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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 18 / 2020

De mi Diario : Semana 18 / 2020


 

Weiß/Colonia,  26.4.

2:20 am : Pasaron por fin un nuevo episodio de la serie policial neozelandesa, desprogramado una semana tras otra para dar sitio a tertulias monotemáticas dedicadas al dios secreto de los medios, el CoronaVid19. El magnífico episodio de hoy, “To Die or Not to Die”, comienza con el final de una función de un grupo de aficionados representando Hamlet, y cuando los actores salen a saludar y agradecer el aplauso, el que hizo de Hamlet se desploma muerto, envenenado con cianuro potásico. Tiene un guion estupendo y lleno de guiños a Shakespeare, y eso me llevó a activar despuès el DVD del Hamlet de Laurence Olivier que he visto hasta la mitad, llevaba como medio siglo sin verlo. Un buen cierre del día.

Hoy cumplo mi cuarentena pitagórica, la de 40 días, no la descafeinada de 15. Del piso no salí en estos 40 días nada más que tres o cuatro veces para bajar al garaje y traer agua mineral a casa. Y a la calle, que puedo ver desde el ventanal de este cuarto de trabajo, no creo haberla mirado más allá de un par de veces, en especial las que he despedido desde el balcón a Montse & Co. cuando han venido a traernos las compras. Y la verdad es que no la echo de menos. Digo a la calle. Mi mundo está concentrado entre estas cuatro paredes, el resto es circo.

Leo entre las lecturas recomendadas del fin de semana por Marcos, en Karakogrado, un artículo sobre Menéndez Pidal, que vale la pena, pero qué raro que a don Fernando de los Ríos, uno de los personajes más ilustres de la Historia española, lo rebajen en él a «Fernández de los Ríos». Nada menos que en el ABC, porque de haber sido en el pasquín de Prisa pues me lo explicaría.

En el canal Arte La hija de d’Artagnan, con el triple atractivo de Bertrand Tavernier dirigiendo, Sophie Marceau y Philippe Noiret como protagonistas, y el recuerdo de la que ví de muchacho en el Gran Teatro de Huelva, Los tres mosqueteros, con Lana Turner en Lady de Winter y Gene Kelly haciendo de d’Artagnan y demostrando ser tan diestro con la espada como con los zapatos de claqué. Me las prometo felices.

Weiß/Colonia, 27.4.

2:10 am : Después de La hija de d’Artagnan (que ha sido una gozada) pasaron otro episodio de la serie policial sueca Morden i Sandhamn [Asesinato en Sandhamn, una idílica isla muy cerca de Estocolmo]. Esta es una serie harto irregular. Hay episodios que resultan incluso aburridos, y otros, como el de esta noche, sobre un marido agresivo que maltrata a su mujer y asesina a un compañero que lo delató a la policía, donde el suspense está en el aire todo el tiempo, cada vez que aparece ese hijueputa en la pantalla lo siente uno como una amenaza dentro de la propia casa. ¿No podrían los guionistas tratar de mantener un promedio más elevado que el actual?

Luis Rocha publica en Confidencial un suculento artículo sobre “La farmacia siniestra”, la que se podría abrir para despachar las recetas de esa eminencia médica inesperada en que ha mutado the fake president. Me encanta en particular cuando dice: «A ciencia cierta sabemos que James Bond murió de Coronavirus, al ingerir un Martini medicinal con receta de Donald».

Vemos juntos, Diny y yo, y nos divertimos a más y mejor, Operation Petticoat [Operación Pacífico en España, posiblemente porque a la censura le parecería en exceso sicalíptico lo de Operación Enaguas, como también a la censura chilena, según se desprende de esa Operación Faldas, aunque todavía peor en Argentina y México, titulándola Sirenas y tiburones]. El guion de Stanley Shapiro y Maurice Richlin fue nominado con toda justicia para el Oscar, pero perdió frente al de Pillow Talk [Confidencias a medianoche]que también era de ellos. No la vi nunca en España, de manera que no sé cuánta tijera metió la censura. En los diálogos perlas como esta: «Cuando una chica es menor de 21 años, está protegida por la ley. Cuando tiene más de 65 está protegida por la naturaleza. ¡En cualquier edad intermedia, es un juego limpio!» O lo que el capitán del submarino, Cary Grant, registra en su cuaderno de bitácora al reflexionar sobre los latrocinios clandestinos para abastecer al Sea Tiger, llevados a cabo por su oficial de aprovisionamiento, Tony Curtis, y su adlátere filipino, en los depósitos de materiales de la Marina: «Parafraseando al Sr. Churchill: «Nunca tan pocos han robado tanto para tantos”».

Weiß/Colonia, 28.4.

