
Weiß/Colonia, 31.5.
UQ me escribe a propósito de lo que ha leído anoche en mi blog: «Dos referencias a mí en tu diario. Qué honor». Le contesto: «Si lo de las dos referencias lo dices porque te sientes aludida en la entrada sobre la música de zarzuela, bueno, también tú, pero no eres mi única amistad melómana con ese rechazo que, para mí, es completamente irracional. ¡¿O será que tuviste un novio barítono de una compañía de zarzuela y que te dejó plantada?!».
Les mandé a un par de amigos los enlaces con unos vídeos de las seguidillas (=sevillanas, en el idioma vulgar) que filmó Carlos Saura, y añadí como comentario: «Hay un par de cosas que le despiertan a uno el orgullo de ser andaluz». Manu, que es granaína, me contestó al hilo: «¿Sólo un par de cosas…?» Y yo le repliqué sin andarme por las ramas: «Te cuento algo que me pasó en Asturias, en el 94, y nunca lo podré olvidar: Fue en el Talgo Negro, el especial para los invitados a la Semana Negra de Gijón, que iba directo de Chamartín a Asturias, y en el límite comunitario se hizo una parada para que subieran al tren las autoridades del Principado. En el vagón salón se diarrearon los discursos de rigor, y luego se cantó el himno de la Comunidad, que yo ni siquiera sabía que era «Asturias, patria querida». (Para mí el canto de «Asturias, patria querida» era sólo la penúltima etapa de la borrachera, antes de la declaración de hermandad eterna con el resto de la Humanidá). Yo no lo cantaba desde hacía décadas, aunque claro, me sabía la letra de memoria (¿quién olvida esas cosas?) y canté en el coro… pero canté el texto que me sabía, de manera que cuando llegamos a lo de «quien estuviera en Asturias / en algunas ocasiones» fui el único que lo cantó así, mientras el resto de los asistentes me miraban irritados, incluso puede que enojados, porque el texto oficial ahora dice «quien estuviera en Asturias / en todas las ocasiones». No lo volví a cantar nunca más. Los totalitarismos, de cualquier clase, me dan dentera. Por eso ahora, cuando leo que me preguntas si sólo un par de cosas me despiertan el orgullo de ser andaluz te contesto sin vacilar que sí, sólo un par de cosas, que, claro está, no son sólo dos, sino varias».
Weiß/Colonia, 1.6.
La saga de Sandhamn, de Viveca Sten, es una de las mejores series policiales suecas, en la tele. Ahora acabo de leer el primer episodio, en soporte libro, y me pregunto si es que algunos autores escandinavos ya escriben sus novelas pensando en la adaptación a la tele. No es un reproche ni es un cuestionamiento de su calidad, simplemente una reflexión ad hoc. Sin ir más lejos. Como después de hacer una pausa, así: […], añadiría el impertérrito locutor de Les Luthiers.
Tendría que escribir una meditación sobre el alzhéimer, sobre la demencia senil, sobre el olvido [=la desmemoria] como destino final. En la familia de Diny abundan los ejemplos cercanos, y en la mía no menos, al menos por el costado materno. Mi único deseo, en este sentido, es que si me toca pasar por ese purgatorio, que no sea un infierno para quienes quiero. Le tengo terror a la idea de convertirme en una carga para ellos.
Weiß/Colonia, 2.6.
0:30 am : Pasaron lo que supongo que es el posible episodio piloto de una nueva serie policial, en este caso canadiense, la del Inspector Gamasche, con Nathaniel Parker como protagonista, y a decir verdad lo que el episodio descubre es que Parker luce mejor como actor haciendo de DI Lynley… y teniendo a su lado a la impagable Sharon Small, una DS Havers fuera de serie.
