El rasgo más peculiar de la idiosincrasia neerlandesa es que hasta los católicos son calvinistas.
De mi diario : Semana 05 / 2018
Weiß/Colonia, 28.1.
Desde las 9 am me llegan del otro extremo del apartamento, a intervalos regulares, unas series de martillazos; al levantarme a mediodía compruebo que se trata de Diny tratando de armar un mueble de Ikea, un armarito con tres cajones. Del que al final desiste porque marró el lado de los cajones donde debería haber atornillado el raíl conductor. Casi como un comentario mudo, leo en las noticias del día que ha muerto el fundador de Ikea. Requikeat in pace!
Pongo fin a la lectura de la correspondencia de Felipe y lo hago con unos sentimientos harto encontrados. En el ejemplar he marcado 148 páginas con erratas, 64 con confesiones íntimas que son un tesoro para delinear un retrato espiritual del autor, y 127 en las que me nombra de manera expresa, o tácita. Tengo que dejar reposar esta lectura antes de emprender la tarea de escribir algo acerca del libro. También porque un par de frases me han dolido bastante. En fin, son los gajes de la vida, y hasta en la amistad que más creías se pone el sol cada 24 horas.
Pepe Baena ha leído El canto XXV y me señala una media docena de erratas y gazapos, entre ellos que me refiero a “los Pinzones”, cuando al parecer lo académicamente correcto sería “los Pinzón”; pero repaso a conciencia la entrada correspondiente a la formación de plurales en el Panhispánico de Dudas y no existe una norma taxativa, el apartado 2.8.b) habla de tendencias y de usos. Y por lo demás siempre escribiré “los Pinzones”, no sólo respaldado por la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, que sacó en su día una edición de estampillas donde los nombró así, sino sobre todo recordando aquella vieja murga picaresca del Caribe que es una apoteosis, ¡una orgía!, de los equívocos: ♫ Los hermanos Pinzones / eran unos mari–neros ♫…etc.
Weiß/Colonia, 29.1.
Nos invita Martha Canfield a ir a Florencia, a mi deuda estherna y a mí, para participar en un coloquio de la Universidad acerca de las relaciones entre Iberoamérica y Alemania. La tercera tanda de ponencias concluiría con la lectura de la traducción italiana de mi cuento “La oración fúnebre”, seguida de un diálogo mío con Martha. Y el coloquio quieren cerrarlo proyectando la película de Fred Zinnemann basada en el relato de Anna Seghers Las siete cruces. Acepto la invitación a reserva de lo que me diga el cardiólogo en la cita que tenemos el día 15, y les propongo que cambien la programación de la clasura del coloquio, que sea con Macario, la peli mexicana sobre un relato de B. Traven, el autor alemán más latinoamericanizado de toda la historia, y que fue además nominada en 1960 para el Oscar a la mejor cinta no hablada en inglés. Tuvo requetemalísima suerte Macario, competía nada menos que con El manantial de la doncella. Ay, amigo mío, fue Ingmar Bergman quien se llevó el gatóscar al agua.
Este ha sido un día (como ya tantos otros) vivido con un intenso deseo de morir, y de hacerlo con los ojos cerrados. A ser posible, durmiendo. Es por eso quizás que paso tanto tiempo en la cama y que me cuesta tanto levantarme. Aunque no, no es que me cueste, es que no quiero, es que me levanto contra mi voluntad y porque sé que no puedo pasarme el día entero en la cama. Un Oblomov no lo soy, por más que lo quisiera, y tampoco quiero ser un Onetti, alguien más admirado, harto más admirado que por su literatura por su capacidad para vivir tumbado en una cama todo el día, y chupando whisky: es decir, alguien más admirado como personaje de sus libros que por sus libros. No, decididamente no, y con el gran argumento a mi favor de que no soy autor de libros. Así, y puesto que no aspiro a figurar en el canon de la literatura en lengua española, mi mayor deseo es morir de una muerte indolora e inesperada. Es sólo eso.
Weiß/Colonia, 30.1.
Su día libre, hoy, lo emplea Rebeca en venir a casa para echarle una mano a Diny en la tarea de armar el armarito de Ikea. (Ea, ea, ea, cómo se me da la rima). Aprovecho para entregarle una fotocopia del poder extendido a su nombre para mis inversiones en Fráncfort así como el acuse de recibo por parte del fondo DWS. Todas estas precauciones me hacen reír por dentro porque me recuerdan aquella cantinela del inferiocre, la de que lo dejaba todo atado y bien atado.
