De mi diario : Semana 10 / 2018

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Weiß/Colonia, 4.3.

En el magazín dominical del Kölner Stadt Anzeiger, como de costumbre dedicado una vez cada mes a la literatura, este mes un poema de Michael Krüger, “Mi abuela”, que traduzco a mano alzada: «Mi abuela / no esperaba ni premio ni castigo / de la vida, sabía de sobra / qué no le tocaba, y el resto era / para hombres en uniforme / o para filósofos. / Guantes, por ejemplo, no usó nunca, / para no ensuciarlos. / En sus clases participaban / la manzanilla, las habas y el espliego, / todos egresaron con buenas notas / porque abonos no había / después de la gran guerra. / ¡Qué habas tan magníficas! / Cuando hoy, aquí, en las montañas, / que mi abuela nunca vio, / observé la rala hierba del año pasado, / que por fin podía dejarse ver / tras el largo asedio del invierno, / tuve que pensar / que ella de la vida no esperaba / ni premio ni castigo. / ¿Pero qué, entonces? Nada, / a decir verdad, nada». 

 

Oír la tos de Diny, una tos cavernosa, me desasosiega porque me recuerda que es tan frágil la salud, hasta la de gente como ella, que son naturalezas fuertes. Pero poco o nada se puede hacer contra los virus. Siempre me recuerda aquel momento de Un yanqui en la corte del Rey Arturo, cuando el protagonista acude a su duelo con uno de los caballeros de la Tabla Redonda, quien a su vez lo hace con toda la armadura de gala y caballero en su corcel, mientras el yanqui nada más carga que su revólver. Con el cual, y de un certero disparo, acaba con la vida del caballero. Aunque lo que recuerdo, como si fuera ayer, es que ese episodio me lo contó Tomás Ramos, el contable de mi padre, teniendo yo unos diez u once años, y me lo contó diciendo que los demás caballeros se acercaron a su compañero caído y uno de ellos comentó: «Parece mentira que por un agujero tan chico se haya ido un alma tan grande». Pues eso mismo es lo que pasa con las bacterias y los virus, tan chiquitos pero tan peligrosos, a veces hasta mortales.

 

[Años después leí la novela de Mark Twain y esa frase no aparecía en el texto. La explicación que se me ocurre es que la edición que tenía mi buen Tomás era otra, y mejor].

 

Weiß/Colonia, 5.3.

Abrí la página de El Trujamán, para ver si había novedades en ella, huérfana ahora de la sabia presencia de Mari Pepa, y me encuentro la conmovida necrológica de Miguel Marañón Ripoll, a quien le escribo para condolerme con él por una pérdida tan grande. Me contesta casi a vuelta de correos que nadie contaba con un desenlace tan rápido, es más lo que esperaban todos en la redacción es que regresara en estos días al trabajo. Vuelvo a mi misma reflexión de ayer sobre la fragilidad de la salud del ser humano, lo quebradizo del hilo de que colgamos en este teatro de marionetas que es la puta vida. La reputísima vida.

 

En el cuarto donde tengo hoy mi sesión de terapia respiratoria hay una espaldera, y le digo a Jens, el fisioterapeuta, que en casa tenemos una, instalada para un tratamiento que le recetaron a Montserrat cuando niña, para paliar su escoliosis. Es una espaldera de muy buena calidad, no en vano resiste con inmejorable aspecto el paso de los años, casi cuarenta ya, aunque la verdad es que lleva desafectada como espaldera casi el mismo tiempo: por estar a la entrada del apto. la usamos como perchero. Lo que me hace gracia es que Jens no encuentra la palabra alemana para el aparato, y se la tengo que decir yo: “Sprossenwand” [literalmente pared con escalones]. Me enseña Jens un par de ejercicios que puedo practicar con ella en casa. Mira tú por donde va a recuperar su destino primigenio. De la escoliosis de Montse a mi insuficiencia pulmonar, sin contar su aleatorio destino actual, toda una vida útil al servicio de los Bada Hansen.

 

Cuando regresé a casa me contó Diny que esta tarde ha visto pasar por la ventana de la cocina tres bandadas de pájaros, con seguridad camino de las praderas ribereñas al otro lado del Rhin, aunque yo creo que más bien se habrán quedado en el bosque de nuestra orilla. Y ahora, cuando cae la oscuridad, escucho en la cocina, cuya ventana está rebatida, piar al primer mirlo de este año. Sí, don Antonio, «la primavera ha venido, / nadie sabe cómo ha sido».

