Weiß/Colonia, 15.4.
La entrevista dominical en el diario es con uno de los siquiatras más célebres del mundo, Allen Frances, acerca de the fake president. De quien asegura que no es él quien está enfermo, sino la sociedad [USAna] que lo eligió. «¿En qué consiste esa enfermedad?» le pregunta el reportero, y Frances responde: «En los delirios de nuestra sociedad cuando se trata del cambio climático y de la polución ambiental. Muchos americanos piensan que no tienen por qué preocuparse por eso, que son cosas que arreglarán los científicos, y si ellos no, pues entonces el Buen Dios. […] Los americanos se encuentran entretanto en un punto crítico, pero tienen miedo a discutir estos problemas». Y un ignorante inepto y narcisista como el actual inquilino de la Casa Blanca ni siquiera tiene ese miedo, sencillamente espanta los problemas como si fueran moscas molestas para su concepción del mundo, ese mundo plano, precopernicano, en el que vive.
Una de las cosas más notables de las relaciones con mis amigos a través de este diario –yo que lo escribo y ellos que lo leen– es cuánta memoria de ellos despierta la memoria mía. Así por ej. la noche recién pasada me escribió Ibsen para agradecerme que le hubiese recordado a Richard Widmark y me pasó el enlace con una escena de El beso de la muerte, comentándomela así: «La sonrisa, la risita del asesino… ¡y era su debut!» Le contesto: «A mí, en Huelva, las chicas de mi pandilla me llamaban «Richard Widmark» porque decían que yo era «un duro» (esto es, en nuestro lenguaje de entonces, un cínico, un descreído, un desalmado por el mero gusto de serlo). Todas querían «echarme el lazo», según mi hermana, porque yo era un guaperas que las atraía mucho, pero al mismo tiempo le tenían miedo a la idea de comprometerse conmigo. Acaso la foto que te adjunto ilustre un poco lo que te digo. Está tomada en la mañanita del Viernes Santo de 1955, en el puerto de Huelva. En la foto, soy el de la izquierda, y al verla te darás cuenta de que ya había visto casi todas las pelis de Montgomery Clift, aunque a quien más recuerda mi pose es al James Dean que recién conocimos al año siguiente, con el estreno de Al Este del Edén en un cine de Los Remedios, en Sevilla»:
Natasha, la sobrina de Ibsen, ve la foto por encima del hombro de su tío y comenta en el más puro slang caraqueño: «Taba durazno el pana andalú tuyo ese». Traducido al castellano quiere decir «Era guapísimo ese amigo tuyo andaluz». Laus Deo!
Ay, que no se me olvide. Durante el desayuno vi que el diario le dedica una amplia semblanza a Claudia Cardinale, con motivo de su 80.º cumpleaños, y cita lo que opinó de ella David Niven: «El mejor invento italiano, después de los espaguetis». Eso sí que es un piropo. Chapeau!
Segundo episodio de la sexta temporada del comisario Beck : Definitivamente no, esta serie está muerta, se murió con Gunvald Larsson, la mantienen viva con respiración asistida y en coma inducido. Lo que me extraña es que Peter Haber se preste a seguir apareciendo en este réquiem de su obra. Y aún más me extraña que hayan desaprovechado una vez más la chance para desembarazarse del vecino imbécil de Beck. Cada vez que aparece para su numerito es el momento que aprovecho para ir a la cocina y servirme un nuevo whisky: cuando regreso ya se ha ido de la pantalla. Lo peor de todo es que tengo un amigo muy querido, Dieter, que por su carácter es algo así como un clon de ese vecino. Pero a Dieter lo quiero, y a tal Valdemar no. Y esa es la diferencia que va de lo vivo a lo pintado. O al revés. Y al revés.
Weiß/Colonia, 16.4.
Don Samuel Whelpley me pone unas líneas autorizándome a publicar en mi blog de EE el texto de su email de ayer, escrito y enviado después de leer en mi diario lo que conté acerca de las penurias de la vida en la infancia de Clint Eastwood y en la mía. Me alegro de poderlo publicar porque es en base a testimonios como este que se entiende mejor la terrible situación por la que atraviesa Venezuela en manos del catastrófico chavismo. A decir verdad, ya una dictadura es de por sí una desgracia, pero una dictadura inepta es una metástasis de la desgracia.
