De mi Diario: Semana 15 / 2013

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Weiß/Colonia, 7.4.

1:50 : The Big Easy [Querido detective], una peli que no conocía y que me ha parecido un poco (un mucho) desconcertante en su desarrollo, y demasiado mórbida. Si todas las mujeres llegan a Nueva Orleáns procedentes del Norte con tantas ganas de dejarse seducir por el encanto de los caballeros del Sur, la historia sería al menos verosímil. Pero lo que más me gustó de ella es que la música que se oye es una verdaderamente autóctona de “la gran tranquila” (como llaman a su ciudad los neoorleaneses), que no es el jazz, sino la Cajun music, por lo menos desde que el centro de gravedad del jazz se trasladó al Norte de donde proviene la protagonista de la peli.

 

Tenemos a Henri en casa desde las 8:30 am hasta bien entrada la tarde, y está de un absorbente que a su lado el papel secante parecería hidrófobo. Sobre las 4 pm Diny me pide por favor que la sustituya en el salón, en la composición de un endiabladísimo rompecabezas, un puzzle contra el que combato, sin la menor asistencia de Henri, quizás ofendido por el abandono de la abuela. Para comprobar al final, con una frustración digna de ser homologada en el Guinness Book of Records, que a este recontrarremilputísimo rompecabezas le faltan dos piezas. Mierda.

 

Se va Henri con sus padres pero llega a cambio la familia Bada-Scholz al pleno, y Diny les tiene la cena a base de milanesas, papas con comino y al horno, ensalada, y de postre yogur de vainilla con bayas (frambuesas, arándanos, moras). Me pregunto cuánto tiempo podremos permitirnos el lujo de invitar a la familia y los amigos, el fantasma que recorre Europa se llama ahora inflación.

 

Weiß/Colonia, 8.4.

Me levanto para ir a orinar, abro la puerta del cuarto de baño y veo que está Diny dentro, cierro la puerta murmurando “Perdón” y sin transición la vuelvo a abrir de par de par; Diny acaba de ducharse y está secándose, en este momento con el pie derecho apoyado en el borde de la tina. Le recuerdo, con una voz muy tensa, que fue así, exactamente igual, cuando me caí el 15 de diciembre y casi me mato. Me contesta que está encima de una alfombrilla antideslizante. Pero al cerrar la puerta sin replicar (yo también estaba sobre una toalla mullida) no le digo lo peor, se lo diré después: que el simple susto porque se abre la puerta cuando no se lo espere para nada, puede provocarle una pérdida del equilibrio que vuelva obsoleta la presencia de la alfombrilla antideslizante. Y es que desde el 15 de diciembre vivo en ese terror, sobre todo si estoy en el cuarto de baño: nunca más dependeré de un solo punto de apoyo; si es preciso, hasta me siento en el taburete para ponerme los pantalones. Esto, en pocas palabras, es aquello que se considera –digo yo– haber llegado a la viejez, como la nombra Diny. Laus Deo!

 

Me escriben de Etiqueta Negra, donde alguien ha leído el Perfil de mi blog en Fronterad y no le gustó lo que digo allí: que dejé de colaborar en EN porque no me pagaban un honorario que me adeudan. Pero como es cierto, no les queda otra alternativa sino pagar. Me contestan que lo van a hacer. Y así lo espero.

 

The great race [La carrera del siglo] permanecerá como otro de los hitos de la risa en el cine. Y yo una de Blake Edwards no me la pierdo por nada del mundo. Lo que sí he perdido es la cuenta de las veces que ya he visto esta carrera del siglo, pero nunca me canso de volverla a ver. (Una vez más anoto mentalmente recordar que el cine de BE es la secuela lógica y congruente del teatro de Jardiel Poncela, echando mano a unos recursos de los que no pudo disponer EJP).

 

Weiß/Colonia, 9.4.

Anoche, recién pasada la medianoche, de repente me arrasó una ola de sueño, de un cansancio irresistible, llegué a la cama casi a los tumbos, y me despierto diez horas después, señal de que el cuerpo lo necesitaba. El único lunar es que hubiera sido una ocasión ideal para no despertar.

