De mi Diario / Semana 12 / 2015

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Weiß/Colonia, 15.3.

Después de leer mi diario, anoche, en Austin/Texas, Rolando me escribe a propósito de lo que cité de Jefferson sobre Adams: «Primero, el que escribió el insulto (cosa feroz) fue Clement Moore. Segundo, fue cosa de John Adams en contra de Jefferson. Tercero, Jefferson nunca se alarmaba públicamente por insultante que fuera lo dicho y escrito en contra de él». ¿De dónde sacaría la cita el comentarista alemán al que yo cité? ¡La progenitora que lo dio a luz!    

 

Cita hoy Héctor en su columna de EE a Carlos Gardel cantando “Cambalache” y caigo en la cuenta, a mis 75 años, 9 meses y 15 días, de que nunca se lo escuché cantar al Mudo, creía que era cosa de Discépolo nomás y que su verdadero creador era Julio Sosa. Lo busco, pues, en Youtube, lo encuentro, lo escucho ¡y qué desilusión! La letra, sobre todo en los versos finales, está descafeinada, suena insípida, casi contracambalecheando, digamos políticamente correcta. Parecería como si Discépolo hubiese escrito el mismo texto de dos maneras distintas, el primero haciendo güena letra y el segundo en lunfardo, en reo. Prefiero, de lejos, el segundo y la versión de Julio Sosa. Pero, eso sí, ¡qué delicia reencontrarse con una de esas “n” del Mudo convertidas en “r”, cuando recita la lista de los próceres y dice «Carnera y Sar Martín»!, ¡qué gozada!

 

Pasan el segundo episodio de “El equipo”, la serie conjunta con las policías de Amberes, Berlín y Copenhague. Sigue sin convencerme. Es muy confuso el entramado y además le falta algo así como un ascua del que salgan chispas todo el tiempo. Si no la enmiendan a tiempo creo que no habrá una segunda temporada. O tendrán que cambiar de guionistas y estrategia. Enter.

 

Weiß/Colonia, 16.3.

El idioma alemán es inhumano, es contra natura. El enfermo padece de corto aliento y el médico le pregunta que de qué padece y el pobre hombre tiene que contestarle que de Kurzatmigkeit. ¡¿Quién coño con corto aliento puede pronunciar ESO?! ¡Se asfixia antes de llegar a la “z”!

 

Pepe me escribe desde mis madriles: «Espero que te vayas recuperando, porque no te tenemos repe, ya sabes». Gran verdad, no tenemos repe a nadie. Qué bueno sería poder clonar a los seres queridos.  

 

Me van a publicar mi Vuelta de tuerca a La Regenta en The Barcelona Review. A eso le llamo yo una buena noticia.

 

Tengo que recuperar mucho tiempo perdido y trabajar al menos cuatro, cinco horas diarias en los compromisos pendientes. Pero deberé hacerlo a partir de bien entrada la tarde. Se mudaron los vecinos del apartamento del 11b, de pared medianera con el nuestro, y los obreros andan desde las 8:30 am de faena, renovándolo, el ruido de las taladradoras no deja no ya pensar, ni siquiera hablar inteligiblemente por teléfono, a no ser aprovechando las pausas. No sé cuánto tiempo va a durar todavía la renovación del dichoso apartamento, pero a mí me va a suponer una carrera contra reloj en alguna que otra de mis obligaciones a fecha fija. (Inevitable recordar aquel chiste del humorista neerlandés Wim Meyles: «Joop Zoetemelk participó en una carrera contra el reloj. Ganó el reloj»).

 

Weiß/Colonia, 17.3.

A las 10:15 am en punto en lo de la neumóloga. Todos los valores han mejorado sensiblemente de manera que hoy será mi último día con antibióticos, y mañana y pasado sólo un ¼ de pastilla del medicamento con cortisona; con los aerosoles deberé seguir dos semanas y regresar para que me vuelvan a hacer radiografías y chequear con las del miércoles de la semana pasada. Ça c’est tout! Pero no quisiera olvidarme esta vez, ¡tantas son ya las que los he olvidado!, de los tacones de la Dra. Dornaika. Todo en la consulta funciona como sobre ruedas. Enfermeras, ayudantes, hasta los mismos pacientes, nos movemos silenciosamente por los pasillos y los cuartos, todos en andas de tenis o de zapatos de suela gomosa. La Dra. Dornaika no, se la oye ir y venir gracias al enérgico taconeo que la acompaña como un bajo continuo de un lado para el otro. Es como en el prólogo al libro Veinte años de caza mayor, del Conde de Yebes, cuando Ortega y Gasset aduce en un subtitulillo: «De pronto, en este prólogo, se oyen ladridos».

