
Selección de fragmentos de mi diario a partir de la primera anotación hecha en él, fechada el 1.1.1998, hasta el 29.11.2009, cuando subo mi primera entrega a la página de Fronterad.
Es un resumen de doce años de apretada escritura. Para que no produzca empacho a quienes quieran intentar la aventura de leerlo, les recomiendo que lo hagan por trechos de 3 a 5 páginas. Así tienen asegurada cierta diversión durante varios días.
En todo caso, gracias por la atención que le dispensen a mi trabajo. No crean que ha sido fácil condensar en 38 páginas las 545 de los diarios originales.
Vale.
1998
Weiß/Colonia 1.1.1998
Si lo tuviésemos que medir por la capacidad creativa de formas y variaciones, desde las texturas decididamente pétreas hasta las resueltamente líquidas, resulta indudable que el más grande de los artistas que ha habido nunca en el universo, a partir del momento que apareció la vida en él, es el esfínter anal. Comparado a lo que ha sido capaz de producir, puede afirmarse sin ningún rubor, del Arte, que eso, éso, sí que es mierda. Por supuesto: ha habido artistas, y se me excusará si no señalo con el dedo, que le han hecho una dura competencia al esfínter anal. Pero son las excepciones que confirman la regla, como dijo la embarazada.
Weiß/Colonia, 2.1.1998
¿Los países, las etnias (anagrama: tenias), los…colectivos? se articulan a partir de ciertas imágenes. El siglo XVII español desde la imagen de la majestad (Las Meninas) o de la podredumbre (Valdés Leal). Hoy, basta ver cualquier película gringa para darse cuenta de que esa sociedad está (es) histérica. Angustioso pero imposible de dejar de ver : Mientras que ni Las Meninas ni los pudrideros de Valdés Leal hubiesen podido cambiar nada de la sociedad de su tiempo, el cine gringo influye de un modo decisorio (más que decisivo: decisorio) en la sociedad en que se origina. Y (jodámonos) no sólo en ella. La culpa, que esto quede claro, es… sólo nuestra. (Y los puntos suspensivos siguen siendo tan patéticos como su pariente semántico: el suspensorio.)
Weiß/Colonia, 6.2.1998
Montse [nuestra segunda hija] trae a Paul [nuestro primer nieto] a casa, se quedará con nosotros hasta mañana bien tarde. Ya camina con sus andaderas por todo el apartamento. Hoy llegó a nuestro dormitorio y echó mano a los libros. El primero que ha agarrado este muchacho en su vida es Erótica hispánica de Xavier Domingo. Bien empieza.
Weiss/Colonia, 31.7.1998
Me entero ayer por la TV y hoy por la prensa de que hay al parecer una prueba incriminatoria contra Clinton en su enfrentamiento judicial con la chica Monica Lewinsky, y es un vestido que ella conserva, del día (¿o de uno de los días?) en que dizque tuvo relaciones sexuales con él: una prenda donde se encontrarían huellas de semen presidencial. No creo que haya que entrar a considerar una posible relación fetichista de Miss Lewinsky con ese objeto, dado el caso que lo ofrece como documento probatorio: con esto quiero decir que si la susodicha prenda se evidenciase como efectivamente probatoria, lo primero que probaría sería una premeditación de Miss Lewinsky. Sí creo, en cambio, que se puede entrar a considerar cómo ha podido ser manchada esa prenda por el presunto esperma presidencial. El abanico de variantes no es muy amplio, o bien la fantasía me falla. Pero con absoluta independencia de la risa y el asco que me produce la praxis judicial gringa, todo este asunto me recuerda aquél viejísimo chiste carpetovetónico que un día le conté a Claudia H. y la hizo reír de tal modo que me ha pedido varias veces que se lo repita. Es un chiste que debe contarse con voz engolada de mayordomo de casa aristocrática madrileña y que dice más o menos así: «Señor marqués, la señora marquesa me manda decirle que no le importa que os folléis a la criada, pero sí que os limpiéis la polla en los cortinajes del salón».
Weiß/Colonia, 23.10. 1998
Pinochet detenido en Londres. O arrestado. En cualquier caso, impedido de moverse libremente hasta que se desate, o se corte, a lo Alejandro Magno, el nudo gordiano que lo acogota. Sea como fuere y venga lo que viniere, una cosa ya está clara, y es que nadie discute si fue o no fue un criminal: lo fue. Ergo est! Lo que se está discutiendo es si sus crímenes son juzgables y/o penables en las circunstancias en que se encuentra y a tenor de la constelación jurídica que lo envuelve como una telaraña. Lo único que me llama la atención en serio es que sus partidarios pidan que se le deje en libertad por motivos humanitarios. ¿Dejar en libertad por motivos humanitarios a un Pinochet, a él que pateó hasta el cansancio los derechos humanos? Si acaso, y siguiendo el dedo índice de una piedad humanista, habría que dejarlo en libertad por motivos zoológicos. Sólo que me parece que incluso la Sociedad Protectora de Animales y Plantas tendría sus reservas en hacerse cargo del caso de esta bestia.
1999
Weiss/Colonia, 28.3.1999
La mostrenca costumbre de referirnos a los cuerpos legislativos del Estado como Cámara Alta, Cámara Baja y/o Cámara de Diputados o de Representantes, hace olvidar la incontrovertible verdad cotidiana de que quien realmente gobierna es la cámara de TV.
París, 8.6.1999
Lectura poética en la Maison de l’Amerique Latine. Una poeta oriental (Ingrid Temple) y una actriz venezolana que lee las traducciones de sus poemas al francés. A causa de la iluminación cenital, la sombra del rostro de la actriz se proyecta sobre la piel desnuda de su escote. El perfil de su nariz aguileña, con la respiración, parece la sombra de una napia de carnaval veneciano que quiere oler repetidamente los senos de la actriz. También es como la sombra de un pajarito que comiese grano a grano, vorazmente, en la cazuela de una jaula oculta entre esos senos.
Weiss/Colonia, 2.10.1999
Leyendo las últimas declaraciones de Wojtyla acerca del sexo, lo único que se me ocurre es que a partir de ahora, en los Eros–Center y en los lupanares de las ciudades católicas (al menos en ellas) debería hacerse notar en una placa, en lugar destacado y bien visible, lo siguiente: «El Santo Papa de Roma advierte seriamente que determinadas prácticas sexuales producen cáncer».
Weiss/Colonia, 18.10.1999
¡Qué grande es Simenon! Cada vez que lo leo redescubro el placer de la lectura por sí misma, autogratificante. ¡Y qué inmensa cantidad de libroína encierra su escritura! Te vuelves simenonadicto sin remedio. Acabo de leer Maigret (de junio del 33), que no conocía. De allí esta joya: «Se alejó solo, a pie. Tenía tiempo: ni siquiera sabía donde iba».
Weiß/Colonia, 24.10.1999
Una reflexión sugerida por no sé qué otro recuerdo. Es evidente que la Julieta de Shakespeare, súmmum de la amada romántica, también debe haber soltado algún pedo en el excusado, y hasta puede que fuera de él. Creo recordar sin embargo haber leído algo acerca del asombro de Swift al referirse a su amada Celia con el verso «But Celia, Celia s…«, pero ahora me parece que no hay tal asombro sino que Swift se instala con ese verso en la vanguardia de la poesía concreta: los puntos suspensivos no son tanto un eufemismo de «shits» como la descripción gráfica de una deyección de su querida Celia. En ese verso, literalmente, Celia caga.
Madrid, 15.11.1999
Nos cuenta Pablo Sorozábal lo que el gran oftalmólogo catalán Dr. Arruga le dijo a su padre en Barcelona a propósito de un herpes de retina que padecía don Pablo:
– Podemos operarlo, pero que la operación salga bien es tan difícil como tocar un Nocturno de Chopin con un tambor.
2000
Bruselas, 24.3.2000
Bruselas. El cielo le hace honor a Brel: «couleur de tours / de Brugge a Gand».
Bruselas, 25.3.2000
No tiene nada de extraño que en este siglo XX, el siglo de la fealdad, se haya inventado la luz indirecta.
2001
Buenos Aires, 29.12.2001
Por la noche paso mucho tiempo en el jardín, fresco por la lluvia. Pienso en un desarrollo para un cuento que quiero titular “Trabajos para días de lluvia”. El tal trabajo sería poner en orden una colección de sellos de correos con motivos literarios. El narrador, o quizás el protagonista (si no es que coinciden), descubre un sello que le trae un recuerdo. Pienso en las posibilidades de ciertas anécdotas vividas por mí y que guardan relación con Benedetti, don Paco Amighetti, Scorza, Soriano… El final podría ser que el narrador sigue tomando por lluvia lo que tan sólo son sus lágrimas. Ha cesado de llover, abandona la colección y se va de la casa. Fin del cuento.
2002
Montevideo, 8.1.2002
Allá por Pocitos: «Primera Iglesia de Cristo Científico». Y otra ensalada lingüística de la que los uruguayos parecen no ser conscientes: un restaurante anuncia «milanesa napolitana»; es como si Camarón de la Isla hubiese dicho que iba a cantar unas «sevillanas gallegas».
París, 8.6.2002
Observado al paso mientras caminamos desde la colina de Montmartre hasta el Sena: una negra con un ombligo al aire que parecía una cacerolita de barro cocido con un solo garbanzo en el centro.
Más tarde: Sentados en un banco ante la Tour St. Jacques se nos acerca un viejo con la boína calada y que me apunta con el dedo como conociéndome. Luego hace un gesto en el que interpreto que me pide un cigarrillo y cuando llevo la mano al bolsillo para sacar el paquete me toca levemente el brazo y me dice que no tenga miedo, que no es un pedigüeño. Luego se inclina sobre mí y murmura mirando a su alrededor, haciéndome cómplice de su secreto:
–El mundo es un cementerio en marcha, los cementerios son un mundo en reposo.
Saluda ceremonioso y se va.
Weiß/Colonia, 21.7.2002
Son las siete–y–algo de la mañana cuando me levanto porque máximo a las 9.10 debo tomar el autobús para ir a babysittear en casa de Montse. Abluciones matutinas para refrescarme, conecto la computadora. Estoy descodificando el correo virtual que llegó durante la noche cuando siento un temblor que remece los cimientos del edificio, algo así como si un ogro lo hubiese agarrado en su puño y lo agitase sin levantarlo del suelo. No dura más de tres o cuatro segundos. Terremoto, pienso no sé porqué. Pero luego supongo que debe ser un camión de indescriptible tonelaje que acaba de pasar por la calle. De todos modos, por deformación profesional, miro el reloj: son las 7.46. Me voy a casa de Montse y cuando llego allá lo primero que me pregunta es: «¿Sentiste el terremoto?” Ha sido de una intensidad 4,8 en la escala de Richter y con el epicentro al norte de Aquisgrán.
Beek de Montferland, 13.8.2002
Ya lo vi el año pasado, también cuando fuimos al mercado callejero semanal de todos los martes en Doetinchem: y en el mismo lugar. Pero me olvidé de anotarlo y no quiero que vuelva a suceder. Y es el hallazgo de una calle entera de tenderetes que se anuncia con el letrero LENCERÍA DE BORGOÑA. Borgoña tiene que haber sido la Sodoma de la Edad Media.
Fráncfort del Meno, 8.10.2002
Me encontré dos veces en los pasillos de la Buchmesse con MT, lo ignoré las dos veces dándome cuenta de que esperaba que yo lo saludase. Mi posición es, como siempre, que quien interrumpe la relación es quien está obligado a reanudarla. Al final vino él a saludarme al stand de los escritores iberoamericanos residentes en Alemania. La conversación fue tibiamente cordial, sobre familia y viajes. Me dijo que por qué no presentaba mi Cuaderno de Bitácora al premio de Grandes Viajeros (”donde yo soy jurado“, me dijo casi guiñándome el ojo). Le agradecí el dato, pero claro está que no lo haré. El mundo de la industria editorial me produce náuseas.
Weiß/Colonia, 14.10.2002
Vienen a cenar Chico [nuestro hijo Ricardo] y Angie [nuestra nuera]. A la hora de sentarnos a la mesa, con esa su manera peculiar de echarse al ruedo o tirarse a la alberca, Chico dice: «Bueno, tenemos una novedad. ¡Vamos a ser padres!» Grandísima alegría. Y un deseo secretísimo de todos, menos tal vez de Chico: que sea niña. Y a propósito : Uno de los chistes más recalcitrantes del inextinguible machismo es aquel que asegura que los hijos de nuestras hijas sí son con absoluta seguridad nietos nuestros, mientras en el caso de los hijos de las nueras siempre queda la posibilidad de que no lo sean. La pregunta que yo le plantearía al imbécil que así argumenta es por qué él está tan seguro de que sus hijas sean suyas.
2003
Weiss/Colonia, 7.2.2003, día de San Ricardo, rey (¿quién habrá sido?)
Se me ha ocurrido un título, creo que bueno, para un cuento infantil: “Cuando sea mayor quiero ser girasol”. Ahora sólo se me tiene que ocurrir el cuento.
Weiss/Colonia, 17.8.2003
Cuando Diny y yo salimos de paseo, somos el negativo perfecto de una pareja japonesa. Ella siempre camina tres o cuatro o cinco, a veces hasta diez pasos delante de mí. Siempre. La primera y única vez que me preguntó la razón de mi caminar pausado, hace ya muchos años, le contesté qué cuando salgo a pasear no deseo optar a ningún puesto en el equipo nacional para los próximos Juegos Olímpicos. Me parece que fue una explicación bastante convincente, no he tenido que repetirla.
2004
Madrid, 3.1.2004
Observado en el Metro : Absolutamente ejemplar de la moda masculina juvenil de llevar los vaqueros tan bajos que casi puede vérsele al chico el principio de la canal del culo, de tal modo que los fondillos del pantalón andan casi a la altura de las rodillas. Debe ser un sistema patentado de ventilación de los genitales.
París, 12.2.2004
La verdadera grandeza se muestra al reconocer la propia derrota. La grandeur francesa, de siempre me ha parecido de guardarropía. ¿Dónde, en el callejero de París o de cualquier otra ciudad francesa, figuran los nombres de Bailén, Borodino y Waterloo? Figuran, sí, en el arco del Triunfo; es decir, junto con las victorias y sin que nada las distinga de ellas; es decir, como victorias. La grandeur de merde!
Beek de Montferland, 24.7.2004
Leído en un artículo sobre poesía española de los últimos años: “el divertido poema a la ropa interior de Ana Rossetti”, donde debía decir “el divertido poema de Ana Rossetti a la ropa interior”, que es cosa muy distinta. Leído en el mismo artículo: “También aquí la globalización y la competencia no respetan fronteras” en vez de “Tampoco aquí la globalización y la competencia respetan fronteras”. ¿Se estará perdiendo el sentido del recto entender del idioma?
Weiß/Colonia, 31.7.2004
A mi anotación del 3 de enero del 98 (“La importancia que le dan a la religión las clases dirigentes se puede ejemplificar con el caso de las dos últimas reinas españolas. Ena de Battenberg, para poder reinar junto a Alfonso XIII, se convirtió de la fe anglicana a la católica, y Sofía de Grecia desde la ortodoxa para poder ser la esposa de Juan Carlos, entonces sólo príncipe“) podría añadir ahora el caso de esa pobre muchacha Letizia Ortiz, casada con el Borbón heredero y que manifestó públicamente ser agnóstica. Yo creo que al decirlo se le subieron los humos a la cabeza: posiblemente pensó que si la monarquía pasaba por el aro de aceptarla como novia del príncipe aun siendo divorciada e hija de padres divorciados, entonces todo el monte era orégano y también tragarían el sapo de su agnosticismo. Pero topó con la vieja alianza del trono y el altar. Inmediatamente le pusieron clase de catequesis, y al final hasta la he visto santiguarse devotamente cuando Wojtyla los recibió en el Vaticano y los bendijo. Sic transit libertas mundi.
Weiß/Colonia, 16.9.2004
Me llama Berenice desde Berlín para contarme que ayer leyó La bufanda de Cambridge y que está fascinada con este cuento. Me lo dijo de una manera muy gráfica: que mientras avanzaba en la lectura fue sintiendo la necesidad de un amante. Estoy muy satisfecho, hasta orgulloso, de todo lo que he estado leyendo y oyendo, hasta ahora, acerca de este cuento mío, y la verdad es que lo releo y lo encuentro cada vez mejor, pero claro, es amor de padre. Y hace un par de horas me tuve que reír al pasar con Carlos [mi mejor amigo] en su coche por delante de la entrada al Malerviertel (Barrio de los Pintores, que es el modelo del Barrio de los Arquitectos de mi cuento, donde vive Deborah): allí, en esa entrada, hay ahora mismo un gran cartel publicitario del cigarrillo West, en el que se ve a una chica de cara muy bonita y graciosa, bañándose hundida hasta los hombros en la espuma, con un cigarrillo en la mano izquierda, y con su cuerpo puesto entre paréntesis por dos piernas masculinas apoyadas en el borde de la bañera. Y la chica dice: “Für nicht gleich mit jedem ins Bett gehen” (Para no irse enseguida con cualquiera a la cama). Parece como si los autores del cartel hubiesen leído mi cuento y le dedicaran un homenaje a Deborah.
Weiß/Colonia, 30.9.2004
Al parecer Paul llegó a casa de la escuela y contó un chiste que había oído en ella y que tenía que ver con la tortura. A Montse le molestó mucho y le explicó que sobre ese tema no se deben hacer chistes y que le preguntase por qué a la abuela Diny, que trabaja desde hace muchos años para amnesty international, ayudando a los presos. Hoy fui a buscar a Oskar [nuestro segundo nieto] para que se quede con nosotros hasta el domingo. Y cenando, Oskar le dice a Diny:
–Abuela, ¿es verdad que tú trabajas ayudando a los presos…?
–Sí –le contesta Diny sin darse cuenta de que lo interrumpía.
Pero Oskar siguió sin darse cuenta tampoco él de la interrupción, y lo hizo inclinándose al oído de la abuela con una sonrisa cómplice y bajando la voz:
–Tienes que ir de noche, cuando los polis están dormidos, si quieres yo voy contigo y te ayudo a ayudarles a escapar…
2005
París, 2.7.2005
“Hoy hace 39 años que nos casamos”, dice Diny. Le pregunto cuántas veces se ha arrepentido de ello. Me dice que 39. Es una respuesta sumamente halagüeña para mí: perfectamente podría haber dicho 390.
Ámsterdam, 27.7.2005
En un reportaje del canal de TV Arte los días de la conferencia de Potsdam. Presentan una escena documental de Truman comunicando al mundo el lanzamiento de la primera bomba atómica de la Historia, la de Hiroshima. En un momento determinado, sin sonido, se le ve reír y luego ponerse serio para seguir leyendo el comunicado oficial, es un fragmento que no fue desechado tras el montaje y que ahora se cobra su precio; el muy cabrón se ríe del chiste que viene a continuación y que resulta macabro: “Hemos gastado dos mil millones de dólares en producir el mayor hongo del mundo”. Hijo de puta.