 

Con el correo quelonio me llega un libro de Edla van Steen publicado en Francia en una edición bilingüe, portugués/gabacho. Al ver al sobre me fijé en la dirección de Edla en São Paulo, en la rúa Piauí, y me acordé de Estelina, mi colega brasileña en la Deutsche Welle, que era piauíana y me enseñó esta copla: «Teresina, Teresina, / capital del Piauí, / si el mundo en verdá tié culo, / el culo ‘el mundo está aquí».

 

Me acuerdo a tiempo de que tengo en la nevera una terrina con camarones del Mar del Norte (de esos que se pescan en él y se pelan en Marruecos, pero se venden acá como producto local) y me preparo para la cena una tortilla de puta madre. Hhhhhmmmmmmmm

 

En un documental sobre las islas del Caribe, en especial Trinidad, me entero de que una especie de colibrís construye sus nidos con telarañas, gracias a lo cual consiguen que sus pichones nunca padezcan claustrofobia; por supuesto que no, ya que, cuando van creciendo, la elasticidad de las paredes del nido les permite ampliarlo a piacere. Hay que ver los colibrís, carajo, tan chiquiticos y tan sabios, y nosotros tan grandotes y tan pelotudos, construyendo nuestros nidos a base de hormigón armado. Homo sapiens?  ¡Amos anda, cuchipanda, que menda es de Samarcanda!

 

Finis coronat opus. Terminé de leer las 1.596 páginas del Borges, de Bioy. Le toca el turno a la relectura del Dr. Samuel Johnson, de Boswell, modelo inalcanzable de libros como el de Bioy.

 

Weiß/Colonia, 10.4.

A las 12:30 paso a recoger a Henri en el Kindergarten, y lo traigo a casa. Sólo al llegar a ella me doy cuenta de que ha venido sosteniéndose los pantalones con la mano porque los traía abiertos. Con seguridad pasó que lo llevaron al baño a hacer pipí pero luego se olvidaron de cerrarle la bragueta y el botón de la cintura. Ya me parecía que caminaba medio albatros el pobrecito mío. Por la tarde, a las 4:50 pm, lo llevo de vuelta a su casa, donde Oskar lo recibe con un besote y él se despide de mí con la manita y diciéndome «Hasta mañana, abuelo», para gran regocijo de su señora mamá, que es una sádica y sabe que no nos veremos hasta el próximo miércoles. Grrrrr

 

Hojeo y ojeo Der Bote [El mensajero], la revista semestral de la AWO, la organización benéfica obrera para la que cotizo desde 197ytantos. Jamás he asistido a una sola de sus actividades, y a fe mía que no son pocas. Pero por muy valiosa que me parezca su labor, lo cierto es que todas las actividades que realizan son en grupo, y yo no soy tribal. Lobito bueno quizás; oveja, nunca.

 

Heat, ando de suerte, otra de las pelis que nunca me pierdo. Esa escena donde por primera vez se encuentran mano a mano Al Pacino y Robert de Niro es de las que nunca se olvidan, parece como si la pantalla chisporrotease. Y si uno para la oreja, como los conejos, oye el chisporroteo.

 

Weiß/Colonia, 11.4.

Los últimos días han sido tristones, grisáceos, metidos en lluvia calabobos, pero al otro lado de la calle, en la esquina con el Camino Bajo de Colonia, donde están los contenedores de vidrio para reciclar, el largo y frondoso seto de narcisos ya floreció, y el magnolio delante de nuestra casa muestra ya las lenguas pentescostales de sus capullos en todo su esplendor, la eclosión va a llegar en cualquier momento. Ojalá que la acompañe el sol.

 