 

Como vi pasar el 131 camino de Weiß cuando salí de la consulta de la Dra. Dornaika, decidí invertir los 20’ de la espera del siguiente haciendo compras en ReWe, para una buena cena fría con Diny. Me hice cortar una docena de lonchas de rosbif que se veía como diciendo comedme, y merqué de paso una botella de Undurraga Carménère. Ya no está más la chica que atendía en el sector bebidas, ahora hay un señor de unos 50 años que quiso saber si necesitaba su consejo. Le agradecí y le dije que no, pero aproveché para preguntarle si tenían en perspectiva traer ahora Carménères australianos y neocelandeses, ya que Chile compartió esa cepa con ambos países, y el muy cretino me dice que no pero que Carménère no hay sólo en Chile sino también en Europa aunque el nombre no aparezca en la etiqueta, y cuando le aprieto los tornillos y le pido que me dé un ejemplo me contesta que es que fuera de Europa es costumbre señalar en la etiqueta de la botella el nombre de la uva, y entonces le pregunto que si Riesling es el nombre de la cuñada del dueño de la viña, y él, confuso, me arguye que Carménère se produce en España con el nombre de Cariñena, y ese es el momento en que le digo que pida que lo trasladen de ocupación en el supermercado porque entiende tanto de vinos como yo de la cría de cangrejo en zona de secano, y su español es casi tan lamentable como el de un turista danés en Honduras. Lo dejo con una cara de sonrisa estúpida soldada a su rostro, como si le acabase de hacer un gran elogio. Para sus adentros, debe estar mentándome a mi pobre madre, que Dios tenga en su santa gloria.

 

Salgo de ReWe con las compras y en la pantalla de la parada del bus anuncian el siguiente 131 para dentro de 12’, así es que me siento a esperar, afortunadamente el sol calienta rico en esa parada. Y lo sigue haciendo durante la larga hora en que se convierten los 12’ anunciados. Ya a la ½ hora, y gracias a un chico que también esperaba y andaba surfeando con su iPod o iPad o iDon’tKnow o como carajo se llamen, nos enteramos de que las barreras del paso a nivel en la estación de Rodenkirchen se habían bloqueado y ningún bus 131 llegaría acá hasta que no se solucionase la cosa. Una hora tardaron los cráneos de la KVB, la peor compañía de transportes públicos de toda la Unión Europea (e ainda mais), en arreglar el desperfecto.

 

Weiß/Colonia, 18.3.

Un día extraño, el día de hoy. Lo pasé, íntegro, leyendo el décimo episodio de la saga de Pia Korittki, una comisaria de Lübeck. Son las 10:30 pm cuando termino de leerlo, y esa lectura y los huevos a la flamenca de la cena son las dos únicas cosas que recuerdo de todo el día. Pero un día en blanco, a estas alturas de la vida, es un despilfarro inaudito. Mejor no pienso mucho en el tema porque sería añadir otra pérdida de tiempo a la pérdida del día.

 

Weiß/Colonia, 19.3.

Hace por lo menos quince años que publiqué mi primera filípica contra los apócrifos que andan circulando por la red, mintiéndonos un Borges o un García Márquez que nunca escribieron las sartas de estupideces que les hacen decir. Desde el domingo, además, anduve dedicando cada rato libre a desenmascarar otro apócrifo más, en este caso uno sonoro. Y acabo de ponerle punto final a la tarea con una conclusión inapelable, al menos en mis tribunales: el “Cambalache” que aparece en Youtube presuntamente cantado por Carlos Gardel es un apócrifo. La cosa empezó con la lectura, el domingo, de la columna de Héctor en EE, que me remitió a ese tango y a esa interpretación. Hubo un primer momento de extrañeza porque “Cambalache”, que es uno de mis poemas preferidos, jamás lo asocié con la voz de ese Mudo que cada día canta mejor. Pero lo cierto es que ahí estaba, en Youtube, la versión. Una versión que me desilusionó, casi diría que me frustró, por una letra descafeinada donde se dice “robar” en vez de “afanar”, “bandoneón” en vez de  “calefón”, “trabajar” en vez de “laburar”, “el que vive de los otros” en vez de “el que vive de las minas”, es decir, el chulo, el proxeneta, el macróLo único que logré rescatar fue el reencuentro con una de esas “n” del Mudo convertidas en “r”, al recitar la lista de los próceres y decir «Carnera y Sar Martín». Ahora sé, con una certeza rayana en un porcentaje tan norcoreano como el 100%, que mi oído agardelizado me jugó una mala pasada y me hizo escuchar una “r” que no es tal, sino un trampantojo acústico aviesamente implementado en el apócrifo, con el fin de hacérnoslo creíble: oyéndolo con atención se nota que no es una “r” sino una “l”, el cantante –sea quien fuere, parece que sería Agustín Irusta– dice «Carnera y Sal Martín». Por lo demás, en esos ratos libres desde el domingo he chequeado todas las discografías disponibles de Gardel y en ninguna de ellas aparece “Cambalache”. Visto para sentencia. Algo innecesario en el caso de Rolando, que el mismísimo día 16 me comentó sin ambages el anticipo de mi diario donde dejé constancia de mi primera e imperfecta audición del tango. Rolando me escribió: «De mi parte, querido Ricardo, te diré que el que canta “Cambalache” en Youtube no es El Mudo. Ni idea de quién será ni me importa.  El que canta puede ser muchas cosas pero no es El Mudo. Cuando quiero escuchar ese tango, voy a Youtube y oigo a Julio Sosa. Cosa rara, sí, ya que El Mudo siempre ha sido mi predilecto». Rolando, chapeau, viejo, a vos no te engañó el oído.

