En Colonia la KVB, la peor compañía de transportes públicos no ya de Alemania, sino de Europa toda, incluyendo la Turquía europea.
De mi Diario / Semana 16 / 2016
Weiß/Colonia, 10.4.
Me levanto recién al mediodía. Y porque no puedo pasarme todo el día en la cama. Sólo por eso.
En El Espectador han publicado hoy con un gran destaque (así me lo hace saber Óscar, desde Paisápolis, como llamo a Medellín) mi artículo sobre Gregory Peck con motivo del centenario de su nacimiento. Reflexiono sobre el hecho de que cuando tienes en tus manos el periódico, en soporte papel, inmediatamente saltan a la vista los destaques. En internet todo se vuelve plano, una llanura sin orografía. En cierto sentido casi lo prefiero, porque entonces el texto se tiene que defender con sus propias armas y no con ortopedias tipográficas.
Broadchurch, una gozada. Aunque las escenas del juicio son a veces tan penetrantes que uno no sabe dónde esconderse para evitárselas. Lo que me estoy temiendo es que los autores, mecidos por la dulce música del éxito, estiren la cuerda como lo hicieron los de El puente, la gran serie sueco–danesa, que fue una maravilla las dos primeras temporadas y un vago remedo la tercera.
Weiß/Colonia, 11.4.
Otra (¡otra!) cosa que olvidé contar en mi diario de viaje, es el que el domingo 20, por la mañana, al ducharme en el hotel en Huelva, estuve a punto de romperme la crisma, por lo resbaladizo del suelo de la tina. Desde ese día hasta el último me duché agarrado al riel ad hoc para insertar la roseta con el chorro del agua a la altura conveniente. Lo que todos y cada uno de los días me hizo recordar un tuit alemán que traduje hace poco y se lo regalé a mi amiga Rebecca, en Zacatecas:
@baehmshesaid (trd.: Bada): Cuando me ducho siempre lo hago agarrada a la barra, para no caerme. Parezco bailarina de streptease, cansada.
— Rebecca Mejía (@RbkMej) 2 de abril de 2016
Y es que prácticamente no pasa un solo día sin recordar más y más cosas olvidadas en mi diario de viaje a Huelva. Por ejemplo lo que dijo la Reme sobre Oskar, admirada de su discreción, que parecía que no hubiese nadie en la casa. O por ejemplo que el lunes, al entrar en lo de Joselito, cuando Chema vio a Diny meneó la cabeza sin soltar la palanca de la cafetera y dijo algo así como «¡Me olvidé de las tortas!»; y sí, al otro día, cuando llegamos, lo primero que puso en la mesa fue una torta Inés Rosales, que los joselitos saben que son las preferidas por Diny. Y se me olvidó consignar también que sentí la ausencia del Niño Miguel con su guitarra, tocando por lo que le daban, cuando podría haber llenado a tope el Carnegie Hall: quienes tuvimos el privilegio de oírle tocar una guitarra que sólo tenía dos cuerdas, en El Fogón de Antonio, la taberna de mi primo, en jamás de los jamases podremos olvidar semejante prodigio; la guitarra fue algo creado para que un día la tocase el Niño Miguel y se llevase a la tumba el secreto de sus dedos.
Weiß/Colonia, 12.4.
1:50 am : Preparándome, mentalmente, para el artículo sobre Don Quijote en el cine y el teatro, que quiero enviarle a Luis el viernes, acabo de volver a ver al cabo de los años milyuno la famosa versión soviética de 1957. Y me encuentro con dos sorpresas. La primera es que yo la recordaba en blanco y negro. La segunda que, aunque Stalin había muerto en 1954, el mensaje subliminal de la versión sigue siendo el que hubiera sido en vida del sátrapa: sólo los locos pueden atreverse a una aventura tan inútil y descabellada como vivir en libertad. Me reafirmo en algo que ya pensé años atrás, al verla despejado de las telarañas de los sesenta, cuando una peli soviética, sólo por el mero hecho de serlo, contaba con nuestro prejuicio a favor: esta versión del libro de Cervantes es bastante pobre y esquemática. Y la interpretación, a la luz de lo que entendemos por prestación actoral hoy en día, bastante más que esquemática: simplemente clichés.
