De mi diario : Semana 09 / 2018

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La cornada que mató a Manolete me duele todavía, es una herida que no se le ha curado al niño de diez años que yo era entonces.

 

Weiß/Colonia, 25.2.

2:20 am : En vista de la huelga de imagen caída del televisor, me decido por programar un dvd y empiezo por el que me prestó Claudia: El abrazo de la serpiente. Pero con todos mis respetos a los ilustres críticos que la han colmado de elogios, y mi no menor respeto a todos los premios internacionales que le han concedido, incluyendo la nominación al Oscar para la mejor peli en idioma bárbaro (es decir, no en inglés), ¡qué coñazo de peli, mare mía! Siente uno la tentación de gritar lo que el niño en el cuento de Andersen: «¡El rey está desnudo!» Cambié, pues, a otra que hace tiempo quería volver a ver, y mucho más ahora, que se aguó mi viaje allá: Vacaciones en Roma, y la he gozado casi como la primera vez que la ví, hace décadas, medio siglo, más, en el cine Rialto de Sevilla, y cómo me reí (y conmigo todos los demàs espectadores) cuando en la rueda de prensa final se presentan los corresponsales Julián Cortés Cavanillas y Julio Moriones de, respectivamente, ABC, de Madrid, y La Vanguardia, de Barcelona, dos enanitos al lado de Gregory Peck y Eddie Albert, y creo que nos reímos tanto porque por aquel tiempo circulaba esta definición de lo que era un español arquetípico: «Hombre moreno, bajito y con bigote, que siempre está de mala leche porque piensa que todo el mundo folla más que él». Ecco!

 

Me escribe Juan desde Sevilla, a propósito de mi columna en EE sobre el himno canadiense, y le respondo con muchísimo detalle: «Por mi parte puedo contarte que al menos en mi escuela, el Colegio San Ramón, donde luego estuvo el cine Emperador, no se cantaban ni el texto de Pemán para el himno nacional, ni tampoco el «Cara al sol». De hecho, este último (que mal que nos pese es un bello texto y le acompaña una briosa y pegadiza melodía) sólo lo he escuchado una vez en mi vida, y fue en la Cruz de los Caídos, que entonces estaba en un pequeño parque enfrente del Instituto, en el Conquero, lugar donde todos los falangistas de Huelva se reunían, al menos hasta 1955, el día de la muerte de José Antonio, el 20 de noviembre. Pero te cuento además que allá por 1980, en plena dictadura argentina, tuvimos como practicante, en nuestra redacción de la Deutsche Welle, a una muy joven periodista argentina, que hoy es una de las estrellas de la TV de su país. Luisa Valmaggia se llama. Y un día, conversando de bueyes perdidos, como se dice en el Río de la Plata, no sé por qué surgió el tema de los himnos, y al yo decirle que estaba feliz de que con el español no había que cantar babosadas, me contestó cantando la letra de Pemán. Me quedé mudo, literalmente, y ella me explicó que de niña sus padres la habían enviado a un buen colegio, de pago, el Colegio Español, y que en él, todas las mañanas, se izaban las dos banderas y se cantaban los dos himnos. O sea, Franco no consiguió que los españoles cantásemos su letra pemaniana, pero se la impuso a los indefensos alumnos de los Colegios Españoles que hay en toda Hispanoamérica. Cosas veredes, myo Çid».

 

Se marchó Diny a Holanda, para la fiesta del cumpleaños de Theo, pero regresa a las poquitas horas, tiritando de frío y con una ronquera digna de ser homologada en el Guinness Book of Records. Resulta que el tren llegó a Duisburgo y allí se perdió la conexión a Emmerich, y la ola de frío ártico que padecemos agarró a los planificadores de trenes con los pantalones en los tobillos, de tal modo que nadie sabía cuándo habría un nuevo enlace a Holanda, vía Emmerich, y todo eso nada menos que en la estación de Duisburgo, que ya en verano es lo más parecido a una reproducción de lo que deben ser las estaciones del transiberiano en invierno. Así es que avisó por el celular que no podìa seguir viaje y regresó a Colonia en el primer tren que pudo, teniendo que soportar hasta Leverkusen los cantos y alaridos de la hinchada del Schalke 04, que hoy jugó contra el equipo de la Bayer. Pobre Diny. ¿Que no quieres sopa?, ¡dos cuencos!

