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Mientras tantoDe mi diario : Semana 13 / 2018

De mi diario : Semana 13 / 2018


 

Weiß/Colonia, 25.3.

3:05 am (horario de verano desde hace 5’, una hora de vida perdida que no recobraré hasta fines de octubre si es que llego a vivir hasta entonces) : Me jalé de una sentada Moabit, la precuela de la saga de Gereon Rath. La saga promete, tanto que dio lugar a una precuela tan sofisticada como esta, un lujo como objeto, con unas ilustraciones que nos llevan al Berlín de entreguerras, y un lay out en forma de revistas ilustradas de aquellos años que es una pura delicia. Chapeau!

 

Me entero por el diario de que La vida de Brian es una de las 700 pelis de exhibición prohibida el Viernes Santo. Busco la lista y encuentro en ella M.A.S.H., The Rocky Horror Pîcture Show, Bonnie & Clyde, La loca historia del mundo (de Mel Brooks), Rebelión en la granja, El sentido de la vida (de los Monty Python)y con esta ½ docena me basta. Y me sobra, es como para ponerse a escribir una Historia Universal de la Estupidez. Por mi parte, me prometo de manera solemne que el Viernes Santo veré por enésima vez mi DVD de La vida de Brian.

 

También me vengo a enterar por el diario de que Martin Richenhagen, un asesor coloniense del fake president, dimitió de su cargo tras la defenestración del Secretario de Estado Tillerson, de quien dijo que es «uno de los últimos pragmáticos y defensores del libre comercio», además de  argumentar que «el Presidente necesita tratamiento médico». No especificó si de un pediatra.

 

Toda la tarde dedicada a escribir mi columna para El Espectador, a sabiendas de que no tengo muchas esperanzas de que me la publiquen el Viernes Santo, cuando los diarios colombianos aparecen en modo llamita piloto. Ay.

 

Manu lee en mi diario lo de que, como siempre, «excepto cuando juega Italia», quería que fuese el mejor quien ganase, y me comenta: «Me he quedado asombrada. No por comprobar que no soy la única, sino porque aún no sé qué es lo que lo motiva. ¿Tú sí lo sabes?» Y yo no es que lo sepa, es que sé argumentar mi rechazo, así es que le contesto: «En primer lugar está el hecho indudable de que el Campeonato del Mundo de 1934 lo ganó Italia porque se jugó en Italia y gobernaba Mussolini, y los árbitros fueron coaccionados de tal manera que si Italia no ganaba, no saldrían vivos del país. Son hechos demostrados. Pero es que, además, lo característico del juego italiano (con muy pocas y honrosas excepciones) ha sido siempre el juego sucio. En confrontación directa con España, en el Mundial de Estados Unidos, a lo mejor te acuerdas del codazo que le partió la nariz a Luis Enrique. Y en la final del Mundial 2006 acá en Alemania, a lo mejor (es decir, a lo peor) también te acuerdas de la provocación de un hideputa italiano a Zidane, y la pena fue que Zidane no se la tragó doblada para darle de hostias luego, fuera del estadio, sino que lo noqueó en el propio estadio y en presencia del árbitro. Italia, mi querida Manu, siempre lo he dicho y lo mantengo, Italia es EL país, y los demás son imitaciones. Pero como para ser perfecto hay que tener un defecto, en el caso de Italia es su fútbol».

 

Weiß/Colonia, 26.3.

Donde la dermatóloga para una nueva cura. No me da seguridad completa, pero piensa que aún tendrá que hacerme unas dos o tres más. Todo será hasta que me canse y no vuelva a aparecer por allí, tengo la impresión de estar gozando la atención “preferente” a un paciente particular, lo cual me molesta y me subleva. Luego recapacito que este consultorio solo admite pacientes particulares y me calmo un poco. Poquito, pero menos da una piedra.

