No hay más Dios que Allen, y Woody es su profeta.
De mi diario : Semana 13 / 2017
Weiß/Colonia, 26.3.
3:10 am (ya en el horario de verano, o sea todavía las 2:10 en el de verano) : Open Range, otra de esas pelis imprescindibles. Y la elección de Annette Benning para el rol femenino principal es un acierto 100% del casting: ninguna otra de las actrices de su generación, creo yo, habría conseguido esa sabia mezcla de fortaleza corporal, delicadeza espiritual y férrea decisión que es la Sue Barlow de esta peli. Cuando le pregunta a Charley [=Kevin Costner] «¿Sabes cuántos años tengo?» está afirmando al mismo tiempo el orgullo de su madurez, 45 años, como actriz. Esta peli es la anterior a la que creo su mejor actuación ante las cámaras, Conociendo a Julia, basada en la novela de Somerset Maugham.
Georg Stefan Troller es una leyenda de la TV alemana. Sus semblanzas de personalidades de la vida pública, realizadas a través de entrevistas nada objetivas sino gozosamente subjetivas, son un tesoro digno de que la UNESCO lo declarase patrimonio de la Humanidad. En una entrevista con él, en el diario, recuerda que casi todos sus entrevistados se autodescubrieron gracias a las charlas que mantuvo con ellos para realizar sus semblanzas. Sólo dos no estuvieron conformes: Woody Allen y Russ Meyer, que odiaba el film realizado por Troller, quien añade: «En cambio Muhammad Ali quedó tan satisfecho que nos devolvió el honorario. Un gentleman, es algo que no nos pasó con nadie más».
Recién leídas las memorias de Lauren Bacall no me pierdo Cómo casarse con un millonario, que no veía desde su estreno en Huelva, hace más de sesenta años. Es una peli intrascendente, pero la elegancia de Jean Negulesco se percibe hasta en los menores detalles. Y lo que más me gustó fue la actuación de Marilyn cuando anda sin gafas: sus tropezones son predecibles, pero ella sabe tropezar con mucha gracia.
Weiß/Colonia, 27.3.
0:10 am : Empezaron a emitir nuevos episodios de Jack Taylor y en ellos hay una nueva Kate, una nueva protagonista, porque la anterior, Nora–Jane Noone, debió renunciar a causa de otros compromisos. Creo que esta nueva, Siobhán O’Kelly, encaja mejor en el esquema secundario que le han implantado a la serie de TV, un idilio amoroso entre Jack Taylor y Kate. Que es lo que no me gusta de la serie de TV, porque en la saga novelística de Ken Bruen, la policía es lesbiana y anda en constantes conflictos con Taylor. Veremos, como decía el sabio Homero.
Mi columna de esta semana, para El Espectador, es un esperpento a la manera de Valle–Inclán, y una provocación. He colocado a los berlineses delante de los espejos deformantes del callejón del Gato y les he cantado las cuarenta. Les echo en cara que son unos pajueranos que no ven dos dedos más allá de sus narices. Pero mi deuda estherna arguye con su miaja de razón: «Soy de quienes creen que ni los funcionarios que nos mandaron de Bonn ni los berlineses –que doy fe de que existen–, marcan el carácter de esta ciudad por fin abierta …sino los miles y miles de gentes de toda Alemania, Europa y pedacitos del mundo que la eligieron para vivir». La pena es que una columna tan polémica como esta se quede sin comentarios de los lectores, porque en la reforma del formato de EE se han cargado los foros. Malhaya sea.
En Nelly y monsieur Arnaud, que acabo de ver de nuevo, siempre me arranca una sonrisa lo que M. le contesta a Nelly cuando ella hace el panegírico de la compu explicándole que es una máquina de escribir con memoria. Y M. le replica espantado: «¡Pero si eso es justamente lo que más miedo me da!» Esta vez le he prestado más atención a la desaparición física de la gran biblioteca de M.… pensando en el destino de la mía. Cierto que todos los libros en español los he legado en vida a los Centros Cervantes de Bremen y Hamburgo, pero si no pueden financiar el transporte desde Colonia, ¿qué harán mis herederos con ellos?
Weiß/Colonia, 28.3.
En La Modicana hoy con Diny, que encarga lasaña, igual que Carlitos. Yo de pronto me doy cuenta de que tengo bastante hambre y pido una pizza tonno, que me como en un santiamén. Creo que es la primera vez que he sido el primero en despachar mi plato. (Hace añares que no empleaba el verbo “despachar“ como lo acabo de hacer acá. Y hubo un tiempo, ya pasado, en el que empleé la expresión “mandar[se] a bodega“, que me contagiaron los uruguayos de la redacción, Federico, César, Graciela, los tres ya muertos, por ese orden. Ay).
