De mi Diario / Semana 22 / 2015

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Este atlas maravilloso es de 1970. ¿Cómo explicarle a un niño alemán de cinco años que hasta 1990 había dos Alemanias? 

 

Weiß/Colonia, 24.5.

Manu me escribe que se ha quedado tres días sin internet y eso me lleva a aumentar el catálogo que consigné en este diario el día 3 de este mes; copio y pego: «Tengo desde hace tiempo la idea de escribir algo sobre las series policiales en la tele, donde los autos siempre encuentran parqueos, los jefes casi siempre son mujeres, las búsquedas en lugares sospechosos casi siempre se hacen a la luz de las linternas de los detectives y no de las luces de la casa, y las huidas casi siempre suelen ser a lo más alto de un edificio, que es lo más parecido que hay a un callejón sin salida. Visto así, más que policiales son de ciencia ficción». El aumento de este repertorio es uno que se refiere a que en los cientos y cientos de policiales que llevo vistos en mi vida, ni una sola vez he presenciado un fallo en las computadoras que usan los detectives, ni siquiera cuando son el Deus ex machina de la acción, como en la serie danesa protagonizada por El Águila.

 

Nos traen Henri a la 1:20 pm y Montse me dice que últimamente está obsesionado con el tema de las banderas, dibujándolas a todas horas. Así es que llevo al comedor el tercer tomo de Atlas Universal de Aguilar y lo abro por el gigantesco desplegable donde se encuentran todas las banderas del mundo, lo apoyo en el respaldo de una silla y Henri se sienta enfrente, lápiz de color en ristre, dispuesto a copiarlas. De repente me sorprende con esta observación: «Abuelo, aquí hay dos banderas alemanas». Y claro, este atlas maravilloso es de 1970. ¿Cómo explicarle a un niño alemán de cinco años que hasta 1990 había dos Alemanias? 

 

Por prescripción facultativa de la Dra. Hansen, y ahora que el tiempo está lindo, las siestas debo  hacerlas en la terraza, a ver cuánta vitamina D asimilo de ese modo. Su prescripción la acompaña con el desplegar del parasol king size que tenemos en la terraza, y colocando un taburete con cojín –para el reposo de mis pies– delante del gran sillón hollywoodense de espaldar graduable. ¿Quién puede oponerse de manera razonable a semejantes ukases?  No un cobarde como yo.

 

Weiß/Colonia, 25.5.

1:00 am : Volví a ver Le bossu, que unas veces se ha traducido como El jorobado y otras como El juramento de Lagardère, y que yo mejor traduciría como La estocada de Nevers. Y una vez más me apasiona la historia y una vez más me emociono con la evolución de las relaciones entre Lagardère y Aurore y una vez más admiro el arte interpretativo de Daniel Auteuil, qué actorazo.

 

Oskar y Frank pasan a buscar a Henri, y Oskar aprovecha la ocasión para pedirle a la abuela que el viernes, día que Diny se desempeña como planchadora en la casa de los Ritter, le lleve hecha una tortilla para el almuerzo. En materia de gustos culinarios, Oskar ha salido a la mamá.

 

Leyendo, terminando de leer, la estupenda biografía de Hölderlin que nos ha regalado Helena (porque un libro así es un regalo para el lector) me asombro ante los miles de km que Hölderlin hizo a pie a lo largo de su vida, caminando, por ejemplo, desde su pueblo natal de Suabia hasta Burdeos, y no sólo eso sino que de regreso de  Burdeos a Alemania lo hizo a pie pasando por París, algo así como si yo caminase de Madrid a Valencia pasando por Barcelona, o del DF de México a Acapulco pasando por Veracruz, unas distancias que hoy nadie haría sino en trenes de alta velocidad o en avión. Para hazañas como esta hay que ser poeta, y no hacedor de versos, una cosa que está casi al alcance de cualquiera. Yo, sin ir más lejos. Con suerte, ¡y con amigos!, hasta te dan el premio Cervantes. Se han dado casos. El mío no porque me cago en los premios. Y además, ¡además!, porque no tengo los amigos que se necesitan para semejante farsa.