 

Weiß/Colonia, 26.2.

0:10 am : Pasaron el ultimo episodio de la serie del DCI Banks. Parece que la descontinúan per in saecula saeculorum. Confieso que también soy partidario de que las cosas no se eternicen, ni siquiera las buenas, porque la eternidá debe ser un aburrimiento tan inenarrablemente plúmbeo que uno no sabe por qué Dios no se ha suicidado hace un par de años–luz. Pero tan sólo cinco temporadas para una serie tan buena, y con tanto potencial en sí, me parece bastante poco.

 

La ola de gripe que ha provocado esta inesperada cita con el frío del Ártico parece que no la detienen ni siquiera los diplomas profesionales, no de otro modo me explico que me cancelen la cita con el fisioterapeuta que tenía para esta tarde. Es como paradójico, pienso, que los especialistas en mejorar nuestra salud estén expuestos, como nosotros, a los zarpazos de los virus y las bacterias. Una prueba más de que la Creación ha sido [sigue siendo] una chapuza.

 

Recibo un email colectivo de Revista de Libros donde se informa de que a partir del otoño se va a potenciar la distribución de la revista en las librerías españolas, y que con ese fin les sería muy útil que los lectores interesados les comuniquen qué librería(s) de su ciudad les parecen idóneas para una publicación como esta. Pongo de inmediato manos a la tarea, y para sorpresa mía, mi buena amiga Miss Hortensia Google me informa de que en Huelva hay 31 librerías. No me lo puedo explicar a no ser porque haya habido algún alcalde progresista que incluyese a la población en las campañas de alfabetización de Cuba y Nicaragua (no en vano es Huelva la cuna de América). Pero llamo a mi primo Laureano, una especie de enciclopedia onubense bìpeda e implume, y me ratifica lo que pensaba, que las mejores direcciones para distribuir RdL serían la Saltés, en la calle Ciudad de Aracena 1, y la Siglo 21, en la Plaza de España 4. Pero se me queda en el meollo lo de las 31 librerías: según los datos del Instituto  Nacional de Estadística, en el 2016 Huelva tenía 145.468 habitantes, lo cual, dividido por 31, significa 4,692,5 habitantes por librería. Con que tan solo comprase cada uno un libro cada trimestre, su supervivencia estaría poco menos que asegurada. Pero la verdad dicha sea con todos mis respetos atribulados: en ningùn momento de mi vida he creído en las estadísticas. Ni mucho menos todavía en el interés de mis paisanos por la lectura.

 

Weiß/Colonia, 27.2.

Después de leer mi diario de la semana pasada, Marcos me escribe desde Karakogrado, capital de Venezuelistán: «Tengo que decirte que la frase del Guerra («Lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible»), lamentablemente no es de él. A lo mejor la decía, pero en realidad es de Talleyrand... La iba a usar recientemente para una nota, y por no dejar me fui a visitar a la conocida doña Hortensia G., y descubrí que no solo se le atribuía al Guerra, sino también a otro torero, El Gallo (Rafael Gómez Ortega, 1882–1960). Aquí te mando el enlace a una página de citas del franchute, donde está la famosa frase. ¡Qué le vamos a hacer! Cómo sí decía el Guerra«Hay gente pa tó»... o esta genial: “Más cornás da el hambre”». Le contesto a vuelta de correos: «In re los dichos del Guerra, ya leí hace tiempo que el tal Talleyrand lo plagió antes de su nacimiento, lo cual es todo un récord, pero te quiero contar que a Rafael El Gallo lo he visto todos los días en una esquina de la calle Tetuán, en la cafetería donde él se reunía a diario con Juan Belmonte, porque esa cafetería estaba en el camino directo de mi pensión a la Universidad, y a mì, que nunca los vi torear a los dos (a Belmonte sí, pero como rejoneador) me entraba siempre un repelús al verlos, sabiendo que estaba viendo una estampa histórica tras los cristales de aquella esquina de Tetuán con la callecita de una cuadra que venía de la plaza de la Encarnación. Y para que no se me quede nada en el tintero, la frase «Más cornás da el hambre» no es ni del Guerra, ni del Gallo, ni mucho menos de Belmonte, que se mató de un tiro cuando una chica gringa le dio calabazas; sino de El Espartero, otro de los toreros de tronío que han muerto en los ruedosJoselito, Manolito Báez, Sánchez Mejías, El Espartero, Granero, siendo esta última la más brutal y goyesca de las cornadas; y, desde luego, Manolete, quien entre otras muchas cosas es el más grande porque realizó la suerte (¿?) suprema, matar recibiendo, de una sola estocada, al miura que lo mataba de una sola cornada. Nada menos que en la femoral. Esa cornada a mí me duele todavía, es una herida que no se le ha curado al niño de diez años recién cumplidos que yo era entonces».