Hoy vamos a almorzar a La Modicana con Oliver, a quien hace literalmente años que no veo, pese a vivir ambos en Colonia. Oliver siempre está lleno de ideas novedosas para hacer documentales, o trabajos audiovisuales, que es lo suyo. Ahora, por ejemplo, me habla de los japoneses cristianos que en el siglo XVI, huyendo de la persecución religiosa en su país, atravesaron el Pacífico y todo México para venir a refugiarse en España, la tierra de san Francisco Javier, su evangelizador, y lo hicieron en Coria del Río, en la provincia de Sevilla. O el tema de los noruegos en la Argentina, rastreados por él en la obra de Borges. Pienso que es una vergüenza que creadores como él, llenos de ideas nuevas, tengan que estar esperando su oportunidad, quién sabe cuánto tiempo, mientras en la tele programan a cada rato necedades, trivilialidades y banalidades sin cuento.
Respondiendo a su reacción le escribo a Marcos, en Caracas: «Me alegra que te haya gustado mi texto sobre don Benito, una de mis devociones más particulares y acendradas. No sé si lo sabes, pero cuando los jóvenes poetas acudían a Vicente Aleixandre, a Luis Cernuda, y les pedían consejo acerca de lo que debían leer, los dos, cada uno por su lado, invariablemente contestaban «Lean a Galdós»-. Creo que era porque don Benito usaba un idioma muy limpio y sencillo… pero nada fácil de conseguir esa sencillez, esa limpieza, y en el cual incrustaba a veces relámpagos poéticos que iluminaban toda la página. Por ejemplo cuando hablando de la política española y quienes la hacían dijo que los andaluces eran «los ruiseñores de la administración», O por ejemplo, en otro de los Episodios Nacionales, un mensajero visita Londres por primera vez para llevar papeles comprometedores a unos refugiados políticos españoles que viven en el exilio inglés, y al cabo de una semana de estar allá, cuando le preguntan que qué le parece Londres, responde que le parece «una provincia con calles». Es poesía pura, y al mismo tiempo una definición perfecta desde la óptica de un español del siglo XIX».
Weiß/Colonia, 13.4.
2:30 am : Phryne Fisher y el episodio más acojonante de la primera temporada de Wallander con Johanna Sällström, el del contenedor abandonado con víctimas del tráfico humano y un bebé que sobrevive y llora. ¡Qué enorme actriz perdimos con ella!
A propósito de lo que cuento en mi diario acerca de los cojones del caballo del Espartero, Javier me escribe desde Alcalá de Bañares: «Recordarás que, hace la tira de lustros, la Feria de Sevilla se celebraba en el Prado de San Sebastián, frente a la Universidad, la ex Fábrica de Tabacos. El más usual de los puntos de cita con los amigos era la estatua de El Cid Campeador, junto a la entrada a la Feria (la estatua sigue allí, pero la Feria, no). En las horas punta, las aglomeraciones en torno al Cid eran asfixiantes e imposibilitaban el encuentro entre los allí citados. Por lo tanto, era obligado citarse de forma más precisa y una de las más usadas referencias era «Nos vemos bajo los cojones del caballo». La frase se hizo tan popular que media Sevilla se citaba allí con la otra media, y el problema de los desencuentros se multiplicó por cuatro».
A media tarde, de repente, sin decir agua va, siento como una tenaza en el esternón, casi que me quedo sin aliento. Aguardo un instante por si se presenta el dizque característico dolor en el brazo izquierdo, lo que significaría un infarto. Respiro hondo y acompasado, como si aspirando mucho aire pudiera conseguir que se aflojase la tenaza. Finalmente me pongo en pie y paseo por toda la casa hasta la puerta del salón y de vuelta hasta el fondo del dormitorio. Un par de minutos después todo ha pasado y me resta sólo, de ronda por el pecho, el “fantasma” de la tenaza.
Weiß/Colonia, 14.4.
Al hablar de una peli que pasan hoy, la adaptación del drama de Ibsen protagonizado por Sollnes, Milan Paulovič, que es mi crítico predilecto, yerra como yo hace un par en este diario, llamándolo arquitecto. Error, sí: Sollnes no era arquitecto sino un constructor, además él mismo quiere que se le considere como tal, como alguien que trabaja con la materia, no como el arquitecto, cuya labor se reduce al tablero de dibujo y los cálculos de Estática.