Weiß/Colonia, 16.10.2005
Montserrat cuenta : Bajó al sótano de su nueva casa, con Oskar, para seguir abriendo cartones de la mudanza, y también la maleta de Frank [nuestro yerno], que estaba sin deshacer desde que regresó de Sicilia hace un par de días. Y al abrir la maleta encontraron dentro de ella un geco muerto. Los niños conocen bien los gecos, de las veces que han ido de vacaciones a Cerdeña, así es que Oskar lo reconoció enseguida, sin temor ni rechazo, y dijo “Mira, mamá, un geco muerto”. Quiso saber que cómo había muerto allí, Montse le explicó que posiblemente estaba dormido entre la ropa de Frank, que Frank metió de cualquier manera en la maleta al regresar a Colonia. Oskar dijo, porque parece que era un geco pequeñito, que sus pobres padres lo estarían buscando, y que había que enterrarlo. Montse accedió. Y entonces añade Oskar: “Mamá, si yo me muero antes que tú, quiero que me entierren con muchas flores y que la gente cante «We will rock you»… pero bajito, y cuando Montse aún no se había repuesto de la sorpresa: “Pero no lo creo, lo normal es que tú te mueras antes que yo”.
Es verdad admitida que los seres humanos, en llegando a viejos, se vuelven niños. Ojalá sea cierto, y entonces mi deseo es el siguiente: Cuando sea mayor, quiero ser como Oskar.
2006
Huelva, 28.4.2006
Desayunando, le cuento a la Nena [mi hermana] la conversación de anoche en El Farqueo [cuando unos amigos me comunicaron que iban a pedir oficialmente al ayuntamiento que diera mi nombre a una calle de la ciudad, y querían contar con mi aprobación, la que me negué a dar de la manera más vehemente y convincente]; [la Nena] comenta que a ella lo de una calle con mi nombre le haría mucha ilusión. Le sugiero que cuando me muera, y si persisten en la idea, ruegue al Ayuntamiento que den mi nombre a la calle Gran Capitán. La de las putas. La cosa tiene su lógica si pienso que soy un escritor profesional y que se vende al mejor postor.
Madrid, 8.5.2006
Almorzamos tapas (champiñones al ajillo Diny, ostras yo) en El Monje. Todavía no eran las dos de la tarde, hora a partir de la cual es imposible encontrar sitio aquí, ni en las mesas ni en la barra, y presté atención al encargado, que se quejaba con un amigo de las dificultades de suministro del vino y la cerveza, y concluyó diciendo: “Esto es una merienda de negros”. A su lado, hierática y como ausente, estaba una camarera africana, bella, distante, que parecía una reina massai.
Berlín, 1.12.2006
La línea de S–Bahn que tomamos en Zehlendorf estaba fuera de servicio mientras existió el muro y es, pues, la primera vez que viajo en ella. Nos bajamos en la Oranienburger Strasse, a escasos metros de la restaurada sinagoga, en el sitio de la que incendiaron los nazis en 1938. Sin darme cuenta encamino mis pasos directamente al 39 de la Rosenthaler Strasse por cuyo primer patio interior se accede a lo que fue el pequeño taller de fabricación de escobas de barrendero de Erich Weidt, un hombre justo, que daba empleo en su taller a ciegos y sordomudos, pero que en un cuarto secreto al fondo de la fábrica escondía a judíos y no judíos declarados oficialmente como ciegos o sordomundos, y perseguidos por la Gestapo. Esta “Gedenkstätte Erich Weidt” la visité hace muchos años, apenas se descubrió que aún existía en su forma primitiva, y a partir del 5, un día después de que abandonemos Berlín, quedará abierta al público. Como sé cómo se llega a ella, de cuando estuve aquí la primera vez, subo por la escalera y me dejan entrar, están dando los últimos toques a la instalación. Al igual que el piso oculto de Anna Frank en Ámsterdam, es un lugar que sobrecoge, pero que al mismo tiempo ensancha el corazón.
2007
Weiß/Colonia, 15.2.2007
Me escribe Enrique Vila–Matas y entre otras cosas, refiriéndose a mi aniquilante reseña de Ursúa en Revista de Libros, me dice: “Te felicito por haberte cargado el pedante libro de Ospina”. Le contesto la verdad: “Ospina tuvo suerte de que me agarró en uno de mis días de boy scout, la reseña de su novela fue mi buena acción de ese día. Vale”.
Weiß/Colonia, 6.8.2007
Me escribe Elisa desde Israel, diciéndome que se queda hasta finales de septiembre haciendo un curso en la Universidad hebrea de Jerusalén, y me pregunta que si nunca he estado allí. Le contesto: «Cara Elisa, no, no he estado nunca en Israel y te confieso que mi interés por el Este se detiene en el Cuerno de Oro: Asia y África siempre me han dejado frío, no sé a qué atribuirlo pero sí sé que sería estúpido negarlo. En el caso de Asia quizás es un prejuicio que tiene que ver con mi rechazo de esa discapacitación mental que considero que es la religión, y en Asia han nacido las tres más universales, señal inequívoca de que es un mundo donde no tengo nada que buscar».
Weiß/Colonia, 10.12.2007, a las dos de la madrugada
Ha sido aproximadamente a las 8.15 pm. Lo sé porque creo que iba concluyendo el telediario de las 8, o bien todavía no había empezado la policiaca de los domingos en el primer canal de la TV. Estaba sentado aquí mismo, bajando los emails llegados en la última hora, cuando de repente fue como si dentro del pecho, exactamente debajo del esternón, allí donde los legos solemos situar al corazón, se hubiese cerrado un puño. El volumen exterior del tórax seguía siendo el mismo, claro está, pero por dentro acababa de empequeñecerse, de comprimirse a una mancha de dolor… no, no de dolor, de intenso fuego frío (no sé cómo describirlo), y el cerebro se puso a aguardar la señal inequívoca, el intenso dolor en el brazo izquierdo, sabiendo que si lo sentía tenía que gritar a Diny que llamase a la ambulancia… pero ese dolor no aparecía, y el otro que no lo era, pero sí lo era, sí que seguía… Además de todo eso, estaba inundado por una ola de calor en todo el cuerpo, y un sudor frío me brotaba en la frente. Respiré de manera honda y controlada, mentalizando todo el tiempo lo que me dijo hace unos meses el cardiólogo, que hay veces en que todos los síntomas apuntan al infarto pero simplemente se deben a la falta de movimiento, de ejercicio físico. Recordé entonces que prácticamente había pasado todo el día detrás de la pantalla, que ni siquiera me había duchado y que si me moría en estos momentos debía oler a rayos. Así es que me levanté, e hice lo que mi cardiólogo me tenía recomendado en estos casos: moverme, salir a la escalera de la casa y subir y bajar escalones hasta que pasara el ataque… Me ayudó. Me ayudó tanto que estoy escribiendo estas líneas, pero hasta cuándo… Y no es una pregunta retórica, y no lo es porque la leerán todos quienes reciben regularmente mis entradas del diario: hasta cuándo… Uno, de veras, nunca sabe hasta cuándo. Puede ser todo tan rápido… [Y en realidad, si tan tarde en la noche, y con varios whiskies encima, me tomo la molestia de describir con tantísimo detalle lo que me pasó hace seis horas, es porque de repente a alguno de mis amigos le sirve como señal de alarma… Y si no, que se joda. Yo se lo advertí].
Weiß/Colonia, 13.12.2007
Voy a la farmacia del pueblo a comprar Strodival, una medicina que me recetó el médico de cabecera para tenerla siempre a la mano en caso de reproducirse una situación como la de la noche del 9, de presunto infarto, e incluso uno real, no presunto. Son unas pastillas que hay que morder y dejar disolver sobre la lengua, apenas se sienten los síntomas. La farmacéutica me dice que hay dos envases distintos, uno de cien, otro de treinta pastillas. Le digo que con el de treinta sobra y basta. Me contesta que en tal caso no son para morder y dejar disolver sobre la lengua, sino para tragar y dejarlas disolver en el estómago. Le respondería “Yyyyo, argentino” (= No tengo ni puta idea), si me lo pudiera entender, pero como sé que no, le ruego que llame a mi médico y le consulte si también esas me valen. Lo hace y me dice al regresar que no, que tienen que ser las de morder, pero que en ese caso debo tomar el envase de cien. Pienso en voz alta: «O sea que para amortizar el paquete, debo tener por lo menos 51 infartos». Hay tres clientes más en la farmacia, se oyen risitas, la farmacéutica sonríe un tanto apenada. «Bueno», continúo, «tal vez se trata de una medida promocional del infarto, auspiciada por la industria farmacéutica». Más risitas. La dueña de la farmacia, Frau Hassel, que atiende a otro cliente, me mira sonriendo pero sus ojos me dicen claramente: «Con estas cosas no se bromea, Herr Bada».
2008
París 8.1.2008
El espejo amigo de mi cuarto de baño en Colonia me oculta lo que no hace este espejo inmisericorde, de cuerpo entero, en el baño de nuestra habitación del Esmeralda. Las glándulas mamarias de primate, la guata de un barrigón que se dio la buena vida, la pequeñez asumida de Pulgarcito, la mancha debajo de la rodilla derecha (que me ha quedado como consecuencia de una tonta caída de la bici por saludar demasiado efusivamente a Oskar al pasar ante el campo deportivo del pueblo)… Qué miseria es el cuerpo de uno, y aún más para semejante espejo…
París 9.1.2008
Entro al PTT del bulevar Montparnasse, para enviar seis postales. Le doy al empleado las dos primeras y le digo «Pour l’Espagne». El hombre se aplica sobre el teclado y al poco salen de la impresora dos estampillas neutras autoadhesivas de esas que son un horror indecible para los filatelistas. Luego le doy las otras cuatro postales y le digo «Pour l’Amerique Latine». El buen hombre levanta la vista, me mira, visualiza rápidamente los nombres de los países (Argentina, Costa Rica, México) y exclama «O là là, ces noms sont dignes d’avoir de beaux timbres!», y saca de debajo del mostrador un cartapacio del que extrae un surtido de hermosas estampillas, entre las que me deja elegir las que más me gusten. Y pensar que no sé si alguna de mis bellas corresponsales será filatelista… Pero por si acaso, y en su nombre, le doy las gracias a este funcionario que posee un sentimiento estético de su trabajo.
En viaje de París a Colonia, 10.1.2008
En el Thalys, los anuncios de los altoparlantes se pasan en francés, flamenco, alemán e inglés. Y la locutora flamenca parece andaluza. Si pongo en castellano lo que dice, sería lo siguiente: «Señorah y caballeroh, dentro ‘e pocoh minutoh llegaremoh a Bruselas. Al abandonáh el tren, no se olvideh ustedeh de llevarse too su equipaje». Boccato di cardinale para los lingüistas.
Weiß/Colonia, 20.1.2008
Como no consigo conciliar el sueño, decido ver el DVD de El murciélago, en la puesta en escena del Covent Garden, que le regalé a Diny en el International Gift Day. (En realidad lo compré para regalárselo a Montserrat, en recuerdo de la puesta en escena de la opereta en que ella participó, como ceremonia de despedida de su secundaria, y en la que me hizo participar bailando con ella el famoso vals. Pero luego descubrí la incomparable foto en blanco y negro de una locomotora de vapor partiendo de la estación de Colonia en dirección Este y tapando con su columna de humo el espacio entre las dos torres de la catedral, y desvié el regalo del DVD a la madre). Y ay, me he divertido hasta dolerme la mandíbula con el espectáculo de la obertura. Porque el director de la orquesta es Plácido Domingo, un tenor estupendo, que hasta se ha atrevido a cantar en Bayreuth, pero como director de orquesta, que los dioses me perdonen, yo diría que el oficio lo ha aprendido de Cantinflas en El bolero de Raquel, y de Harpo Marx en Una noche en la Ópera. Menos mal que los profesores de la orquesta no lo miran ni un solo instante, sino que siguen impertérritos las particellas de sus atriles. Y como el público debe estar prendido de la música, que suena bien a pesar de la desaforada performance del dizque director de la orquesta, al final aplauden a rabiar. Claro está que no se les va a pedir a los ingleses que entiendan de música, pero todo tiene sus límites. Para visualizar lo que debe ser conducir un cuerpo sonoro, me bastó recordar a Carlos Kleiber dirigiendo en la Ópera de Viena la Carmen que montó Zefirelli, y donde hay pasajes de esos difíciles de verdad, que requieren el máximo de entrega de la orquesta, y en los cuales la cámara muestra a Kleiber negligentemente recostado en el foso de la orquesta y dirigiéndola con el dedo como si estuviese en un Kindergarten. Como si le dijese y le demostrase al público: «El trabajo del director es anterior al espectáculo. Aquí y ahora, después de unos ensayos rigurosos donde ellos y yo hemos sudado la gota gorda, ellos saben lo que tienen que hacer sin que yo finja ser un tsunami para provocar el orgasmo de las cámaras y la estupefacción de los filisteos en la platea». Chapeau, Herr Carlos Kleiber! Et a tout aller, monsieur Dimanche!
Weiß/Colonia, 24.1.2008
Como es habitual entre nosotros, el que se queda en casa acude a una de las ventanas cuando el otro se va, y el otro, al terminar de subir la rampa que viene de la calle al patio de los garajes, se vuelve hacia esa ventana, y entonces ambos nos decimos adiós con la mano. Recuerdo un día de diciembre de 2004, que Esther [Andradi, la escritora argentina] era nuestra huésped acá, había venido a dar una lectura de la traducción alemana de Sobre vivientes, su último libro por aquél tiempo. Diny tuvo que irse a hacer baby sitting donde Vincent [nuestro tercer nieto], y la llamé a Esther a mi despacho, para que asistiera a ese ritual, y luego le dije: «La muerte es cuando Diny se vuelva y no haya nadie para decirle adiós desde esta ventana. O al revés, claro».
Sevilla, 12.2.2008
Ana y Juan piensan que me gustaría salir en bici con ellos por Sevilla, porque Sevilla resulta que se ha convertido en una ciudad con una amplia zona peatonal en el centro y no sé cuántos km de ciclovías o bicisendas o comoquiera que se llamen. Pero yo prefiero caminar, y así vamos por la Avenida, esa que tantas veces recorrí como estudiante, yendo y viniendo entre la Universidad y mi pensión de la calle San Eloy. En un momento determinado le digo a Ana: «Mira, ahí va Jesús Quintero», y ella, que sólo lo conoce de la tele, me pregunta si estoy seguro, y para convencerla le doy un grito: «¡Jesús!» Jesús se vuelve y lo despista mi gorra de visera, pero de repente pega un grito también él, a su modo televisivo que parece que ya debe de ser su segunda naturaleza: «¡Ricaaaardo Baaaaada!» Nos abrazamos y conversamos un poco: a toda costa desea tener mi dirección, dice que me quiere entrevistar para su programa. ¡Pobre, si supiera lo que pienso de su programa, y que no es ni la mitad de malo de lo que pienso de quienes lo ven y lo admiran!… [Luego, con Ana y Juan,] almuerzo en La Moneda, una taberna cerca de Correos. Sopa de galera, exquisita: y coquinas, boquerones, pijotas… pescaíto fresco frito en aceite de oliva… qué maravilla. Que se vayan a tomar por culo todos los dietistas y el descubridor del colesterol y su gran puta madre. Joder.
Weiß/Colonia, 15.3.2008
Fui al centro, a la Estación Principal, para visitar la exposición del “tren de la memoria”. Es un tren de tres vagones viejos, tirados por una locomotora de vapor, y que alberga en su interior una exposición relativa a los cientos de miles de niños y adolescentes judíos y gitanos, o hijos de opositores al régimen, que los sicarios de Hitler estuvieron enviando a Auschwitz casi hasta el último día antes de la liberación del campo por el Ejército Rojo. Fueron cientos de miles, de muchos de los cuales no se sabe nada, desaparecieron sin dejar rastro. Este tren organizado por varias asociaciones alemanas (a las que los Ferrocarriles Alemanes han cedido a regañadientes, para no hacer mala letra, un espacio en sus estaciones y en sus trayectos, a fin de que el tren se pueda trasladar de un sitio a otro y ser mostrado al público) cumple la finalidad de atraer el interés del alemán de a pie, a ver si se consiguen recabar datos de muchos de esos niños y jóvenes. Yo llegué al andén 1 de la Estación Principal y avisté el tren a la derecha, entre la catedral y el río, teniendo al fondo un bello cartel con un autorretrato de la inalcanzable Paula Modersohn–Becker (de quien se inauguró ayer una exposición en el Ludwig, iré a verla la semana próxima). Había una cola densa. Miré el reloj y fui haciendo cálculos mentales de la cadencia de admisión de visitantes durante ½ hora, a intervalos de cinco minutos, y llegué a la triste conclusión de que tendría que esperar aún hora y media antes de poder acceder al interior del tren y ver la exposición, y eso mi espalda (con mis malditos problemas de columna) no está en condiciones de resistirlo. Así es que me puse a hacer todas las fotos posibles (gasté un film completo) y a recabar todo el material asequible, porque quiero escribir algo al respecto. Ya lo venía pensando en el tranvía, cuando a mi lado se sentó una madre de unos cuarenta años con un niño de diez y una niña de cuatro o cinco. Casi no hablaron en todo el trayecto, y algo me dijo que los estaba llevando a la exposición. Así fue, me los volví a encontrar en la cola y nos sonreímos levemente, en señal de reconocimiento. Pensé que antes de salir de casa había telefoneado a Montserrat para preguntarle si le parecía bien que pasase a buscar a Paul y Oskar para llevarlos conmigo. Me contestó muy decidida que no, y ahora que lo pienso, imagino por qué: aún recuerdo su cara atormentada el día que los dos visitamos juntos, y solos (el resto de la familia estaba de vacaciones en Huelva), la casa de Ana Frank. Creo que ha sido, aquella, una de las impresiones más fuertes de la vida de Montse, quien tenía la misma edad de Ana ese día que visitó su escondite cerca de la Westerkerk. Lo he rememorado esta mañana en el andén de la estación de Colonia, estando yo al final de la cola, y viendo allá delante los jirones del vapor que exhala la locomotora, poniendo una nota como de postal antigua en el espectáculo. Y he pensado también en lo admirable del pueblo alemán, que es el único que yo sepa que ha sabido enfrentarse a la parte más negra de su historia y no tratar de esconderla bajo la alfombra. Y he pensado además en la gente que siente y piensa como yo, y que cuando llegan ocasiones como esta sabe que pase lo que pase tiene que hacer acto de presencia. Es un deber que se siente en lo íntimo, y que exije ser cumplido. En mi caso está muy claro, pero esa madre del tranvía, con los dos hijos, debe haber nacido en el 68: ¿de dónde le vendrá a ella su exigencia íntima?