2:00 am : Pasaron en el canal Arte ¡Viva Zapata! Empecé a verla preguntándome por qué John Steinbeck consintó que le dieron el crédito como autor de un guión que fue tergiversado hasta el punto de que él mismo no lo reconocía. Y por qué Elia Kazan lo filmó pese a todo. Pero si la voz de Marlon Brando siempre ha sido  un estupefaciente para mí, cuando la de su doblaje la intenta imitar es un somnífero de receta médica obligatoria. Recién me desperté hace un rato, cuando ya estaba terminando el siguiente programa, un documental sobre Chechenia.

El quinto día del Covidiario, en Nexos, lo escribe Andrea Januta, desde su apartamento en Nueva York. Habla de los únicos ruidos que ahora se oyen allá: las sirenas de las ambulancias y el canto de los pájaros. Le dejo un comentario: «Acabo de bajar al garaje para traer agua mineral a nuestro piso y me he entretenido varios minutos escuchando el canto de un mirlo escondido en la espesura del pinoabeto delante de la fachada de la casa. Como ha estado lloviendo hasta las cinco de la tarde, después de largos días de un sol despistado en esta altura del calendario, el aire está límpido, como recién lavado, así es que oír al mirlo en esta acústica cristalina me parece un regalo de los dioses. Y si eso es aquí, ¡qué no será en Nueva York!»

Todos tenemos una estrella fija en el recuerdo. En mi caso es el contable de la fábrica de mi padre, Tomás Ramos, cuya biblioteca fue mi primer paraíso terrenal. Pienso en él, a sus 95 años, refugiado con la sola compañía de su hijo en el piso de Juan de la Plaza 7, en Huelva, donde 53 años atrás le hizo fotos en 3D a Rebeca, que aún no tenía un año. Y al pensarlo casi siempre me lo encuentro con un libro abierto entre sus manos. Cosa curiosa, siempre suele ser un volumen de las obras completas de Galdós, en la colección Obras Eternas, de Aguilar. Debe ser porque en 1952, cuando me operaron de peritonitis en la clínica de don Féliz Sanz de Frutos, un día me vino a visitar y me trajo, para que lo leyese durante la larga convalecencia, el primer tomo de los Episodios Nacionales, en esa colección. Un favor que nunca se lo podré terminar de pagar.

Weiß/Colonia, 29.4.

Me acosté poco antes de las 3:00 am y a las 5:15 ya estaba en pie apremiado por la vejiga, y desde entonces no logro conciliar el sueño. Harto de dar vueltas en la cama me levanto a las 9:29, que es una hora capicúa, para que al menos haya algo positivo en este día.

Rebuscando entre viejos papeles, a veces encuentra uno sorpresas increíbles. Por ejemplo una carta que me envió Eduardo Arroyo, con su letra florida, el 30.4.1998. La dirección a la que me escribió es «Sr, Don Ricardo Bada / Pflasterhofweg 11a / 5». Debajo hay una pregunta de algún funcionario de Correos: «¿Qué país?» Y al margen izquierdo unas líneas explicando: «Eduardo Arroyo olvidó indicar la ciudad y el país, por eso tardó esta carta». Pero lo increíble es que sí me llegó. Por cierto que las dos anotaciones son de distintas personas. La primera debe de haber sido escrita en España, la segunda en Alemania por algún cartero español. Había muchísimos españoles trabajando para los Correos Alemanes. Entre ellos el pobre Juan, del barrio de San Sebastián, de Huelva, que terminó suicidándose acá en Colonia, arrojándose al Rhin.

La nueva entrega del Covidiario la firma Héctor. Le dejo un comentario al pie: «Lo que piensas contar, querido Héctor, es algo así como una Odisea chilanga, Y tú bien que tienes uñas para esa guitarra. En cuanto a lecturas para estos días del confinamiento, te recomiendo no perder de vista En otros lugares, de Henri Michaux. Te transcribo el comienzo del texto dedicado a los halalas: “Entre ellos, la propia policía es la que regula todos los asuntos. El policía, al ser responsable del orden y de los criminales, es considerado su sargento y su jefe de grupo. Para que la situación sea todavía más flexible, los bandidos hacen un cursillo en la policía y los policías entre los malhechores. Ambos grupos intercambian hombres continuamente. // En la actualidad los bandidos ya no hacen cursillos en la magistratura, pero cuando ésta tenía todavía alguna autoridad, estaba llena de bandidos. Hacerlo ahora sería para ellos una pérdida de tiempo”. Y así todo el libro, que es una orgía de nonsense. Te mando un badabrazo en pixeles y un deseo: bleibe gesund! [=¡que sigas sano!], la nueva despedida en Alemania».