 

Weiß/Colonia, 20.3.

2:00 pm : Este episodio de la serie de Lynley, “In Porsuit of the Proper Sinner”, el primero de la tercera temporada, es uno de los mejores, pero al mismo tiempo me emputa cada vez que lo veo. Por supuesto la dramaturgia obliga a que Havers sea degradada, tenga que vestir el uniforme y patrullar por la calle, pero cada vez que veo el episodio entablo un diálogo con ella y le digo de la manera más vehemente que se me ocurre: «¡Manda a tomar por el culo a Scotland Yard y a su remilputísima disciplina, Barbara! Deja el servicio y monta una agencia de detective, con toda la experiencia que tienes, y siendo tu propio patrón, nadie te va a escupir en el asado, que se vayan a la mierda SY y las normas del establishment». Lamentablemente, Barbara no me hace caso, y eso a pesar de que se lo digo y se lo repito cada vez que pasan el episodio. No aprenderá nunca.

 

Hay anunciado un eclipse parcial de sol hoy, visible en Alemania (también acá en Colonia) si es que las condiciones atmosféricas lo permiten. Miro el cielo plomizo cerrado, amenazando lluvia, y se me ocurre un tuit que se lo regalo a Favianita, en Maracaibo:

 

En las telefoneadas de esta semana interesándose por mi salud conversé bastante con Montse acerca de nuestros nuevos descubrimientos en materia de policiales, y me reveló la existencia de Lars Kepler, de quien me mandó con Diny, ayer o antier, las tres primeras novelas de la saga de Joona Linna, el comisario finlandés de la brigada criminal de Estocolmo. Le hinco el diente a la primera, El hipnotizador (no sé por qué en España la han traducido como El hipnotista, palabra horrenda, a fe mía), y lo primero que me seduce es que se trata de un relato en tiempo presente, quieras que no el lector acompaña todo el tiempo lo que lee, porque todo sucede mientras lo está leyendo. Es un desafio técnico bastante extremo, el de una narración en presente absoluto, que no importa cuándo la leas ni cuántas veces la leas, siempre que lo hagas sucederá paralelamente a tu lectura, si está escrita en presente 100% contemporáneo con la lectura. No hay muchas en la literatura que yo he leído, exceptuando Las hijas de Rebeca, de Dylan Thomas, que en realidad fue el guión para una peli, y desde luego el cuentito de Cortázar, famoso: “No se culpe a nadie”. Yo también lo intenté, en “Casi un cuento de hadas”, que me publicaron hace ya la friolera de quince años en El Malpensante. O tempora, o mores!

 

Hoy, en La Modicana, la mejor lasaña en meses y meses, ¡¡9 en la escala Mancinone!!


Condensé en un tuit mis dificultades respiratorias de los días pasados y se lo regalé a mi Alma Delia de mi alma y de mi delia, mi taruguita querida, mi amolllcito mío:


Weiß/Colonia, 21.3.

0:15 am : ”El puente”, esta sí que sigue siendo una serie realmente insuperable. Están pasando ahora la segunda temporada y me pregunto si el cuero me dará para alcanzar a ver la tercera, ya programada para el 2016. Ojalá que sí.

 

Un día para olvidar. A partir del mediodía empiezo a sentirme mal, unos calores súbitos y que me ponen al borde del desmayo. Me acuesto y tengo la impresión de no haber dormido un solo segundo, pero Diny me asegura que sí y me pregunta si el vaso de agua que tengo a la mano en esta mesa, a la izquierda del teclado, es el mismo que me traje para acá después del desayuno, y sí lo es, en efecto, no recuerdo haber bebido sino el té del desayuno y el consomé del almuerzo. Diny menea la cabeza con disgusto, me recuerda por enésima vez que tengo que beber unos dos litros diarios de agua. Me doy cuenta de que embebido en el trabajo descuido una y otra vez las más elementales atenciones a mi salud. E involuntariamente sonrío (“¡Sonría, después de haber temblado!”) recordando el chiste del viejo coronel inglés retirado que acude la consulta médica, y el galeno, después de un examen ad hoc, le explica que padece de hidropesía. El viejo coronel monta en cólera y exclama: «¿Hidropesía? ¡Pero si yo jamás he bebido otra cosa que whisky!». Aunque luego se queda pensativo y añade: «A no ser todos esos malditos cubitos de hielo».

 

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