo, sobre la zona gris de la sociedad. Una peli casi sin palabras, pero con un protagonista, Eddie Marsan, de silencios admirablemente elocuentes. Tengo que volverla a ver, esta primera vez me agarró con la guardia baja porque no sabía nada de ella.

 

Día de tempestad, el huracán Friederike tiene unos pulmones de acero que le permiten soplar el viento hasta a 203 km/hora. Menos mal que en este santuario meteorológico sólo nos alcanzan un par de flecos a 115 km/hora. Alabado sea el santísimo sacramento del altar. Y aún así.

 

En una carta de seis folios, el 9.1.1979, a Rafael de Cózar, en Sevilla, Felipe dice: «mandar colaboraciones a Venezuela, que es el único sitio donde pagan decentemente estas cosas». Y la verdad es que era así, en una Venezuela que ahora nos parece cosa de fábula, un invento como del realismo mágico. A la Cuba mendicante ya nos habíamos acostumbrado hace rato, y de un país que alguna vez se llamó Argentina y ahora da mucha pena seguir llamándolo así, ídem de ídem. A quienes más se les infla la voz invocando a la patria es a quienes deben su respectiva ruina. Sería cosa de ir pensando en que invoquen otra cosa. Malparidos.

 

Weiß/Colonia, 19.1.

Nos visita Fátima, la hija de nuestros vecinos nigerianos del piso de abajo. La conocemos a Fátima desde que era niña, ahora está casada con un camerunés y vive en Hanau, cerca de Fráncfort, y ha venido a visitar a la familia con su hijo de cuatro meses. Aprovecha para visitarnos y que conozcamos a su criatura. Le pregunto cómo se llama y me dice que Mikian, pero me explica: «“Mikia” en lengua hausa significa “águila”, pero como en alemán suena femenino decidimos colgarle una ene al final». Diny le entrega un regalo que le tenía comprado desde que el niño nació y que, por dicha, le va a servir por lo menos un año. Siempre se nos olvida lo rápido que crecen estos críos. A mí me parece estar viendo todavía a Paul recorriendo esta casa metido en sus andaderas, y ya tiene 21 tacos a la espalda y mide más de 1,90 m.

 

El 25.9.79, en una carta a Felipe, y hablando de editoriales y medios, Guillermo Carnero le dice que «los señores de Barcelona se distinguen por su afición al pucherazo cultural». Sonríe uno al leer este juicio, ¡es tan, pero tan actual! Lo que me pregunto es si “pucherazo” aún se entiende y se usa en España. El Diccionario no lo registra como en desuso, peroLo dudo, ergo sum.

 

Weiß/Colonia, 20.1.

2:45 am : Me manda Santi uno de sus textos inconfundibles (¡que dicción tan propia, cuánta envidia me da!) acerca de Piazzolla y Vivaldi, y le contesto antes de ir a caer en los brazos de Morfea, tan linda: «Perdoname, pibe, pero a Piazzolla lo tengo atravesao. Lo contacté una vez, porque necesitábamos su presencia para algo relacionado con el tango, y su respuesta fue una carta (eran tiempos del correo quelonio) para que les echase una mano a su hijo y su nuera, quienes andaban algo desnortados por Alemania. Contacté con ellos y hasta se alojaron una semana en nuestro apto. del Karolinger Ring 29 (o sea, nuestro primer domicilio familiar en Colonia, que no conociste, pìbe), y a ellos los contacté con Dios y con su bendita Madre y con el Espíritu Santo, y un buen día se fueron y no volvimos a saber un carajo de ellos, siquiera para decir gracias, y mucho menos supimos del papá, que ya no volvió a contestar a nuestros correos. Imagino que debe haber historias como estas a docenas, pero yo cuento la mía, que es la única que me importa. Y en función de ella estoy de lo más dispuesto a oír música de Astor Piazzolla, sin ningún problema, porque la música es música y no importa el santo o el cabrón que la compuso, pero a él, como persona, lo tengo atravesao. Ya sé que estoy piantao, piantao, pìantao, es decir, piazzolleao, piazzolleao, piazzolleao. Che le vachaché, pìbe».

 

De manera absolutamente inesperada, Henri en casa. Diny salió con Gertrud Klamp a hacer una visita a K., amiga común de la que temen que la esté rondando el temible fantasma del mal con apellido alemán. Y mientras estoy desayunando llama Frank para preguntarme si puede pasar a dejarnos Henri por un par de horas: él y Montse tienen una cita de negocios, Paul continúa en Passau y posiblemente Oskar tampoco está en casa. Naturalmente le digo que Frank que sí, un cuarto de hora más tarde llega Henri, quien me saluda alegre desde la escalera: «Hallo, Opa!» Y aquí estoy en mi cuarto de trabajo, dándole los últimos toques a El canto XXV, y Henri en el living viendo dibujos animados. Una observación que tengo hecha desde hace tiempo: si estoy solo en casa, el hilo acústico en fondo es normalmente música clásica; pero si me acompaña alguno de los nietos, es la banda sonora de esas películas descabelladas e intercambiables.  

 

Revolviendo viejos papeles a la busca de un texto de la época en que todo lo escribía en soporte papel, encuentro una fotocopia del primer correo que recibió Paul en su vida, una tarjeta postal que le envié el 19 de mayo de 1997, cuando tan sólo contaba siete días de edad. Se trata de un intento de poema (de circunstancias, como dijo Goethe que lo son todos), y dice así: «Dormido, Paul, en mis brazos, / sé que sueñas, / sé que sueñas, / pero qué sueñas no sé. / Todavía no lo sé./ Y así te sigo acunando / hasta que de repente / te mueves entre mis brazos / y un brazo tuyo / –el izquierdo– / se dispara hacia arriba / con el puño cerrado / (según tu madre fueron / veinte, ¡veinte!, segundos) / y lo dejas caer luego / y una sonrisa brota de tus labios. / Ya sé, Paul, lo que sueñas. / Claro que eres mi nieto».

 

***************THE END***************

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