Nota : Algo que me ha impresionado muy honda, muy dolorosamente, es una tarjeta postal, reproducida en un cartel, y cuyo texto dice, traducido: «Mis queridos padres, me encuentro justo en viaje a Auschwitz. No creo que nos volvamos a ver, pero trataré de no perder el valor. Que estéis bien de salud, y con cariñosos saludos y besos, vuestro infeliz Helmut». Esta postal la arrojó el niño Helmut Goldschmidt desde un tren en marcha, y logró llegar a quienes deben ser sus auténticos destinatarios: a nosotros, pienso, y ojalá no me equivoque.
Weiß/Colonia, 4.4.2008
Aún recuerdo muy bien lo que me pasó en Sucre, 1995, cuando me vino a buscar al Instituto Goethe (donde yo me alojaba) un tío de Martha Gantier Balderrama que vive allá y a quien su sobrina me dijo que no dejara de llamar y conocerlo, que era una persona encantadora. Y lo es, sin duda. Sólo que consideró su deber, siendo yo un visitante tan ilustre, invitarme a una fiesta social que tenía lugar en un distinguido círculo, en una mansión histórica, donde esa noche se citaba la flor y nata de la buena sociedad sucreña. No me di cuenta hasta que estábamos dentro, aunque sí sé que cuando el buen hombre pasó a buscarme, le pregunté si allí donde íbamos se podía ir vestido tan informalmente como yo iba: de pantalones vaqueros, sin corbata, y con una zamarra de cremallera; y él, en su buena educación inalterable, me contestó que sí. Pero a la media hora de estar en el lugar, y cuando empecé a ver cómo llegaban caballeros de punta en blanco y zapatos de charol que reflejaban galaxias lejanísimas, y a las señoras con descotados palabra de honor, make up hasta decir basta, y luciendo las joyas de la familia, me escabullí en el primer instante que pude, alegando una necesidad higiénica, aunque no sin susurrarle al tío de Martha que, efectivamente, iba a los servicios, pero que de ahí saldría corriendo de vuelta al Instituto Goethe. El buen hombre demostró su nobleza sin tacha acudiendo dos días después a mi conferencia en el Instituto, como si no lo hubiese dejado desairado de forma tan evidente. Supe agradecérselo, y le expliqué que reuniones sociales como aquella, donde me parece estar en una calcomanía local de las páginas de ¡Hola!, no son para mí. Creo recordar que me dijo que me entendía muy bien, con la voz de persona bien educada que no ha entendido un carajo.
Weiß/Colonia, 16.4.2008
Leído en una revista española, en un sesudo artículo sobre Bergamín: «En 1943 fallece en México, a los cuarenta años, su esposa, Rosario Arniches, que era hija del dramaturgo Carlos Arniches, a causa de una peritonitis aguda». O sea, que era hija del dramaturgo Carlos Arniches a causa de una peritonitis aguda, porque ahí la coma en el medio no ayuda nada a salvar la desastrosa construcción de la frase. Ay diosito mío…
Weiß/Colonia, 18.4.2008
Esta mañana, como en los últimos días, desde que estoy durmiendo en el sofá de la sala y con la ventana abierta, me despertó de nuevo el pájaro carpintero que vuelve todas las primaveras a los árboles de la callecita que va de la principal al cementerio. Cuando uno está en la parada del bus, frente a la entrada de la callecita, se lo escucha como el tableteo de una ametralladora. Desde la sala parece como un suave ronquido. Por la tarde, estamos justamente esperando al bus en la parada, cuando una vecina anciana se detiene en la esquina para saludar a una de las griegas que vive en esa casa. Y el pájaro carpintero tabletea de repente y ellas miran en esa dirección y lo comentan, y la griega le dice a la señora mayor [= mayor que nosotros] que no es que esté repicando con el pico en el tronco de un árbol sino en algún desconchado que habrá descubierto en una pared. Comentan que es muy cansador oírlo, sobre todo tan en primera fila. Pasa por ahí entonces un vecino que seguramente viene del cementerio, y las oye y comenta a su vez que ese pájaro es tonto, que lo del repiqueteo es porque anda en celo, pero que qué hembra se juntará con él si todavía no ha construido un nido, si todo se le va en picotear paredes. Y por lo que se refiere a lo cansador que es, «Ah, eso», dice, «se arregla pronto con una escopeta neumática». De inmediato, enérgica, la griega sale en defensa del carpinterito: «¡Ah no, no, no, eso sí que no, será mucho lo que jode, sí, pero nada de matarlo, que no me entere yo!» Así transcurre la vida en mi pueblo.
Weiß/Colonia, 1.5.2008
Largo paseo en bici por el bosque. Coincide hoy la fiesta del 1° de Mayo con el Día del Padre en Alemania, que es tradicionalmente el jueves de la Ascensión. Un día de ruidosas excursiones colectivas de hombres, que terminan tradicionalmente en la taberna y trasegando cantidades de cerveza. Por dicha, no me tropiezo con ningún grupo sino nada más al salir del bosque y llegar a la orilla del Rhin, y es un grupo mixto, los hombres van con sus mujeres y hasta con un par de hijos adolescentes. Me siento a ver el tráfico del transbordador. Como el domingo pasado, que fue el primer festivo verdaderamente primaveral del año, hay mucha afluencia de ciclistas, los dos transbordadores están yendo y viniendo a la otra orilla, de donde llega la música de una verbena. Ya la empecé a escuchar en el seno del bosque, cuando me venía diciendo que todo ser humano contempla de otro modo la Creación. Lo recoje Margo Glantz en su libro Saña : Alguna vez, el pintor británico Stanley Spencer se preguntó qué acontecimiento en la vida de Dios propició la creación de los Alpes. Dentro de ese género de lógica, la respuesta sería : Un acontecimiento menos importante que el que propició la creación de los Andes, y de mucha menos importancia que el que propició la del Himalaya. Son esas epifanías vacías pero muy cómodas de usar como ómnibus mentales. Así, cabría decir que la pregunta de Spencer está motivada por el hecho de ser pintor. Yo, en cambio, me preguntaría qué orgasmo mental tuvo el Creador, sea Quien fuere quien haya sido, que lo celebró creando los bosques. Ese Creador que, por ejemplo, cubrió Europa de tal modo que un mono podría haber ido saltando de árbol en árbol desde la roca de Gibraltar hasta las ruinas del arca de Noé en la cumbre del Ararat.
Y otra reflexión boscosa : En Alemania, no importa cuán grande ni cuán denso sea el bosque, es bastante seguro que antes de que pasen diez minutos de entrar en él, te encuentres a alguien que camina, corre, va en bici, sacó a pasear el perro o está sentado en un tronco de árbol escuchando cantar a los pájaros. En lo más íntimo de su ser, el alemán es un homo selvaticus.
Weiß/Colonia, 12.5.2008
Hemos tenido a Karin de visita este fin de semana largo (el lunes de Pentecostés es día festivo en Alemania). Se ha ido hoy al mediodía, de regreso a Berlín. La casa parece muda, de repente. Pues Karin habla sin descanso, es una especie de radio humana que cambia de estación pero no de locutora. La buena educación y la amistad la obligan a veces a poner cara de quererte ceder el uso de la palabra en algún momento. No hay peligro de que suceda. Y nunca te das cuenta de cuándo cambió de tema en su monólogo sinfín, porque es una maestra consumada en el arte de usar “frases–puente”: «Y volviendo a donde empezamos», «Y esto me recuerda que», «Y por cierto, aunque no venga a cuento» (¡lo que ya es el colmo!)…
Ámsterdam 12.6.2008
Gonzalo Rojas me envía por mail su último poema, “Falta bencina”, de una belleza singular.
Ámsterdam 15.6.2008
Y ahora leo la correspondencia entre Hannah Arendt y Mary McCarthy. Qué maravilla… Cuando M. tiene en 1956 una aventura amorosa con un crítico londinense, John Davenport, aventura que termina con una ruptura, H. le escribe que las falacias de él («mentir acerca de sus orígenes y jugar a ser aristócrata en Inglaterra») eran tanto una sátira acerca de los ingleses, como también una estafa, pero en cualquier caso estaban relacionadas con hechos que de todas maneras alguna vez saldrían a la luz, mientras que por el contrario «alguien que miente acerca de sus “sentimientos” está realmente a salvo: ¿quién puede descubrirlo?» ¡Qué gran verdad! ¿Quién puede descubrir que alguien miente cuando dice que ama?
En vuelo de Ámsterdam a Bogotá, 25.6.2008
Mi compañero de asiento me revela de repente que está volando a Colombia porque ayer asesinaron a su hermano en Pereira. Mi primera reacción es casi de perro de Paulov: «¿Cómo así, las FARC, un sicario?» «No, nada más una simple pelea por un motivo sin importancia, estaban bebidos, y el que lo ultimó andaba armado». Me cuenta luego que lleva ocho años viviendo en Madrid, se desempeña como guardia nocturno, tiene legalizada su residencia y ha solicitado ya la nacionalidad española. Es la clase de ser humano con la que me gusta conversar y lo hago, porque no hay entre nosotros barreras al entendimiento como personas: él no sabe de mí sino lo que yo le cuento (y puedo ser muy reservado), y viceversa, y nos movemos libres en esa tierra de nadie sin tener que fingir que somos lo que no somos. Él mucho menos que yo.
Bogotá, 25.6.2008
El reencuentro con Gloria & Álvaro está a la altura de la amistad entrañable que nos tenemos. Pero apenas los he saludado me escapo a la cocina, en busca de Lucila. Es la primera persona por la que he preguntado en esta casa. Nunca olvidaremos Diny y yo cómo nos trató Lucila, el ama de llaves, la criada de confianza de los Castaño Castillo. Fue una madre para nosotros. Y siempre la recordamos. Ella acude a recibirme cuando entro, sin correr, sin hacer aspavientos, pero se le nota la alegría de verme, siente con qué cariño le tomo su mano con las mías (nunca la abrazaría, por respeto), y siento el cariño suyo devolviéndome el apretón: «Le estaba diciendo a ellas dos», me señala con los ojos a sus ayudantes de esta noche, «que nunca tuvimos mejores huéspedes en esta casa, como la señora Diny y usted». Le agradezco, pero me emociono a tope, tengo que salir de la cocina o me pongo a llorar.
Bogotá, 26.6.2008
Inauguración oficial del festival, con discursos ad hoc, y después comienza una de esas orgías de decibelios a las que llaman conciertos, y de la que huyo a todo trapo, refugiándome en la sala de invitados. Se me une Guillermo Díez, el corrector de El Malpensante, con quien mantengo una conversación interesantísima por lo que él me cuenta acerca de ese “país que no arranca”, como llama al suyo. Poco después se nos une el salsero Yuri Buenaventura, y al otro poco Óscar Benvenuto, quien se va derecho al piano y empieza a tocar…y toca como los ángeles, con lo que inspira a Yuri, que se sienta a sus espaldas y usa como caja de resonancia uno de los taburetes paralepipédicos de la sala. Y ambos improvisan (para Guillermo, las azafatas y quien escribe) un concierto distintísimo al de fuera y que es el primer momento mágico del festival, todos nos ponemos a bailar sin darnos cuenta, y la gente que pasa delante de la sala y mira hacia dentro, por la puerta abierta, se queda también a escuchar.
Bogotá, 29.6.2008
Inesperado éxito de nuestro coloquio (Sergio Dahbar y yo, con la moderación del buen Camilo Jiménez) sobre literatura y emigración. Cuando llegamos a la Biblioteca, donde se va a celebrar, Rocío nos sale al paso y nos dice que se han vendido todos los boletos, pero que hay mucha más gente que quiere asistir y se valen de todos los medios, p.ej. pedirle prestada la escarapela a un invitado, que goza del derecho a entrar en todas partes. Al final tienen que abrir las puertas para que la gente entre y se quede de pie en los pasillos, atrás, en fin, donde puede. También cuando llegamos, el reencuentro con Maruja Vieira y Anamercedes Vivas, acompañadas por Hernando Jiménez. Y asimismo reeencuentro con mi muy querido Luis Guillermo Aza, el mago de las grabaciones de HJCK, que durante años, años, años, todos los viernes, y todos los viernes con una puntualidad no ya británica sino de reloj Big Ben, me llamó por teléfono para grabar mis crónicas. Uno se siente un poco como en casa, aunque asimismo asustado por la responsabilidad. Pero el coloquio transcurre sin problemas: yo hago reír a la gente, Sergio la hace pensar, y Camilo está perfecto en su papel de Pibe Valderrama, dándole el pase de la muerte a cada interlocutor. Al terminar, nos felicitamos mutuamente, y creo que de manera harto justificada. Y parece que el público es de la misma opinión.
Medellín, 1.7.2008
Me lleva Héctor, directamente desde el aeropuerto, a hacer un recorrido por los alrededores de Medellín, por una zona de vegetación tan densa, tan ubérrima, que uno reincide en ese lugar común del paraíso terrenal y que así debió de ser. Pasamos por un poblado, El Retiro, donde nos detenemos a tomar café en la plaza mayor: es como un pueblo andaluz, menos por los balcones de madera, que remiten a las Canarias. Yendo allá me mostró Héctor una cascada que llaman, por su tamaño, “Tequendamita”, y luego de la parada en El Retiro, remontamos a un sitio muy alto desde el cual se ve un paisaje que parece de una Suiza tropical; de una belleza que quita el aliento, y una represa en el centro, como un espejo donde los dioses se miran por las mañanitas al levantarse. Me enseña Héctor los yarumos plateados, un árbol bellísimo que sólo crece entre los 2.000 y los 2.500 m. Finalmente me lleva hasta un lote que está pensando comprar, para hacerse una casa donde retirarse, en un lugar idílico, con una cascada oyéndose al fondo entre los árboles. Uno sale de la realidad para entrar en un mundo paralelo que asimismo existe y que no lo vemos aunque lo tenemos al lado. Y recuerda aquella tontísima frase pretendidamente llena de profundo sentido, de un pintor inglés, cuando se preguntó cuál sería el acontecimiento en la vida de Dios que propició la creación de los Alpes. Como dije cuando me enteré y repito ahora con los ojos aún llenos del paisaje que acabo de recorrer : Desde luego tuvo que ser un acontecimiento menos importante que el que propició la creación de los Andes.
Medellín, 2.7.2008
Cuando recién terminamos de almorzar suena el teléfono y alguien le comunica a Héctor que acaban de liberar a Ingrid Betancourt en un operativo de las Fuerzas Armadas. A ella, a tres gringos y a once miembros de las propias FF.AA., varios de los cuales llevaban más de diez años en poder de las FARC. Mientras Héctor echa raíces delante el televisor, en la sala de cine del apartamento, yo abro internet en busca de la página web de El País madrileño, y en ella aparece una cita en vídeo de la CNN donde se dice que IB y tres rehenes norteamericanos han sido liberados ¡¡¡¡¡por las FARC!!!!! Voy y vengo de la compu portátil al televisor, y así me entero de la ceremonia vomitiva del padrenuestro y los tres avemarías, con el aval de Uribe. Está Héctor emocionadísimo por el acontecimiento, pero al mismo tiempo asqueado por estas ceremonias de la confusión. Y luego, en un momento de reflexión sobre el futuro inmediato, me dice que vamos a tener poco público en mi conferencia, por mor de este golpe teatral, a lo cual le contesto que prefiero ver los rehenes libres a tener público en la sala. Sigo todavía con Héctor cuando se produce la declaración de IB. Está muy entera, y lo demuestra de un modo inesperado, siendo bastante repetitiva en sus agradecimientos, y aunque ello también se puede explicar emocionalmente, yo más bien lo atribuyo a un cuadro general de referencia en el que se mueven los personajes públicos en general, y no sólo en América Latina. Lo que me gusta de veras de su intervención es que les pide a las FARC que no ejecuten a los guerrilleros que estaban encargados de su vigilancia y custodia, y que han sido engañados por este exitoso operativo de las FF.AA. Pero en cuanto al resto, casi diría que ya está haciendo campaña electoral de nuevo. Y en cualquier caso se la ve bien, no tan desmejorada como en los vídeos famosos que circulan por ahí. Lo único que en el fondo me molesta es la vuelta a la rezadera de los padrenuestros y los avemarías, de rodillas ante las cámaras. ¿A qué Dios le agradecen, que permitió que muchos de ellos padecieran tortura y privación de libertad por más de diez años? Que se dejen de joder con esta comedia, carajo. También Héctor está que se sube por las paredes.
Hoy ha sido el primer 2 de julio que Diny y yo pasamos separados desde que nos conocimos, un 2 de julio, el de 1965, en Berlín. Muy atento, Héctor me dijo ayer que hoy tenía que llamarla por teléfono. Pero lo que hice fue mandarles un email a mis tres hijos (para ir sobre seguro de que uno de ellos sí abriría su buzón ayer u hoy), pidiéndoles que se comunicasen con la madre y le pasaran el número de teléfono de Héctor para que me llamase ella a las 4 de hoy. Con el asunto de la liberación de los rehenes, la llamada quedó en el olvido, pero poco antes de salir camino de la EAFIT abrí la estafeta y me encontré un mail de Montse y otro de Rebeca, ambas diciendo que si me había vuelto loco, que cómo iba a llamarme mamá a las 4 de la madrugada, a una casa extraña, aun siendo la de un gran amigo. Tenga usted hijos inteligentes para esto. Para que crean que su papá está ya definitivamente tan gagá como para pedir una cosa semejante. ¿Por qué no escribí que Diny me llamase a las 16.00 o a las 4.00 p.m.? ¿Sobrevaloré quizá la capacidad de comprensión de mis hijos, con la fatal consecuencia de que tendrían ellos razón al subestimar mi inteligencia?
Medellín, 3.7.2008
Héctor me dice que tiene que buscar un poema para la edición del viernes de El Espectador, «…y me gustaría uno que fuese jubiloso, por aquello de la liberación de los rehenes». Me concentro, descarto en voz alta un par de posibilidades y cuando Héctor ya regresa a su despacho (que tiene puerta de cristal a este balcón donde trabajo yo) de repente me pongo a cantar lo que me permiten mis pulmones y mis posibilidades:
Freude, schöner Götterfunke,
Tochter aus Elysium,
wir betreten feuertrunken,
Himmliche, dein Heiligtum!
Héctor sale al oírme cantar, y los dos sabemos ya que el viernes, en el rincón poético de EE, aparecerá la “Oda a la alegría” de Schiller. Ahora es sólo cuestión de buscar la letra en español. Pero nuestra amiga Miss Google nos ayuda de buena gana, basta preguntarle, es muy solícita.