 

De la dermatóloga pasé a la acerca de enfrente, al centro de fisioterapia, y hoy, después de una hora de torturas en la Sala Torquemada, tuve ½ hora de terapia de la respiración. El chico que me atiende comienza por preguntarme si mi apellido es español, y le digo que sí, haciendo la salvedad de que en España hay Badas asturianos, a cuya rama pertenezco, pero también Badas andaluces cuyo apellido consiste en la hispanización del Bader de aquellos colonos que Olavide atrajo a Andalucía para repoblar la región y fundaron La Carolina, La Luisiana, La Carlota Mi fisioterapeuta me cuenta que ha vivido en Santiago de Compostela 7 meses, y que después, con su compañera, hizo un recorrido por América Latina, durante casi un año, comenzando por el Uruguay y siguiendo por la Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia. Es una persona muy simpática y agradable, y su castellano no es aquel que el Dr. Guillermet llamaba «Papagaien–Spanisch [=español de papagayo]». Sólo le registro un fallo, y es al despedirse, cuando me dice «Que te vaya bien». Le explico que no tengo inconveniente alguno en que me tutee, pero que a alguien con quien no se tiene relación de amistad no se le tutea de entrada. En realidad lo que hago es ponerle en guardia contra algún hispanoparlante idiota (los hay a miles) que se tropiece en su trabajo y le exija el usted (que justamente por ello no se merecería).

 

Montse anda con una de sus aterradoras jaquecas, de modo que Frank nos trae a Henri para que duerma esta noche con nosotros. Me encanta tener a Henri en casa, pero me abruma pensar que ello se debe a las migrañas que padece su madre.

 

Weiß/Colonia, 27.3.

En La Modicana registro hoy un acontecimiento histórico y es que Carlitos encargó los ravioles negros con cangrejos de río, plato nuevo en la carta, y es la primera vez que no le ha gustado un guiso de la signora. Y bueno, ¿cómo es aquello que decía Karl Kraus?: «Para ser perfecta sólo le faltaba tener un defecto». Lo mismo que sostuve hace un par de días acerca de Italia.

 

Brasil gana 1:0 en Berlín. A la canarinha se le notaban harto las ganas de sacarse la espina del 7:1 en Belo Horizonte, cuando las semifinales del Mundial del 2014. “Sete–Um”, entretanto, es una frase hecha, en Brasil, para resumir del modo más simple una catástrofe. Si un brasileño le dice a otro «Se escapó mi esposa con mi mejor amigo, mi hija menor de edad quedó preñada, de los dos chicos uno anda en la droga y el otro prófugo, y me despidieron de la empresa donde trabajaba», su interlocutor resumirá apesadumbrado la desgracia: «Sete–Um, meu caro».

 

Weiß/Colonia, 28.3.

Nueva sesión con Marius, el fisioterapeuta del lunes, el que habla español. Le recomiendo que no se pierda Carmen la Cubana, el musical que tiene programado la Philarmonie del 17 al 29 de julio. Le digo además que se dé prisa en comprar los boletos porque las dos primeras funciones se consideran Preview y cuestán un 25% menos.

 

Luego, en la Sala Torquemada, sufro hoy la última sesión del tercer grado, pero no lograron arrancarme la confesión de que soy un absoluto hereje que no cree en la buena nueva de la Medicina preventiva o paliativa. Quien me atiende hoy es un chico de posible ascendencia vietnamita, muy eficiente, y a quien le hizo gracia mi rebautizo de una de las posiciones que consiste en estar tendido con los brazos abiertos y doblados en ángulo recto de tal manera que las  manos queden a la altura de la cabeza, mientras que las piernas juntas, dobladas por las rodillas, están rebatidas a un lado del potro del tormento. Tanto este chico de hoy como los que me han atendido las sesiones anteriores, se han referido a esa posición de manera gestual, pero yo le encontré un nombre, acorde con la semana que vivimos: «La crucifixión». Y cuando se lo digo, al oír «Ach ja, die Kreuzigung», se echa a reír. Luego, la segunda vez, es él quien usa el término. Se ve que le ha gustado. Es un recuerdo y un regalo que les dejo, de mi paso por la Sala Torquemada. Por cierto que en un momento determinado, después de un chubasco intenso, todos quienes estaban en la sala, menos yo, tendido en uno de los potros, se quedaron mirando arrobados por el ventanal que da al Este. Pregunté el motivo y era un arco iris. Qué curioso es pensar cuánto de niño queda en nosotros, todavía tan adultos somos capaces de mirar con la boca abierta y en suspenso el espectáculo de un arco iris, siempre como si fuese la primera vez.