En La Modicana tiene la signora un menú del día consistente en vitello tonnato (le tengo que explicar a Carlitos qué es, con gran sorpresa por mi parte) y espaguetis à la Mediterráneo, esto es, con pulpo y atún. Nos atrevimos al experimento e hicimos bien. Mmmmmmmmmmm…
Leo el tercer episodio de la saga de Jack Taylor, que me interesa mucho porque trata del tema de las Hermanas Magdalenienses, esas delincuentes con hábitos de monja. Y me encuentro con la sorpresa (la segunda del día, después de la de Carlitos en La Modicana) de que el traductor es nada menos que Harry Rowohlt, que pertenece a la crème de la crème de la trujamanería en este país. Cuando sólo llevo leído ⅓ del libro acudo a la pantalla, programo la página de Booklooker y 15 minutos más tarde ya he comprado el resto de los episodios de la saga. Leer policiales tan buenos en traducciones tan estupendas es un lujo. Me recuerda el caso de Maigret à l’école, uno de los mejores Simenon, traducido por nadie menos que Paul Celan, tengo que releerlo.
MT lee mi artículo acerca de Grass en el nuevo # de Nexos y me escribe que no recuerda si nos vimos en el verano del 94 en Madrid, aunque sí recuerda que nos encontramos en noviembre en Huelva, con motivo del festival de cine. Le contesto: «En agosto del 94 fuiste a buscarme al Euroforum de El Escorial y me llevaste al Hotel Anaco, en la calle Tres Cruces, transversal de la Gran Vía (me habías ofrecido el piso de U y NM, que estaban de vacaciones y tú tenías la llave, pero yo andaba requetecansado tras dirigir el curso de y con Grass, y eso de subir tanta escalera, y con aquel calor demencial, no me convenía para nada); en el camino me pediste (porque ese día tenías mucho que hacer) que le hiciera un poco de compañía a tu prima Judith, recién llegada desde México por primera vez a Madrid, y la llevé a la función de La revoltosa en una corrala de Lavapiés, después de lo cual terminamos la noche contigo en Chicote, para que la primera visita de Judith a los madriles estuviese marcada por el chotis de Agustín Lara. No me digas que no te acuerdas. Yo a la guapísima Judith no le dije esa misma noche que me la quería llevar al río por respeto a que era tu prima y acabábamos de conocernos. ¡Y porque el Manzanares ni es río ni es ná! Un besotote, recordando los viejos tiempos». Y lo firmo así: «Holofernes».
Weiß/Colonia, 3.6.
Diny parte muy temprano camino de Utrecht, donde pasará el día con sus hermanas y visitarán a nuestras sobrinas Seda y Annemarie, que viven allá. Ni yo, al reservarle su billete online, ni ella, al pedirme que se lo reservara, nos acordamos de que hoy es el día en que la clase de Literatura de Paul pondrá en escena La ópera de los tres centavos. Nos hacemos viejos, che le vachaché!
Mi deuda estherna anduvo de jurado en un concurso de Microficciones en Tuit durante la feria del libro de mi Güeno Saire querido que yyya no volveré a ver, y en el cuál el primer premio, si la entendí bien, fue para este trino:
#Microficción41 Hay que abrir la puerta y entrar. Después hay que tocar la tecla de la luz. Y sentir que sobre la tecla hay otra mano.
— Diego Tomasi (@DiegosTomasi) Mayo 2, 2015
Este trino me hizo recordar una anécdota espeluznante de mis años en la Uni de Sevilla. Yo vivía en una pensión de huéspedes fijos, la mayoría de ellos estudiantes, en la calle San Eloy. Entre los demás fijos había los inevitables funcionarios del Estado que estaban destinados en Sevilla, y o bien eran solteros y preferían vivir a pensión completa en una casa de huéspedes, o bien no querían montar un piso porque pensaba regresar pronto a un destino en la ciudad donde residía su familia. Uno de ellos, en San Eloy # 47, era funcionario del Instituto Nacional de Previsión. Era un hombre de unos 50 años, bajito, inhibido, que hablaba poco y no molestaba nada, un ser insignificante. Pues bien, a uno de los estudiantes que nos alojábamos en el mismo piso que él, el piso más alto con azotea despejada, se le ocurrió gastarle una broma tétrica. Y fue que a la hora de verlo llegar, ya entrada la tarde, de vuelta a la pensión, se introdujo en su cuarto (nadie cerraba el suyo con llave), en ese cuarto completamente a oscuras, y se puso pegado a la pared lo más lejos de la puerta y con el brazo extendido para que su mano tapara el interruptor de la luz. Cuando el pobre hombre llegó a su cuarto, abrió la puerta y extendió la mano para prender la luz, su mano encontró otra mano y prorrumpió en un grito de terror que tardamos mucho tiempo en olvidar. Estuvo a punto de darle un infarto, menos mal que la mayoría de los estudiantes eran de Medicina, en cursos avanzados, así es que lo pudieron ayudar y reanimar in situ (se había desplomado al suelo de la impresión recibida). La bronca al bromista fue de padre y muy señor mío. Lo curioso es que él también estudiaba Medicina, y era tan bruto que siempre pensé que había equivocado el camino; lo suyo era la Veterinaria. Como paciente.