En Otraparte, en esa Fundación (ellos la llaman Corporación) que honra la memoria del escritor y filósofo paisa Fernando González, una noche que transcurre linda, mi conferencia sobre el arte de traducir poesía ya suma pedigrí & rodaje, y la cronometré en 25’, a fin de tener luego harto tiempo de dialogar con el público; y eso porque mi experiencia me avisaba de que el público de Otraparte sí me iba a hacer preguntas (no como los universitarios o de otros lugares, que se limitan casi nada más que a oír, de modo que tienen que ser los profesores, sus auxiliares o quienes invitan, los que hagan las preguntas que el público no hace). Y no me equivoqué, las preguntas llueven. Casi tanto como está lloviendo afuera, ¡cuánto llueve en Medellín! Yo diría, sin mucho temor a equivocarme, que la conferencia fue un éxito, y además me reportó la promesa de una persona asistente a la misma, la de enviarme como regalo su ejemplar de “El viajero” en Pekín, de Arthur Miller. Es un libro del que he citado en extenso en el diálogo con el público, mencionando los problemas que enfrentaron Miller y sus traductores al poner en escena esta obra en Pekín, pues los parámetros socio–vitales son bastante distintos. Por ejemplo, sin ir más lejos: el espectador chino no lograría jamás entender que Willy Loman se suicide simulando un accidente, para que su esposa, ya viuda, cobre un buen seguro de vida… ¡En China no hay seguros de vida, que es una institución típicamente capitalista! Y al mencionar de paso que alguna vez le presté a un amigo mi ejemplar de ese libro, y que nunca me lo devolvió, un espectador otrapartino me dijo que él me regalaba el suyo. Los dioses le sean propicios y benignos. Ah, y del público también le llegó una pregunta a Héctor : Alguien sabía que su novela Angosta se publicó en China, y quería saber si tuvo alguna dificultad con los traductores. «No», le contestó Héctor, con una sonrisa como la del gato de Cheshire en Alicia en el país de las maravillas, «sólo me pidieron permiso para suprimir la palabra “Mao” en una lista de autócratas que aparece en el texto».
Weiß/Colonia, 18.8.2008
Creo haber descubierto la razón de la existencia del podio para la ceremonia de la entrega de medallas en los Juegos Olímpicos. Se trata de que, inevitablemente, quiéranlo o no, los vencedores le tengan que hacer una reverencia a los miembros del Comité Olímpico Internacional que se las entregan. Y el que más se debe inclinar es el que recibe la de oro.
Weiß/Colonia, 30.8.2008
Pasaron por la tele un programa dedicado a Carmen Polo, la esposa de Franco, el inferiocre (como yo lo llamo). Y naturalmente apareció Evita y su célebre viaje a España, y uno de los historiadores entrevistados para la documentación recordó que Evita quiso visitar un barrio proletario de Madrid, como para que sus descamisados argentinos se enterasen de que seguía pensando en todo ellos en todas partes del mundo. Y allá que la llevaron, en un descapotable, por el barrio de Lavapiés. Y desde las ventanas abiertas y vacías, y de las azoteas, de bocas invisibles, le llegaba una sola palabra: “¡Puta… ¡Puta!… ¡Puta!” El general Monasterio, quien la acompañaba, y que era un caballero de la antigua escuela (y militar de Caballería, que son los más cumplidos), se volvió hacia ella y le dijo: «No se preocupe, señora, esta gente es así. Yo ya llevo diez años jubilado y me siguen llamando “Mi general”». A Diny le dio un ataque de risa y empezó a aplaudir gritando “Bravo!”
Weiß/Colonia, 19.9.2008
Ha muerto Mauricio Kagel. Hoy. Acabo de enterarme por el telediario. Hace muchos años que no nos veíamos. Hasta 1995, cuando comenzó mi última etapa laboral en la Deutsche Welle, con lo que ello supuso de inversión casi copernicana de mis hábitos y mi trabajo, yo visitaba a los Kagel al menos una vez al mes en el camino de regreso de la DW a mi casa, la de ellos está justo a medio camino. Mauricio (Mauro) y Úrsula estaban siempre ávidos de las novedades en materia de literatura en lengua española, y yo era un poco el nexo suyo con ella, les aconsejaba libros, se los compraba vía Chus Visor, les prestaba algunos inencontrables. Y además a Mauro le encantaba oírme contar chistes. Y a mí me encantaba contárselos aunque a veces me daba miedo, por su risa. La risa de Mauro era muy especial, era como un tsunami que inundaba y hacía temblar las paredes del cuarto donde tomábamos el té. Mi relación con él comenzó cuando en la DW lo invitaron a grabar unos programas y me designaron redactor responsable, por parte de la sección latinoamericana, de la versión final. El primer día de grabación, y en un momento determinado, Mauro (a quien conocí aquél mismo día, en el estudio) dijo de alguna cosa –no recuerdo cuál– que ése era su aspecto “teleológico”, y luego, al terminar la frase se quedó pensativo y se volvió hacia nuestra cabina de grabación, alegando que tenía que repetirla porque se le había trabado la lengua, había querido decir “teológico” y no “teleológico”. Por el interfono le contesté que no era necesario, que yo me encargaba de editar la palabra. Entonces Mauro se levantó y salió del locutorio: «Eso quiero verlo con mis propios ojos», me exigió. Seguramente pensaba que era un farol: en aquellos tiempos analógicos, los redactores duchos en edición eran más raros que un perro verde, hasta el célebre Dr. Murke de Heinrich Böll le dejaba esa tarea a su técnico. Pero Mauro no podía saber que editar era para mí la mejor forma de hacer radio, de sentir la caligrafía secreta del medio. Así es que agarré la cinta, la rebobiné hasta encontrar ese “teleológico”, asesté dos cortes precisos suprimiendo la sílaba escrofulosa, pegué la cinta con adhesivo especial, y le hice escuchar el resultado: “teológico”. Mauro se volvió al responsable alemán de la producción, el doctor Stange, y le dijo: «A partir de ahora, mis programas, que los edite Herr Bada», y se metió sin más de vuelta en el locutorio. Y ese fue el comienzo de nuestra amistad.
Colonia, 5.10.2008
He dormido esta noche pasada en casa de Montse, cuidando de Paul y Oskar, porque los padres se fueron de juerga. Me desperté en la buhardilla, de madrugada, sin saber qué hora era y sin ningún reloj a la vista, y después de ir al baño y volverme a acostar, ya no pude reconciliar el sueño, sino entrar en una semisoñorrera en la que de repente yo estaba en un lugar extraño y sin mucha relación con el mundo en el que vivo (las casas bajas, encaladas; las calles de tierra o empedradas), y acudía a la casa de una persona que no sé quién podría ser porque no era ninguno de mis hijos, pero sí era la madre o el padre de mi nieta, que andaba enferma, y yo me acercaba a interesarme por su salud, y la niña chiquita se alegraba al verme, y yo la tomaba en mis brazos y la sentaba en el carricoche y la sacaba a pasear por el pueblo camino de mi casa, y para llegar a ella se pasaba por una calle empedrada donde el carricoche saltaba a cada momento, y cuando por fin arrribé a la casa, la sillita del carricoche estaba vacía, lo que no podía sino significar que la niña se me había caído por el camino, y entonces yo retrocedí angustiado paso por paso, registrando el empedrado minuciosamente porque recordaba que la niña se me había ido empequeñeciendo por el camino hasta ser casi del tamaño de una moneda de oro reluciente, que tendría que poder volver a encontrarla por su brillo, pero no, y ya casi llegaba a la casa de donde salí con ella para pasearla, con el corazón agarrotado cavilando en cómo iba a explicarles a los padres que perdí a su hija, y es en ese instante cuando, bañado en un sudor frío, me desperté del todo.
San Sebastián, 23.10.2008
Con el autobús 28 hasta el Boulevard y de allí a pie a la desembocadura del Urumea, y a partir de ahí el Paseo Nuevo, que es el más me gusta en todo el mundo, bordeando el monte Urgull y viendo el Cantábrico estrellarse contra las paredes verticales del paseo. Al llegar al extremo norte del mismo, y a la vista del Igueldo y la isla de Santa Clara en la entrada a la bahía de La Concha, uno de los paisajes más hermosos del mundo, parangonable con el de la entrada de la bahía de Guanabara de una manera para nada espectacular, sino sin alardes, me detengo para explicarle a Diny una cosa: que hace años, El País publicó por fascículos el atlas más completo de España que se haya hecho nunca, y en la publicidad se pavonearon de que en sus páginas no se les había escapado ni un solo accidente geográfico ni un solo asiento poblacional del país. Pero yo descubrí que justamente se les había escapado la isla de Santa Clara que tenemos ahí, bella, delante de nuestros ojos.
Sanlúcar de Barrameda, 5.11.2008
Cenamos en El Italiano mientras transmiten el Madrid–Juventus de la Champions League. Como estoy de espaldas al televisor, cuando todo el mundo grita el gol me digo que anotó el Madrid. Craso error: el dueño del local y sus hijos son todos italianos. La que marcó fue la vecchia dama, como llaman a la Juve. En cuanto a la esposa del dueño, tiene un acento en verdad andalú, pero raro, y cuando le pregunto, me dice que se crió en Bruselas, sus padres se la llevaron al emigrar, y allá fue a la escuela, donde aprendió francés y flamenco. De manera que terminamos hasta intercambiando frases en el idioma de Rubens. Y de Jacques Brel.
Sanlúcar de Barrameda, 6.11.2008
Durante el desayuno, César me habla de un pianista onubense, Javier Perianes, de quien me asegura que es extraordianrio, que sus interpretaciones son posiblemente discutibles desde el punto de vista de algunos músicos, pero que tiene un gran talento y una gran inteligencia, como lo ha demostrado en varias entrevistas con él que ha visto en la tele. Un descubrimiento para mí, y me revancho buscándole en youtube, y haciéndosela oír, el aria de Cunegunda, del Candide, de Bernstein, en la interpretación de Diana Damrau durante la inauguración del Campeonato Mundial de Fútbol, junio 2006, en el estadio de Múnich. César queda realmente impresionado de la calidad de mi soprano predilecta, a quien no conocía para nada, y se anota todos los datos para seguirla en su carrera.
Weiß/Colonia, 13.11.2008
Hacía tiempo que no le dedicaba ningún poema a Diny. Ayer, durante la siesta, empecé un soneto que acabo de terminar :
Con la mano de Diny así en mi mano,
el mundo se me vuelve confïable
y la vida se me hace soportable :
cobra sentido el adjetivo “humano”.
No es un misterio grande, ni un arcano
profundo –y mucho menos insondable–,
que esto sea lo que piense y lo que hable
con la mano de Diny así en mi mano.
Debe ser simplemente el buen amor
del otoño, tras tanta primavera,
y anticipando ya el amor de invierno.
Y sea lo que fuere, su calor
alcanza a calentar mi vida entera,
y al sentirlo, me pongo casi tierno.
Es un mal soneto, pero expresa mis mejores sentimientos. Una prueba más de que con buenos sentimientos no se puede hacer buena poesía.
Weiß/Colonia, 17.11.2008
He vuelto a la Edad Media. No sabía lo que me esperaba cuando el jueves de la semana pasada mi médico de cabecera me anunció por teléfono que los resultados de los análisis de sangre le decían que la mía había “engordado”, y que él me aconsejaba, para “adelgazarla”, una sangría, reponiendo con suero la sangre extraída. Qué decirle sino que sí, y organizar la cita para la más próxima fecha, es decir, hoy. Naturalmente me llevó Carlitos en su auto (porque yo no hubiera sido capaz de meterme en dos buses y caminar hasta la consulta, me habría sentido agarrotado todo el tiempo, casi sin poder dar un paso tras otro). Y desde luego me acompañó Diny, para estar a mi lado durante toda la operación. Que comenzó como termina una famosa sinfonía de Haydn, con un golpe de timbal: ésta –me anunció mi querido Dr. Ruppert– tan sólo iba a ser la primera de tres operaciones, en cada una de las cuales se me extraerían entre 300 y 500 cm³ de sangre, a un ritmo semanal. Me entregué a mi destino, por puro instinto de supervivencia o por dejación de la voluntad, no lo sé. Más allá de una hora duró la cosa, y yo todo el tiempo con los ojos cerrados, mientras el brazo zurdo se me durmió durante la sangría, estando yo advertido de que no debía hacer ni un solo movimiento para despertarlo, so pena de quebrar la aguja de la transfusión. Pero no dramatizaré. Nada más es molesta la primera tercera parte, la extracción de sangre, porque el elástico del medidor de la presión, aunque sea suavemente, actúa como torniquete sobre el brazo para que la sangre fluya, y sientes el toc toc toc toc del remolcador de tu jiúman body halando del mismo hasta el puerto. Y además no dramatizaré porque, por sobre todas las cosas, la Diny se quedó a mi lado todo el tiempo, con mi mano entre las suyas. Hasta que regresé de la Edad Media.
Weiß/Colonia, 23.11.2008
Vienen Angie y Chico con Vincent a casa, para almorzar con nosotros, y le pido a Diny que se ocupe del niño durante media hora o más, mientras les explico a sus padres todo lo que hay en esta compu, cómo funcionan sus archivos, mis códigos de registro de honorarios, facturas, etc., también dónde y cómo están organizados los archivos de papel con las certificaciones de los depósitos bancarios, las facturas de médicos y farmacias, y los formularios para nuestro seguro de enfermedad privado, a fin de solicitar las devoluciones correspondientes, no sólo suyas sino también de la Beihilfe (¿subsidio estatal?)… Y un largo etcétera. En fin, los dejo enterados de todo el papeleo y los archivos, y como última ratio les aconsejo que en lo que tenga que ver con mis manuscritos y mis libros recurran siempre a Carlitos, el mejor amigo que he tenido jamás, y a quien como albacea le dejo un poder firmado con copia para Diny y mis hijos.
[Cuando le envié ese poder a Carlos por email, para que lo imprimera y lo archivase en algún lugar seguro, me contestó: «A ver si te dejas de boberías y apuntas seriamente a los cien años, que queda poco. Entretanto me desaparezco yo; como participante activo del tráfico rodado, las posibilidades son múltiples. Y es que la idea que te mandases a mudar, cada vez me hace menos gracia. Como si lo estuvieras planificando, carajo». Por primera vez en la vida se me ocurre que Carlitos pudiera morir antes que yo, en alguno de esos estúpidos accidentes de tráfico, y me siento tentado a decirle que se lo prohibo, pero nada más le contesto lo siguiente, y es una profunda convicción: «No estoy planificando nada, sino tratando de dejar la casa en orden (“das Haus bestellen”, como dicen ustedes en alemán), y deseo vivir, pero con salud, todos los pocos o muchos años que tengan que venir»].
Noto que ambos, Angie y Chico están tensos y hasta puede que algo tristones, de que sea justamente a ellos a quienes les mando este viaje de arena gruesa, como dicen los viejos uruguayos. Pero siguen con suma atención mis explicaciones, y lo deduzco de las preguntas puntuales (y en ocasiones sorpresivas) que me hacen de vez en cuando. Al terminar les digo «¿Alguna duda?», y Angie me mira, me pasa la mano por el antebrazo izquierdo –el más cercano al corazón, pienso en un reflejo estúpido– y me dice: «OK, pero nos lo repites otra vez dentro de diez años, ¿sí?», y ahí se dispara como siempre el mecanismo del humor de patíbulo que hasta ahora me ha ayudado a soportar la vida: «¿Tan joven piensas tener alzhéimer?»
Weiß/Colonia, 13.12.2008
Estoy ante la compu, recién levantado, abriendo la estafeta virtual, cuando llega Diny con el Kölner Stadt Anzeiger en la mano y me pregunta cómo se llamaba la esposa de Kagel; Úrsula, le digo. «Ha muerto» me contesta, y me muestra la esquela en el periódico. Carajo, ni siquiera hace tres meses que murió Mauricio, ¿qué es esto? No pude acudir a las honras fúnebres, por culpa de la hijueputa KVB y su caótico servicio de buses y tranvías, y le dejé a Úrsula un largo mensaje en el contestador automático, prometiéndole visitarla pronto. Luego se me enredaron las cosas de la salud, vino la depresión que me ha tenido paralizado casi dos meses, y ahora ya es tarde para todo. Miro la esquela: nació el 22.12.1928, murió el jueves 4, la semana pasada, le faltaban sólo dieciocho días para cumplir los 80. Pienso en Deborah y Pamela, y en los dos nietos italianos, Davide y Paolo. Y como siempre, en el verso inmortal de Juan Ramón: «Y yo me iré y los pájaros seguirán cantando». No es muy buen prólogo para la fiesta de hoy, cuando Oskar cumple nueve años.
Weiß/Colonia, 19.12.2008
Una amiga muy querida me escribe: «Te recomiendo la última novela de Sergio Ramírez, de género policial, titulada El cielo llora por mí. Con decirte que la empecé a las 9 de la noche y no pude soltarla hasta llegar a la última página, pese a que no soy nada aficionada a ese género. Ya me dirás tu opinión, si es que te animás a leerla». Le respondo: «Te creo en lo de la novela de Sergio, él es un narrador de mucha calidad, y el policial siempre ha sido un desafío para un buen narrador. Por cierto, hay una policial que te recomiendo, se titula Crimen y castigo, es de un ruso de fines del siglo XIX, Dostonosécuántoseski, realmente magnífica. Aunque no te guste el género, ésta creo que te gustaría tanto o más que la de Sergio».
Weiß/Colonia, 21.12.2008
Una vez tuve un gato maravilloso, una verdadera maravilla. Mezcla de siamés y angora. Karin, su dueña, una alemana que vivía en Kigali/Ruanda, y al regresar aquí se convirtió en nuestra vecina, me lo regaló por mi cumpleaños, en 1976. Ella lo había encontrado tirado en un basural de Kigali, destinado a morir. Al tirarlo, el pobrecito quedó afectado en su columna vertebral: siempre que pegaba un salto, hacia arriba o hacia abajo, emitía un quejido de dolor. Karin lo llamaba Nikki. Pero era tan hermoso que yo lo rebauticé con nombre y apellidos gloriosos: Nicolás Fernández de Moratín. Aunque para mayor comodidad seguimos llamándolo Nikki. Según Diny, fue Nikki quien me salvó de la desesperación cuando murió mi padre. Creo que alguna razón no le falta en ello. Nikki me esperaba a la puerta cada día cuando yo regresaba de la redacción, y su lugar predilecto era mi regazo. A veces, en la noche, cuando escribía y me quedaba atascado en alguna frase, Nikki se daba cuenta de que algo andaba mal, despertaba, me miraba a los ojos y luego ponía sus zarpitas sobre el teclado (entonces de la máquina de escribir) como si me quisiera decir «Sigue, haragán». Mucho, mucho tiempo después, un día, en verano, estando Diny y yo solos en casa (los tres niños de vacaciones en España con mis padres), nos dimos cuenta de que Nikki estaba enfermo. Lo llevamos al veterinario. Le recetó varias medicinas pero sin mucha esperanza. Esa noche lo acostamos en la cama de nuestro hijo, que era un lugar suyo donde solía ovillarse cuando Chico no estaba en casa. En la madrugada me levanté para ir al baño y me encontré a Nikki casi a la puerta de nuestra alcoba, practicamente muerto. Se había arrastrado penosamente los casi seis metros, de un dormitorio al otro, para venir a nuestro lado. De inmediato llamé un taxi y me largué al veterinario de guardia, no podía verlo sufrir. Le dieron una inyección en mi presencia, mientras él me miraba con unos ojos que me hacían llorar. Tanto como lloraron nuestros hijos al regresar de España (no les dijimos nada, para no amargarles las vacaciones) y entraron en casa gritando «¡Nikki, Nikki, Nikki!» Y de común y tácito acuerdo nunca quisimos volver a tener un animal en casa.