 

En La Modicana, esta vez nos acompaña Julio, que vino a pasar unos días en Colonia y dar un concierto de charango en la tertulia. Julio se siente muy bien en Viena, aunque en realidad en Viena lo que debería sentirse es muy vien. (¡Qué chiste tan malo!) Eso sí, el cronograma laboral de la Uni vienesa es de los que dejan muy poco tiempo libre. Y una de las peores tareas es la de corregir exámenes, que por lo general están plagados de lugares comunes. Me pone el ejemplo de una chica que inicia su escrito, hablando de un músico archiconocido, con una frase 100% prescindible: que la música ha tenido un papel preponderante en la vida de ese músico. Amén de ser un lugar común, no aporta nada al conocimiento del mismo. Otra cosa sería si hubiese escrito que a pesar de su apatía con respecto a la música, ella ha tenido un papel etc. etc. etc., o bien que la música nunca ha desempeñado un papel preponderante en su vida. Le hago ver a Julio que si lee mis artículos y crónicas, es muy raro que descubra lugares comunes, porque como me sé proclive a ellos, me vigilo al escribir para periódicos y revistas. Pero en cambio, mi diario, donde no me cuido para nada de semejante cosa, está plagado de lugares comunes.

 

Weiß/Colonia, 28.2.

2:00 am : Comencé la lectura de La transparencia del tiempo, de Leonardo Padura, y ya tengo la primera frase para mi reseña: «Uno de los lugares donde mejor se come en todo el mundo, es en La Habana. En La Habana de las novelas de Leonardo Padura».

 

Uno de los más fieles lectores de este diario es alguien que firma “Dr. J”, de quien sólo sé que reside en la Cartagena española. Ahora me escribió haciéndome dos preguntas y pasándome un enlace relacionado con ellas: «Le pregunto qué le parece «tematizar» Moguer. ¿Le gustarían las tematizaciones a JRJ?» Le contesto tarde porque me envió su email a mi dirección antigua, que es obsoleta desde mayo del 2013 y sólo la abro a cada muerte de obispo: «Respondiendo a toro pasado a lo que me pregunta, me he puesto a pensar en Juan Ramón y en que tenía ocho años cuando se celebró con mucho aparato el IV centenario del dizque descubrimiento de América. Y tengo la convicción de que el niño Juan Ramón debe haber gozado con el gran espectáculo de las Armadas de tantos países hispanoamericanos que se hicieron presentes en la ría del Tinto–Odiel, en una revista naval como las que hoy se organizan, de cara al turismo, en las ciudades hanseáticas alemanas. Desde el promontorio privilegiado de Moguer se podía (y todavía se puede) ver una bastante amplia extensión del estuario que se extiende a Poniente. Así es que casi apostaría mi única corbata de Armani a que el niño JRJ no tuvo nada que oponer a esa «tematizaciòn» del (¡oh!) «Descubrimiento». De lo que hubiese dicho el JRJ adulto no respondo, pero en este caso concreto lo que más me interesa es la mirada del niño que luego fue ese adulto. En cuanto a qué me parece que «tematicen» Moguer, me pregunto por qué Moguer tendría que ser menos que Dublin «tematizando» el 16 de junio de 1904. Escandalizarme por semejantes pamemas se me antoja una imperdonable pérdida de tiempo, que a mis provectos ya casi 79 años no me puedo permitir».