Marianela, de siempre demasiado generosa conmigo, me deja un comentario al pie de mi libreto de ópera en Nexos. Le escribo: «Habrás de saber que mi primera pasión literaria, muy fuerte, fue el teatro, y que entre octubre del 54 y finales del 59 o principios del 60, en los cinco años que duró la revista juvenil semanal que teníamos en Radio Nacional de España, en Huelva, debo de haber escrito y llevado al aire no menos de cuarenta radioteatros, y que en diciembre de 1964 gané en Madrid el premio Lola Membrives con mi drama Detrás de la fachada. Sucede sin embargo que el premio consistía en 100.000 ₧ en metálico y el estreno de la obra, pero al parecer los miembros del jurado tan sólo pudieron ponerse de acuerdo en incrementar la cuantía del premio a 150.000 ₧ y dividirlas en seis premios ex aequo de 25.000 ₧ para cada uno de los seis finalistas… y las seis obras se quedaran sin estrenar. (En algún lugar de esta casa tiene que estar el mecanuscrito, si es que ha sobrevivido a la usura del tiempo, porque la última vez que lo vi, hace unos veinte años, ya era dificultoso leerlo, el tiempo se había comido mucho de la tinta de la cinta de la máquina con que lo escribí). Luego, ya en Alemania, en la Deutsche Welle y Radio Colonia, seguí escribiendo radioteatros, aunque no con la intensidad de los 50, y tuve la gran satisfacción de que cuando Ars Sonora organizó en 1989 un encuentro internacional con el radioteatro, las obras seleccionadas fueron de Samuel Beckett, Harold Pinter, Severo Sarduy y aquí tu negro. Esa es la vez que verdaderamente he tocado techo. Aunque claro está, tenía la conciencia clara de que en un ciclo organizado en España debía haber una obra española, y en materia de radioteatro no somos un país que nade en la abundancia. Y el organizador del encuentro, el heroico Pepe Iges, había sido además, en 1988, el productor de mi Lorelei-Express. Pero que me quiten lo bailao».
A las 7:30 pm, en Arte, pasan un estupendo reportaje acerca del país vasco español. Diny regresa de su sesión semanal de Método Feldenkrais cuando termina el trecho dedicado al bombardeo de Guernica, con un material documental que todavía pone los pelos de punta. Alcanza sin embargo a ver el trecho que protagonizan San Sebastián, sus pintxos incomparables y la cocina de Arzac. Le busco cuándo pasarán la repetición del reportaje completo (el día 23) para que no se la pierda.
Weiß/Colonia, 15.4.
Repaso a fondo el texto del artículo sobre Don Quijote y el cine, antes de mandárselo a Luis, en La Jornada. Incluyo dos descubrimientos que no constan en la entrada de www.imdb.com y que hice por mi cuenta: son la peli de Cantinflas Un Quijote sin mancha, y otra de dibujos animados, española, pero con un título que es un juego de palabras en inglés: Donkey Xote. Por cierto que al leer la sinopsis de la de Cantinflas encuentro a la joven viuda Sara Buenrostro, que se gana la vida bailando casi encuerada en el club El Cancán. ¿Será parienta de los Buenrostro de El Valle? Tengo que preguntárselo a Rolando.
Para UQ, quien me cuenta de que una vez le presentaron a Fidel, y la impresión que le produjo darle la mano, rememoro que «a mí el trato con los poderosos siempre me ha parecido algo semejante al trato con las serpientes, Por razones de servicio he tenido que entrevistar a gente como Chávez (antes de ser presidente) y Carlos Andrés Pérez (después de serlo), Fujimori (siendo presidente), Tomás Borges (ya en la oposición), doña Violeta Chamorro (presidenta en aquellos momentos, y a quien tuve que interrumpir diciéndole con mucho respeto que estaba hablando en un programa informativo alemán y no en un balcón de la plaza mayor de Managua), en fin, el suficiente número de ocasiones como para reafirmarme en la impresión que te digo. En especial Fujimori me resultó repulsivo. Me vengué de él porque en su entrevista me dijo de manera rotunda que su gobierno había acabado con Sendero Luminoso, y un par de semanas después ocurrió la ocupación de la residencia del embajador japonés en Lima, la cual, como sabes, duró cuatro meses largos. Pues bien, todos esos 125 días incluíamos en nuestro informativo la crónica de nuestra corresponsal en Lima, y al introducirla yo hice oír, 125 días seguidos, la cita de Fujimori, en su propia voz, diciendo que su gobierno había logrado acabar con el terrorismo en el país. Hubo reclamaciones de la embajada peruana en Bonn, pero les dijimos que nos limitábamos a citar a su presidente, con sus propias palabras y en su propia voz. Se la tuvieron que tragar doblada. De manera que me explico muy bien lo que me cuentas de la gelidez de Castro, cuyo mensaje siempre me ha parecido una especie de canto del fantoche cubano (no sé si conoces la obra de teatro de Peter Weiss, El canto del fantoche lusitano)».
