Weiß/Colonia, 25.6.
Teresa me escribe desde Wolfsburgo: «Acabo de leer tu texto sobre tu padre. Me ha conmovido profundamente. Y me ha sorprendido la forma cómo Diny y el destino se confabularon para que pudieses pasar dos semanas con él poco antes de su muerte repentina». Ha puesto la yema de su dedo índice en la diana. Lo más apabullantemente inefable, desde el punto de vista de cualquier posible consideración de semejante concatenación de circunstancias como una tragedia griega, es que a Diny se le ocurriera la idea de que pasara aquellos días en España. De no haber sido por ello, mi padre y yo no nos hubiésemos despedido de la inolvidable manera que lo hicimos.
Curioso irremediable e impenitente que uno es, me colé en los dominios de Miss Hortensia Google para averiguar si había posibilidad de acceder al nombre español del Daumenkino, y hétete aquí que sí había una referencia a un tal “foliscopio”, pero a menos que la memoria me deje con los calzones en los tobillos, esa no fue la palabra que me reveló Miguel Sáenz. Lo que pasa es que no me atrevo a consultarle porque a un señor académico no se le roba el tiempo con estas minucias, máxime que lo he puesto a trabajar para que admitan en el Diccionario un par de acepciones que clama al cielo que todavía no estén registradas en él. Por ejemplo “paisa” como gentilicio de la gente de Antioquia en Colombia. Por ejemplo “coro” como expresión que designa lo que en el español de España se llama “estribillo” («el coro que aquí les traje / y es el mensaje / de mi canción», ninguna mejor documentación de su uso en nuestro idioma, aunque no sea en el de la península ibérica). Etcétera.
Gracias al episodio # 11 de la saga de John Rebus me entero de la existencia de dos autoras escocesas de las que no tenía la más mínima idea: Isla Dewar y Naomi Mitchison. Lo jodido del caso es que, según parece, no están traducidas al español. Veré si al alemán.
Weiß/Colonia, 26.6.
Una gacetilla en la portada del diario anuncia una noticia a toda plana en la primera página del cuaderno local, que lleva este titular: LA PUNTUALIDAD ES LA EXCEPCIÓN. Esto es algo que vengo refiriendo en mi diario desde hace décadas, no años, décadas: que la compañía de transportes públicos de Colonia, la KVB, amén de ser la más cara es la más ineficiente de todo el país. Hoy se trata de una estadística llevada a cabo por el propio periódico, que para la línea de tranvía 16, la que une a Weiß (transbordo mediante) con el centro de la ciudad, registra sólo un 11% de puntualidad. No sé si alegrarme o echarme a llorar, al constatar que no han sido exageraciones mías las que he dejado dichas en este diario, sino la pura y lamentable verdad.
En el undécimo episodio de la saga de John Rebus, un par de anotaciones. «Agosto 1997: Christopher Mackie y “una Miss Desiderata” (que se negó a declarar su nombre completo) fueron detenidos en la escalinata de acceso a la iglesia de Brunstfield mientras se entregaban a “actos deshonestos”. Agosto, época de festivales. La DC Clarke se sorprendió de que no los hubieran tomado por un grupo de teatro experimental». Acerca de una jubilada, este diálogo: «–Probablemente ya se ha muerto o estará viviendo en Benidorm. –Es casi la misma cosa». Y este otro diálogo que no tiene pierde: «–No puedo beber whisky, al día siguiente siempre tengo la cabeza brrrrrrrrm… –También a mí me pasa. –¿Y por qué sigue usted bebiendo ese brebaje? –Por la alegría anticipada del dolor, un viejo principio calvinista».
Weiß/Colonia, 27.6.
