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Mientras tantoDe mi Diario / Semana 22 / 2016

De mi Diario / Semana 22 / 2016


 

Weiß/Colonia, 22.5.

Desayunando, leo la entrevista con Jeremy Irons. En un  momento determinado se defiende de que lo hayan encasillado como “intelectual”: «Soy muy visceral, reacciono completamente de manera instintiva». El periodista: «¿Y un instinto que funciona bien no tiene nada que ver con  una inteligencia emocional?» Irons: «De acuerdo, ese argumento me vale. Pero soy realmente de lo menos intelectual. Tampoco dispongo de una brújula filósofica o algo por el estilo. Tejo los hilos de mi existencia tal y como se presentan. ¿Sabe como paso por la vida?». «Dígamelo». «Como un pez. Nado como un pez en el río del tiempo. Al hacerlo trato de evitar los anzuelos, todo lo bien que puedo, y sobre todo trato de que no me coman los peces grandes». ¡Grande don Jeremy! Después de desayunar veo por enésima vez el DVD de la peli con la que ganó el Oscar, Reversal of Fortune [El misterio Von Bülow en español]. Fue una peli en la que trabajé mucho, cuando Andrés me anunció en el 2008 que quería que entrevistase cara al público a Barbet Schroeder en el Festival Malpensante de aquel año. Compré los DVD de todas sus pelis y me las vi un par de veces cada una, tomando notas para la entrevista que al final no tuvo lugar.

 

Uno de mis últimos tuits se lo regalé a mi taruguita querida y está siendo muy retuiteado:

 

Weiß/Colonia, 23.5.

Esta mañana he tenido que hacer un esfuerzo feroz para levantarme de la cama, sentía todo el cuerpo molido, la espalda como una tabla, aunque una tabla adosada, como si me crucificaran en ella. Me levanté porque no podía quedarme todo el día en la cama, pero lo hice deseando que se acabe de una puta vez esta pesadilla en que mi cuerpo y sus sevicias han convertido mi vida. Me levanté también porque decidí de una vez por todas comprar una nueva compu portátil para Diny en vista de que mi manitas me llamó ayer para decirme que la vieja es irreparable, o bien la reparación podría costar casi tanto como comprar una nueva.

 

Vamos a Saturn y nos encontramos con Arzola, que me confirma lo que me dijo al teléfono acerca de la compu. Comprobamos que no hay ninguna oferta que valga la pena y optamos por la compra de la que ofrece el catálogo Otto de ventas por correos. En la panadería de la esquina tomamos café (y yo un Belegtes Brötchen de morrillo, limpio de polvo y paja vegetales, ya que andada angurriento, no había desayunado y eran pasadas las 4 pm). Arzola nos cuenta algunas de sus batallitas cubanas, que no fueron pocas. Al despedirnos me pide que espere un par de días antes de comprar la compu en Otto, va a ver si encuentra alguna oferta mejor en Ebay.

 

Regresó a la pantalla de los lunes Vera Stanhope y con ella el actor que se llama como nuestro Paul, Paul Ritter. Esta es una de esas series que al conocerla a través de la tele ya no te interesa leer las novelas en que se inspira. Me pasó lo mismo con Millenium. Y en este caso la culpa la tiene Brenda Blethyn, una actriz de las que se dan una por 100.000. O por un millón, chi lo sá!

 

Weiß/Colonia, 24.5.

1:30 am : Acaban de pasar Pago justo y además de volver a enamorarme de mi adorable Sally Hawkins, descubro en los títulos de crédito que la responsable del castin fue Lucy Bevan. ¡Ay, carajo, me dije, no tiene pierde que debe ser de la familia del gran Aneurin Bevan, mi político predilecto en mis años mozos! Y si así fuera, pues eso, de tal palo, tal astilla. Lo que en alemán se dice: La manzana no cae lejos del árbol. Y el castin de Pago justo es una prueba fehaciente.

 