 

Weiß/Colonia, 6.3.

Diny se levantó temprano para acudir a la cirugía dental. Regresó de ella convertida en un puro eccehomo. Parece que el cirujano encontró una resistencia numantina en el diente donde debía matar el nervio y que la operación fue una carnicería en la que el cirujano padeció casi tanto como la pobre Diny. A la cual ni siquiera la anestesia la libró del dolor lancinante cuando por fin le cauterizaron el nervio. Se va derecha a la cama, atiborrada de calmantes y antibióticos.

 

[10.3.: Al repasar estas notas para subirlas a mi blog en Fronterad, me imagino al feminismo militante poniendo el grito en el cielo por usar el sustantivo “eccehomo” como lo hago, y me digo que le den mucho por culo, y sereno, al feminismo militante].

 

Hoy en La Modicana con Claudia. Estudiamos la posibilidad de ir al Festival Shakespeare, de Neuss, en la reproducción facsímil del teatro The Globe: a mediados de junio actuará un grupo catalán poniendo en escena Romeo y Julieta, en castellano. Hace un par de años fuimos Diny y yo con Carlitos y el fantasmita, cuando se presentó una compañía madrileña con una comedia de Lope, pero Carlos entretanto ha descubierto que tampoco le gusta el teatro. Ojalá y Claudia pueda encajar ese día en su calendario laboral, que es de suyo apretado.

 

En la cuenta Twitter de Fronterad, Alfonso citó de la última entrega de mi diario:


 

Desde Aventura (el barrio de Miami donde vive), Pepe Prats, el bueno, me lo comenta de este modo: «Busca en el capítulo VII de Paradiso la cena de doña Augusta, al lado de eso Padura es un fakir». Le contesto apenas leo su email, o sea, ipso fuckto: «Mi buen Pepe Prats, estoy de acuerdo con lo que dices, pero haciendo una salvedad importante: que la novela de Padura transcurre hoy, razón por la cual escribí mi frase en presente. Reconocerás conmigo que la acción de Paradiso transcurre un par de décadas antes, tanto que me atrevo a situarla en unos años anteriores a la castración de Cuba. Con lo cual resulta que el barroco Lezama narra como realista, y el realista Padura como autor de historia ficción».


11:00 pm : Termina el partido Paris Saint Germain vs. Real Madrid. Creo que es la primera vez en mi vida que he estado alentando a los merengues, pero no por ser yo hincha del Real, todo lo contrario, lo que pasa es que deseaba que los plutócratas del PSG se metieran en el culo los 222 millones de euros del traspaso de Neymar. ¡Gracias, Real Madrid!


Weiß/Colonia, 7.3.

1:22 am : Lonely Hearts [Corazones solitarios] está muy bien, pero confieso que prefiero la primera versión del tema, The Honeymoon Killers [Los asesinos de la luna de miel], de 1970. que es una peli de la serie B, ni un solo nombre de renombre en su reparto; solo que transmite de una manera a la que uno intenta, pero no puede sustraerse, ese maelstrom cutre de infamia, de lujuria y deformación moral que en la versión del 2006 queda diluido por la calidad del reparto, personas a las que en la vida real jamás las creeríamos capaces de tales crímenes. En cambio, a los poco menos que desconocidos intérpretes de la pareja protagonista de 1970, justamente por no ser rostros conocidos, rostros de estrellas, sí los creemos agonistas de ese destino tan ineluctable como el de una tragedia griega, en que vivieron sus años asesinos.

 

Mientras desayuno, una garza se posa en la cumbrera de una de las casas visibles a través de la ventana del comedor. Es la primera garza que veo en Weiß en los más de 42 años que llevamos viviendo aquí. Tal como está, parece una chimenea, o una veleta, esculpida por Giacometti.

 

Nueva sesión de fisioterapia, o de terapia respiratoria, de nuevo con Jens. Parece que tuvo eco mi crítica al cambio continuo de monitores, y he notado que me tratan con muchísimo respeto desde que Rebekka, la fisioterapeuta que me inició en los suplicios de la Inquisición made in siglo XXI, les comentó a sus compañeros que soy escritor.