1:00 am : Acaban de pasar To Kill A Mockingbird, título tan espantosamente mal traducido al español como Matar a un ruiseñor, cuando ni en América hay ruiseñores ni el Mockingbird es un ruiseñor, pero bueno… Esta es una de las pelis más humanas de todos los tiempos, y Atticus Finch el personaje unánimemente elegido con el # 1 al hacerse la lista de los seres más dignos de ser amados de cuantos accedieron al celuloide. Es una actuación extraordinaria de Gregory Peck, no en vano ganó ese año el Oscar con ella. Dato curioso es que en la reseñita aparecida en la revista quincenal con la programación de TV, se nos informa de que Peck († 2003) y Brock Peters († 2005) anudaron durante la filmación una amistad para toda la vida, tanto que Peters [el actor negro que interpretó el papel del acusado a quien Atticus Finch defendía en la peli] fue quien pronunció la oración fúnebre en el entierro de Peck. Ya lo dejé escrito y publicado alguna vez: creo que Gregory Peck ha sido el actor más grande que ha dado el cine.
En La Modicana ha pedido Carlitos el primero de los dos menús del día y en el que no sé si por despiste de la signora o de su ayudante, la entrada era un trozo de lasaña flanqueado de verdura, y el plato principal… lasaña. Como Carlitos tenía hambre, ni siquiera preguntó a qué se debía el pleonasmo gastronómico, pero yo, por lo que putas pudiere (como decimos los puristas), en el futuro me abstendré de pedir un menú.
Después de leer mi nueva entrega en el blog de EE, il mio caro Ettore me escribe desde Creta que por esa lectura de mi texto le entraron ganas de traducir Pirandello al español de Antioquia. Le contesto casi ipso fuckto, ya que adoro esa novela: «No me gustaría morirme sin haber leído El difunto Matías Pascal traducido por ti. Entiéndelo, caro Ettore, como un llamado de atención para que lo traduzcas lo antes posible». Después resulta que él me hablaba de Seis personajes en busca de un autor, y no de la novela. A lo cual le digo que no se le ocurra ni en sueños traducir teatro, y mucho menos para editarlo. Los lectores de teatro somos una especie en vías de extinción, aunque nuestra desaparición sea lenta. Sin prisa pero también sin pausa.
Weiß/Colonia, 28.6.
Tras haber leído mi última entrega semanal en Fronterad, mi deuda estherna me manda un email: «Te quería comentar nomás de la entrada que le dedicás a Jan Wagner en el Diario: me encantó. Lo ví en el Festival de Poesía de Berlín antes de que le dieran el Büchner, leyendo sus haikus al saquito de té y su poema al rábano, casi primos de mis textos. A ver si te los copio más tarde. Lo único malo que le hayan dado el Büchner otra vez a un poeta, es que nuestro querido Pepe va a tener que esperar todavía un par de años hasta que la bolilla vuelva a caer en la poesía. ¡La narración es una plaga!» Le contesto que no es el caso; a Günter Eich y Paul Celan, y a Durs Grünbein y Sarah Kirsch les concedieron el Büchner en años consecutivos, y a Peter Rühmkorf dos años después que a Wolf Biermann: «Por cierto que WB recibió su premio en 1991, un cuarto de siglo antes que Bob Dylan el Nobel. ¡Curioso que a ninguno de nosotros se nos ocurrió traerlo a cuento cuando la polémica del año pasado! Y aún más curioso es que la Academia Alemana le sacase tantos cuerpos de ventaja a la Sueca. Por lo que respecta a mi ex yerno, es todavía joven, petisa, y a los poetas les conceden esos premios de campanillas cuando el verde de los laureles hace juego con el blanco de sus cabellos».
No me cabe ni la menor duda de que América Latina es el continente del realismo mágico. Hoy, en la semifinal de la Copa Confederaciones, y como Portugal jugaba de local con sus camisetas rojas, los chilenos tuvieron que hacerlo con camisetas blancas… ah, pero eso sí, en el dobladillo de cuyos cuellos –por detrás– podía leerse LA ROJA. Cada vez que alguna cámara enfocaba la espalda de un jugador chileno, me asomaba una sonrisa sin poderlo evitar; ni ganas.
Weiß/Colonia, 29.6.