En La Modicana, hoy, en la mesa al otro lado del pasillo se sentó un matrimonio que ya hemos visto algunas otras veces y del que vaticiné in petto que el día menos pensado el marido nos iba a tratar de contactar. El día ha sido hoy. Él estaba de espaldas a nosotros, pues no suele sentarse al lado ni enfrente de su esposa sino en ángulo recto con ella. Y aprovechando que ya habíamos terminado de comer y estábamos esperando la cuenta, se volvió hasta establecer contacto visual con Carlitos, a su izquierda, y en ese alemán untuoso de tercera división le dijo (en realidad nos dijo, pero yo me había mimetizado en Buster Keaton y no me digné dirigirle una sola mirada) que sospechaba que lo que hablábamos era español, para lo cual basábase –lo cito literalmente– en sus por desgracia más bien escasos conocimientos del latín, aunque, eso sí, desde luego, en la escuela le obligaron a leer a Catulo y, ¡ni que decir tiene! a César. (Al oír esto, de ser Buster Keaton pasé a mimetizarme en un moái, una estatua de la isla de Pascua). Lo peor del caso es que Carlitos le daba palique y luego, en el regreso a casa, hasta tuvo la desvergüenza de querer justificarlo diciéndome que lo desenmascaraba cada vez más con cada comentario. Ay Carlitos, si te conozco mejor que la madre que te parió. Lo cierto es, y es lo que más me importa en esta entrada, es que yo creo que este espécimen es exclusivamente alemán. Podría ser también, tal vez, escandinavo, pero no creo, porque los escandinavos llegaron a la civilización recién a fines del siglo XIX. Este genotipo al que antes llamaba “alemán contactófilo”, pero con terminología contemporánea bautizo como homo germanicus scarfacebooqueius, se cuenta entre mis bestias negras. No lo soporto y, apenas lo distingo, levanto los puentes e inundo los fosos. Bada retro!

 

Weiß/Colonia, 25.5.

1:00 am : Me puse a ver Bitter Moon, que quién sabe por qué aún no conocía, y cambié de canal apenas el rey Candaules Polanski depositó a Emmanuelle Seigner en los brazos de Peter Coyote. No tengo nada en contra de las escenas de sexo explícito, pero si la mujer de la escena es la esposa del director de la peli, y el director de la peli tiene 33 años más que su mujer, I’m sorry, me parece obsceno. Estoy chapado a la antigua, qué se le va a hacer.

 

Imprimo la única invitación a la fiesta de nuestras bodas de oro matrimoniales que enviaremos por correo quelonio. Será para Rieki, gran amiga de Diny de toda la vida y que no tiene estafeta virtual. Hay gente así. Alabado sea el santísimo sacramento del altar.

 

11:00 pm : Goya o El penoso camino del entendimiento [también podría ser o El arduo camino de la comprensión] fue en 1971 la más costosa producción en la historia del cine hecho en la RDA, y que yo sepa no encontró el camino del mercado hispanoamericano, aun mereciéndolo de sobra. Con reservas, claro: como no conozco la novela de Lion Feuchtwanger, hay datos que no sé si atribuir a ella o al guion de la peli, y el recurso anacrónico (no lo digo de una manera peyorativa) de cantar versos de Miguel Hernández en el siglo XVIII tiene, sí, fuerza dramática, pero estoy seguro de que una documentación bien hecha hubiese encontrado romances de ciego de aquella época que hubieran hecho innecesaria la anacronía, e incluso reforzado la denuncia.

 

Weiß/Colonia, 26.5.

2:40 am : Otra peli francesa que también desconocía, L’Ibis rouge, con Michel Serrault, actor al que admiro mucho. Sólo que la peli no logra prenderme la atención, a pesar de que transcurre en uno de los lugares que más amo de París, el canal St.–Martin, cuya atmósfera peculiar creo que está muy bien captada; pero no tanto como para cargarme toda la peli a cuenta suya.      

 

Encontré ayer una foto en la que estamos muchos de los de nuestro grupo de Huelva en los años sesenta, la escaneé y se la envié a los supervivientes. Javier me acusa recibo con estas palabras: «No están todos los que son, pero sí son todos los que están. Y en el centro de la fotografía, Carolina. Me ha recordado una historia. En unos juegos florales, ella era dama de honor, comparsa, o no sé qué, pero estaba BELLÍSIMA, vaporosa, con un traje de gasa blanca y el pelo suelto. Manolito García y yo nos colamos en el cóctel que se celebraba en el Gobierno Civil y quedamos deslumbrados. Al día siguiente firmamos un documento, hoy perdido (en aquel tiempo lo protocolizábamos todo), en el que juramos amarla toda la eternidad. Además de muy cachondos, no sé si éramos muy platónicos o muy avanzados, por aquella insinuación de un trío amoroso. En cualquier caso, en el articulado del documento olvidamos establecer el procedimiento para determinar cuál de los dos (o de los tres) sobraba en el trío». Espero que no fuese Carolina.