Ángeles está muy activa en esta crisis con la proverbial y metafórica pluma. Hoy ha sacado dos textos en Nexos, en uno de los cuales me nombra, y le he comentado lo siguiente: «Es cierto que me gustan las series policiales escandinavas, y me parece bien que no las veas si no te gustan las policiales. Pero no argumentes que no quieres verlas, además, porque no deseas  estropear tu imagen de los países escandinavos. Con eso te estás negando la satisfacción y el deleite de ver las obras maestras de Ingmar Bergman y lo mejor de C.T. Dreyer, Lars von Trier y la formidable Susanne Bier. Sus imágenes de la vida escandinava no pueden ser más críticas, para no decir negativas. Por lo demás, gracias por estar prodigándote en estos días que tanto necesitamos oír (o leer) voces amigas. Grazie tante dal profondo del cuore».

Weiß/Colonia, 30.4.

1:20 am : Pasaron una más de Bertrand Tavernier, L’appât [La carnaza], rodada a continuación de La hija de d’Artagnan. Es una obra maestra, otra más, de Tavernier. Y se te queda grabada la última frase del guion, cuando Nathalie, después de firmar su declaración en la comisaría, le dice al policía: «Ahora que lo he dicho todo, ¿me dejarás ir para Navidad? Tengo que visitar a mi padre en Navidad». Como si declarar que ha sido cómplice de dos asesinatos y varios robos, en los que actuó de cebo (de carnada, o de carnaza, según más crudamente documenta su título español), ya la limpiase de toda responsabilidad. Es ese pasotismo moral el que BT denuncia sin alzar ningún dedo admonitor, sencillamente dejando actuar y hablar a sus criaturas como son. Muy justamente le concedieron el Oso de Oro en la Berlinale de 1995, Un cuarto de siglo más tarde incluso ha ganado en actualidad. Es lo que suele ocurrir con las grandes obras.

Vino Rebeca a visitarnos y a traernos un par de compras, entre ellas dos mascarillas mercadas en una farmacia. Y de las cosas que cuenta hay una que me alegra por ella y entristece por mí:    ayer estuvo de visita en casa de Montse y pudo abrazar a Henri. «Ay mísero de mí, ay infelice», como se lamenta Segismundo en su primer monólogo de La vida es sueño.

Sentado en el taburete de la cocina, contemplando el cerezo ornamental japonés en el jardín del vecino, me maravilla la lozanía de su verde perenne, un verde esmeralda y esperanza, y me digo que tal vez el verdadero espectáculo sea este, no el de su floración en modo pavorreal, vestida de blanco igual que una novia, majestuosa como una sultana de Las mil y una noches. Y recito para mí los versos de Juan Ramón: «Vino, primero, pura, / vestida de inocencia. / Y la amé como un niño. // Luego se fue vistiendo / de no sé qué ropajes. / Y la fui odiando, sin saberlo. // Llegó a ser una reina, / fastuosa de tesoros / ¡Qué iracundia de yel y sin sentido! // Mas se fue desnudando. / Y yo le sonreía. // Se quedó con la túnica / de su inocencia antigua. / Creí de nuevo en ella. // Y se quitó la túnica, / y apareció desnuda toda / ¡Oh pasión de mi vida, poesía / desnuda, mía para siempre!» Ese verde absenta que estoy bebiendo con mis ojos, es la pura desnudez del cerezo. Su floración es anécdota. Circo. Hay que reeducar la mirada.

Weiß/Colonia, 1.5.

1:45 am : Me entretuve viendo Halal Love (and Sex), una comedia, o más bien tragicomedia coral libanesa que está hablada en árabe pero su título de distribnción internacional es inglés. Algo así, claro, nunca se podría filmar en Arabia Saudita, sólo en el Líbano, quizás en Irán, gracias a la extraordinaria capacidad de los directores iraníes para hacerles cortes de mangas a la censura. Pero aparte de lo divertido y a veces dramático de la trama, lo que más me interesó fueron las tomas de la ciudad, esas grúas y marañas de cables sobre las calles, esas calles que tantísimo me hicieron recordar las de la Huelva de mi infancia y adolescencia. Debe haber evidentemente dos Beiruts, y la peli está rodada en el que sigue siendo el viejo Beirut. Uno donde ni siquiera se ve el Mediterráneo, como sí lo ve Yolanda desde su casa.

Nos vinieron a visitar Angie & Vincent, pero desde el patio de garajes, con nosotros en el balcón. No se atrevieron a subir a casa, como sí lo hizo ayer Rebeca, y las semanas pasadas una vez Frank y dos Montse, una de ellas hasta con Henri. De todos modos ha sido un reencuentro lindo, y les agradecemos la molestia que se han tomado, de venir desde Braunsfeld, que es casi media hora de camino con el auto. Pero hubo que terminarlo pronto porque el aire estaba de lo más húmedo y frío, a pesar del sol, y no quiero arriesgar una pulmonía en estas circunstancias. Y Diny, además, no entendía casi nada de lo que ellos hablaban, a causa de su sordera.