Pasaron el segundo episodio de la saga del joven Morse. Creo que la idea de producir esta serie ha sido un gran acierto. Lo que no creo es que funcione con todos los héroes que conocemos en el mundo de las series policiales. Es decir, no logro imaginarme una serie que nos presente los primeros pasos de Beck o de Wallander por el mundo de la investigación policial. Ni que decir tiene que un joven Hercule Poirot, y en Bruselas, mucho menos. Qué cosa más curiosa, ahora que lo pienso: Hercule Poirot es casi tan inglés como Sherlock Holmes.
Terminé de leer el cuarto episodio de la saga de Gereon Rath. Muy buena es esta serie. Pero al igual que con los anteriores episodios me pregunto cuánto no se perderá en la traducción, a no ser que la recarguen con notas a pie de página. En la pg 58, por ejemplo, Rath le dice al médico forense, «Da steh ich nun, ich arme Tor…», y menos mal que el médico le replica «Vaya, por lo menos conoce usted a Goethe», porque si no, ¿cómo sabría el traductor que Rath estaba citando del monólogo inicial del primer Fausto?: «¡Ay de mí! Ya he estudiado filosofía, / derecho, medicina, / y por desgracia también teología / bien a fondo y con ardoroso esfuerzo, / y ahora, aquí estoy, pobre loco, / y soy tan sabio como antes de empezar» (tomo la cita de la traducción congenial de Helena). O en la pg. 106, es el mismo Rath quien dice una frase hecha en alemán, «Tan rápido no disparan los prusianos», que no sé si los propios alemanes conocen su origen. [El Rey Soldado, Federico Guilllermo I de Prusia, no hacía fusilar a quienes desertaban de su ejército, sino que los castigaba duramente y los reincorporaba a las filas, porque tenía en claro que sus soldados eran una inversión que debía dar réditos, de ahí también que no se le conozcan decisiones bélicas precipitadas, salvaguardaba su capital: la vida de sus soldados]. O en la pg. 457, cuando Rath, haciendo tiempo hasta la salida de un tren se pasea por la orilla de uno de los lagos masurianos, descubre un letrero identificatorio del lugar y se trata de Suleyken: cuando no se ha leído So zärtlich war Suleyken [=Qué tierna era Suleyken], la estupenda colección de relatos breves de Siegfried Lenz, no se puede entender el guiño del autor de la saga hacia la obra de su gran colega. Donde el traductor lo tendría más fácil es en la página 452, en la que se dice, de manera literal, que «según el horario, ese tren se detenía delante de cada cántara de leche». ¡Por fin un tren lechero en alemán!
Weiß/Colonia, 17.4.
Llamo a Alcorcón para conversar con Violeta, que llegó el sábado desde Caracas. No sé en qué irá a parar el experimento chavista, pero cada vez que oigo y leo testimonios de lo que está pasando en el país, se me ponen los pelos de punta. Y eso que soy calvo. Como ya escribí ayer en estas mismas páginas, el colmo de la desgracia es una dictadura inepta.
En La Modicana, hoy con Enrique Anarte Lazo, sobrino de la esposa de Ernesto Feria (hijo) y segundo onubense en la Radio Deutsche Welle, al cabo de más de 18 años que me jubilé. Es un chico muy simpático, sencillo, que le hace honor al carácter modesto de la gente de mi tierra. Eso sí, cuando un onubense nace con ego, los argentinos son en comparación niños de teta. Por desgracia tuve la mala suerte de hacer amistad in illo tempore con un espécimen así, hasta que la magnitud de su ego me puso a vibrar todas las alarmas y cancelé la amistad sin más trámite.
Weiß/Colonia, 18.4.