 

Andrés me habló hace un par de meses de que quería publicar un libro de [tres] cuentos míos en la editorial de El Malpensante. Intercambiamos un par de emails al respecto y le expuse cuáles serían los que yo preferiría que eligiese, pero dejando la selección a su cargo. La verdad es que ya me había olvidado del tema, pero acaba de llegar el email de Andrés poniéndome en autos de que el libro saldrá en el segundo semestre de este año. Me propone como título La bufanda de Cambridge (y otros cuentos), yo le contrapropongo que sea Cuentos de la orilla buena del Rhin. No es sólo por ubicar a los lectores, supuesto que los haya, en el escenario donde tienen lugar los tres cuentos seleccionados, sino también porque la orilla buena (la izquierda) adquiere  en Colonia una significación que ni siquiera tienen la “rive gauche” y la “rive droute” en París. Pero dejaré la decisión del título también en manos de Andrés. Es él quien arriesga los cuartos publicando a un desconocido.

 

La serie policial sueca Jordskott, episodios 7 y 8. Los dos últimos prometen ser explosivos, el próximo jueves. En el diario, hoy, en una reseña dedicada a la 25.ª novela de Donna Leon con el comisario Brunetti como protagonista, se sugiere que “pudiera ser que el más bien comedido desempeño del Commisario hizo que ganase al primer envite el favor de un público lector ya en exceso cansado de las innumerables policiales escandinavas». Es una frase sin pies ni cabeza, porque no recuerdo comisarios suecos, noruegos, daneses, finlandeses ni islandeses, que fueran desmelenados y descomedidos, antes al contrario, bastante más comedidos que Brunetti. ¿Por qué la reseñista no le puso el cascabel al gato y dijo que, con independencia de la calidad de las tramas, lo que más atrae a los lectores alemanes de la saga de Brunetti es que transcurre en Venecia? Si Donna Leon la hubiese ubicado en Padua me gustaría saber cuántos lectores habría conquistado acá. Y conste que creo que Padua es muy linda, con toda seguridá debe de serlo, peropero no es Venecia. «Venecia es otra cosa», como diría Rolando.

 

Weiß/Colonia, 27.5.

1:30 am : Tercera peli francesa en tres noches consecutivas, pero esta vez sí la conocía ya y la he gozado de nuevo, de cabo a rabo: Conversaciones con mi jardinero es una para verla todas las veces que la pasen. Y cada vez que la veo, como cada vez que lo veo actuar, me reafirmo en mi admiración por Daniel Auteuil, es una delicia verlo actuar, ya sea como Lagardère, como el marqués de Sade o como el pintor de esta peli. Aunque para mí su obra maestra como actor es el luthier Stéphane de Un corazón en invierno. En ese papel alcanzó la cota de lo genial.

 

Estuve escaneando varias fotos familiares viejas, y entre ellas una de Paul, con seis años, en la que anticipa lo que serían, trece años después, los seis de Henri :

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Weiß/Colonia, 28.5.

En el diario, hoy, una esquela fúnebre conmovedora por lo personal, se trata del facsímil de un mensaje manuscrito del supérstite y dice así: «Erika, gracias por todas las alitas de mariposas y por todos los días en los museos que me has regalado. Con profundo amor, Manfred».

 

Concluyo la lectura de Ulises Carrión, escritor. Javier ha escrito un libro que quedará como obra de consulta inexcusable cuando se quiera hablar de Ulises. El único reproche que podría hacérsele a este ensayo ejemplar es que su autor se haya concentrado tantísimo en el estudio y en la elucidación de la obra que lo haya hecho a costa de casi no decirnos nada del ser humano que fue quien la realizó. Pero este es un reproche, si lo es, de mirón, en el sentido voyeurista de la palabra. Lo que más me ha apasionado del libro es la capacidad descriptiva de Javier, cómo es capaz de ponerle las dos dimensiones que le faltan a las numerosas ilustraciones, que son, ay, planas, pero cobran genio y figura gracias a su prosa. Lo he dicho siempre y lo he repetido varias veces en este diario, a lo largo de los años: la más alta de las virtudes literarias consiste en saber describir. Y Javier sabe, y cómo. Leer este libro, demoradamente, como lo he venido haciendo desde que llegó a mis manos, ha sido todo un taller de escritura.

 

Mi sobrina Tere, en los madriles, recibe la invitación a la fiesta de nuestras bodas de oro, que incluye una foto nuestra tomada el 2.7.1966, y nos comenta: «Qué guapos. Espero la del 50.º aniversario». Le contesto: «Gracias, querida Tere, la foto tienes que verla en tamaño natural, te la mando en el anexo. Esa foto la elegí expresamente porque mi rostro (sobre todo al reducirla de tamaño) queda casi en la sombra, y así resalta más la sonrisa feliz de Diny. Pobrecita, qué inocente todavía. En cuanto a la foto de los 50 años, no hace falta que esperes a julio: imprime la que va en el anexo y ponla delante de uno de los espejos del callejón del Gato, y ya».        

 

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