 

Segundo encuentro con Victoria, la pedicura. Es tan “clara” que nadie diría que su padre es de Ghana. Mientras me trata los pies con una delicadeza que jamás tuvo la pobre Frau Schmichala, charlamos de muchísimas cosas, y descubro con pesar que una chica como ella, inteligente y de una extracción familiar mixta de Europa y África, desconoce hechos para mí tan encarnizados como el fenómeno de los desaparecidos y de sus hijos nacidos en los infames “chupaderos” y entregados en adopción a parejas adeptas a la dictadura. ¿Qué Historia Contemporánea es la que se enseña hoy en las escuelas alemanas? Pero luego pienso que tal vez mis hijos (mayores en edad que Victoria) saben tanto del tema por tener los padres que tienen. Por haber convivido en nuestra casa con perseguidos de dictaduras que encontraron en ella un refugio. ¡Qué distinta es la otra Historia, la que se vive entre las cuatro paredes familiares!

 

Con –7º C, esperar el bus en la parada duplica o triplica la dimensión de un minuto. Es el frío como medida del tiempo, convirtiéndolo en algo einsteinianamente relativo.

 

Primera sesión de fisioterapia con aparatos. Cuando entro en la sala y la abarco con la mirada mi primera reacción es pensar: “Si Torquemada la viera, encargaba ipso fuckto diez como ella para las mazmorras de la Inquisición”. Pero la hora pasada allí creo que me ha abierto muchas vías de comunicación con mi propio cuerpo. De manera por completo inesperada para mí, que soy un escéptico que ni mandado hacer de encargo, la fisioterapia me está haciendo bien.

 

Weiß/Colonia, 1.3.

Tercera sesión de gimnasia respiratoria. Muy buena, la mejor hasta ahora. Lo único que tengo en contra del sistema de este laboratorio de la salud es que en cuatro sesiones (incluida la de ayer con los aparatos) he tenido cada vez un monitor distinto. Mi apreciación personal es que este continuo cambio resulta contraproducente, pero me toca joderme con el sistema, lo único que me resta es el derecho al pataleo. Como a los que ahorcan.

 

Vino al  mediodía Rebeca, una impagable manitas en materia de programación de televisores y en el armado de cachivaches de bricolaje. Y al rato de estar manipulando nuestra caja boba nos dijo que no hay ná que hacer, que o bien el aparato ya cumplió su ciclo vital y tendríamos que comprar uno nuevo, o bien se trata de que está averiado el cable de conexión entre el aparato y el cachivache (creo que le llaman modem) que regula su programación. Nos dijo que ese cable cuesta poco, unos 4 ó 5 euros y podemos comprarlo para probar si a eso se debe la falla. Pero esta noche, después de cenar, prendo el televisor para ver si es que sencillamente se tomó unas horas de vacaciones, y ¡oh milagro! funcionó de nuevo. Hay gente amiga que a menudo se ha preguntado por las razones de mi escepticismo todoterreno, que abarca desde la existencia de Dios, pasando por los diagnósticos médicos, hasta la presunta infalibilidad de los ordenatas. Y me digo que tengo motivos más que de sobra para ser un escéptico de marca mayor.

 

Weiß/Colonia, 2.3.

Llega el señor Zaj, nuestro agente in re seguro de enfermedad, con dos pasteles suculentos para la señora y el señor Bada. Me aseguró al teléfono la semana pasada, cuando concertamos esta cita, que se trataba de una mera actualización de la póliza, sin mayor gasto para nosotros, y que sólo nos robaría 10’ de tiempo. Lo cierto es que el señor Zaj es marroquí (aunque de segunda generación en Alemania) y desde que nos vimos la última vez resulta que se ha casado, con una dubaití, y que ella está llegando esta tarde a Colonia, así es que el buen hombre nos cuenta toda la historia, y además se pierde en reflexiones sobre el estado actual del mundo en particular y de Alemania en especial, así es que cuando ha pasado una hora le pregunto si no sería oportuno empezar a hablar de la actualización de la póliza. Cuando se despide, sus 10’ se han convertido en casi 90. Otra muestra de la razón que asistía a Einstein.