Weiß/Colonia, 27.12.2008
Nos visita José R. Ovejero, que a su vez anda de visita en Bonn, con Renate, para ver a los tres nietos que ya tienen (los tres varones, como en nuestro caso). Es una de las muy pocas personas del mundo literario con quien me gusta conversar incluso de literatura. Siempre recordaré aquel primer día de hace tantos años, cuando llegó a casa, presentado por un amigo común, alemán, que había traducido uno de mis radioteatros, y también leído sus cuentos, pero no se atrevía a darle una opinión sobre ellos. José me trajo esos cuentos, y muy pronto nos hicimos amigos, y eso a pesar de que –como le dije– aquellos relatos estaban muy bien escritos, pero ya Cortázar los había escrito antes y mejor: que lo que tenía que hacer es encontrar su propia voz. Y vaya si la encontró. De alguna manera, además, soy el partero de su primer libro, sobre Bruselas, en la colección Las ciudades, de Destino. Valentí Gómez i Oliver me llamó un día para preguntarme si conocía yo a algún escritor o periodista español o hispanoamericano que pudiera escribir ese libro, y le contesté que sí, alguien que aunque todavía no había publicado ni un solo libro, era un autor excelente y que le recomendaba con una confianza absoluta. No he tenido nunca que arrepentirme de haberlo hecho, todo lo contrario: me despierta un legítimo orgullo.
2009
Weiß/Colonia, 8.1.2009
En el diario de hoy, en la sección local, nos informan de que se ha congelado el agua bendita en la pila ad hoc de la catedral. Lo que me parece contradictorio con la naturaleza bendita de tal agua es que los custodios catedralicios traten de mantenerla en estado líquido. Si no creen que ese hielo también es bendito, bastante más difícil debe resultarles creer que Jesucristo está en la hostia consagrada. De acuerdo con la liturgia católica, tanto la consagración de la hostia como la bendición del agua son dos fenómenos que dependen de la formulación de unas palabras, las divinas palabras de que hablaba Valle–Inclán. La mera reflexión sobre el hecho vuelve ridículos ambos fenómenos a la luz de los custodios catedralicios colonienses intentando, desesperados, licuar el hielo bendito. Más les valiera irse a Nápoles a licuar la sangre de San Jenaro.
Weiß/Colonia, 9.1.2009
Me envía un amigo, como anexo de un mail, una filmación sonora del Himno de Huelva, que parece que ha sido compuesto recientemente. Lo vi, lo oí, y después le escribí a mi amigo que qué decirle, sino que estaba llorando… pero de la risa… Porque hay muchas maneras de ponerse en ridículo, pero bueno, habría que elegir siempre la más discreta. Pienso por ejemplo, y casi que me vuelvo a reír a carcajadas, en la primera cuarteta del himno, cuando se habla de Martín Alonso en el puente (y aparece su efigie en la proa) y de Juan Ramón en la proa (y aparece la suya en el puente): pero bueno, si en la Huelva marinera –como tanto les gusta autotitularse– confunden la proa con el puente, ¿cómo fue que se cubrieron de gloria con el Descubrimiento? –ese que siempre escriben con mayúsculas–, en otras palabras, ¿cómo llegaron a América?… Con semejante sabiduría náutica lo congruente es que hubieran desembarcado en Palestina. De todos modos, eso es peccata minuta comparado con lo de cantar a Huelva con aire de jota aragonesa… a no ser que exista un Himno a Zaragoza donde se la cante por fandanguillos, y el compositor haya querido retribuir ese gesto. Ay, España no tiene remedio, me digo yo que la veo de lejos, con mucho cariño pero sin ceguera.
Weiß/Colonia, 14.1.2009
Antes de sentarme para desayunar pongo un CD en el equipo, y ya sigo oyendo música prácticamente todo el día, porque si exceptúo alguna pausa para salir de compras, etc., por lo general me quedo en casa, trabajando con la compu, y siempre o casi siempre con música de fondo. Hoy de mañana, buscando un CD que no hubiera oído en mucho tiempo, me cayó en las manos el Bolero de Ravel en una grabación de 1932, con la orquesta de Conciertos Lamoureux dirigida por el propio Ravel. Pues bien, de repente paré la oreja y me dije: «¡Eh, este no es mi Bolero, que me lo han cambiao!» : Escuchando atentamente, lo primero que se nota –si el oído no me falla– es que es un contrabajo lo que marca el ritmo, desde el primer momento. Y me pregunto si es que acaso existe una orquestación distinta, no sé si asimismo debida a Ravel, que es la que conocemos hoy en registros tan espléndidos como los de Leonard Bernstein o Serge Celibidache; una, donde el tambor redoblante (la caja, en el lenguaje de los músicos) lleva la voz cantante e in crescendo desde el mismo momento en que comienza la pieza. Siento una acuciante curiosidad por saberlo y le escribo a César, hasta su dorado retiro en Sanlúcar de Barrameda, para ver qué me dice. Horas después, César me contesta: «La pregunta que me haces acerca del Bolero no te la puedo contestar satisfactoriamente. Primero porque nunca tuve oportunidad de escuchar esa versión dirigida por el propio compositor. La verdad es que debe ser una “primera edición” valiosa para un museo sonoro. Sé que se ejecutó por primera vez en 1928 en un ballet donde actuó Ida Rubinstein, para quien había sido compuesta. También sé que Ravel la dirigió por primera vez en un concierto en 1930 con la Orquesta Lamoureux de París, de modo que la grabación que tú tienes la hizo dos años más tarde con la misma orquesta. En cuanto a la posibilidad de que exista más de una orquestación de la obra no tengo la menor idea y en los libros que puedo consultar no he encontrado ninguna mención sobre este punto. Lo único que recuerdo relacionado con la interpretación de la obra es que Toscanini la dirigió en París con la orquesta de Nueva York, estando presente en el concierto el propio Ravel, quien después de escuchar esa versión puso a parir a Toscanini porque la había ejecutado a un tiempo dos veces más rápido del debido. Toscanini se defendió argumentando que un bolero no es una marcha fúnebre. Me resulta muy extraño que en la versión que tú tienes la percusión haya sido sustituida en parte por el contrabajo, porque una de las ideas básicas que tuvo Ravel al concebir esta obra fue crear un ritmo casi obsesivo que iría creciendo en intensidad a lo largo de la obra, y esta idea implica que la percusión es insustituible para lograr ese fin. Creo que la parte de percusión está integrada por cajas orquestales (un tipo especial de tambor), timbales, bombos, platillos y algunos más. Pero creo que el contrabajo, instrumento de cuerda, difícilmente podría sustituir en la obra a la percusión, y menos siendo el propio Ravel quien dirige esa versión. He buscado por Internet esa grabación que tienes pero no aparece en ninguna parte. Guárdala con cariño porque debe ser ejemplar raro».
Weiß/Colonia, 31.1.2009
El canal Arte pasa un documental sobre la isla de Ijdwi. La isla de Ijdwi se encuentra en el centro del lago Kiwu, entre Ruanda y el Congo. La guerra tiene lugar en las orillas, no llegó a la isla. Los habitantes de la isla disponen de un solo medio de comunicación con los mercados en Bukawu y en Goma: un barco poco más grande que los vaporetti de Venecia, que tarda cuatro horas en el viaje de ida y otras tantas en el de vuelta, y sólo permanece en las orillas del lago el tiempo necesario para la carga y descarga. En la isla no hay electricidad, ni agua corriente, ni caminos asfaltados, los únicos vehículos son unas treinta motocicletas que fungen así mismo como taxis. La isla, si bien pequeña, está dividida en dos reinos, que no se combaten. Es como el negativo de la islita del Caribe de la que habla el Inca Garcilaso en sus Comentarios reales, donde naufragan dos españoles que se pelean y la dividen con una raya que ninguno de los dos traspasa… a no ser con un chorro de orina cuando el otro no mira. A la isla de Ijdwi no llegó la guerra. La isla de Ijdwi es, sin lugar a dudas, el ojo del huracán de la violencia en esa zona. Séalo pues por siempre, per saecula saeculorum.
Weiß/Colonia, 5.2.2009
Qué hermoso y evocador el texto de hoy de Ángeles Mastretta en su blog Puerto Libre. Le dejé un comentario porque menciona a la Virgen de los Remedios. En mi casa paterna de Huelva, todos los mayores (menos tito Laureano) eran extremeños, todos de Fregenal de la Sierra, un pueblo que se enorgullece de haber sido la cuna de uno de los más grandes talentos de la Historia, el sabio Benito Arias Montano.Y la patrona del pueblo es la Virgen de los Remedios, idolátricamente adorada hasta por mis agnósticos Badas y, desde luego, más que nadie, por mi abuela paterna, que se llamaba como la Virgen. Le cuento esto a Ángeles porque mi primer acercamiento investigativo a los misterios del idioma, siendo yo muy chico, pasó por ese nombre, y fue cuando le pregunté a mi abuela que por qué ella y la Virgen tenían nombre de medicina. Y mi pregunta no era tan traída de los pelos como parece, pues en Fregenal se veneran dos advocaciones de la Virgen: una es la de los Remedios, y la otra… la de la Salud. Misterios de la España profunda.
Weiß/Colonia, 13.2.2009
Cumpleaños de Carlitos. Según él dice, con su atravesado sentido del humor, el mismo día en que los ingleses comenzaron a bombardear Dresde, y como una pequeña compensación, la Historia lo hizo nacer a él.
Weiß/Colonia, 18.2.2009
Reportaje en la tele sobre las pirámides de Lambayeque, en el Perú. Cuando describen la Huaca Larga y cómo es que en ella vivían los jerarcas y los sacerdotes, y que el acceso a ella estaba rigurosamente controlado, se revela que los countries rodeados de tapias coronadas de púas, o alambre electrificado, y con perros policía y vigilancia armada, esas fortalezas urbanas donde se encapsulan hoy en día las clases pudientes de América Latina, tienen una larga tradición. Lo que no hubo fue un Héctor Abad Faciolince que escribiera una Angosta en quechua.
Weiß/Colonia, 21.2.2009
Voy a despachar unas cartas en el correo, en la calle principal, donde ya atruena indesoíble la insufrible música típica de los carnavales renanos. Y eso unas seis horas antes de que pase por acá el desfile carnestoléndico del pueblo. Me encuentro con Wefels, mi antiguo compañero de la Deutsche Welle, que vive junto a la oficina postal. Nos paramos como siempre a echar una parrafada, y en algún momento me pregunta: «En Andalucía, de donde viene usted, ¿también se celebra el carnaval?» «Sí», le contesto sin pestañear: «pero cuarenta días después». Echa las cuentas mentalmente y me mira arrugando el ceño: ¿le estaré tomando el pelo? Anticipándome a su pregunta le digo: «Le puede parecer una broma mía, pero le aseguro que es cierto». Eso lo tranquiliza, aunque le provoca todavía más extrañeza. Lo leo en su cara. Pero ¿cómo explicarle de otro modo la Semana Santa andaluza?
Weiß/Colonia, 24.2.2009
Me escribe mi buen ViQui desde Huelva : «Me vas a perdonar una rectificación (…) No era Ava Gardner a la que hacían hermana de Clark Gable [en Mogambo]. A la que realmente hacían hermana, de su marido, el antropólogo que interpretaba, si no recuerdo mal, Donald Sinden, era a Grace Kelly, que competía con la Gardner en la conquista del apuesto Marswell, guía del safari, que protagonizaba Gable. La censura se sirvió de un pasaje de la película para cambiar el diálogo y perpetrar el trueque. Debido a las circunstancias que vivían los supuestos hermanos, en realidad matrimonio, lo que no pasaba de ser un adulterio, se convertía en un incesto». ViQui tiene razón, me equivoqué en las personas afectadas, pero pensándolo bien, no es que «lo que no pasaba de ser un adulterio, se convertía en un incesto», sino que en la versión española, y por obra y gracia de la censura, además de un adulterio, hubo un incesto. Este es un ejemplo supremo de cuán vigente sigue la ley de la carabina de Ambrosio.
Weiß/Colonia, 4.3.2009
La catástrofe del Archivo Histórico es mucho peor de lo que podíamos sospechar anoche. Este archivo era (¡era!…) uno de los más importantes de Europa. Y su destrucción parece haber sido debida a las obras de la nueva línea del Metro, que ya hicieron inclinar la torre de la iglesia de San Juan, de manera peligrosamente semejante a la de Pisa, a sólo una cuadra de distancia del Archivo. Es de mear y no echar gota. El alcalde mayor, de un oportunismo vomitivo, asegura que las obras del Metro no pueden continuar así, que ha sonado la hora de la política, que no pueden exponerse la sustancia arquitectónica de la ciudad ni la seguridad de los ciudadanos al deseo de llegar un par de segundos antes a otro lugar (dijo “segundos”, sí) gracias a ese medio de transporte público. Como si no hubiera habido un rechazo general a las obras de esta nueva línea por la gran mayoría de los colonienses, como si no hubieran sido los políticos, en alegre y coloniense contubernio con las firmas constructoras, quienes llevaron adelante el proyecto contra viento y marea. A saber las cantidades que no se habrán embolsillado, en el ejercicio del Kölner Klüngel, del compadrismo arquetípico de la corrupta vida pública colonesa. Cinismo mayor no cabe, la remilputa que los remilparió.
Rebeca llama por teléfono para contarnos que en la boutique donde trabaja (una tienda de lujo en el eje comercial del centro de Colonia) sintieron un temblor como de terremoto, cuando se derrumbó el Archivo, a sólo dos cuadras de distancia.
Weiß/Colonia, 7.3.2009
Exquisito el ossobuco de Diny para la cena de hoy. Y el postre es que concluyo la lectura de la biografía de Jane Austen por Jon Spence. No es una gran obra literaria, pero se aprende mucho de Jane, leyéndola. Insuperable me parece sobre todo el análisis de por qué sus heroínas nunca son mostradas como madres. En su propio entorno familiar, Jane tuvo que arrostrar la pérdida prematura de dos cuñadas a quienes sus maridos (los tan queridos hermanos de Jane) dejaban embarazadas casi sin pausa entre un hijo y otro. Concluye Spence su análisis con un agudo e irónico párrafo acerca de Persuasión : «Cuando escribe al final de la novela [hablando de Anne Elliot, la protagonista, ya felizmente casada con el capitán de fragata Wentworth] que “nada sino el temor a una futura guerra podía ensombrecer su dicha”, [Jane] tiene que haber esperado que por lo menos sus lectoras añadieran: “o la perspectiva de un nuevo embarazo”. Jane Austen hizo por su heroína lo que pudo: Anne Elliot era demasiado mayor como para traer al mundo once hijos en menos de veinte años».
Weiß/Colonia, 29.3.2009
Ayer les escribí a Susana, que es medio inglesa, y a Jordi, que fue lector en Oxford, y también a Rolando, que adora todo lo British (y es hincha del Manchester); les escribí que me dieran el gusto de saber que también ellos estarían hoy a las 15.30 del meridiano de Greenwich delante del televisor, vistiendo alguna prenda azul oscuro (no sé por qué, pero a Susana y Rolando me los imagino a favor de Oxford), mientras yo luciría acá mi chaleco azul celeste (un Peter Scott, regalo de Rebeca, que es vendedora en una boutique súper chic de ropa británica, yo no podría permitirme tales lujos), y los cuatro viendo la transmisión en directo de The Great Boat Race, la regata tradicional Oxford versus Cambridge, en el Támesis, una fecha fija en mi almanaque. Es la regata 155 e íbamos a por la octogésima victoria (Oxford por la 75), para festejar los 800 años de la Universidad. Go ahead Cambridge! Pero ganó Oxford: resignación, y hasta el año que viene. Perder hay que saber. (Shit!)
Weiß/Colonia, 1.4.2009
El equipo de Oskar jugaba hoy en Weiß, así es que consideré mi deber de abuelo acudir al campo (está a cien metros de nuestra casa) y apoyarlo moralmente, para lo cual me coloqué los dos tiempos detrás de su arco. Me vine de regreso casi terminando el partido porque el sol ya se había puesto y aunque la luz crepuscular era engañosa, la brisa que corría era fresca de más. Iba perdiendo el equipo de Oskar por 5:1. Mi querido niño tuvo reflejos que hubiera firmado Oliver Kahn, y le colaron goles de a deveras tontos, perfectamente evitables. Tiene que entrenar más su juego en la línea de gol y bajo los palos; cuando sale del área suele ser seguro y contundente.
Weiß/Colonia, 9.4.2009
Ana Carmen me escribe desde Asunción : «Me encantó tu descripción del magnolio. Sabrás que me encantan las flores, y las de color azul más aún, son muy escasas. En casa tengo una planta que le llaman «manuelita», cuya flor es de color azul turquesa, y que tiene también su nombre en guaraní, que por cierto es muy descriptivo: «guaigui tatú», «vagina de vieja»».
Pa que luego digan qu’uno es un malpensao… Y a propósito: ¿cómo será “vagina de lolita”? ¿”guaigui kuñataî”? Porque “tatú”, me apuesto mi única corbata de Armani, debe de ser alguna nominación metafórica despectiva y/o cariñosa de “vieja”. Basta ver la foto de un armadillo.
Weiß/Colonia, 10.4.2009
En el número de Nexos de este mes hay un estupendo artículo de David Miklos sobre el tema de las películas que abordan el Holocausto y un par de conductas individuales. Curiosamente omite toda referencia a El pianista, de Polanski, pero sobre todo a una pequeña obra maestra producida por Barbra Streisand, Varian’s War, con Julia Ormond y William Hurt; la odisea de Varian Fry, un héroe comparable tanto con Schindler como con John Rabe. Y aún queda por filmar la película que cuente la historia del # 39 de la Rosenthaler Strasse de Berlín, por cuyo primer patio interior se accede a lo que fue una pequeña manufactura de escobas de barrendero, una pyme (como diríamos hoy) de Otto Weidt, un hombre justo, que daba empleo en su taller a ciegos y sordomudos, además de que en un cuarto secreto –al fondo del tallercito– escondía a judíos y no judíos declarados oficialmente como ciegos o sordomudos, y perseguidos por la Gestapo. Hace muchos años, cuando supe de este lugar, acudí a visitarlo en la primera ocasión que viajé a Berlín. Estaban entonces habilitándolo como meta de excursiones de turismo histórico. Logré persuadir a los estudiantes encargados de los trabajos, de que nos encerraran en ese cuarto secreto, a Diny y a mí, durante algunos minutos. Y al igual que en el escondite de Anna Frank, en Ámsterdam, me sentí como en un lugar donde se te encoje, y al mismo tiempo se te agranda el corazón; sístole del pavor y la congoja, diástole de la fe en el ser humano.