 

Me escribe Alfonso, sabiendo él lo que me gustan los juegos de palabras, y me pregunta si en la entrega anterior de mi blog escribí ex profeso lo de “anglicanismos” o bien se trata de un lapsus. Tácitamente reconozco el lapsus contestándole en modo telegráfico: «NoBada is perfect!»

 

Weiß/Colonia, 26.5.

Hay melómanos hispanoamericanos que no soportan la música de las zarzuelas. Acabo de oír por enésima vez el preludio de La revoltosa, interpretado por nada menos que una de las mejores orquestas sinfónicas del mundo, la del Concertgebouw de Ámsterdam, dirigida por uno de los mejores directores vivos, nadie menos que Mariss Jansons, y me pregunto si ese rechazo de la música de la zarzuela, en algunos, es un prejuicio indesarraigable o sencillamente falta de oído.

 

En La Modicana a la signora se le ha ocurrrido enriquecer los espaguetis con marisco añadiendo  surimi, y el resultado ha sido de chuparse los dedos. Cosa que fice después de haber arrebañado el plato hasta dejarlo sin necesidad de pasar por el lavavajillas.

 

Me reporta Rolando desde su Texas del alma: «Ayer sufrimos una tempestad de primera: 12 muertos (que se sepa hasta ahora) y 72 casas destruidas por completo. Una tempestad como la de mayo de l981 cuando nos mudamos a Austin, donde nos tocó ver un piano flotando por una de las calles principales de la ciudad. ¿Ayer?  Casas y autos flotando por millas y millas». Le respondo haciéndole una pregunta capciosa : «¿Sabes nadar?  En cualquier caso, no salgas a la calle sin salvavidas».

 

Weiß/Colonia, 27.5.

Creo que fue Esteban Carlos quien se asombró un día al leer en mi diario lo de las bombas sin detonar en Colonia, desde el fin de la guerra mundial. Le recordé que fueron 202 bombardeos, que Colonia fue la ciudad alemana más bombardeada durante la guerra. Hoy ha habido que evacuar a 25.000 personas para desactivar una bomba de mil kilos que se detectó a cinco metros de profundidad cerca de puente de Mülheim. Y casi  no pasa una semana sin que alguna bomba aparezca en el momento en que las excavadoras inician una nueva construcción. Nadie sabe, ni siquiera con ayuda de fotos aéreas especiales, cuántas quedan por desactivar en nuestra ciudad.

[En esta clase de informaciones siempre me resulta simpático que los alemanes sigan empleando la nomenclatura antigua en materia de pesos, quizá por el gusto de usar la palabra “Zentner”, que significa “medio quintal métrico”, o sea, 50 kilos. Es como si yo, para hablar de la distancia entre Sevilla y Huelva dijese que son algo menos de veinte leguas].

 

Carin Gerhardsen es el último descubrimiento que llevo hecho in re novelas policiales, hace un par de semanas leí el cuarto episodio de la saga de Hammarby y ya tengo en mi poder los tres primeros, de los que anoche terminé de leer el inicial, y es una trama fascinante con un final tan, tan inesperado pero al mismo tiempo tan lógico –a posteriori!–, que da la medida de una enorme capacidad de fabulación y de una destreza sin igual en despistar al lector. Me recuerda la lectura de este final lo que sentí allá por 1960, o antes, cuando leí deslumbrado El asesinato de Rogelio Ackroyd *, de Agatha Christie; no porque haya paralelos entre esta novela y la de la Gerhardsen, excepto en lo ya dicho de la capacidad y la destreza. Le hinco el diente al segundo episodio