El martes pasado, del puro cabreo, se me olvidó anotar que por culpa de la requetemilputísima Compañía de Transportes de Colonia, la maldita KVB, el peor servicio público de toda Europa, me quedé sin poder ir al cine con Diny & Angie, que me estaban esperando para ver A little Chaos, sobre la ficticia jardinera de Versalles. Pero no hubo bus durante 22 minutos y tuve que renunciar a ir al centro. Hoy, a las 6:53 pm llegué a la parada para tomar el de las 7:00 y estar a tiempo en el Gymnasium, para la puesta en escena La ópera de los tres centavos, pero tampoco vino el recontrarremilputísimo bus hasta las 7:11, menos mal que tan sólo son seis paradas hasta el Gymnasium y me planté allí diez minutos antes de comenzar la función a las 7:30 en punto.
Esta versión de La ópera de los tres centavos renunció a casi toda la partitura; sólo se salvaron la versión reducida del romance de ciego del comienzo y uno o dos solos del resto, debido a la carencia de voces adecuadas y a que el autor de la versión, el profesor de Literatura de Paul, prefirió acentuar los aspectos menos líricos del texto de Brecht. En cuanto a Paul, en su papel de encargado del mostrador en el bar del prostíbulo, bueno, soy su abuelo, pero estuvo sensacional. Como Frank y Montse vinieron con sus bicis, y Chico con el bus, tuve que regresar a casa con el bus yo también, y siendo tan tarde en la noche me tocó esperar 20’, pero la noche estaba tibia y se podía soportar la espera. Sobre todo porque en la parada de la escuela hay un kiosko alemán y un merendero chino, que son el punto de reunión de los chicos. Y ahí fueron llegando, solos o en grupo, a pie o con sus bicis, comentando en voz alta las peripecias de la representación, y a unas chicas les oí hablar con admiración de la performance de Paul. Esponjado de orgullo estuve a punto de intervenir en su plática y decirles que yo era su abuelo, pero me lo pensé mejor, y no.
Weiß/Colonia, 4.6.
2:20 am : 0SS 017, Perdido en Río, la segunda peli de Hazanavicius con la réplica francesa de 007 James Bond, es una gozada a tope, principalmente a causa de su incorrección política a la ² potencia. 0SS 117 le pregunta a la agente de la Mossad: «¿Cómo se llamaban esos chinos que ayudaron a los nazis en la segunda guerra mundial?» En otra ocasión cita fuera de contexto, y sin mencionarlo, el famoso monólogo de Shylock en El mercader de Venecia («I am a Jew. Hath not a Jew eyes? Hath not a Jew hands, organs, dimensions, senses, affections, passions?») En otro momento describe a los israelíes adjudicándoles todas las señas de identidad que los prejuicios y los clichés atribuyen siempre a los musulmanes. Y no digamos ya su frase final: «Me alegro de haber contribuido a que el servicio secreto judío le haya salvado la vida a un nazi». Siempre que pasan esta peli y la otra, la de El Cairo como nido de espías, me siento delante del televisor y gozo como un chico con zapatos nuevos.