 

Diny continúa padeciendo las secuelas de la operación a que la sometieron ayer, amén de que no ha terminado de eliminar por completo su tremendo catarro de la semana anterior. Como no estoy acostumbrado para nada a verla enferma, antes al contrario, me da una pena tremenda.

 

Me manda Juan Carlos una foto de su hórreo después de una nevada, y le escribo: «¡Qué foto tan entrañable para mí! Me retrotrae a mi bachillerato, donde en el libro de Geografía de España aparecía un hórreo como este de tu foto, en el capítulo dedicado a Asturias. Yo me quedaba a veces mirándolo mucho rato porque me despertaba la imaginación, ¡qué aventuras se podrían correr en lugares donde había edificaciones como esa! Gracias por el envío. Por un rato, ahora, estuve de nuevo en Huelva, sentado en mi banca–pupitre del colegio San Ramón («El que entra bueno, sinvergüenza sale» era el lema que nos adjudicaban los otros)».

 

Descubro recién hoy, al pie de mi primera reseña en la segunda época de Revista de Libros un comentario dejado allí el día 4 y que dice: «Yo creo que Chesterton es un autor de epigramas, aforismos, frases felices, pero sus libros serían un tanto insoportables sino fuera por que uno se tropieza con esas perlas». Semejante ninguneo por parte de alguien que no sabe escribir en su propio idioma es un trapo rojo para mí, reacciono así: «Eso de que los libros de Chesterton serían un tanto insoportables si no fuera porque uno se tropieza con las perlas de sus epigramas, aforismos y frases felices, es una afirmación un tanto exagerada, diría yo. Por eso mismo es que me atrevo a corregirla de la misma manera que tal vez lo hubiese hecho don Gilberto».

 

Weiß/Colonia, 8.3.

Empecé a leer Cold Earth, el séptimo y por ahora ultimo episodio de la saga de Jimmy Perez, el DI de las islas Shetland, y descubro una palabra nueva, que no conocía: “Petechien”. Mi amiga Miss Hortensia Google me ilustra acerca de su traducción al castellano: “petequias”.

 

Weiß/Colonia, 9.3.

Después de ir al Banco en Rodenkirchen, a transferir el anticipo trimestral de mi tributo al César, voy con el bus a la boutique que abrió Montse a principios de este mes, el bus tiene su penúltima parada casi delante de la puerta de la boutique. Me gusta el lugar y me gusta cómo lo ha decorado Montse. Me ha hecho recordar mis años más juveniles, cuando uno de mis mejores entretenimientos era renovar los escaparates de las tiendas de mi padre. Y era mi padre quien daba siempre el último toque, desde la calle, con la mirada del espectador, no la mía, que desde dentro de la tienda no tenía la perspectiva de la calle. ¡Son tantas las veces que me acuerdo de mi padre! Casi cuarenta años ya desde que se murió y para nada se me borra del pensamiento.

 

Al regresar a casa, en la parade del bus me aborda una persona cuyo rostro afable y su sonrisa orlada por una barba blanca me resultan conocidos, y efectivamente, me pregunta si soy “el señor Ricardo Bada”, le digo que sí, pero sin señor, y él se identifica como LaRotta, el marido de una de las secretarias que tuve en la Deutsche Welle. Colombiano, gran jugador de ajedrez, no lo veía desde el milenio pasado, como dice Carlitos. Me ha reconocido enseguida y dice que me lee en El Espectador, incluso me cita una de mis últimas columnas. Y lo más curioso es que viene a Weiß a encontrarse con Nimrod Barooah, que fue nuestro vecino unos diez años y se mudó a una casa que construyeron él y su esposa, la pobre Elizabeth, en nuestra misma calle pero más cerca del Rhin. Me da mucha pena Nimrod, en esa casa enorme, solo, por la pronta muerte de Elizabeth y que las dos hijas se casaron y viven  cada una en su propia casa. Le pido al señor LaRotta que le dé recuerdos nuestros, aunque Nimrod y Diny se encuentran con harta frecuencia en el bus, y él siempre la abruma con el recuento de su soledad.

 

Para gran alegría y sorpresa mía descubro en Twitter el enlace con una columna de Héctor (mi querido Héctor mexicano, Aguilar Camín, pues también tengo un querido Héctor colombiano, Abad Faciolince), columna que titula “Karl Kraus por Ricardo Bada” y en la que me dedica piropos sin cuento. Jorge, desde su atalaya de Tres Cantos, lee la columna y me dice: «Lo que suscribo, de forma inmediata, y a tambor batiente, es que «ese tal Bada» es «uno de los autores secretos de la lengua española»». Le contesto: «Gracias, caro Giorgio, pero tan secreto no soy; quienes quiero que me conozcan, me conocen, y el resto puede irse a freír espárragos».