Weiß/Colonia, 17.4.2009
Aurora [Bernárdez] me hace llegar, vía Carles, un tesoro impagable. El # 71 (de una edición no venal de sólo 133 ejemplares) de un libro titulado Papelitos, reproducciones facsímiles de hojas y de trozos de papel donde Julio [Cortázar] anotaba ideas, frases, dibujos… Me quedo mudo de asombro, y de una gratitud inexpresable, al hojearlo. Y absorbiendo febrilmente Cortázar en estado magmático: «»El malumno» : El malumno es ese punto que le dice casi en seguida a la maestra, señorita tengo que ir al servicio, interrumpiéndola justo cuando iba a explicar que la begonia pertenece a la flora y el chancho a la fauna. Un buenumno tiene la barriga controlada pero el malumno justo en la regla de tres compuesta o en la Santa Alianza. Andá nomás, dice la martirestra, suspirando en nombre de Montessori y Mantovani»… «No deliberadamente, pero a la vez queriéndolo, deberíamos vivir el presente de tal manera que el futuro sea lo más rico posible en pasado»… «Un buen soneto es una máquina, y esto no tiene nada de peyorativo porque hasta ahora no he visto ninguna buena máquina que fuera un soneto»… «Me gusta la literatura pornográfica, no es una confesión, es un rescate»… «Esas noches en que todo va de contramano, en que mirás la luna y ves un alka–seltzer»… «Empezó a llover afectuosamente»… y ya casi al final, con los ojos arrasados: «Era zurda de una oreja».
Weiß/Colonia, 22.4.2009
Un par de noches atrás, cuando pasó la tele La mano izquierda de Dios, con mi pobre Bogey de cura en China, fui persiguiendo en su rostro el adjetivo exacto hasta que lo encontré: estoico. Hay una larga tradición de rostros estoicos en el cine de Hollywood: además de Bogey, Gary Cooper, Kirk Douglas, Montgomery Clift, Steve McQueen, Robert Mitchum, Al Pacino, Clint Eastwood. Hay también una tradición de rostros epicúreos, y su ejemplo máximo sería Cary Grant, muy por delante de Spencer Tracy, Clark Gable, James Stewart, Burt Lancaster, Rock Hudson, Robert Redford, George Clooney. Menos frecuente de lo que se piensa, es el rictus diabólico: Richard Widmark über alles, y a prudencial distancia Lee Marvin. Hay desde luego los rostros icono: Chaplin, Keaton, Welles, Peck, Brando, Newman, Nicholson. Y hay además tres categorías per se: a) los rostros cross over, como Leslie Howard, Dustin Hofman, Robert de Niro, Harvey Keitel, Tom Hanks; b) los rostros para el Museo de Figuras de Cera, liderados sin duda alguna por Yul Brynner; y c) los rostros ground zero, como esa cara de otario de Nicholas Cage, esa invariable cara de no entender nada, ¡nunca!, de llegar a casa, abrir el ropero del dormitorio conyugal y descubrir que su esposa tiene una (una) amante. Ni siquiera convence cuando es el rostro que más le conviene al personaje, por ejemplo en City of Angels. He renunciado a ver pelis suyas porque me enerva semejante cara.
Weiß/Colonia, 2.5.2009
2 de mayo. Hasta hace poco pasábamos este día todos los años en Madrid y acudíamos a su cementerio más pequeño. Minúsculo más que pequeño. En él están enterradas únicamente las víctimas de los fusilamientos del 2.8.1808, la cobarde represalia del ejército invasor francés contra la rebelión del pueblo madrileño, inmortalizadas ambas por Goya en dos cuadros suyos del Prado que son, con la maja doble y La familia de Carlos IV, algo así como los cuatro puntos cardinales de su pintura. Este cementerio no se abre al público sino el 2 de mayo. Hay un libro de visitas junto al altar de la capilla, y en él dejé escrito una vez: «Gloria al pueblo que fue el primero en alzarse contra Napoleón, y el último en rendirse a Franco».
Ámsterdam 19.5.2009
Hoy, en el diario Het Parool, uno de los dos que recibe Willy, encuentro un chiste gráfico de Zak que me encanta. Me encantan, por lo general, los chistes graficos de náufragos en islas desiertas, y hasta tengo una bastante buena colección, para la cual recorto este de Zak. En él se ve una islita mínima, un islote donde solo existe un árbol de tronco más bien grueso, que crece en su centro. En la línea del horizonte hay un barco. Y en el islote un robinsón… escondido detrás del tronco del arbol (de cara al lector) para que no lo vean desde el barco. Lo que más gracia me hace es que además ese náufrago se parece a Carlitos como una gota de agua. Pero debo añadir que no siempre me hacen gracia los chistes de Zak. El año pasado, cuando diez soldados franceses murieron en una emboscada en Afaganistán el 18.8., Zak publicó en un diario flamenco un cartoon donde se veía en primer plano la hilera con los féretros, todos condecorados, y dos transeúntes que pasaban al fondo comentando: «Hasta de Afganistán vuelven con medallas los franceses». La referencia a los JJ.OO.de Pekín era clara, y la libertad de expresión es intangible, ya lo sé. Pero y la compasión, y la piedad, ¿qué se hizo de ellas?
Ámsterdam, 28.5.2009
Encuentro en su casa con Raúl Marroquín, tan lleno de proyectos como siempre, tan excelente cocinero, con tan buenos vinos para acompañar su buen condumio. Me asegura que siempre les cuenta a sus amigos de por acá que un amigo español, yo, ha descubierto que el dogma de la infalibilidad papal se le ocurrió al único papa neerlandés de la Historia, Adriano VI. Es una de mis más viejas bromas sobre el carácter de los habitantes de los Países Bajos. Ahora bien: es una broma muy seria. También me cuenta Raúl de la reciente muerte de un fotógrafo por quien nunca sintió simpatía aunque al final había terminado, según sus palabras, «por aprender a soportarlo». Acudió al entierro, y al terminar la ceremonia, caminando hacia la salida junto a la viuda, le preguntó qué pensaba hacer con la obra de su esposo. Quemarlo todo, dijo ella, sin vacilar y sin dejar una sombra de duda de que esa era su determinación. Raúl se quedó de una pieza y preguntó la razón de semejante auto de fe. La viuda le explicó que ella y sus hijos habían estado revisando los archivos de placas y negativos dejados por el difunto y encontraron en ellos cientos de fotos pedofílicas. Tableau! Y luego me cuenta Raúl de su cena anoche con la ministra colombiana de Cultura, una joven negra muy hermosa, Paula Marcela Moreno Zapata. “Cachaca” me dice Raúl, y al ver mi mirada de incredulidad me asegura que también hay negros de Bogotá, no solo de la costa. «Tengo preparada una broma», me dice, «voy a llamar al canciller de la embajada y le voy a preguntar que si tiene el número del móvil personal de la ministra, y como naturalmente me dirá que no, le contestaré que yo sí, y que no se lo doy». Y así, conversando conversando, y sin darnos cuenta, se nos pasan tres horas.
Ámsterdam, 29.5.2009
Sobre la mesa del salón (habitación enorme que es a la vez living, comedor y cocina, separada del resto por un mostrador/armario), sobre la mesa del salón, pues, también se amontonan los libros. Estas dos semanas he estado viendo todos los días, a la izquierda, al desayunar, almorzar y cenar, un volumen titulado ’14–’18 De Grote Oorlog [1914–1918 La Gran Guerra], y todas las veces me tengo que acordar de una chilena voluntarista con ínfulas de poeta, en Alemania, que una vez me envió un texto suyo donde hablaba de que la guerra civil española solo fue el preludio de la Gran Guerra del 39–45, y de que Pablo Neruda le dedicó un libro, España en el corazón, donde lloraba la muerte de su amigo Miguel Hernández. Respetuosamente le comenté que la expresión “Gran Guerra” se reserva por los historiadores para la del 14–18, de la que se creyó ilusamente que había sido una guerra para acabar con las guerras; y que mal podía llorar Neruda a Hernández en España en el corazón, que se editó en 1937, esto es, en plena guerra civil y con Miguel peleando en el frente. Me contestó muy airada y sobradora, tachándome poco menos que de eurocentrista, y diciendo que para ella la guerra del 39–45 era una Gran Guerra si le daba la gana de llamarla así, y que a ella, chilena, nadie le iba a dar lecciones en el tema de Neruda. Aún más respetuosamente, la mandé al carajo. Allá debe de seguir, porque no he vuelto a saber de ella.
Weiß/Colonia, 10.6.2009
Reconozco que no estaba preparado para esta avalancha de emails, correo normal, envíos por mensajeros especiales, llamadas telefónicas. Todo el día en danza, y todo porque llegué a ser lo que Julio Camba definió diciendo: «Septuagenario: palabra terrible, tanto por su forma, como por su contenido». Óscar Domínguez me dedicó una crónica periodística retroactiva, del día de mi nacimiento. Mi hermana Susi me mandó de Buenos Aires un llavero de plata cuyo motivo son mis iniciales. El capitán Piene me felicitó desde su barco anclado en el puerto de Iquique. Y cuando el cartero me hizo firmar el recibo de un certificado, y abrí el sobre de cartón DIN A4 que me enviaba Manfred Blaeser y vi su contenido, ya no pude más: me eché a llorar. Manfred me ha regalado una acuarela original de Hermann Hesse, firmada por el autor. No sabré nunca cómo revancharme. (¡Qué verbo tan alemán!… pero qué certero, redimensionando la revancha como positiva)
Weiß/Colonia, 11.6.2009, Corpus Christi
En el tranvía, camino de la fiesta de aniversario de Vincent, que hoy cumple seis años : Va una señora de unos sesenta años largos, de mediana estatura, no corpulenta pero sí bien alimentada, fea sin ofender la vista, vestida con un traje color yema de huevo, un sombrero color marfil, y zapatos, paraguas y bolso a juego con el conjunto. Diny conjetura que luce colores vaticanos y está acudiendo a la procesión fluvial del Corpus, una de las grandes festividades de la católica Colonia. Pienso en el texto dedicado al tema que publica hoy el cardenal Meissner en el diario, y me pregunto si tendré razón al creer que de obispo para arriba no se puede ser sino ateo, pues ellos deberían estar mejor informados que nadie. Pero Meissner al menos lo disimula, o trata de hacerlo. O bien es tan tonto que no se ha enterado todavía.
Weiß/Colonia, 24.6.2009
Lo que está sucediendo en Irán es algo de mear y no echar gota. El tal Ahmadineyad (o como se transcriba su nombre en cristiano… nunca tan bien empleada la expresión) tiene una tal cara de tonto de pueblo, que uno se pregunta cómo semejantes cretinos llegan a posiciones elevadas en la política… hasta que uno se acuerda de Berlusconi, Aznar y WC [sic] Bush. Sin duda alguna hay metástasis en el cuerpo político. Pero por eso mismo, la airada protesta de los iraníes es algo magnífico, revelador, tanto que los israelíes más inteligentes, como el periodista Zvi Bar’el, de Haaretz, el diario puntero de la prensa de Tel Aviv, se preguntan ya, y lo hacen en público: «Por el amor de Dios, ¿a quiénes vamos a bombardear?»
Weiß/Colonia, 26.6.2019
Los canales de tele están saturados de Michael Jackson. «De mortuis nihil nisi bonum», dizque dijo uno de los siete sabios de Grecia, pero yo no siento la más mínima compulsión a dejar de hablar mal de una persona que como artista me parece una invención de los medios, que jamás logró conmover una sola fibra de mis sentimientos estéticos, y a quien como persona catalogué y sigo catalogando como un racista al revés, un negro que quiso ser blanco, invirtiendo una considerable parte de su fortuna en la desafortunada tarea de blanquearse, con el lamentable resultado visual que paseó por el mundo en sus últimos años. [Formidable el comentario de un periodista estadounidense, a propósito del seno derecho puesto al desnudo por una hermana de Jackson durante una final de la Super Bowl del fútbol americano: “Por lo menos en un caso, la cirugía ha conseguido resultados estéticamente presentables dentro de dicha familia”].
Weiß/Colonia, 30.6.2009
Desde anoche, Alemania campeona europea de fútbol sub 17, sub 19 y sub 21, al ganar por 4:0 a Inglaterra, con dos goles del centroforward Wagner. Comenta el Daily Telegraph que otra vez ha tenido lugar para Inglaterra, contra Alemania, el crepúsculo de los dioses… y esta vez además hasta con Wagner. Ah, el sentido del humor inglés, incombustible.
1.7.2009 En el tren, camino de Bremen
En el asiento directamente enfrente del mío, un joven que desde que salimos de Colonia está leyendo La noche de Lisboa, de Erich Maria Remarque, un libro que no casa con su aspecto. Y en el asiento de la fila siguiente, enfrente de mí en diagonal y al otro lado del pasillo, una gordita con una falda de tajo a ½ muslo, absolutamente anerótica incluso cuando cruza las piernas dejando a la vista ⅔ de sus carnosidades. Masca chicle y escribe, como yo, en una libretita. ¿Qué escribirá? Me río al pensar que tal vez esté escribiendo: «En el asiento de la fila siguiente, enfrente de mí en diagonal, un tipo bastante mayor, calvo, que no cesa de echarle una ojeada a mis piernas mientras escribe, como yo, en una libretita. ¿Qué escribirá? Me río al pensar que tal vez escriba: “En el asiento de la fila siguiente, enfrente de mí en diagonal, una mujer con una falda de tajo a ½ muslo, que cuando cruza las piernas deja a la vista ⅔ de sus encantos. Masca chicle y escribe, como yo, en una libretita. ¿Qué escribirá?”» Etcétera.
Helena nos lleva a almorzar a un restaurante a la orilla de un canal, en la única calle que queda de la “ciudad vieja” de Hamburgo destruida en 1842 por un incendio feroz. (Muy cerca de donde comemos, en el 19 de la Königstrasse, nació en 1813 –según Julio Verne– el profesor Lidenbrock, protagonista de Viaje al centro de la tierra. Curioso, ¿no? El viaje lo realiza a sus 50 años, es decir, en 1863, es decir, veintiún años después del incendio pavoroso que redujo su ciudad a cenizas, y a él parece que le estimuló el gusto por el fuego, se marchó a Islandia para descender al fondo de un volcán). En el restaurante encargo sopa de pescado a la bretona, y la camarera, muy joven, me advierte que a la bretona es sin tropezones, no como la bullabesa de Marsella. La tranquilizo diciéndole que lo sé y que no voy a reclamarle luego si no encuentro mis pedazos de pescado y de marisco. Cuando llega, la sopa está muy rica, o es que me sabe mejor porque la camarera, aún tan joven, es una profesional esmerada.
Hamburgo 2.7.2009
La conferencia creo que fue un éxito, digo suponiéndolo por la duración y la intensidad de los aplausos. Al final tuve que echar mano al micrófono, agradecerles y pedirles que no gastasen en aplausos el tiempo del coloquio. Fue vivo y variado. Dos onettianos no se habían sentido muy felices con mis reflexiones y lo hicieron notar. Me defendí tanto del academicismo como del furor del converso. Estoy harto de oír eso de que lo que leemos en una novela no refleja las opiniones del autor sino la de sus personajes, cómo se nota que quienes lo dicen no han escrito jamás una narración. Porque entonces sabrían que incluso cuando los personajes hablan con voz propia, esas voces propias se nutren de lo único que pueden nutrirse, del manantial que brota del autor. Al carajo con tanto estructuralismo y tanta deconstrucción, joder. Cuando se pone fin al coloquio, llega veloz hasta el podio un uruguayo de edad bien madura, me felicita y me aprieta la mano sin soltarla, largo rato, emocionado y diciéndome que yo había expresado en palabras lo que él siempre pensó leyendo a su compatriota. Más o menos me dio a entender que tenía encima un diagnóstico en dirección alzhéimer, pero que había cosas que no podían borrarse de la memoria y algunas de ellas eran los sentimientos de que yo hablé que había experimentado leyendo a Onetti y que eran idénticos a los suyos. Me lo decía con los ojos muy al borde del llanto, y logró conmoverme. Afuera, había vino uruguayo y empanadas, obsequio del consulado, y tuve que saludar a tanta gente que quería a toda costa decirme algo respecto de mi conferencia… A quien se me presentó como cónsul de la Argentina le contesté que «nadie es perfecto», y muy diplomático lo asumió con una sonrisa, pero se esfumó enseguida. Y Helena me vino a decir que el chico que me había casi increpado en el coloquio era un especialista en Onetti, con página web y todo, y que estaba muy dolido porque yo le había escupido el asado, había ultrajado a su ídolo. Me llevó hasta él, para que conversáramos un poco, y lo hice, intenté que entendiese, en su intransigencia monotemática, que podía haber tantos Onettis distintos como lectores tuviera, y que la mía era nada más una opinión. De todos modos, no sólo no lo hubiera convencido nunca, además me faltaba poder de convicción porque interiormente me estaba riendo de él desde que vi su camiseta, dedicada al infame gol de Maradona, el de aquella presunta “mano de Dios”. Poco después, y mientras yo todavía maquinaba qué excusa inventar para escapar de allí con NH, llegó Helena y me dijo sin mirarme, en voz baja, “Huyamos, si no no encontramos ningún restaurante abierto”. Y me fui siguiéndola, resignado a mi suerte.
Weiß/Colonia, 6.7.2009
Le cuento a Graciela de cómo Goethe, a los 74, se enamoró de Ulrike, de 17, por quien compuso la estremecedora Elegía de Marienbad. Y le digo que me tiene preocupado lo pésimo de su traducción al castellano: sus 23 estrofas se quedan reducidas a 10 en la versión no sé por qué famosa de Guillermo Valencia, el colombiano, y de la versión de Cansinos Assens, en las obras completas de Aguilar, mejor no hablar, ya los dos primeros versos son espantosos y además incomprensibles:
Y cuando en su dolor enmudecen los hombres,
A mí un Dios lo que supo expresar permitióme.
En alemán suena tan sencillo…
Und wenn der Mensch in seiner Qual verstummt,
Gab mir ein Gott zu sagen, was ich leide.
O sea:
Y cuando en su dolor se calla el hombre
me hizo decir un dios lo que yo sufro.
¿Es que era tan difícil decirlo así? ¿o será que Cansinos Assens jamás se enamoró de una mujer a la cual le triplicaba la edad?