Termino de leer el libro de Miguel Sáenz, Territorio, que él llama “novela autobiográfica” y debe serlo, si él lo dice, aunque lo autobiográfico lo veo en todas sus páginas y en cambio lo novelesco me parece que brilla por su ausencia. Pero bueno, ya afirmó sabiamente Pío Baroja que novela es todo texto que su autor subtitula con esa palabra. Y sea como fuere, Territorio es, para empezar, harto más entretenido que una novela. Registro en especial el final del capítulo dedicado a la filatelia. Dice Miguel que puede pasarse horas «viendo sellos de Marruecos, Cabo Juby y el Sáhara, dibujados por Bertuchi. No pido más. Toda mi infancia, es decir, toda mi vida está recogida allí. Y un día mis herederos venderán mi modestísima colección. No me importa: Poder vender la vida a posteriori es un privilegio del que solo algunos disfrutan». Puedo decir lo mismo de este diario, si es que ya muerto menda hay alguna editorial que se interese por él.
Weiß/Colonia, 29.3.
Le envío a Phoebe el texto que me pidió sobre Rulfo, y en la redacción final saco un párrafo en el que hablaba de que era una persona afabilísima, generosa de su tiempo y sin poses de ningún género, excepto una. Aunque me dijo que aborrecía las entrevistas, y del que yo se lo respetase nació nuestra amistad, la verdad es que no se escaqueaba a la hora de contestar preguntas de periodistas en un ambiente informal, por ejemplo en el bar de un hotel. Pero eso no quiere decir que no fuera consciente de sus deberes profesionales como invitado, así es que si sus anfitriones le pedían que recibiera a un equipo de TV, como sucedió en Las Palmas y en Berlín (ambas veces lo observé de cerca), cuando llegaba el equipo se paraba, alzaba la cabeza y parecía como si se estirase para no parecer tan bajo de estatura: en ese instante mutaba y se convertía en México y era consciente de ello, de modo y manera que le tocaba representar a su país lo mejor posible, y cumplía con su deber. Aunque aborreciera, y bien que lo aborrecía, ese mundo de los medios. Nunca se lo dije, claro está, pero él, que era muy sabio, creo que lo que más me agradecía no fue que no hubiese insistido en entrevistarlo para mi emisora, sino que no le echase en cara las entrevistas “obligadas” que tuvo que conceder en presencia mía.
Le Havre, de Aki Kaurismäki, es una joya, como suelen serlo casi todas las pelis salidas de sus manos. Y me encantó que pusiera de fondo “Cuesta abajo”, cantada por Gardel, en la rocola de la taberna. Muy interesante e iluminador el reportaje à la The Making of que siguió a la peli y en el que tomaron la palabra Kaurismäki, sus actores, su camarógrafo, su atrezzista, su maestro en la Escuela de Cine de Helsinki. Retuve las instrucciones que le dio a Jean–Pierre Darroussin para componer el personaje del inspector de policía Monet: se redujeron a pedirle que tuviera presente siempre al capitán Louis Renault de Claude Rains en Casablanca.
Desde hace un par de semanas siento piquiña en las yemas de los dedos con las grandes ganas de escribir sobre la continua presencia del cine en este diario, y me saco las ganas, ea. Y tengo además una buena explicación de ello, y es que mis verdaderas pasiones han sido de siempre el cine y la música; la literatura para mí no ha sido sino pasatiempo por un lado y ganapán por el otro. Y cada vez me interesa menos, lo que se refleja en el hecho de que casi no hago otra cosa que releer, esto es, he perdido la curiosidad por lo nuevo que se escribe, a no ser que se trate de algo escrito por un amigo, y por serlo él (o ella), y me lo envíe con expreso deseo de que lo lea.
Weiß/Colonia, 30.3.
A las 2:00 pm en punto donde la pedicura. Esta es una de esas profesiones marginales que he conocido desde muy pequeño. Enfrente de la tienda de mi padre en la calle de las Señas había una placa ovalada anunciando al Sr. Blanca, “callista”. El idioma se ha refinado, por mor de la corrección política (¡los callos son tan incorrectos!), pero la profesión sigue siendo la misma.
Encontré un tuit alemán que en principio lo traduje para enviárselo a Nieves, pero al final se lo mandé a su padre, porque Nieves es una persona seria y su padre un cachondo como yo :
@AlibiSW (trd.: Bada): Idea para una peli: Un crítico musical pierde el oído y sigue reseñando conciertos como si no. Y nadie se da cuenta.
— Javier Bañares (@nenecaca) 30 de marzo de 2017
Distribuyo el tuit urbi et interneti, y Marcos, desde Caracas, me acusa recibo hablándome de una peli de Woody Allen que había olvidado (yo, no Marcos): «Hay una comedia de Woody Allen, titulada Hollywood Ending, en la cual el director de una película pierde la vista el día antes de comenzar la filmación, e intenta seguir como si nada, a ver si nadie se da cuenta de su ceguera. Cuando él afirma: «No puedo dirigir la película, estoy ciego», le responden: «¿No has visto las películas recientes?” Este es un buen tráiler». Le respondo que no hay más Dios que Allen, y que Woody es su profeta. Y me digo una vez más que lo que Marcos no sepa es porque no vale la pena saberse. Ni por él ni por naides.
Weiß/Colonia, 31.3.