 

Leo en el diario que hoy, a las 8:15 pm, en el auditorio del Deutschlandfunk [Radio Alemania], habrá una instalación audiovisual en vivo titulada “Marslandung in Riotinto” [=Amartizaje en Riotinto] y en que se cuenta la historia de ese lugar que es medio extraterrestre. Por eso creo que el título resulta súper acertado, porque quien alguna vez haya estado frente a la corta de esa mina tiene la impresión de haber aterrizado en Marte. Juan Manuel Seisdedos tiene un grabado precioso del lugar, del que nos regaló una prueba de artista, que cuelga en nuestro living. Es una pena que me entere tan tarde de este evento porque me gustaría poder acudir, pero a mis años tales cosas necesitan una infraestructura (locomoción, fundamentalmente) y es muy tarde para improvisar algo. Y me apena, además, porque me recuerda que estoy en mora conmigo mismo, con el cuento que quiero escribir sobre los ingleses en Huelva a fines del siglo XIX, y para el cual incluso tengo el título, “Primeras impresiones”, que fue el primer titulo que Jane Austen pensó para Orgullo y prejuicio. ¿Me alcanzarán mis plazos (Gonzalo Rojas dixit!) para el empeño? Amén de ello tendría que rematar el cuento sobre La Malinche Yepes, mi pobre e inolvidable Mónica, que me quedé sin saber cómo seguir al llegar al episodio de su violación. ¡Tanto por hacer y cada vez menos fuerzas para hacerlo!

 

He avanzado esta noche hasta la pg. 349 de la novela de Padura, pero en la 287 tuve que hacer una pausa larga para respirar hondo, contar hasta 10 y poder seguir leyendo. En esa fementida página leí «[Platero], el asno más célebre –y para Conde más comemierda– de la literatura de la lengua española». Subrayé la frase y al margen escribí «¡Uf!» Y si seguí leyendo es porque me dije que se trata de una frase boomerang, como las armas arrojadizas de los aborígenes en Australia. Siendo tan gratuita, puedo retornarla a su origen sosteniendo que «Conde, el policía más célebre –y para Platero más comermierda– de la literatura cubana». ¡Uf! Pero este es un ¡Uf! distinto, de alivio, de haberme sacado la espina.

 

Weiß/Colonia, 3.3.

Me levanto a las 10:20 am y al abrir la ventana del dormitorio para orear el cuarto, veo que ha nevado durante la noche; el paisaje que se abre ante mis ojos está de punta en blanco. [Este es uno de los lugares comunes que le decía a Julio el martes en La Modicana]. Y no hubo reparto del periódico. Diny se atarea con la actualidad en su compu y yo llamo a la distribuidora del Kölner Stadt Anzeiger, de donde me informan que por culpa de las condiciones meteorológicas el reparto se retrasará hasta las 3 pm. Bajo a la puerta de la casa, a las 3:12, y en efecto, ya está la edición del fin de semana en nuestro buzón. Alabado sea el santísimo sacramento del altar.

 

Aunque sigue tosiendo mucho, Diny anda ya bastante repuesta de su espantoso catarro, que la ha tenido en cama desde que el domingo quiso ir a Holanda y no pasó de la siberiana estación de Duisburgo. Ha sobrevivido a base de tisanas, cucharadas de Contramután y pastillas para la tos. Hoy cocinó para la cena huevos a la flamenca, y dejé el plato como si hubiera pasado por el lavavajillas. Además, sobró una porciòn para mañana. Viva el lujo y quien lo trujo.

 

***************THE END***************

4 COMENTARIOS

  1. Si Platero es un

    Si Platero es un «comemierda», ¿qué comerán los condes y paduras que por ahí andan sueltos? Como no tienen paladar comerán cualquier cosa.

    • Lo dicho, Manu, es una frase

      Lo dicho, Manu, es una frase boomerang. Por cierto, la Academia registra este léxicamente indefenso artilugio como «bumerán». Ay Dios.

      • Y aquí respondo al comentario

        Y aquí respondo al comentario de Dr. J, porque si quiero contestarle directamente el sistema se me niega en redondo como las plazas de toros (© by Jardiel Poncela) : Quiero suponer que el paralelo de la inmortalidad no pasa precisamente por mi diario, pero si así lo cree, tanto peor para usted, ya habrá visto en esta entrega lo que pienso acerca de la inmortalidad.

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