Weiß/Colonia, 14.7.2009
Durante el desayuno, el diario me informa de que, según la Federación de Contribuyentes al Fisco, sólo recién a partir de hoy, 14 de julio, el dinero que gane ya será nada más que mío y para mí, es decir, que los seis meses y trece días anteriores estuve trabajando para el Estado: no sé si echarme a llorar o a reír. En estos casos lo más aconsejable es hacer ambas cosas, una detrás de la otra, y lo más saludable dejar la risa para el final.
Weiß/Colonia, 15.7.2009
Por primera vez en su larga historia, el Tour de Francia ha pasado hoy por Saint–Sauveur–en–Puisaye, el pueblito natal de Colette. Los reporteros la mencionaron. Sonaba curioso, como si escuchases una referencia a Borges en la retransmisión de un Racing–Independiente.
Weiß/Colonia, 18.4.2009
He vuelto a verla por enésima vez. El juicio de Núremberg se estrenó en España con el título Vencedores o vencidos. El reparto es un lujo: Spencer Tracy, Marlene Dietrich, Judy Garland, Richard Widmark, Maximilian Schell, Burt Lancaster… Pero es Montgomery Clift quien se lleva la palma, en el papel de Rudolph Peterson, el judío esterilizado por los nazis. A Monty le ofrecieron el papel de fiscal, que luego asumiría Widmark porque Monty, después de leer el guión, lo rechazó y ofreció hacer el de Peterson, gratis. Stanley Kramer quiso pagarle 100.000 dólares, pero Monty insistió en actuar de manera gratuita. «Era una sola escena que podía filmarse en un solo día» –explicó–, «desde el punto de vista comercial consideré que era más práctico hacerlo desinteresadamente a rebajar mi caché o negarme a interpretar un papel que deseaba». Y lo bordó, actuando como si estuviera a solas con Spencer Tracy, con los ojos de un niño de diez años, susurrando, sólo tiene un arrebato semihistérico cuando muestra la foto de su madre. Valdría la pena este film aunque sólo fuera por esa actuación, que le valió a Monty la nominación al Oscar como mejor actor de reparto. Debe ser la nominación récord en materia de brevedad en pantalla: unos siete minutos, intensos como un orgasmo a contrapelo. También fueron nominados en esa categoría George C. Scott y Jackie Gleason, ambos por The Hustler, y Peter Falk por Pocketful of Miracles, pero quien ganó fue George Chakiris por su desempeño en West Side Story, que es en verdad magnífico… sólo que le falta el aura de lo sublime, la que envuelve a Monty durante esos siete minutos imprescriptibles para la memoria. (Sublime, para calificar, es un adjetivo que solo uso con cuentagotas, y aún menos como sustantivo, casi nada más que a cada muerte de obispo).
Weiß/Colonia, 25.7.2009
Una amiga mexicana me envía el siguiente mail: «Querido Ricardo ¿por qué no te inscribes en Facebook? Creo que te gustará y hallarás muchos amigos (como yo ), y conocidos». Le contesto: «Parece mentira que todavía no sepas que esas organizaciones (Netlog, Twitter, Scarfacebook –como yo la llamo–, etc.) están todas financiadas por la CIA y entidades homologables, para tener acceso a directorios privados sin cuento». Me responde, hasta contrita: «Ah, no sabía. Gracias por comentarme, hay cientos de amigos escritores, académicos, etc., por ahí. Solo quería que la pasaras bien con amistades». Le contesto: «Ni lejanamente te imaginas lo bien que me lo paso con mis amistades: tengo un facebook propio con más de 500 direcciones (541 para ser exactos) de otras tantas amistades con las que estoy continuamente en comunicación: mis bandejas de entrada y salida parecen dos palomares».
Weiß/Colonia, 30.7.2009
Encontrado en la red, este titular de un diario rosarino:
JUDE LAW SERÁ PADRE POR CUARTA VEZ DE UNA RELACIÓN PASADA.
Lo he leído un par de veces, e incluso en voz alta, provocando la curiosidad de Diny, para convencerme de que Jude Law va a ser, y por cuarta vez nada menos, padre de una relación pasada. Yo creía hasta ahora que sólo se era padre del fruto con las relaciones pasadas, pero al parecer la ciencia avanza con botas de siete suelas… y en reversa por el túnel del tiempo. Y en el caso de Jude Law, además, con contumacia.
Weiß/Colonia, 5.8.2009
Llegó Esther ayer al mediodía y me trajo dos lindísimos regalos, un ejemplar de una antología poética peruana en una de las ediciones extraúnicas de Eloísa Cartonera (una joya, pues), y otro de la primera traducción al alemán de la historia de Inglaterra contada por una Jane Austen de 16 años para diversión de sus hermanos y parientes. [Al español la tradujo, hace ya bastantes años, Luis Miguel Aguilar]. Almorzamos con Carlitos y Rolando [Hinojosa] en Biagini, a la orilla del Rhin, y por la tarde nos fuimos a Linz del Rhin, los cuatro, mientras Diny se quedó en Sürth para recibir a Montse y su familia, que regresaban ayer de Cerdeña. Reencuentro con Osvaldo [Bayer] en su casa de Linz. Lamentablemente no estaba nuestra buena y querida Marlies, hospitalizada el domingo con una arritmia que los médicos desean mantener bajo vigilancia. Cenamos en un restaurante arriba en la montaña, adonde llegamos a pie por decisión de Osvaldo, si bien el ascenso hasta allá me recordó las peores etapas alpinas o pirenaicas del Tour de France. Esther encargó ya no recuerdo qué, tras un estudio al parecer no muy minucioso de la carta, porque cuando oyó mi pedido, Rösti con salmón ahumado, se precipitó de nuevo sobre el cartapacio para averiguar en qué página ignota había hecho yo semejante descubrimiento. Puesta de sol en el Rhin vista desde ese mirador privilegiado, con la curva de Remagen a la derecha, y teniendo enfrente Bad Kripp, la aldea renana donde viví mi primer año en Alemania. Cuando volvemos a casa, ya casi medianoche, acompañados por una luna llena de porcelana, Rolando desaparece en su cuarto pero yo le digo a mi deuda estherna que pienso tomarme un whisky antes de irme a apoliyyyar, y en ese momento aparece Diny, que se ha desvelado con nuestra llegada y le ofrece a Esther uno de sus vinos biológicos. Se descorcha la botella y nos quedamos hasta casi las cuatro de la madrugada conversando y oyendo música, haciéndole a Esther descubrimientos varios que le encantan. Como a mí, me encanta que sea forofa de Martirio, y no sólo ella, sino también Ana Laura Raquel. Ole, viva el salero.
Weiß/Colonia, 20.8.2009
Oskar con nosotros, hasta el miércoles. Inesperadamente llega también Paul, a mediodía, y se autoinvita a almorzar. Yo me voy a dormir la siesta y él me pregunta si puede surfear con mi compu. Le digo que hasta las cuatro, cuando me levante. A las cuatro, cuando me levanto, Paul se marcha a entrenar con su equipo de fútbol y yo abro mi estafeta para ver el correo recibido. Mientras abro y contesto emails, o los borro, en el ángulo inferior derecha empiezan a llegar mensajes de gente que desconozco. Alice, Leena, Chiara… De repente en mi cabeza se produce el fogonazo típico de los cartoons: Paul olvidó desconectar el acceso a su estafeta, y mi respeto por el secreto postal me lleva a cerrarla, no sea que, sin querer, me entere así de que voy a ser bisabuelo. A mis años, y con il cuore navegando en lastre, no sobreviviría semejante impacto.
Weiß/Colonia, 11.8.2009
Acabo de terminar la última novela de Arnaldur Indriðason traducida al alemán, Hipotermia, con el octavo caso del comisario Erlendur. Magnífica, quizás la mejor de la saga. Y lo primero que me llamó la atención es que en islandés María se escribe con acento, no como en alemán, algo que tuve que remarcar hace poco en mi texto sobre la verdadera protagonista del segundo libro de memorias de Grass. Luego me divirtió mucho que Erlendur se aburra en el teatro, hasta el punto de dormirse durante El pato silvestre, de Ibsen, aunque no con La muerte de un viajante. Y me reí al leer que identificaba la canción ”Moon River” (la tenía en un disco de Sinatra) pero no a la bella actriz que la cantaba en una peli que no recuerda: ¡¡Audrey Hepburn en Desayuno en Tiffany’s!!, estuve a punto de gritarle, como si pudiera oírme. Y una vez más su visceral rechazo de los anglicismos: cuando un colaborador le dice que determinado aparato es mejor activarlo “manually”, le cuelga el teléfono violentamente al oír el término. Y en fin, cuando lo visita su actual amiga, Valgerður, animándolo a que se vayan juntos de vacaciones a Canarias, ella descubre que él jamás ha salido de Islandia ni siente el deseo de hacerlo: «¿Ni de ver la torre Eiffel, el Big Ben, el Empire State, el Vaticano, las pirámides?» «Quizás me gustase ver la catedral de Colonia», le responde él, y más tarde, al hablarle del Harðskafi, la montaña al nordeste de Islandia que tantas veces ha escalado, se interrumpe, pero como ella le anima a seguir, él concluye: «Esa montaña es mi torre Eiffel». Me encantaría conocer a este comisario.
Weiß/Colonia, 16.8.2009
Bolt corre los 100 m lisos en 9”58. Júbilo desbordado en el Campeonato Mundial de Atletismo, en Berlín. Yo hace tiempo que no creo que ninguna de estas plusmarcas se consigan sin ayuda de la farmacopea. Sigo los campeonatos mundiales y los juegos olímpicos como el espectáculo en que se han convertido, sin importarme quien gane (que siempre será el que disponga de la mejor botica secreta), y creo sinceramente que si sigue habiendo campeonatos mundiales y juegos olímpicos es por la cantidad de dinero que mueven y por el tiempo de espectáculo visual que suponen para las cadenas de TV en todo el mundo. Y no cabe la más mínima duda de que la contemplación de esos cuerpos tan bien dotados y las hazañas que llevan a cabo (sea lo que fuere aquello que han ingerido para conseguirlas) es un circo a veces prodigioso, que incluye hasta momentos de tensión dramática insuperable. Como hoy, cuando la heptatlonista alemana Jennifer Oeser iba clasificada tercera después de seis pruebas, y en la última, los 800 m lisos, de repente tropezó y cayó al suelo, accidente fatal e irreversible en tales casos, pero se levantó y logró no sólo recuperar el terreno perdido sino adelantar a la segunda clasificada, la polaca Kamila Chudzik, y ganar así la medalla de plata. Por historias como esta es que vale la pena seguir viendo el espectáculo, pero no por los increíbles –en el sentido más restringido y exacto de la palabra– 9”58 de Mr. Bolt. En su caso, además, hay un elemento que vengo observando muy seguido en la práctica de la profesión por los periodistas deportivos europeos, y es una rara mezcla de fascinación por el buen salvaje (sobre todo si sobreactúa como el tal Bolt) con la mala conciencia de todo primermundista, que le lleva a sobrevalorar automáticamente cualquier acto destacado de ese mismo buen salvaje, para reducir su remordimiento. Muy al fondo de todo ello, un racismo que en la práctica no se muestra sino solapado: «Mírenlos bien», parecen decirnos subliminalmente, «son la mejor prueba de que descendemos del mono».
Weiß/Colonia, 30.8.2009
El otro día me preguntaba Bernardo, desde Huelva, por la enfermera española que se apellida Huelva en El honor perdido de Katharina Blum, de Böll. Que por qué razón la llamaría así, con ese apellido para nada común. Le contesté que a Böll se le debe de haber quedado prendida la palabra Huelva por alguna conversación familiar (dos nueras ecuatorianas), o por haber visto la peli El hombre que nunca existió, o vete tú a saber por qué. Nunca le pregunté a Böll por esa Huelva que de manera secreta terminó por vincularme, mucho más íntimamente de lo que ya lo estaba, a esa novela hermosa y necesaria donde aparece. Llamo a René y le pregunto, por ver si él sabe, y tampoco él sabe, y al rato me manda un email, luego de consultar la edición anotada, que yo no poseo, y me dice que no hay ninguna entrada explicativa en ese pasaje de la novela. Pero entretanto se me despertó el apetito y he vuelto a releerla, constatando una vez más algo tan obvio como que no es lo mismo [re]leerla en Colonia, a hacerlo en otro lugar del mundo.
Weiß/Colonia, 5.9.2009
A Ibsen [Martínez], que escribe como un ángel con sentido del humor (los hay no tan cachondos), de vez en cuando le asaltan dudas de léxico. Hoy tiene una con el verbo “devenir”. Sin andarme por las ramas le contesto: «Déjate de vainas, Ibsen querido. Lo único que puedo decirte es que escribiendo lo bien que tú escribes, qué carajo se te importan las normas… Para mí, de toda la vida, el único criterio valedero es que se me entienda, y si para eso hay que cagarse en la Gramática, en la Sintaxis y en todas las demás putas del lenocinio de la Real Academia, pues a cagarse en ellas, y santas pascuas. Como decían los ciudadanos de la RDA cuando se rebelaron contra el régimen: «Nosotros somos el pueblo». Y en mi versión: «Nosotros somos el idioma»».
Weiß/Colonia, 6.9.2009
Y hoy es el gran día en el que vamos a celebrar dos siglos, siguiendo una idea que se le ocurrió a Diny: mis 70 años + los 70 suyos + los 60 de Willy. Vendrá toda la familia neerlandesa al completo, excepto mi suegra; son 18 personas a las que sumar 6 amigos íntimos + 11 por parte de los Bada Hansen = 35 personas en el jardín de Montse. Y cuando digo familia neerlandesa al completo estoy hablando sólo de los hermanos de Diny + sus cónyuges: con hijos y nietos, el total ascendería a 64, los dioses nos libren y nos guarden. Un buen presagio es que amaneció despejado el cielo y luciendo un sol otoñal. Enter (=Amén, en el lenguaje de las computadoras).
Weiß/Colonia, 8.9.2009
A las 9 a.m. la misa en la iglesia de San José y San Remigio. Como la parada del bus, enfrente, se llama St.Joseph–Kirche, no sabía yo nada de esa segunda advocación. No había estado en una iglesia desde que se casó mi sobrino Alejandro en febrero 2008. Y los Ritter (la familia de Frank) parecen ignorar los movimientos correspondientes a la liturgia: pararse, arrodillarse, sentarse. Y Diny parece haberlos olvidado. Así es que somos los únicos que permanecemos sentados toda la misa. Al final, para mi sorpresa, y escándalo, Paul y Oskar comulgan. Estoy un poco out of area, al parecer, a nadie le extrañó ni escandalizó, pero yo soy muy respetuoso con la fe de los demás y me pareció como si Paul y Oskar hubiesen comulgado un poco por juego, lo que a su vez me parece sacrílego, y me molesta, por mucho que yo esté distante de esta fe y de cualquier otra. En fin… A las 10, el oficio de difuntos en el viejo y hermoso cementerio de Rodenkirchen. La capilla (con las puertas abiertas de par en par) es tan pequeña que sólo caben el viudo, los hijos, sus esposas y los nietos. Los demás nos quedamos afuera, bajo un sol otoñal agradable y arrullados por la música del oficio. Cuando termina, y salen los deudos, Oskar llora agarrado a Frank, y Paul agarrado a Montse. Es la primera vez que asisten a un entierro y creo que en la capilla es cuando por fin, al ver el ataúd y saber que ahí descansa la abuela Maria, han entendido que de ahí ya no saldrá, que ya no la van a volver a ver nunca más. Frente a la fosa, desfilamos todos uno a uno, los niños con sus padres, arrojando rosas y pétalos al féretro. Y del cementerio nos vamos a un restaurante cercano, con una terraza cubierta a la orilla del Rhin. Aunque hay un desayuno con bufé variado, yo me limito a una taza de café y agua mineral, mi reloj interior no me pide comida a estas horas. Los chicos (también Severin y Johannes, los primos de Paul y Oskar) se sientan a nuestra mesa. En algún momento, Oskar le pregunta a Diny si puede ir de nuevo al cementerio, a ver cómo quedó la tumba. Vamos los tres. Ya han tapado la fosa y depositado encima las coronas. En la de Montse y Frank, la cinta izquierda está doblada, sólo permite leer el nombre de Paul, se lo hago notar a Oskar y la desdobla, para que también se vea el suyo. Nos sentamos un buen rato en los bancos ante la capilla. Enfrente de nosotros el monumento a los caídos en ambas guerras mundiales. Y Oskar nos hace muchas preguntas sobre la guerra y los muertos. Todo es paz en derredor, cuesta hablar de ese espanto. Pero lo hacemos, y Oskar va entendiendo una cosa tras otra, sus preguntas nos lo demuestran. Este niño, que es alemán, quiere saber por qué su abuela, que es neerlandesa, tuvo que vivir los primeros años de su vida en el sótano de la casa de sus padres, sólo porque los alemanes vivían arriba, después de la invasión. Hay que explicárselo. Y después, cuando Diny se despide de nosotros para ir con el tranvía al centro, de compras, cuando regreso con Oskar al restaurante, cuando me pregunta que qué pasaba conmigo mientras tanto en España, le digo que nada, que España fue neutral en ambas guerras mundiales: «¿Qué es ser neutral, abuelo?» «Como los árbitros, en el fútbol», le digo. ¿Cuándo es que empezamos una vez a entender qué es la vida?
Weiß/Colonia, 12.9.2009
En una entrevista con Ang Lee, a propósito de su última peli, Taking Woodstock, responde a la pregunta de si usó material del célebre documental de Michael Wadleigh, y dice que no, pese a que en principio tenía pensado hacerlo, pero luego de rodar y al empezar a montar advirtieron que tenían metraje suficiente. Entonces el periodista quiere saber con cuántos extras trabajó y Ang Lee contesta: «Durante tres semanas, todos los días, hicimos castin con entre 200 y 300 jóvenes. En las escenas de masas, hasta con 500. Pero no se imagina lo difícil que es encontrar ahora, todavía, gente joven con vello púbico». Y de un modo inevitable pienso en MSH y en su respuesta cuando le pregunté acerca de su vellón.
Weiß/Colonia, 18.9.2009
Algo que me subleva es la superficialidad y el atrevimiento con que los reporteros deportivos se autoconsideran poco menos que enciclopedias semánticas y fonéticas. El equipo que está narrando en alemán la Vuelta ciclista a España en el canal Eurosport es de alquilar balcones. A Xàtiva la estuvieron nombrando todo el tiempo Chatiba, y a La Granja nada menos que La Graña. Pero harto peor es cuando se ponen a filosofar sobre cómo puede llamarse Puertollano un lugar que no está junto al mar ni es llano: ¿será que no sabrán que hay puertos de montaña? Y metidos a deconstruir la maquinaria del topónimo, a uno de ellos, cuando la Vuelta llega a Talavera, se le ocurrió decir que Talavera tendría algo que ver con la verdad, por lo de “vera”. Que es algo asi como si yo dijese en alemán que el nombre de Remagen tiene que ver algo con el estómago (=Magen), pasándome por la costura del pantalón que ese topónimo es uno de origen celta, Rigomagos (=Campo del Rey). Excuso decir lo que se reían semejantes lumbreras al traducir literalmente [a lo Google] Alto del Boquerón. La verdad es que me gustaría saber si alguno de estos genios de la lingüística es de Hodenhagen (=Soto de Testículos), para escribirle y decirle lo mucho que se los hinchan a quienes hemos de soportar sus peroratas y sus dislates.