* En las ediciones modernas, don Rogelio recuperó su nombre original, Mr. Roger. Cuando yo la leí eran tiempos en que se castellanizaban los nombres de los personajes en las traducciones de las novelas. Anoté algo al respecto, en este diario, el 12.7.2004, estando de vacaciones en Beek de Montferland, el pueblo natal de Diny : «Relectura de Daphne Adeane, de Maurice Baring. La traducción de Julio Gómez de la Serna comete el incalificable delito de rebautizar en español los nombres de los protagonistas: Michael se convierte en Miguel, George en Jorge, Basil en Basilio, y hasta el niño, supongo que Pete en el original, pasa a llamarse Pedrito. Es algo que produce al principio desconcierto, luego alergia y al final malestar y rechazo. Sobre todo por la falta de consecuencia. Porque a la mujer ya definitivamente ausente que da su nombre al libro, se le mantiene ese nombre inglés ¡y era una criolla, nacida en la Argentina!  Y se conoce que hasta el buen Gómez–de–la–Serna–pero–no–Ramón tuvo sus dudas en españolizar el nombre del protagonista masculino esencial, porque eso de cambiar a un Francis por un Francisco, la verdad, es fuerte».

 

Weiß/Colonia, 28.5.

Leo en el libro de Charles C. Mann, 1493. Una nueva historia del mundo después de Colón, que continúo leyendo en alemán, el capítulo que le dedica a la presencia asiática en América desde tiempos muy tempranos. Y cuenta que la cerámica que se hacía en aquellos tiempos en Puebla, en México, debía su calidad a los chinos que la fabricaban y que conocían los secretos de dicha fabricación en su país de origen. Termina diciendo Mann que cuando él estuvo en Puebla, los dueños de las tiendas ad hoc se quejaban de que el país tenía que defenderse de una invasión de falsificaciones chinas de su cerámica, con lo cual –induce Mann– se daba el caso de hallarnos en presencia de imitaciones chinas de otras que eran, a su vez, aunque hechas por chinos, imitaciones mexicanas de los originales chinos. Es decir, la pescadilla que se muerde la cola. Se lo tengo que contar a Ángeles, seguro que se va a divertir con este correveidileo de las culturas.

 

Le descubro a Violeta la literatura africana en portugués regalándole Jerusalén, de Mia Couto, que encontré surfeando en una librería de Alcorcón, donde ella está de vacaciones. Y le escribo: «Tienes que tratar de conseguir (supongo que la tendrán en la Casa del Libro, o en el FNAC) Tierra sonámbula, el libro que más me gusta de Mia. Y puestos a ello, para que completes tu mirada a la narrativa africana en lengua portuguesa, busca también una novela de Pepetela, angoleño. Te recomiendo Jaime Bunda, agente secreto, que es un cachondeo muy divertido a costa de James Bond, sólo que Bunda, en portugués, significa «culo». Esa novela es una gozada, y sé que está traducida al castellano. Aunque lo mejor de Pepetela son sus novelas no paródicas, como Mayombe, por ejemplo. Curioso : Los dos mejores narradores africanos en portugués, uno en Mozambique, el otro en Angola, los dos son blancos y están discriminados por serlo, en sus respectivos países. ¿Quién dijo que el apartheid sólo lo practican los boers?»

 

Weiß/Colonia, 29.5.

Desayunando leo en el diario la necrológica de Hans Bender. 95 años. Uno de los grandes de la literatura alemana de la posguerra. Creador de esa revista incomparable que es Akzente, la mejor que se hace en este idioma. Traduje un cuento suyo cuando viví en Buenos Aires, y Francisco Porrúa, entonces director literario de Sudamericana, preparaba una antología de relatos alemanes y me dio a traducir varios de los ya seleccionados. Luego, en 1978, de la mano de Felipe, lo conocí en su apartamento de Colonia, adonde acudimos para proponerle un # monográfico de la revista, dedicado a la literatura española contemporánea. Lo aceptó, y ese número (el 5/78) fue un éxito tal que hubo que hacer una segunda edición, cosa que sólo sucede en la historia de una revista a cada muerte de obispo. Nos encontramos después varias veces a lo largo de los años, un gran señor de la literatura a quien no le interesaba estar en la primera fila de butacas. No ya por modestia, puesto que conocía de sobra su propio valor y estaba orgulloso de su obra, sino por una elegancia innata que lo distinguía enseguida del cotarro de pavos reales proletarios que es el mundillo editorial.