Hoy, en La Modicana, Carlitos se dedica a desasnarme acerca de maderas con siglos a cuestas. Lo tiene fácil porque el fantasmita es una experta universalmente reconocida en materia tan especializada como la Dendroarqueología. Oigo a Carlitos como en misa, y si no concluyo mi audición con un “Amén” es por respeto a la moral y a las buenas costumbres.
Siguiendo mi costumbre le pasé el texto de mi columna de este viernes a un par de amigos, que suelen librarme de gazapos. Me llega ahora el acuse de recibo de José María, desde su beatus ille en tierras antioqueña, y le contesto ipso fuckto: «Bueno, acabo de leer tu email y, gracias a ello, darme cuenta de que he cometido un error garrafal con mi columna. Y es partir de la base de que todo el mundo conoce la peli Atrapado en el tiempo. Pero ya es tarde para rectificar. Imploremos a los dioses que el redactor responsable no se dé cuenta de mi fallo. Y como veo que te cuentas entre quienes no conocen la peli, y tengo todavía pendiente mi buena acción del día, te la recomiendo muy de a deveras, ahí la llevas entera. ¡Que la disfrutes!»
Weiß/Colonia, 31.1.
0:20 am : Pasaron en el canal Arte el que a mi juicio es el mejor documental que se haya hecho de entre los cientos de documentales dedicados al horror de Auschwitz. Son 57’ que se te meten bajo la piel y la erizan, te convierten en un puerco espín que arremetería sin contemplaciones contra la basura nazi, contra la barbarie científicamente programada y llevada a cabo. Lo debo recomendar a todos mis amigos, en la versión francesa, claro está.
Lindo hallazgo en la cuenta Twitter de Vicente Mora Luis, una de las que más frecuento: «Los peligros de la cuasi–cultura, que algunos se entusiasman con sólo leer en un periódico matutino que M. Albert Ducrocq ha construido un poeta–robot. Pero ¿qué tiene eso de extraordinario? En el siglo pasado ya teníamos a Víctor Hugo»: Boris Vian en un artículo de 1953. Chapeau!
Lluvia + grises que te quiero grises, ni un putísimo solo rayo de sol en todo el día. ¡Cabrón!
En el canal One están pasando una serie de Hercule Poirot a la que en principio no le di pelota porque, por alguna confusión que no me explico, creí que eran nuevos episodios de aquella que protagoniza Rowan Atkinson y que no me convenció para nada. Pero no, es una serie en verdad magnífica, como ya lo constaté la semana pasada con la adaptación de El asesinato de Roger Ackroyd, y hoy con la de Trece a la mesa [traducción del título alemán de la novela que en el original se titula Lord Edware Dies]. El guion es realmente fabuloso, y David Suchet el mejor Poirot que llevo visto, y los he visto todos menos el de Kenneth Branagh.
Weiß/Colonia, 1.2.
1:15 am : Tercera vez que veo The Age of Adaline [El secreto de Adaline] y ahora afino más mi criterio: quizà no llegue a ser una peli de culto, pero sí que es un excelente cuento de hadas.
Le regalé a Ibsen un tuit con tema neerlandés y lo subió ipso fuckto a su cuenta, ilustrándolo con una reproducción de un cuadro que conozco muy bien:
El rasgo más peculiar de la idiosincracia neerlandesa es que hasta los católicos son calvinistas.
(Ricardo Bada) pic.twitter.com/hUpdzdBOdk— IBSEN MARTINEZ (@IBSENMARTINEZ) 31 de enero de 2018
Le escribo para decirle que «conozco el cuadro de Egbert van der Poel [“La explosión del polvorín de Delft en 1654”], de haberlo visto en mis visitas al Rijksmuseum de Ámsterdam. Siempre lo ponía en relación con un barrio de Huelva, al borde de las marismas, al este de la ciudad, que se llamaba «el Polvorín» por uno que había en aquellos parajes, cerca de la fábrica de mi padre. Me decía que si un día hubiese estallado nuestro polvorín, y un pintor hubiera visto el espectáculo desde Moguer, al otro lado de la marisma y del río Tinto, el cuadro se asemejaría mucho al de este maestro neerlandés, aunque con una sola iglesia destacada en el panorama, la arciprestal de San Pedro, sobre el cabezo de su nombre. Y qué bueno que te haya gustado mi texto sobre Cortázar y sus impresiones de los Países Bajos. Dicho sea de paso, yo no sé expresarlas tan bien como él, pero las mías son muy parecidas, aunque desde luego con un conocimiento más íntimo de su gente. (Conocimiento del cual nace el tuit que te regalé y que subiste a tu cuenta)».