Weiß/Colonia, 24.9.2009
En el tranvía, camino al centro, leo en El Malpensante #98 una crónica de Jon Lee Anderson acerca del inefable Ahmadineyad, y en ella esta frase imposible: «Lleva siempre una barba de cinco días». Eso sí que es un milagro, y no el de la multiplicación de los panes y los peces. Recuerda el de Gabo en Memoria de mis putas tristes, cuando la buscona pobre de la calle de los Notarios le pide al narrador el cigarrillo de siempre y él le contesta «lo mismo de siempre: Dejé de fumar hace hoy treinta y tres años, dos meses y diecisiete días». Puesto que siempre le dice lo mismo, ¿será que el tiempo se detuvo en Barranquilla ese día en que Mustio Collado dejó de fumar? Aaaah, el realismo mágico… Contagió hasta a Jon Lee Anderson en Teherán.
Weiß/Colonia, 25.9.2009
Un amigo y colega me cuenta de un gazapo que una poeta, amiga de los dos, descubrió en una columna que le había dedicado. En realidad se trataba de una minucia biográfica, y como tengo presente lo que Pepe Baena me ha enviado esta mañana desde Huelva (los titulares de un diario onubense donde dice: «Numerosos escolares recuerdan al poeta rocianero Odón Betanzos con una lectura de sus poemas. Al emotivo acto no faltó su difunta esposa»), le contesto a mi colega y amigo: «Usté es un principiante, ******. Mientras no logre que acuda al recital en honor de un poeta la difunta esposa del mismo, no venga a presumir de algo tan ilustre como un gazapo. Llámelo modestamente despiste, no más».
Weiß/Colonia, 4.10.2009
Diny le ha decretado la guerra a la carne y, pese a su tendencia natural contra el pescado, firmó la paz con la ictiofagia. Hoy ha preparado filetes de gallineta (Helicolenus dactylopterus, dice la enciclopedia) rociados con jugo de limón sobre un fondo con brotes de soja y champiñones laminados corte pestaña, del espesor de unas cuchillas de afeitar, todo ello salpimentado luego y aderezado con jengibre y ajo bien picaditos, y un chorro de salsa de soja, y el toque final con leche de coco. Cada ración envuelta en papel de hornear –dejando bastante cámara de aire para la cocción– y atando el paquete arriba con un bramante, casi como si fuera un regalo. 25 minutos a 220° en el horno. Exquisito el pescado y para sorber ruidosamente el caldo. Ay pobre Neptuno que se los come crudos, pinchados en su tridente, no sabe los manjares que se pierde…
Weiß/Colonia, 7.10.2009
Apenas veo en la bandeja de entrada el mail de Graciela, sé que ha muerto César: «El flaco dejó de sufrir. Sábado 3 de Octubre. El lunes, sus inmensos amigos sanluqueños, Soledad, Alejandro y yo, nos metimos mar adentro… lo despedimos entre la boya número 9 y la boya número 11 frente a Doñana… César amaba estas aguas, la luz y el aire cristalino de Sanlúcar. «Alegría porque llegaste… Alegría porque estuviste…» Estamos tristes». También nosotros lo estamos, le digo al llamarla, apenas leído el email. Sólo me consuela saber que pudimos vernos en noviembre del año pasado, pasar tres días inolvidables con él, reconciliarnos al cabo de casi veinte años de silencio entre los dos. Era un tipo de esos que encaja a cabalidad en lo de genio y figura. Nos quisimos mucho, y las dos veces que nos distanciamos fue por causa suya, todo el mundo lo sabe. Y como yo sabía que su orgullo jamás le permitiría dar su brazo a torcer, fui yo quien buscó el reencuentro las dos veces. Porque le tenía un afecto muy hondo y sabía que él también lo sentía por mí, pese a todo. Mi pena, por él, es que la segunda vez fuera para darle el pésame por la inesperada muerte de Itziar, treinta años más joven. Como en La tregua, de su admirado compatriota Mario Benedetti. Y ahora me digo que sus cenizas han venido a reposar, finalmente, frente al lugar donde nací. Y me da un sacudón de lágrimas al darme cuenta.
Weiß/Colonia, 12.10.2009
Ulli, el fantasmita, la esposa de Carlitos, la Dra. Tegtmeier (una sólida reputación internacional en materia de Dendroarqueología), regresa hoy de una larga semana pasada entre Nápoles, Pompeya y Herculano, con un grupo de alumnos de Arqueología de la Uni de Bonn. Carlitos salió a buscarla al aeropuerto y de allí vienen a mi casa para irnos juntos a almorzar. Cuando bajo al patio, ella sale del auto y me abraza y me besa exclamando antes de preguntarle nada: «¡No quiero volver a ver ni una sola ruina más!», a lo que yo comento alborozado: «¡Carlitos, Ulli nos está haciendo un piropo!»
Madrid, 17.10.2009
Acudimos por la tarde a la cita en el Comercial con Trini y Javier, con quienes nos hemos venido desencontrando un par de años seguidos. El clima nos invita al aire libre, y comemos a base de tapas en una terraza de la calle Ruiz, en pleno barrio de Malasaña. Envejecen bien los dos, como Diny, y el sentido del humor de Javier sigue siendo tan refrescante como cuando, hace ya de esto más de medio siglo, componíamos en la terraza de su casa de Troglodia los primeros mejores fandangos de la lengua castellana, y fabricamos a cuatro manos, por el sistema del cadáver exquisito, un poema de Ungaretti que estuvo a punto de ser publicado, hasta que alguien se cagó las patas abajo en el último momento y avisó a la redacción de que era una broma nuestra. Nunca supimos quién fue el denunciante, «dele Dios mal galardón».
Madrid, 23.10.2009
Pasan en la tele, a medianoche, un documental sobre la emigración laboral española a Alemania en los años sesentas, es decir, una en la cual participé. Se titula El tren de la memoria, y sí, me trae muchos recuerdos, pero la recolección del material ha sido bastante selectiva en dirección al tópico: no digo que esta fuese la intención de las directoras del documental, pero sí lo que les ha salido. De todos modos, un dato importante es el señalamiento que hace uno de aquellos que regresaron tras pasar su vida laboral activa en Alemania, y es que sus remesas no sólo fueron –junto con el turismo– una de las bases del sedicente “milagro económico español”, sino que, para el Estado, siguen siendo una jugosa entrada de euros las que reciben ahora en concepto de pensiones desde Alemania. Financiaron el franquismo, y ahora cofinancian la corrupción.
Madrid, 24.10.2009
Lasaña de pisto para el almuerzo en lo de Nené y Nacho. A Mateo, nuestro nieto gato*, le llevamos sobres de cromos para su álbum del campeonato de Liga (es lo que nos pidió Nené que le trajéramos, y estuvo acertada, porque el crío se abalanzó sobre ellos como los judíos en el desierto sobre el maná). Anoto lo curioso que resulta descubrir por los comentarios de Nené y Nacho, y por los de Maite, Guelbenzu, Charo, Marga, Jesús, e tutti quanti, lo leído que es mi diario. Sensación un tanto extraña por cuanto yo la percibo exenta de cualquier juicio literario. Que por otra parte no me importa lo más mínimo. Porque lo que sí me importa es que puedan decir de estas anotaciones lo que quería Whitman: «Quien toca este libro, toca a un hombre».
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* Gentilicio popular del madrileño 100%. Vale.
Madrid, 26.10.2009
El tradicional cocido de La Bola es famoso, y Diny y José Luis le hacen los honores del caso. Alfonso se decanta por pisto y sesos, y yo por la sopa del cocido y perdiz. Un banquete, vamos. Pero como no dejan de hacerme preguntas (esta es una experiencia en la que ya soy experto), la sopa sí que me la tomo, y con hambre, pero de la perdiz se quedan ⅔ sin probar. Ay… Sea lo que fuere, Fronterad parece que está a punto de despegar. Y me pregunto qué pasará con los lectores que ya no serán los habituales de mi diario (elegidos cuidadosamente por mí, según el criterio de las afinidades selectivas), los lectores internautas de todo pelaje, cuando tropiecen con estas minucias de mi vida. Y sobre todo con mis exabruptos y mi incorrección política. Creo que todos estamos un poco en ascuas al respecto.
Madrid, 29.10.2009
En los controles de Barajas: «¿Tiene ordenador?» «No, tengo un obedecedor, y es muy leal». La controladora me mira desconcertada y no quiero llevar más adelante la broma dándole su legítimo crédito a Raúl Guerra Garrido. El control está reñido con el sentido del humor.
Weingarten/Suabia, 31.10.2009
Durante el desayuno nos encontramos con Chiqui, que llegó anoche con Miriam y el pequeño Leonardo, de dos meses. Nos trae Chiqui, de regalo, sus impresionantes fotos reunidas en el libro Armonía fractual, un lujo. ¿A quién sino a él podía yo haber recomendado para una ponencia sobre Ecología en Andalucía, cuando Rafael me llamó meses atrás preguntándome si se me ocurría proponer a alguien pintiparado para ello? Lo curioso, y de nuevo asimétrico, es que mi ponencia sobre Juan Ramón concluye con un llamamiento ecológico apoyado en un texto estremecedor de Platero y yo, y la ponencia de Chiqui, tan fuerte y tan incontestable de contenido, está toda impregnada por la poesía que destila inevitable la belleza de sus fotos. Summa summarum, creo que hemos dejado bien alto el pabellón de Huelva en el simposio.
Weiß/Colonia, 1.11.2009
A partir de Bonn, en el tren, nos ha venido acompañando la lluvia. Me recito en silencio que «los bellos días de Aranjuez ya tocan a su fin», las palabras iniciales de Don Carlos, y es casi una premonición. Sigue lloviendo en Colonia y el taxista es un extranjero taciturno, quizás por su desconocimiento del alemán. Y entre el montón de cartas que me aguardan en casa, sobre la mesa del comedor, destaca una enviada desde España, con la dirección manuscrita y el remite también; es de Gudrun, y sin abrirla sé que me anuncia la muerte de Fritz. Igual que hace un mes, apenas vi en la bandeja de entrada el mail de Graciela, supe que había muerto César. Igual que mis amigos sabrán que he muerto cuando reciban una carta remitida simplemente por Diny. Hay datos inequívocos siempre, en estos casos. Y bien, 79 años alcanzó a cumplir este Fritz Vogelgsang a quien considero, junto con la malograda Monika López, la más alta capacidad traductora del siglo XX en materia de trasvase del español al alemán. «Los bellos días de Aranjuez ya tocan a su fin», me digo de nuevo, recordando la hermosa semana que pasamos juntos Gudrun, Fritz, Monika y yo, en Madrid, en 1984, cuando el encuentro de escritores españoles y alemanes, y la enconada polémica entre Günter Grass y el cretino de Juan Benet, y cómo festejamos Gudrun, Fritz y yo aquel día en que él recibió el premio (era la primera vez que se concedía) al mejor traductor a nuestro idioma. Con la dotación del premio se compró la casita del Maestrazgo, en la serranía de Castellón, donde ha ido a morir 25 años después. Dejando una obra gigantesca por legado: todo Valle Inclán, casi todo Machado, mucho Juan Ramón, Alberti, Octavio Paz, Carrera Andrade, Huidobro, los sonetos de Góngora, Tirant lo Blanch… Y de repente me acuerdo de que también estuve presente en Biberach an der Riss, junto a Weingarten, de donde acabo de llegar con el tren, el día de 1979 que le entregaron el Premio Wieland (era asimismo la primera vez que se concedía) al mejor traductor alemán. Si hasta recité su loa, escrita por nuestro querido Helmut Frielinghaus, porque el pobre padeció en el último instante un ataque feroz de fiebre de candilejas [“pánico escénico” la llaman en español] y me pidió que leyera yo su texto. Mañana, ay, llamaré a Gudrun, a Xiva de Morella, para darle el pésame.
Weiß/Colonia, 7.11.2009
Paul y Oskar en casa. Oskar llegó el primero, después de que su padre lo pasó a buscar por la mañana temprano para llevarlo al campo de fútbol, donde tenía que jugar hoy con su equipo. Cuando llamé a Montse a su celular, para felicitarla por su cumpleaños, estaba ella en el campo y me anunció que aunque el equipo de Oskar iba perdiendo 1:0, nuestro campeón estaba en su mejor momento y había impedido tres o cuatro goles más, lo que se traducía en una petición de lo más urgente, y es que le tuviéramos preparado un baño caliente para cuando Frank lo trajese de vuelta a casa, porque estaba de barro hasta las cejas. Así fue, pero no sin anunciarnos apenas llegó, orgullosamente, que su equipo había terminado ganando 4:1. Luego, mientras duermo la siesta, llega Paul, y los críos se la pasan viendo tele y DVD, Diny haciendo solitarios en su Mac y yo transcribiendo las anotaciones de mi diario de viaje. Durante la cena platicamos de bueyes perdidos, pero a la hora de irse a dormir, de repente, descubren la bici fija que me regaló Diny para mi cumpleaños y está instalada en nuestro dormitorio, junto a la ventana. Se entusiasman de tal modo con ella que casi repiten el Tour de France en una hora. Cuando por fin los vence el cansancio, Oskar viene a despedirse y me cuenta que ha corrido 4 km en ya no sé cuántos minutos. Le pregunto que hasta dónde llegó y me mira como si fuese un extraterrestre que no entendiera alemán: «No llegué a ninguna parte, Opa, era en la bici fija» «Bueno, ese es un problema tuyo, yo cuando recorro 4 km en bici siempre llego bastante más allá del bosque». El buen Oskar me mira y se barrena la frente con un dedo, este abuelo definitivamente está loco de atar. Y Diny me dice que, como pedagogo, soy un desastre. Se nota que me quiere (todavía) en que (todavía) delimita los campos en que soy un desastre.
Weiß/Colonia, 10.11.2009
Mi sobrina Mónica me da una gran alegría escribiéndome «No sé si recuerdas que hace unos meses me recomendaste que leyese Orgullo y Prejuicio, de la cual te dije que tenía un ejemplar tuyo de cuando moceabas por Huelva. Pues así lo hice y me ha gustado tanto que estoy muy interesada en ver la serie o la película. Supongo que la podré encontrar en El Corte Inglés pero no sé si es el mismo título que el del libro. En fin espero que me asesores un poco. Sé que podría investigar por la red pero, ¡compréndeme, payo, que tengo dos churumbeles! Y puestos a pedir, si tienes alguna recomendación más de algún libro que a esta humilde lectora le pueda gustar, pues te agradecería que me lo dijeras». Por supuesto, le voy a regalar la miniserie con Jennifer Ehle y Colin Firth, y así se lo escribo. Hacer prosélitos conlleva sus gastos. Pero en este caso, tratándose de una mamá gitana con dos churumbeles, creo que vale la pena, y cómo.
Weiß/Colonia, 21.11.2009
Poncigué (seudónimo evidente) ha dejado un comentario en mi columna aparecida hoy en El Espectador, de Bogotá, donde hablo de la miopía de ciertos editores. Imagino a quién se debe la autoría del comentario, porque le dediqué en su día un soneto acróstico:
Olor de poncigué decís que huelen
Los senos tuyos, talla de embeleso,
Orgullo de tu tórax, y por eso
Rechazás lencerías que los celen.
De encaje negro acaso alguna vez
Es la prenda que esconde tus guayabas,
Porque más blancas luego, ya sin trabas,
Obsedan al mortal a quien las des.
Nómadas vagarían por tus senos
Caricias de los labios y las manos,
Insomnes en tan dulce geografía.
Gozarlos ¡quién pudiera!… o por lo menos,
Urgir de sus pezones mantuanos
Éxtasis erizados a porfía.
Weiß/Colonia, 24.11.2009
Me llama Willy desde Ámsterdam, donde se encuentra chequeando la traducción al neerlandés de las poesías completas de Borges. Quiere saber qué significa el verso «El viento trae el alba entorpecida» en el poema “Calle con almacén rosado” de Luna de enfrente. ¿Pero es que tiene que “significar” algo?, le pregunto. No, concede, pero ¿cómo traduciría yo ese “entorpecida”? Se lo digo. Anota. ¿Y qué significa «El alba es nuestro miedo de hacer cosas distintas»? ¿Pero es que tiene que “significar” algo?, le vuelvo a preguntar. No, concede, pero ¿cómo traduciría yo ese “distintas” en ese contexto? Se lo digo. Anota. Y amenaza con volver a llamarme cada vez que sienta chirridos en la traducción. Pero que no lo haga para preguntarme qué “significa” un verso, le advierto. Se ríe, y cuelga.
Weiß/Colonia, 27.11.2009
Fronterad en pantalla, por fin. Pienso, un poco preocupado, un poco curioso, cómo reaccionará un público internauta frente a las anotaciones de este mi dietario, más que diario. En cualquier caso tengo la firme resolución de seguir escribiéndolo exactamente igual que hasta ahora, para los amigos que lo leen desde hace meses (en algún caso años), para mis afinidades selectivas, como no dijo Goethe. Pero ahora adiós a la pantalla del ordenata, en la del televisor me espera The Naked Spur, una de las mejores pelis del binomio James Stewart/Anthony Mann. Agur.
Weiß/Colonia, 28.11.2009
Anoche me acosté a eso de las tres de la madrugada, y hoy a las 8.30 a.m. sonó el teléfono y era Oskar, preguntando si podía pasar el fin de semana con nosotros. Ni quise decirle que no, ni tuve corazón para hacerlo, porque ya le dije que no el sábado pasado, por estar invitados esa noche a la fiesta del 75° cumpleaños de Leonardo, y se quedó muy triste. También es verdad que Oskar quizás sea el único consuelo real que tengo en la vida. Lo adoro y él a mí, no somos abuelo y nieto, sino compinches, cómplices. Y no pienso privarle de un solo minuto que quiera pasar conmigo. Con el escaso tiempo que me debe de quedar, sería de lo más irresponsable.
[Escribo esto ya entrada la noche mientras estoy haciendo tiempo para ver mi primer post en el blog Urbi et Interneti de Fronterad. Parezco una primípara].
Weiß/Colonia, 29.11.2009
Fronterad con mi blog, puntual cinco segundos después de medianoche. Hay tres erratas, que descubro de inmediato, y las tres son culpa mía. Pero es que soy un maldito perfeccionista, y no lograré jamás desterrar del horizonte de mis deseos el de conseguir un texto sin erratas. Como si eso fuera posible. Ni siquiera a los dioses, y para ello basta ver la humanidad que crearon.
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