
Weiß/Colonia, 8.5.
La columna de Héctor, hoy, en El Espectador, me ha movido a dejarle un comentario en su foro a causa de algo que he leído desayunando en el magazín de nuestro diario coloniense: «Excelente tu columna, querido Héctor, y puesto que estás viviendo ahora en los Países Bajos te llamo la atención acerca de una novedad en el mercado gastronómico en esas latitudes: se trata de la inauguración en Ámsterdam (y pronto en La Haya) de un restaurante llamado Instock [derivado de “instock–cooking”, es decir, “se cocina con lo que hay”]. Fue idea de tres antiguos empleados de la cadena de supermercados Albert Heijn, que estaban francamente en desacuerdo con las cantidades de productos que se desechaban al día, en esos supermercados, a fin de mantener un nivel de “frescura” de los productos que venden. Así es que le presentaron al jefe de la cadena un proyecto consistente en abrir un restaurante donde tan sólo se cocinaría con los productos desechados del día anterior. Lo cual es casi revolucionario. Por un lado se aprovechan mediante reciclado cantidades de alimentos que iban a ser incineradas, y por otro se le hace un corte de mangas a la cultura de lo desechable. Pero además, y esto quizá sea lo más importante, la carta del restaurante cambia todos los días porque sus propietarios tienen que improvisarla en función de los productos que reciben. Has leído bien: los productos que reciben, puesto que el jefe de la cadena aprobó el proyecto y sus ahora ex empleados pudieron abrir el restaurante. El cual, según mis informaciones, está teniendo mucho éxito». Ideas, lo que se necesitan son ideas; si alguna vez viajo a Ámsterdam prometo ir a comer al Instock.
Termino la relectura de The Catcher in the Rye. Me quedo un rato pensativo, con el libro en las manos, sentado en la mecedora del cuarto de los invitados, y miro el almanaque gringo del año 2007, cada mes dedicado a una personalidad hispana de los USA. El almanaque está ahí desde ese año, siempre abierto por la página Julio, con Rolando como protagonista. Y miro a Rolando y le pregunto: ¿Será así que este libro se sigue y se seguirá leyendo por lo primorosamente escrito que está, por el hipnótico ritmo interno de su prosa, y ya no tanto por la figura de ese Holden Caulfield, que fue en su día un paradigma? Pero muy al contrario de aquella escena de Ninotchka donde Greta Garbo le pide una sonrisa a Lenin (cuya foto adorna su mesita de noche) ¡y Lenin le sonríe!, Rolando no se digna contestarme. ¡Tenga usted amigos para esto!
7:00 pm: Abro la estafeta para ver si ha llegado correo, ¿y qué me encuentro?, ¡¡un email desde la dirección “Hilde Moral”!! Menos mal que no creo en fantasmas y que soy tal vez excesivamente racional, enseguida me dije que tenía que haber una explicación para ello, así es que abrí el email, me lo enviaba desde la compu de Hilde su cuñada colombiana, Teresa, a la cual le contesté inmediatamente: «Gracias por ponerte en contacto conmigo, cuyas contadas horas de Paraíso Terrenal transcurrieron en La Chucha y con la complicidad de Hilde & Pepe (ellos llevaban un diario, así es que ahí, posiblemente, si lo han encontrado ustedes, debe quedar constancia de mis repetidas visitas al lugar). De su muerte nos enteramos pronto, como podrás comprobar abriendo este enlace, en el que, además de la noticia de la muerte de Hilde, hay también un comentario de un lector compatriota tuyo. Sé mucho de ustedes gracias a Pepe y, sobre todo, Hilde, aunque nunca tuvimos el gusto de conocerlos personalmente, y ahora ya, ni modo, como dicen los mexicanos. En cualquier caso aprovecho para enviarles en el anexo una foto de la tumba de Pepe, porque Nono Carrillo me porfiaba al teléfono que era un nicho, y yo, que estuve en el cementerio con Hilde, poco menos de un mes después de que instalaran la lápida, sabía que no era así. Por lo demás, lo del verso de Miguel Hernández en la lápida fue una idea mía»:
Weiß/Colonia, 9.5.
2:00 am : Apenas hay acto de felonía mayor que el de los nazis el 7.3.45 cuando los gringos conquistan esta ciudad en la que vivo: “Hemos entregado al enemigo las ruinas de Colonia”. Hijos de puta. Hijos de puta. Hijos de puta. Hijos de puta. Hijos de puta. Hijos de puta. Por esa sola frase, por ella sola, nunca más, por los siglos de los siglos, debiera haber un nazi en esta ciudad. Hijos de puta. Hijos de puta. Hijos de puta. Hijos de puta. Hijos de puta. Hijos de puta.