1:30 am : Pasaron una peli sobre Alexandra David–Néel, la francesa que fue el primer europeo que habló con el Dalai Lama, en su exilio de Sikkim, tras la anexión del Tibet por China. Ese país, Sikkim, era el mío preferido en todo el mundo, hasta que a su vez se lo anexó la India. Y si lo prefería entre todos es a causa de una ley que no permitía que hubiese en él más de tres o cuatro extranjeros a la vez. Me parecía simpático, pese a la aparente xenofobia: sencillamente no querían aculturaciones como la que estaba sufriendo la India, desde hacía décadas, a manos de los británicos. Sea como fuere, o yo estaba más cansado de lo que creía, o la peli no llenaba mis esperanzas, era en exceso pedagógica y animada por ese espíritu reverencial que algunos occidentales sienten hacia lo oriental. Lo cierto es que me quedé dormido frente al televisor, y hace un par de minutos, cuando desperté, ya corría la peli siguiente. No creo haberme perdido gran cosa, pero si la vuelven a pasar intentaré verla de nuevo. Oooooooooommmmm…
Email de Enrique desde Barcelona para agradecerme mi felicitación por su cumpleaños, y me cuenta que está «esperando la salida del sol como en aquel cuento de Ray Bradbury en el que nunca pierden la esperanza». Miro la cabecera del email y constato que lo envió a las 7:57 am. Le pregunto si es que acaso me lo envió desde Barcelona la de Venezuelistán. No, me contesta que está en Zaragoza. Tengo la impresión de que no entendió el chiste.
José María, desde su beatus ille a orillas del Caribe, en Sabaneta, me escribe comentando mi columna de hoy en EE: «Las ciudades capitales son la sumatoria de las provincias, pero hay algo que al que vive en ellas, así venga del más recóndito de los rincones de un país, le hace sentirse superior al resto de sus compatriotas; no he podido definirlo, pero es algo así como un complejo de superioridad adquirido (supongo) al bañarse por primera vez con las aguas de la capital. Eso, como que les da un «aire» de superioridad y les hace despreciar hasta a sus familiares provincianos. Cambian de acento al hablar y hasta de ritmo al caminar, igual que de vestuario. A los paisas [los habitantes de Antioquia] que se van a vivir a la desastrosa Bogotá DC (aunque aquí ya casi los igualamos) los llamamos «bogoteños» y son motivo de burla despiadada cuando vuelven con su acento «rolo» o «ñero» (asuntos de estrato). Estuve por asuntos laborales unas tres veces en la capital y de verdad nunca me radicaría allá, y de verdad, lo más bonito que Bogotá tiene es la salida para Medellín, así sea en avión».
Los primeros espárragos de la temporada, ½ docena de unos gruesos y suculentos espárragos alemanes, acompañados de una tortilla francesa ennoblecida con picadillo de jamón serrano. Viva el lujo y quien lo trujo, como decía mi sabia abuela Remedios.
Weiß/Colonia, 1.4.
La autoridad responsable volvió a probar hoy las sirenas de alarma, a las 12 del mediodía en punto, y por cuatro veces con breves intervalos. Y como siempre que atruenan el aire me hago la misma pregunta: si los responsables de los hogares de acogida para los refigiados les habrán explicado lo que va a suceder, pues de lo contrario el efecto sicológico puede ser traumático. ¡A saber cuántas de esas sirenas no habrán tenido que oír en las guerras de las que huyen!
Leo una larga entrevista con Timothy Snyder, historiador y profesor en Yale, cuya perspicaz inteligencia le ha llevado a escribir, después de que the so called president ganara la carrera a la Casa Blanca, un libro titulado On Tyranny: Twenty Lessons from the Twentieth Century, y recién traducido al alemán como Tiranía: Lecciones para la resistencia. El reportero quiere saber cómo ve la situación aquí, en Alemania, donde también bulle el populismo de derecha, y Snyder le responde: «No me siento capaz de darle un consejo a los alemanes, pero es que, en todo caso, no sé si los alemanes comprenden su rol. Ustedes son ahora lo que los americanos fuimos en los años 50: ustedes son un ejemplo para todos. Si deja de haber el ejemplo alemán, podemos olvidar la democracia. […] Los periodistas son más importantes ahora que nunca. En comparación con los años 80 y 90, el periodismo actual es débil. Pero si se debilita más, puede ser trágico para nosotros. Para decirlo de otro modo: los periodistas tienen ahora la posibilidad de escribir la Historia. Y también de cambiarla. Son los únicos que pueden llevar a cabo las investigaciones necesarias». Leo esto y pienso en mis colegas asesinados en todo el mundo, como recientemente en México, o encarcelados por un sátrapa, como es el caso de Deniz Yücel en Turquía. Los poderes fácticos saben de sobra de qué habla Timothy Snyder, y actúan en consecuencia. En verdad una tarea de gigantes la que le aguarda al periodismo en estos tiempos que tanto recuerdan los años 30.
Otro tuit que se me ocurre para regalárselo a Pilar, en Los Ángeles: «La Casa Blanca desmiente que the fake president se oriente por alguna ideología. ¡De hecho, ni siquiera tiene ideas!»
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