 

Me escribe Pilar desde Los Ángeles, preocupada por una cuestión de género en el léxico: «Aquí en Estados Unidos entre los activistas latinos progres más que todo latinos de acá, creo yo, o sea, no criados en América Latina– se ha puesto de moda, y más que de moda, de dogma, el substituir la marca de género latinA o latinO por latinX . Esto se dice que es para evitar la discriminación contra personas que no tienen un sexo definido, que están en transición, que son transexuales, yo qué sé. Incluso lo están extendiendo a algunos otros términos como chicano, chicanx, y hasta en «inmigrante» (inmigrantx) lo cual no tiene sentido porque es una palabra de género común. La práctica a veces se vuelve exagerada y lo meten en palabras que no son, como esa de portavoza». Le contesto«A mí las discusiones sobre el género me tienen hasta la punta del pelo (y eso a pesar de ser calvo). Lo de escribir latinx (o bien latin@, que es otra «solución» craneada por quienes no tienen nada mejor que hacer o se han cansado de hacerse pajas manuales y pasan a hacérselas mentales) es una necedad del tamaño de la pirámide de Cheops. Además la prueba de fuego está en el lenguaje hablado. Latinx o latin@ no se pueden pronunciar a no ser que seas un malabarista de la laringe. Y el lenguaje es el lenguaje hablado. El escrito es nada más que un código, manipulable, como se demuestra con estos ejemplos. Pero la que gana al final es la fonética. Si alguna feminista requetefeminista se enfrenta a un público y dice «Nosotras y nosotros, las latinas y los latinos» será políticamente muy correcta pero incurrirá en una lamentable (por evitable) pérdida de tiempo. Y en cuanto a lo de la portavoza, hasta ahora no lo había sentido, pero creo que a la majadera persona que se le haya ocurrido se le escapó el detalle de que «la voz» es femenino, de tal manera que lo que estaría eventualmente mal sería decir «el portavoz»». Y no lo está, porque el corazón de una lengua tiene razones que la razón desconoce.

 

Weiß/Colonia, 10.3.

2:40 am : Me he jalado en dos envites el nuevo episodio de la saga de Jimmy Perez. Tan bueno como los precedentes, y con una historia de amor tratada con enorme delicadeza. El único pero que le pongo a este episodio es que la autora se olvidó por completo de la técnica forense que vino expresamente desde Inverness a las islas, para rastrear las pruebas de los crímenes. Allá a mediados de la novela se la menciona de paso, por última vez, y ya nunca más. Es raro que se le haya escapado este detalle a los cuidadosos editores británicos.

 

Visita inesperada de Angie y Vincent con Bea, mi consuegra, que ha venido de Franconia a visitarlos, y antes de regresar al sur ha querido conocer la boutique de Montserrat y ya, de paso, estando a un tiro de piedra, pasar a saludarnos. Y poco más, porque salen de estampida camino de la estación. Pero no sin que Vincent haya entrado en la cocina y regresado con las manos vacías. Diny le pregunta que qué buscaba y él le responde que nada. Pero yo, que enseguida lo adiviné, le digo a Diny que seguramente buscaba una de las botellas del refresco que le gusta y no la encontró en su sitio habitual. Diny le entrega una botella ya abierta, para que se la beba en el camino, y Bea se ríe: «¡Cómo se nota que Ricardo conoce a sus nietos!»

 

De las 66 esquelas fúnebres en el cuadernillo extra de la edición finisemanal del diario, esta vez son 46 las que llevan un epígrafe. Hay dos que me llaman la atención. Uno de una poeta inglesa, Dorothy Frances Gurney, y que dice: «En ningún lugar del mundo se está más cerca del corazón de Dios que en un jardín». Se la tengo que enviar al profe Maderuelo. Y el segundo de los epígrafes es una cita de Paul Celan: «Así pues / sigue habiendo templos. Una / estrella tiene luz todavía. / Nada, / nada se ha perdido». Tan sencillo, tan limpio, tan hondo.

 

***************THE END***************