Mi dentadura Stawinoga pasa a ser desde hoy una dentadura Kleidon. Ay Stawinoga, mi primer odontólogo alemán. Cuando me arregló la dentadura en 1970 me dijo que me la había dejado en orden para los próximos 40 años. 46 han sido. Y recuerdo que el segundo odontólogo que tuve, ya mudado de Colonia a Weiß, la primera vez que abrí la boca para que tomase nota del estado de mis maxilares, apenas ver el espectáculo dijo una sola palabra: “Stawinoga”. Al menos los profesionales podían reconocer un trabajo del maestro al primer golpe de vista. Casi como un grabado de Goya o un soneto de Quevedo.
De camino a casa tras la sesión odontológica, descubro un Volkswagen clásico pero en versión cabriolé. Me detengo a admirarlo y se me ocurre que si lo menciono llamándolo “un escarabajo descapotable”, ello podría hacer pensar en algún género de mutación zoológica.
Weiß/Colonia, 10.5.
2:00 am, termina un documental acerca del Arca de la Alianza. Yo, la verdad, la Biblia la leí y la sigo leyendo como un cajón de sastre lleno de estupideces supinas, un manual de la tortura a cargo del peor hijueputa de la Historia (incluso mayor que Hitler, y su nombre es Jehová) y un par de extraños interludios poéticos que actúan como coartadas, p. ej. El cantar de los cantares. Por supuesto que entiendo bien el trabajo de los arqueólogos que buscan huellas del pasado por medio de una lectura atenta de la Biblia, pero pienso que lo hacen justo porque lo único que se creen de ella es lo que los autores de semejantes pamemas no pudieron evitar, y es dejar rastros de acontecimientos históricos, con prescindencia de que los interpretasen de otra manera de esa en que podemos interpretarlos nosotros: bajo la lupa del racionalismo, del laicismo y del buen sentido común, la Biblia es casi más increíble que el Corán. Y yo me declaro racionalista, laico y, ojalá, poseedor, todavía (¡vivan las comas!), de un buen sentido común.
Converso con Violeta, que está pasando unos días en Europa. Estuvo en Londres, ahora se va a quedar en Madrid (es decir, en Alcorcón) hasta el 15 de junio, con objeto de ver la exposición monumental que el Prado le va a dedicar a El Bosco. Mientras conversamos, sin decir agua va, se caen la línea telefónica y el contacto con internet. La interrupción dura un par de minutos, los necesarios para que llegue Carlitos, it’s La Modicana time! De todos modos llamo de nuevo a Violeta a fin de explicarle la razón de la brusca interrupción, y cuando le cuento que ya llegó Carlitos me dice riéndose que siempre que lee mi diario se le antoja comer comida italiana.
Weiß/Colonia, 11.5.
1:15 am : El programa piloto de una nueva serie policial inglesa, Babylon. Insoportablemente artificial. Parece gringa. Bada retro!
Anoche dejé de ver el programa piloto de Babylon y seguí leyendo hasta el final El ruido del tiempo, es decir, me la cargué de una sola tirada. No tanto por Barnes como por Shostakóvich, pero sí por los dos. La única irritación la sentí al leer en la página 132, al hablar de los premios Stalin y las órdenes Lenin que recibió a partir de 1946: «Nadaba en honores como una gamba en salsa rosa», y la misma frase en la página 150 cuando se mencionan las órdenes, doctorados honoris causa y premios que recibió en el extranjero por esos mismos años. ¡Pero qué falta de imaginación, don Julian! Al llegar ahí tuve que retroceder en el libro para cerciorarme de que la memoria no me engañaba, y no lo hizo. Imperdonable, don Julian.
Rebeca en casa, puntual a la 1:00 pm, como habíamos convenido. En principio íbamos a ir a almorzar en La Modicana, pero de repente hubo un cambio en los planes de Diny y se tuvo que marchar a media mañana, de manera que podíamos almorzar Rebeca y yo a solas en casa, más aún teniendo en cuenta que estaba intacta la cena del lunes, a la que no le hice los honores por estar todavía bajo los efectos de la anestesia. Almorzamos, pues, y luego conversamos en el salón, tranquilos y relajados, sobre la fiesta de las bodas de oro del matrimonio Bada Hansen.
Llamo a Héctor a su casa y me atiende al teléfono Alexandra, es la primera vez que charlamos, que conocemos nuestras respectivas voces. La de Alexandra es cálida y simpática, pienso que es maestra de escuela y me digo que me recuerda la de doña Maravillas, mi primera maestra, en Huelva. Pero vaya usted a saber, a lo mejor es una asociación provocada por la identidad de sus tareas. Quedamos en que llamaré una hora más tarde, que ya estará Héctor en casa, pero me engolfé delante de la pantalla viendo Carnage [en español Un dios salvaje] y se me pasó, y a la hora en que terminó la peli no me pareció de recibo interrumpir la paz hogareña en Wassenaar. En cuanto a la peli, el comentario podría ser: ¿Quién le tiene miedo a Roman Polanski?
Weiß/Colonia, 12.6.