La editora adjunta de Etiqueta Negra ha cumplido su palabra con toda prontitud, y me giraron desde Lima, vía Western Union, el honorario pendiente desde el 2009. Apenas me lo comunicó, y todavía sin haber acudido a retirar la plata, modifiqué los perfiles de mis blogs en Fronterad y El Espectador, retirando la mención de esa deuda. Y luego de la siesta voy a Rodenkirchen, a la oficina postal, donde hay una sucursal de WU y me abonan los 100 $USA, de los que una parte invierto ipso fuckto en un whisky Single Malt para celebrar el acontecimiento. En el autobús de vuelta a casa, la señora sentada a mi lado está enfadada porque ocupé el asiento que ella quería reservar para una amiga, pero esa amiga no lo quiso aceptar. De todos modos nos ponemos a charlar y al rato se nos une su amiga, que arguye que prefiere no sentarse (le ofrecí el asiento) a causa de no sé qué mal en sus rodillas. Bajamos juntos en la parada de Weiß, ella y yo, y antes de irse en dirección contraria a la mía me confiesa de manera intempestiva que el año pasado, en pleno día, la asaltó sexualmente un turco de 64 años en el centro de Rodenkirchen, y que se trata de un obseso sexual, pero en el juicio no lo han condenado sino a cinco meses en régimen de libertad condicional. Me la quedo mirando mientras se va, y como no es precisamente una mujer agraciada, y desde luego hace tiempo que dejó atrás los 65 años, me pregunto qué tanta compulsión tendría el turco para asaltarla sexualmente, y es ahí donde se me vuelve claro que cinco meses en libertad condicional no son nada como compensación mínima, en parámetros  éticos, a semejante agresión a una mujer indefensa. Este es el mundo en que vivimos.

 

Weiß/Colonia, 12.4.

Un tuitero colombiano, @EstebanMoralesV, sube a su cuenta este comentario a mi columna de hoy en El Espectador, de Bogotá: «Ricardo Bada es el único columnista que responde en los foros de @elespectador que haya visto. Creo que por eso nadie irrespeta el espacio». Bien se ve que @EstebanMoralesV no ha conocido la época en que a ese foro acudían los calumniadores profesionales del mundo periodístico colombiano, y me insultaban sin pausa, hasta que poco a poco se fueron aquietando al ver que yo no me quedaba quietito en casa, modoso, sin responder a sus ataques, sino que bajaba a la arena y les peleaba en su propio terreno, devolviéndoles ojo por ojo y diente por diente, y no pocas veces poniéndolos en ridículo. Al final, y al parecer, capitularon y, con toda seguridad, se han buscado otros circos donde ejerecer sus malabares.

 

Weiß/Colonia, 13.4.

0:30 : Entre chiens et loups [parece que no se ha estrenado en español, en inglés se titula Break of Down], una peli sobre el almita que también tienen que salvar los asesinos a sueldo. Está muy bien guionada y muy bien interpretada. Y tiene un final no por sospechable menos impactante.

 

Me escribe DT, desde Cali/Colombia, después de recibir el último # de Fronterad, y me dice que, «sinceramente, esas cartas a Poseídón del premio nobel  me parecieron una tontería. Al tiempo que me consuela saber que todo un laureado también puede meter la pata de vez en cuando, me aterroriza, al dilucidar qué difícil y casi inalcanzable es lograr la excelencia en la escritura. Si chascos como estos le pasan a un nobel, qué no nos pasará a nosotros». Le contesto: «Que yo sepa, mi estimada amiga, Nooteboom [=nogal] no es premio Nobel. Y por otra parte, la Declaración de los Derechos Humanos te garantiza el de que sus cartas a Poseidón te parezcan una tontería. Tranquila, pues. Únicamente, eso sí, no tratar de ningunearlas con un criterio puramente personal. De repente son muy buenas, aunque a ti no te lo parezcan (y en realidad sólo conoces una). A mí lo que me choca en este texto es la prescindibilidad del artificio. Nadie se va a creer que el autor de tales cartas las deja en la playa para que las lea Poseidón. Todos sabemos que las escribe, además, para nosotros, y no para el dios. En fin, a qué seguir».

 

 

Encontré esta mañana en el diario una esquela de dos nietos, escrita a mano con letra claramente infantil, y que dice así: «Querido abuelito; te echaremos mucho de menos. Cuánto nos gustaría poder seguir jugando al ajedrez contigo. Saluda a la abuelita de parte nuestra. Tus nietos Christian y Thomas». Y debajo los dibujos de cuatro figuras de ajedrez. Para que luego digan que los alemanes son cabezas cuadradas y gente fría y no sé cuántas pamemas más. A mí la esquela esta me dejó con el alma en suspenso, y al releerla no he leído esos dos nombres que aparecen en ella, sino otros cuatro, tan propios como míos, según decía Felipe.

 

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