 

Con mi neumóloga, a las 11:00 am. La Dra. Dornaika constata que mi volumen pulmonar ha aumentado desde la vez anteriorpero no lo bastante. Debo seguir con el aerosol (aunque me rebaja la cuota de cuatro a dos inhalaciones diarias), debo pasar de nuevo por el pinche cilindro de la tomografía, debo volver a su consulta una semana más tarde, el 13 de julio. Menos mal que no es martes. Eso es casi lo más positivo que puedo extraer de este nuevo encuentro con ella.

 

Weiß/Colonia, 30.5.

Al entrar en la cocina por la mañana, para prepararme el desayuno, hay un olor a tortilla recién hecha. Además de la que le hizo ayer a Oskar, como se lo había prometido, Diny ha hecho una para nosotros, para la cena de hoy, con las papas que le sobraron de la guarnición de la cena del jueves. ¡Qué buenas son las tortillas que hace Diny, y de qué fama gozan en la familia y entre sus amigas! Muchas de ellas, cuando celebran cumpleaños redondo y montan un buffet, el regalo que le piden a Diny es una tortilla. Y no hablemos ya de Montse y de Oskar y Vincent, que son tortilladictos. Henri es aún muy chiquito para saborear la comida, y Paul le tiene prevención a los huevos, pero ayer, según me cuenta Diny, probó un poco de la de Oskar y parece que no le desagradó. Yo lo que recuerdo es que cuando Diny cumplió 65 años, su familia neerlandesa en masa (21 personas) vino acá para festejarlo, a lo cual se unieron los nueve restantes miembros de nuestra familia, ¡y todos querían tortilla! Diny hizo ocho, que inmortalicé con una foto; la busco y soy un tipo tan organizado que la encuentro :

 

 

Leo en el diario, desayunando, la esquela fúnebre de Hans Bender, que lleva como epitafio uno de sus últimos poemas. Lo traduzco a mano alzada, se titula “Hora crepuscular”: «Así son los días ahora: / leo, escribo, espero. / Miro abajo hacia el jardín, / que atestigua el otoño. // Las últimas hojas / quiere el viento / arrancarlas de sus ramas. / El crepúsculo trae / las oscuras horas de la tarde. // “¡Oh, tiempo hermoso! / ¡Oh, hora crepuscular!” / Y tú y / la luz de tus ojos». Qué hermosa y apropiada la cita del recitativo de La pasión según San Mateo, «O schöne Zeit! O Abendstunde!» Veo al final de la esquela que será enterrado en su pueblito natal, cerca de Heidelberg, pero que sus amigos le rendirán homenaje acá en Colonia el 14 de junio. ¡Justo ese domingo en que por fin conoceremos personalmente a Susanita, que se escapará temprano en la mañana de su gira europea, en Ámsterdam, para pasar el día con nosotros hasta bien entrada la tarde! ¡Justamente ese día en que, además, Vincent nos ha invitado a su fiesta de cumpleaños!

 

En otra de las esquelas fúnebres de hoy el epitafio está tomado de la letra de “Le moribonde”, de Jacques Brel: «¡Quiero que rían, quiero que bailen, / quiero que se diviertan como locos, / quiero que rían, quiero que bailen / cuando me metan al hoyo!» Generalmente, cuando en estas esquelas alemanas hay una cita de un cantante, suele ser de Bob Dylan, de Leonard Cohen, de Jim Morrison, de Janes Joplin Creo que es la primera vez que leo una cita de Brel, aunque la mayor sorpresa me la llevé un día del 2010, donde la cita era de “La estaca”, de Lluis Llach, ¡y en catalán!: «Si jo l’estiro fort per aquí i tu l’estires fort per allá?» [sic]; es una que conservo como oro en paño en mi preciosa colección de epitafios.

 

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1 COMENTARIO

  1. Diny se merece que el día de

    Diny se merece que el día de su cumpleaños las tortillas las hagan otros. Sois unos abusones. Un abrazo grande para Diny.

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