 

Weiß/Colonia, 29.3.

Comencé la lectura de la saga de Gereon Rath, y en la primera novela me encuentro con una frase que me gustaría saber cómo la han traducido al español. De la saga ya han aparecido las tres primeras en España, las tres haciendo referencia a Berlín en el título. Debe ser porque ese topónimo, “Berlín”, es vendedor en términos de mercadotecnia. En los títulos alemanes de la saga la palabra “Berlín” brilla por su ausencia. Pero yendo a lo que iba. Me encuentro con la frase «Er schaute auf die Uhr. Elf nach elf. Alaaf!» ¿Cómo la habrán traducido? Para quien es, como yo, miembro viejo del censo alemán, la frase no encierra ningún misterio. Gereon Rath es coloniense, y todo el Carnaval, que es la verdadera religión de los colonienses, está relacionado con el # 11; la temporada carnestoléndica comienza a las 11:11 del día 11.11., y el Jueves de Comadres el alcalde entrega a las mujeres las llaves de la ciudad a las 11:11; así es que si al mirar el reloj Gereon Rath ve que son las 11:11, la hora coloniense por antonomasia, es lógico que reaccione con el grito típico del Carnaval de su ciudad. Pero eso, sin nota a pie de página exige no menos de 20 palabras, y en el original sólo son 9. Me recuerda un poco otra frase  fulminante, en este caso de una novela bien famosa en la Alemania a la que llegué, la de los años sesentas; se titula Lass jucken, Kumpel! [¡Deja que pique, compadre!], transcurre en la zona del Ruhr, durante la posguerra, en un ambiente proletario donde la fornicación y la promiscuidad estaban a la orden del día, y el autor narra de un solo trazo (con seis palabras nada más) cómo la protagonista se apresta para acudir a un encuentro adúltero en el desván de la casa donde vive: «Las bragas volaron a la Constructa». Ahí el efecto está plenamente conseguido porque aunque la firma Constructa fabricaba toda clase de electrodomésticos, decir “la Constructa” era sinónimo de lavarropas. Pensándolo bien, creo que lo he contado ya un par de veces en este diario, pero si  no chochea uno a los casi 79 años, ¿pa cuándo lo dejo, compay?

 

Weiß/Colonia, 30.3.

Durante el desayuno, en fondo, el Miserere de Eslava. En la que creo que es la mejor versión que existe, la de 1973 (pensaba que era de los sesenta), con la coral de Valverde del Camino y la voz irrepetible de Diego Romero como contratenor. He llamado la atención acerca de esa coral y de su Miserere en una nota que he dejado al pie de un espléndido concierto de Semana Santa que Nexos ofrece desde ayer.

 

Vamos con Ulli y Carlitos, que pasaron a recogernos, a comer Reibekuchen en la Haus Schwan.  Diny es la única que los encarga con compota de manzana, los demás con salmón ahumado, que es menos clásico, pero rico. Hhhhhmmm. Mientras esperamos la comida me fijo en el friso de la pared que tengo enfrente, en el cual han colocado una hilera de patos de cerámica, de tamaño ascendente de izquierda a derecha, y que me hace recordar un alejandrino de Samain traducido por Pedro Salinas: «pasa toda la fila solemne de los patos». Sólo que en medio de la fila hay un cisne, qué extraño, y es al salir a la calle cuando de repente, al ver la muestra del local, me doy cuenta de que no es nada extraño sino lo más normal: “Schwan” significa “cisne”.