¡La noticia del día es que se publicó La bufanda de Cambridge en Bogotá! En principio se iba a titular La bufanda de Cambridge y otros cuentos, pero estoy de acuerdo con que Andrés se haya decidido por el título más breve. Al cabo de trece años largos de aparecer en la revista, El Malpensante, se publica como libro, también en la misma casa. Ahora toca esperar que me llegue al menos un ejemplar de la nueva criatura. Con la cual, por cierto, le voy siguiendo los pasos a Rubén Darío, no debe haber muchos autores de nuestro idioma que hayan editado en sitios tan distintos como son Nueva York, Colonia, Múnich, Huelva, Madrid, La Paz/Bolivia, Río de Janeiro y ahora Bogotá. También podría estar en la lista Ciudad de Guatemala con Los mejores fandangos de la lengua española, en la edición que preparé ex profeso para el público centroamericano y cuyas galeradas corregí allá por diciembre del 2008… pero tal parece que las muelas editoriales guatemaltecas muelen muuuuuuuuuuuuy despacito. Oremus.
Weiß/Colonia, 19.4.
La semana pasada floreció el magnolio, que ya dejó una alfombra de pétalos en la acera y en el acceso a nuestra casa, y esta semana le toca la floración al cerezo ornamental japonés que se ve por las ventanas del comedor y la cocina. Y el termómetro sigue subiendo, se esperan unos 28º para el fin de semana. Se anuncia, pues, el calvario de la canícula renana, que siempre me pone enfermo y aún más desganado y abúlico que de costumbre, lo que ya es decir.
En el canal NDR pasaron un reportaje de MareTV dedicado al Támesis. Muy bueno y divertido, en especial las anécdotas que tienen que ver con el puente levadizo de la Torre de Londres. Una de ellas está relacionada con el hecho de que el tráfico fluvial tiene prioridad absoluta sobre el terrestre. Y así, en cierta ocasión, Toni Blair y Bill Clinton cenaron juntos en un restaurante de la orilla derecha, con el resultado de que, después, el auto del premier inglés pudo pasar a la orilla zurda antes de que se alzara el puente, pero el presidente USAno, pese a la intervención del servicio secreto británico, tuvo que esperar a que el puente volviese a cerrarse. Aunque este reportaje está en alemán, le paso el enlace a mis amigos “ingleses”, de los que sólo dos hablan esta lengua, con la seguridad de que lo pueden disfrutar por las imágenes.
Continúo, en paralelo a la lectura de la saga de Gereon Rath, con la de la correspondencia de Flaubert. El 4.7.1850 le escribe a su amigo Louis Bouilhet desde Damasco: «En Jerusalén leí un libro socialista (Essai de philosophie positive, de Auguste Comte). Me lo prestó un católico fanático que a la fuerza quería que lo leyese para que viese cuánto etc. etc. etc. Hojeé un par de sus páginas: es de una estupidez abrumadora. Por lo demás no me defraudó, hay en él inmensas minas de comicidad, californias enteras de lo grotesco». Y el 14.10. desde Constantinopla (aún no se llamaba Estambul): «La ciudad es inconmensurable. Se pierde uno en las calles, no se les ve el principio ni el fin. Los cementerios son bosques en medio de la ciudad. Desde arriba en [la torre de] Gálata se ven todas las casas y mezquitas, y al lado y en medio el Bósforo y el Cuerno de Oro, llenos de barcos. Las casas también podrían compararse con barcos, de lo que resultaría una flota inmóvil, donde los minaretes serían los mástiles de las naves de alto bordo (esta frase es un poco afectada, pero sea)». [Me encanta esta autocrítica]. Y en la misma carta: «¿Por qué me ha conmovido de manera tan viva la muerte de Balzac? Al morir un hombre a quien se admira, siempre se está triste. Uno esperaba conocerlo algún día y ser querido por él. Sí, era un hombre fuerte, que entendió intrépidamente su época. Él, que tan bien analizó a las mujeres, se ha muerto apenas recién casado y cuando comenzaba a disolverse la sociedad que conocía». Y al día siguiente, a su madre: «También yo me he vuelto sedentario, en el sentido de que he encontrado en mi asiento el centro de gravedad». Y también a su madre, pero desde Patras, el 9.2.1851: «No hay nada más inútil que esas amistades heroicas que necesitan de unas ocasiones especiales para poderse demostrar». Me pregunto que por qué he dejado pasar tantos años sin leer esta maravilla. Y tengo dos respuestas posibles; a) porque soy un perfecto idiota; y b) porque a lo mejor estoy en la edad óptima para gozarla. No sé por cuál decidirme.