Mi buen Diego ha sacado su columna semanal en El Colombiano, de Medellín, bajo un título esdrújulo y conciso: “Clítoris”. Como todas las suyas, vale la pena leerla. Luego de leerla, KN me comenta: «Vengo de una familia tal y como la de Diego, y la verdad, he tratado por todos los medios de entender qué es lo que quieren las mujeres; pero si ellas mismas no se ponen de acuerdo, ¿qué puedo hacer yo? Eso de la justa reivindicación de los derechos de la mujer se ha convertido en un desagradable cogeculos sin dirección evidente; porque cada una quiere tirar por su lado y si se maltratan entre ellas por no poder ponerse de acuerdo en nimiedades, no van a llegar a ninguna parte. Y claro; el sistema aprovecha la coyuntura para apalearlas más cada vez. Yo ya me hice a un lado hace rato en esa discusión». Le contesto a vuelta de correos: «Yo en el tema del feminismo no me meto, porque diga lo que diga sé que la cago, y eso que mis amigas feministas me quieren pilas porque dicen que en realidad yo soy lesbiano. En fin, creo que voy a citar tu respuesta en mi diario, pero envuelta en la capa del anonimato, pa que no te vayan a buscar tus paisanas feministas empuñando las tijeras de castrar». Y así lo hago.
Weiß/Colonia, 2.2.
Después de leer mi diario de la semana pasada, Jorge me escribe para confesarme «que «me partí» de la risa con la última entrada… Iba leyendo, en el tono debido, lo de tu sorpresa ante la existencia de un poeta onubense de tal nombre y semejante apellido, que no imaginaba, ni remotamente, que trajeras a colación a ese tocayo mío, brítánico e Hincapié, para rematar la faena». Le contesto sin dilación: «Gracias por leerme, como siempre, Jorge querido; te cuento que la primera vez que oí el nombre de tu tocayo fue en una de las retransmisiones del Tour de France, años ha, y los reporteros de la TV tedesca hablaban de un tal «Jínquepí» [sic] y yo pensaba que qué raro se llamaba ese doméstico de Armstrong, hasta que apareció en pantalla, al final de la etapa, la clasificación y ahí descubrí que Jínquepí era Hincapié. Tableau!»
Weiß/Colonia, 3.2.
Me levanto a las 12:21 con el cuerpo como traspuesto. Quizás no sea el adjetivo exacto pero es el que recuerdo que usaba mi abuela Remedios. Me muevo como un zombi mientras me aseo, preparo el desayuno y me siento a desayunar leyendo el diario. Al llegar a la sección sabatina de las esquelas fúnebres me encuentro una con un epígrafe de García Márquez, del supuesto poema suyo “Trece líneas para vivir”: «No llores porque ya se terminó, sonríe porque sucedió». Desde la primera vez que lo vi dije que ese poema es apócrifo. Lo lees y te parece estar leyendo una de esas páginas con metástasis del catecismo y olorosas a moralina del fundador de Opus Dei, y te dices de manera espontánea: “¡Este no es mi Gabo, que me lo han cambiao!”
Aparece hoy en El Espectador mi columna que tenía que haber aparecido ayer. Desde Aventura, que así se llama donosamente el barrio donde vive en Miami, me comenta Pepe Prats, el bueno, como dice don Jorge Luis (pues al parecer hay otro José Prats que no lo es): «La crueldad del poema de Frost que citas, tiene la limpieza del filo de una navaja. Y fíjate cómo es el clima en mi Caribe, que el refrán dice: «Lluvias de abril, caben todas en un barril»».
Porque me gustó mucho y supuse que también les gustaría a ellos, repartí ayer urbi et interneti, a mis amigos mexicanos, el enlace con la columna de Ángeles en el nuevo # de Nexos. Hoy me escribe Miguel García, desde Bonn, para decirme que el texto le pareció «muy chido». Sé que quiso decir que le pareció muy bueno, pero quiero ver si el Diccionario de Mejicanismos [sic], cuya 5.ª edición –la que yo manejo– es de 1992, ya recogía ese modismo. Compruebo que no, pero a cambio descubro un verbo y dos sustantivos, “chichonear, chichoneo, chichonero”, todos ellos relacionados con el acto de manosearle las tetas a la mujer. Y que no se me quede en el tintero: una de las cosas que más me gustan de esta obra magna de don Francisco J. Santamaría es que en ella todavía figuran la CH y la LL como letras autónomas. La Academia ya se bajó las bragas, en 1994, ante el Imperio del alfabeto latino universal. Malparida.
***************THE END***************