Me comenta Susana desde Buenos Aires mi diario de viaje a Huelva: «Además de divertirme mucho con esas 12 páginas, me entero del modo en que se celebra Semana Santa en Huelva. ¡La presencia que tienen lo sagrado y las tradiciones! Realmente da para pegarse una visita». Y eso me lleva a contestarle: «Te lo digo muy en serio, quien no ha visto una Semana Santa andaluza (en lo fundamental las de Sevilla y Huelva, aunque también las de Málaga, Granada y Córdoba) no sabe la inmensa belleza que se pierde. Te copio el enlace con la recogida de la Virgen de la Esperanza, a la que ya hace años le grité “¡Guapa!” en plena carrera oficial. Son casi 26’ pero creo que el espectáculo vale la pena. Desde que a los 45” se alza el paso y empiezan a mecerla (a Ella), y la lluvia de pétalos, y los vivas y los “¡Guapa!… ¡Guapa!… ¡Guapa, guapa y guapa!”, y el canto de la saeta, y cómo a los 12’ el capataz golpea con el llamador para alertar a los costaleros y cómo a los 13’55” levantan el paso a puro huevo (¿vos sabés la cantidad de quilos que pesan sobre los hombros de los costaleros?) y le van dando vuelta para entrarlo en la capilla con la cara de la Virgen mirando al frente, mientras la muchedumbre canta al compás de la música, y cómo el capataz les hace tomarse un descanso a los 18’47” (prestá atención al golpe del llamador) porque lo que sigue es de campeonato, a los 19’20”, al grito de “¡A esta es!”, el capataz vuelve a golpear con el llamador y a Ella la suben a pulso y van meciéndola a cámara lenta, y cómo ya con ella dentro de la capilla la vuelven a sacar a saludar a su pueblo hasta tres veces, ¡siempre meciéndola a cámara lenta y sin descansar!… Yo acabo de volver a ver esta recogida y a lo mejor si vos la ves también empezás a explicarte mis lágrimas, y eso sin ser ni siquiera cristiano». Y sí, es demasiada belleza, esa suma de música, ballet, canto a cappella, luces, emoción, es un ejemplo inesperado y por completo espontáneo de la Gesamtkunstwerk a la que aspiraba mi tocayo Wagner.
Weiß/Colonia, 16.4.
Voy a Rodenkirchen a hacer compras para Diny (cierto vino blanco + ½ l de leche) que necesita para la salsa de los espárragos que acompañarán esta noche a las milanesas. En la parada del bus me interpela una mujer de unos 40 años, delgada, que habla un alemán purísimo, sin mezcla del menor acento, apostaría cualquier cosa a que nació en Hannover. Quiere saber de qué información debe fiarse, si del horario impreso en la vitrina de la parada o del que centellea en el display al pie de la misma. Le digo que en caso de duda, del display. «¡Pero hay una diferencia de 9’ entre los dos!», me arguye. ¡Pobre inocente! Le explico que 9’ de retraso, en Colonia, es un exceso de puntualidá, que ha tenido suerte hoy con la KVB, la peor compañía de transportes públicos no ya de Alemania, sino de Europa toda, incluyendo la Turquía europea.
Al llegar a casa me extraña que Diny tenga la televisión puesta y además esté viendo un programa infantil. Y de repente me doy cuenta, ¡Henri está en casa!, ¡Henri, a quien no veo desde antes de viajar a Huelva! ¡Ah, mi querido Henri, mi niño del alma, you make my day!
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