Weiß/Colonia, 20.4.
Larga plática de casi ¾ de hora con Esther, ya regresada de su viaje a Florencia y Roma, al que hubiera tenido que acompañarla. Viene entusiasmada del simposio florentino y del lugar donde se alojó, el Centro Eielson. Y una vez más deslumbrada por Roma. E impresionada por la personalidad de Martha, que es en verdad lo más parecido que conozco a un hada madrina, fue la impresión que me dejó cuando coincidimos en Madrid, 1992, para el homenaje a Álvaro Mutis. Lo que a Esther, según me dice, la tiene un tanto desbarajustada es el hecho de que en merecido pago al texto que me dedicó en el simposio de Florencia, yo le haya condonado la deuda. Siente como si al dejar de ser mi deuda estherna dejase un poco de ser ella misma, al cabo de tantos años. Le replico lo imaginable en un sinvergüenza como yo: que no tiene por qué aceptar mi obsequio.
Me perdí los episodios 1 y 2 de la primera temporada de una nueva serie policial francesa, Falco, que al parecer es una remake de una serie policial alemana que no conozco, Der letzte Bulle [=El último poli], porque la produjo y transmitió un canal comercial. En principio parece un poco traída de los pelos. El teniente Alexander Falco es herido de un tiro en la cabeza, en 1991, y permanece 22 años en coma. Al regresar a la vida, descarta la jubilación anticipada que le ofrece la Policía Nacional y se reintegra al servicio activo. Pero hay cosas sustanciales que cambiaron. Carole, su esposa, encontró nueva pareja en el forense del equipo, y su hija Pauline, a quien dejó de ver cuando sólo contaba seis meses, es ya una veinteañera. Los episodios son breves y cerrados en sí mismos, y convincentes todos los miembros del elenco. Lo único que chirría es el aspecto del protagonista, Sagamore Stévenin, nacido en 1974 y que, por lo tanto, en el año 2013 cumplió los 39 que representa, e incluso yo diría que representa algunos menos. Mientras que Falco, su papel, en el 2013 andaría ya cerca de los cincuenta (puesto que era teniente en 1991, cuando casi le matan). Sin embargo, y como la serie es buena, ya la tengo “abonada” todos los viernes a las 21:45 en el canal ZDF Neo.
Weiß/Colonia, 21.4.
En El Espectador, hoy, en la columna de Esteban Carlos, gran tipo, a quien conocí en Medellín, en julio del 2008, una lista de sugerencias de libros para comprar en la feria de Bogotá, y entre ellos La bufanda de Cambridge. Los dioses quimbayas se lo paguen.
Estamos en plena temporada del espárrago y Diny no deja pasar un solo fin de semana sin ellos. En eso se nota que no es rencorosa. Lo digo porque a lo que más le temían los chicos Hansen, en su infancia, era a la recolección del espárrago de las tierras de su padre. Es una tarea no sólo de lo más delicada, porque no todo el mundo sabe manejar el cuchillo especial para el corte, sino que además, al cabo de una jornada de cosecha, terminas desriñonado. Mi cuñado Harry lo sabe contar con mucha gracia y con todo detalle. Cuando un día me contó por primera vez las condiciones en que se lleva a cabo la tarea, me hizo recordar el título del cuadro de Sorolla en el Prado, “¡Aún dicen que el pescado es caro!”
La saga del comisario coloniense Gereon Rath, ambientada en el Berlín de la República de Weimar, comienza en el año 1929, y cada episodio sucede durante el año que le sigue, así que este, que es el quinto, se desarrolla en 1933, siendo Hitler ya canciller, desde fines de enero. Y el epígrafe que le antepone Volker Kutscher es fulminante. Se trata de una frase que dijo a sus amigos el gran impresionista alemán Max Liebermann (el pintor predilecto de Diny), viendo tras las ventanas de su casa, en la Plaza de París, donde se encuentra la Puerta de Brandeburgo, el desfile de antorchas con que los nazis festejaron la nominación de su Führer como canciller alemán: «Ay, ¿saben ustedes?, no podría devorar tanto como quisiera vomitar».
***************THE END***************