 

Durante el almuerzo, las mujeres estaban de lo más animadas hablando de sus cosas, mientras que Carlitos y yo lo hicimos de Tucholsky, su autor preferido, algo así como el Larra alemán, un siglo más tarde. Terminó suicidándose en Suecia, en Gotemburgo, adonde llegó huyendo de los nazis. A mí también es un autor que me gusta mucho, su sentido del humor es apabullante. Pienso en su poemita “El último viaje”, tan distinto de “El viaje definitivo”, de Juan Ramón. Me atrevo a traducirlo muuuuuy libremente, así: «El día que me muera –vivirlo no podré– / de almuerzo habrá paté / de ganso, el exquisito / ¡Naranjas de la China! Mi plato favorito».

 

Olvidé consignar ayer que Violeta subió a su cuenta Twitter un trino del kabarettista alemán Dieter Nuhr, traducido por mí y que podría haber firmado en su día el propio Tucholsky:


 

Mi programa equilibrado de Viernes Santo, después del Miserere de Eslava por la mañana, se completa con La vida de Brian por la noche. Como todas las veces me ha hecho reír y reír casi a carcajadas, tuve que contenerme a causa de la hora tan tardía. Y pensando en la campaña del #MeToo me he reído esta vez más que las anteriores con el diálogo entre Brian y su madre, al confesarle ella que él es hijo de un centurión romano:


BRIAN: You mean… you were raped? [¿Quieres decir que te violó?]

MANDY: Well, at first, yes. [Bueno, al principio sí].


Genial. Sin paliativos.


Weiß/Colonia, 31.3.

Terminé de leer anoche, cerca de las 3:00 am, el primer episodio de la saga de Gereon Rath. Creo que la serie cumple con lo que promete, y que es mucho. Hay sin embargo un punto que me tiene desconcertado y que todavía no acierto a concretar en qué consiste. Por otro lado, quien me cae muy bien es Charly, la que parece que va a ser la pareja sentimental de Gereon. Aunque debo añadir que conmigo juega con ventaja ya que se llama Charlotte Ritter, es decir se apellida Ritter, como Paul, Oskar y Henri, y su nombre de pila es Charlotte, como la vieja y querida Charlotte Köpping. Ella era la portera del # 10 de la Bellermannstraße, una amplia calle cerca de la parada Gesundbrunnen, del tren elevado y del Metro. Allí llegamos un día de abril 1964, Otto y Hernando (ambos colombianos) y yo, para alquilar un apartamento grande, doble, con sala a la calle y con una segunda vivienda que daba al patio interior. Allá se nos juntaron un poco más tarde Isabel y Pablo, a quienes había conocido en Osnabrück y enseguida nos hicimos amigos, y al enterarse de que me fui a vivir a Berlín me escribieron pidiéndome que les buscase trabajo allí y embalaron sus bártulos para convivir con nosotros hasta que encontraron vivienda propia. Lo cierto es que en todo momento contamos con la ayuda de la vieja Köpping, que nos conseguía muebles, loza, cubiertos, ropa, y que hacía vida de sociedad con nosotros, como si fuese la abuela de todos, y nosotros sus nietos de unos hijos que nunca tuvo. Un ser admirable Charlotte Köpping, que fue la mayor pérdida que sufrí cuando me vine a vivir en Colonia, en enero 1965. Murió poco después, pero para mí resucitó en 1971 cuando leí por primera vez Retrato de grupo con señora. Charlotte Köpping estaba hecha de la misma madera que Leni Pfeiffer, la inolvidable heroína de esa novela cimera de Böll. ¡Cuantísimos recuerdos al conjuro de dos nombres, Charlotte y Berlín!


***************THE END***************

 

 

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