En las páginas finales del episodio de Jack Taylor se citan unos versos de Omar Jayam, en la versión de Edward FitzGerald: «The Moving Finger writes; and, having writ, / Moves on: nor all thy Piety nor Wit / Shall lure it back to cancel half a Line, / Nor all thy Tears wash out a Word of it». Yo los conozco de memoria desde que los oí al comienzo de la peli Pandora y el holandés errante, donde una voz en off los cita en castellano: «Pero el Dedo Implacable sigue y sigue escribiendo, / seducirle no podrás, con tu piedad o tu ingenio, / ni con tu llanto borrar ni una coma ni un acento». Versos que me impresionaron tanto que los puse como epígrafe de uno de los dos abortos de novela que perpetré en Madrid durante mi servicio militar, entre junio del 61 y julio del 62, y lo titulé justamente así, Ni una coma ni un acento. Pecados de juventú.
11:45 pm : Renoir, otra gozada. No conocía este peli, que me ha dejado con las ganas de volver algún día a París y meterme al Quai d’Orsay y pasarme las horas muertas delante de los Renoir. Mi pequeño consuelo es la linda acuarela de uno de sus mejores discípulos, Marcel Jacque, que me regaló César, a quien a su vez se la había regalado Torres García, con quien César estudió en Montevideo. Hace tiempo les consulté a mis hijos al respecto, porque quiero entregarla al Museo Wallraf Richartz en calidad de “préstamo permanente” de la familia Bada–Hansen, para que así nuestros apellidos queden ligados a la historia de la ciudad. Los tres estuvieron de acuerdo.
Weiß/Colonia, 5.6.
Termino de leer el libro de Charles C. Mann, 1493 : Una nueva historia del mundo después de Colón. Un libro de a deveras imperdible, extraordinario. Lo único que me ha extrañado en él es que Mann no entiende el término “capitulación”, referido al tratado de la Corona de Castilla con las comunidades cimarronas en las Indias. Tiene razón pensándolo desde el inglés. Pero no desde el castellano del siglo XVI, donde “capitulación” no significaba “surrender” (en inglés) sino el acuerdo escrito que se formulaba en diversos capítulos. ¡Es tan sencillo de ver!
Weiß/Colonia, 6.6.
0:15 am : Mientras estaba viendo un nuevo episodio de Jack Taylor en la tele se desencadenó una tormenta eléctrica de padre y muy señor mío. Se veía como si el buen Padre Zeus estuviese fotografiando este pueblito con flash, para una versión nocturna de los googlemapes.
Acabo de releer, de un tirón, la novela de Simenon traducida por Paul Celan, Maigret à l’école. Pero esta vez lo he hecho con la lupa. Sin duda es un texto buenísimo, pero me he dedicado a ir chequeando aquello que me sonaba demasiado alemán, quise saber qué decía el original francés. Así por ejemplo descubrí que “garde champêtre” [guardia rural] Celan lo traduce hasta de tres maneras distintas (“Flurwächter, Flurhüter, Feldhüter”) sin que haya un motivo plausible o que lo haga necesario, como pudiera ser que quienes lo emplean sean citadinos o campesinos, de La Rochelle o de París. Y asimismo descubrí que Celan hace que Maigret, después del almuerzo, decida dormir “Siesta” [sic, en castellano] mientras que Simenon habla de que «se décida pour la solution paresseuse” [se decidió por la solución perezosa], lo que me parece más poético amén de irónico. Pero, por lo demás, un prodigio de fidelidad, lo que habla a favor de la modestia del traductor, que no quiso ponerse plumas en el sombrero a costa de Simenon.
Les envié a un par de amigos la foto de Montse, a sus 15 años, leyendo La mujer de treinta años, de Balzac, en un chalet de Punta Umbría, y MM me pidió que le enviase también las de Rebeca y Chico, así lo hice y a vuelta de correos me comenta que Rebeca le parece muy holandesa, a lo cual le explico: «Se parece tanto a mi hermana que decir que te parece muy holandesa reduce ad absurdum el tema de los parecidos «nacionales». Porque el correlato inmediato sería decir que mi hermana parece nacida en Ámsterdam. Una vez les mostré una foto de una persona muy querida a una serie de amigos y los desafié a que me dijeran, en función de esos criterios visuales prejuiciados, que de cuál nacionalidad era esa persona. Creo que fueron doce amistades a las que consulté, y ni una sola dio en la diana. Era una brasileña, pero claro, no era uma garota de Ipanema».
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