La Nena se accidentó en Huelva, resbaló en la calle, cayó y se partió el tobillo, tuvieron que hospitalizarla, estará seis semanas con la férula a cuestas (¡férula, qué palabrita!) y luego la rehabilitación. Me temo que no la vamos a ver acá para nuestras bodas de oro.
Me comenta Malena que The Catcher in the Rye ha perdido relevancia en el mundo actual, y le respondo: «Yo no sé si ha perdido vigencia y validez, hasta me da en la nariz que todo lo contrario, ha ganado en ellas; si Salinger viviese y lo reescribiera seguramente presentaría a Holden Caulfield como un chico embebido en su iPod y al que le importase un carajo el resto. De hecho, presumo que Holden nació con un prematuro iPod implementado y es eso lo que le hace comportarse como un cretino».
Jordskott, la nueva serie policial sueca en Arte, me gusta mucho. Lo que no me gusta es la forma heterodoxa de transmitirla. Hoy tres capítulos, el próximo jueves otros tres, y los cuatro restantes repartidos de a dos en los siguientes jueves. En fin, sea. La serie merece verse no sólo por la trama policial en sí (que sí que sí) sino también por la fina reconstrucción del ambiente como de cuentos de hadas –no siempre felices– de la topografía y el folclor escandinavos.
Weiß/Colonia, 13.5.
Le escribo a mi querida Esperanza, para mi gusto la mejor poeta viva de España: «He estado haciendo limpieza de fondos, como dicen los poceros en los puertos, y me he encontrado un poema mío de alrededor de 1958 que me ha causado un cierto asombro, porque (conoces de sobra mi memoria) lo tenía completa y felizmente olvidado. Me he tomado la molestia de copiarlo a un formato en pantalla para mandárselo a varios amigos y que nos riamos de buena gana de los excesos románticos que se cometen antes de cumplir los veinte años. ¡Por Dios!, como decía Mutis en estos casos. Honestamente, a mí el poema me parece que es una birria. Falso de toda falsedad, puramente literario. Es decir, un subproducto mal digerido de quien sabe cuáles lecturas tendría entonces en mente. Aunque desde luego el tema de la soledad era recidivo en los versos que hacía por aquellos años. Hubo unos que improvisé sobre la marcha un día en la esquina de Escultora Miss Whitney con la Avenida de Italia a la altura de El Punto, cuando aún estaban los jardines, al ver pasar un camión a toda velocidad con un perro encima de la cabina (eso era frecuente en aquellos tiempos, creo que hace ya muchos años que está prohibido). Fíjate cómo sería la impresión que se me quedaron grabados en el cerebro, y son más de 60 años desde entonces. Decidí transcribirlos de memoria, al cabo de sesenta años y pico, mi querida Esperanza (es la primera vez que los pongo por escrito, la versión original, a mano, desapareció en uno de los periódicos autos de fe que he llevado a cabo con mi «poesía» a lo largo de los años). Y en esos versos hay más fuerza que en el romance de que te hablo en el primer párrafo, que casi podría descalificarse como una paja mental».
Weiß/Colonia, 14.5.
1:00 am : 21 gramos, una peli que no conocía sino de oídas. El amigo que me habló de ella fue Carl Cullas, cuando Cati se desempeñaba como agregada de prensa de la embajada alemana en París y yo me alojaba en el depto de ellos, desde cuyo balcón en chaflán se enfilaba directo a la torre Eiffel y Cati & Carl habían soldado en la baranda una miniatura de la catedral de Colonia, de tal manera que si uno se agachaba, nuestra catedral quedaba exactamente en línea recta con “la” torre. En una de aquellas noches, después de una magna cena cocinada por Cati y copiosas libaciones del alma destilada de Escocia, Carl me habló de la peli y de lo mucho que le había impresionado. Curiosamente, no la he visto hasta hoy. Y casi por casualidad. Y me reafirma en mi juicio de que la sociedad gringa está enferma, de histeria, y lo que es peor, mucho me temo que hace tiempo que nos viene contagiando ese virus. Necesitamos urgentemente de un Pasteur, un Koch, un Ehrlich, que nos vacunen contra ello. Bueno, a mí ya no, a mí ya todo me da igual, pero pienso en mis nietos y en quienes les sigan.
Voy a Rodenkirchen a despacharle correo a Diny y a comprar un buen blanco para acompañar los espárragos de mañana. En ReWe tienen en oferta un Marqués de Riscal 2015, de Rueda, a 7,99 €, y me decido por él. Luego, esperando el bus en la parada, veo delante, a unos 3 m, una mujer de unos 30-y-tantos años con un culo doblemente tentador: por lo empinado y lo bien cincelado & por el bulto de la billetera (o el Smartphone) en el bolsillo de la nalga izquierda. Quisiera llamarle la atención sobre el peligro que corre, pero desde la noche del 31.12. frente a la estación central y la catedral, incluso eso podría interpretarse como acoso sexual. Así es que me abstengo y sigo admirando su culo, recordando los lindos versos de Drummond de Andrade.
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