Pues señor, mi columna de hoy en EE ha levantado ya una polvareda de comentarios, de los que la mayoría son señalando que todo lo que predico acerca de the fake president es aplicable a los políticos colombianos en el poder o a sus alrededores. Y lo malo es que no podré contestarlos hasta dentro de un par de días cuando yo mismo pueda tener acceso a esa página web sin que la mano invisble del webmaster del sitio me la tape con la petición de hacerme miembro. Que los propios columnistas no podamos tener acceso a nuestras columnas me parece algo excesivo, no sin dejar de entender las necesidades económicas del periódico. En fin, joderse y aguantarse.

Viene Diny a mi cuarto a decirme que ha muerto Óscar Chávez. Es y será uno de mis cantantes preferidos. Con Alberto Cortez, Eydie Gormé, Víctor Jara, Chavela Vargas, Rubén Blades (entre los de mi lengua; Brel y Brassens, Elis Regina y Chico Buarque de Holanda, son ranchos aparte), y naturalmente Gardel, arriba de la pirámide. Busqué en Youtube uno de los corridos de Óscar que siempre oigo como si fuese la primera vez:La maquinita”. Pero esta es la primera que lo escuché riéndome con los ojos empañados por culpa de unos pinches lagrimones.

Weiß/Colonia, 2.5.

2:45 am : Volví a ver La carnaza, en el canal Arte, y la gocé de nuevo, y después vi uno de mis DVDs pendientes, Gladiator. A estas pelis ambientadas en la Antigüedad clásica, cuando son de la serie B, los alemanes las llaman Sandalenfilme [filmes de sandalias]. Pero hay sandalias y sandalias: las de Gladiator son de diseño, no se compran en una alpargatería. Y el trío en cuyo trabajo descansa el film es 100% clase A, los tres –Connie Nielsen, Russell Crowe, Joaquin Phoenix– merecían un Oscar: sólo lo ganó Crowe, y Phoenix una nominación al mejor actor de reparto, pero la competencia era muy dura, ganó Benicio del Toro por su actuación en Traffic.

Anoche le envié mi última entrada del día, sobre la muerte de Óscar Chávez, a mis amistades en México, donde de sobra sé que era muy querido. De mañana veo que que Elena Poniatowska me acusó recibo con un email lacónico, dolorido: «Es una pérdida enorme, todos estamos desolados, Elena». Y añadió: «Los lagrimones no son pinches». Y al enterarse de la noticia Alberto Chimal subió a su cuenta Twitter un simple «Ay, no» seguido del emoticón de una carita llorando. Tan elocuente en su concisión. De a deveras: ¡ay, no!

Vinieron Pia y Chico a retirar del garaje los implementos de pintor, en especial el caballete que es un armatoste enrevesado de manejar. No alcancé a verlos sino desde el balcón, cuando se marcharon, e iban tan sumidos en su plática que me pareció una falta de educación interrumpìrles el diálogo sólo para una pantomima de adiós con brazos agitándose en el aire.

Mi Katyushka querida también aporta su grano de arena al Covidiario, y le dejé un comentario en el foro: «Así es como debe escribirse un diario, casi como un registro notarial. O como un espejo paseado a lo largo de un camino, aunque esta también sea una fórmula, de don Stendhal, para definir la novela. Deja además el regusto a poco, uno quisiera leer más, ese es el marchamo de la calidad en el relato, ya sea ficción o diario». Y estoy convencido, en intachable sinceridad, de que al decirlo así estoy tirando piedras contra mi propio tejado.

Será injusto cerrar las anotaciones del día sin registrar el requetesabroso rollo alemán de carne de res que nos dispensó para la cena la cocinera de los Bada Hansen. Por más que decirlo así no sé si será pleonasmo. Per definitionem, en el rollo alemán de carne, ésta debe ser de res. Como en el Wiener Schnitzel [=escalope vienés] tiene que ser de carne de ternera, mientras que el Schnitzel Wiener Art [=escalope à la vienesa] puede ser de carne de res, de cerdo, de pollo, y en los días que corren hasta me temo que de falafel y de cualquier otro subproducto de la Botánica. Los vegetarianos (pobre gente, diría Cortázar) no saben lo que se pierden cuando llega hasta tu plato la majestad serenamente animal de un rollo alemán de carne. Hhmmmmmmmmmmmm

*****************THE END*****************

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