Voy al Banco a transferir el finiquito de los impuestos del 2015, en total nada más que 1.800 cornadas graves, 46 leves y 78 pinchazos, premiados con el corte de las dos orejas y el rabo + vuelta al ruedo con devolución de prendas. Ay.
Al ir a Rodenkirchen encontré un caracol en la puerta de nuestro garaje, a unos 5 cm del cierre. Lo comenté con Mohamed, mi joven vecino nigeriano, quien también lo había descubierto, y al regresar a casa (desvalijado legalmente por Hacienda) allí sigue el caracol, metido en su casa, como una espesa lágrima metálica perfectamente esférica que hubiese llorado el cierre.
Los primeros 10’ de la semifinal Alemania vs. México de la Copa Confederaciones me hicieron temer otro mineirazo, el legendario 7:1 de Alemania vs. Brasil en la semifinal del Mundial ‘14. Pero después dos frases. Una de El Guerra, gran torero y paisano de Séneca: «Lo que no pué sé, no pué sé, y además es imposible». Y otra del grande Gary Lineker, el jugador más limpio de la historia del fútbol: «El fútbol es un juego bien simple: 22 hombres corren detrás de un balón durante 90 minutos y al final siempre ganan los alemanes». Ojalá que así sea en la final, porque la marcialidad agresiva del himno chileno se me quedó atravesada. De a deveras.
Anotado leyendo la 12.ª entrega de la saga de John Rebus: «En la muerte, y ante Hacienda, todos somos iguales». Como aforismo puede que pase, pero la pura y realidad nos enseña que ante Hacienda hay algunos que son más iguales. Ejemplo, the fake president USAno.
Weiß/Colonia, 30.6.
Todo el día echando pelotas fuera para poderme ir tranquilo el sábado a Holanda, a las bodas de oro de Bernadet y Frans. Lo único que no logro hilvanar, pese al mucho material que he podido arramblar, es el artículo sobre la estadía de John Dos Passos en México en el invierno 1926/27 y la mucha influencia que ella tuvo en la composición de la primera novela de su trilogía U.S.A., en El paralelo 42. Mucho material, sí, pero no consigo encontrar la vuelta de tuerca para que se note que se trata de un texto mío, que es lo poco que de verdad me importa en cuanto escribo.
Weiß/Colonia, 1.7.
El día amanece lluvioso, con el cielo color panza de burra platera. A fin de no tener problemas de horario, conociendo la ya fehaciente falta de puntualidad de la KVB [la compañía de los transportes públicos de Colonia] salimos de casa a las 10:55 am para tomar el bus de las 11:04, y el bus llega puntual, y su enlace con el tranvía de la línea 16 también, así es que estamos en la estación a las 11:45 y nuestro tren parte a las 12:47. A algo muy parecido a esa hora perdida en la estación es a lo que se le puede llamar muy ajustadamente “matar el tiempo”. Yo lo maté mirando las dos torres de la catedral a través de la cúpula de cristal de la estación y repitiendo por dentro los dos tercetos del soneto inmortal: «Tiene tanto a la vez de piedra y nube, / su pesadumbre formidable sube / en la luz con tan ágil movimiento, / que se piensa delante a su fachada / en alguna cantera evaporada / o en alguna parálisis del viento».
Por los altoparlantes de la estación anuncian que los vagones de l.ª clase de nuestro tren van a estacionarse hoy en el sector D del andén. Y en el tablero correspondiente al andén anuncian que el tren entero se estacionará en los andenes D a G. Como estamos sentados en el A, vamos poquito a poquito recorriendo el andén hasta llegar al sector E, a partir del cual, lógicamente, se tendrían que estacionar los vagones de 2.ª clase. Llega el tren y pasan vagones y vagones, hasta detenerse el último, de 1.ª, en el sector D, y los de 2.ª en los sectores A, B y C. Nos toca desandar el camino, y ahora aprisa, porque el tren viene hasta los topes, son racimos humanos los que esperan entrar y hacerse con un asiento. Lo logramos a duras penas, entre tropecientos aficionados al ciclismo que viajan a Düsseldorf, donde hoy comienza el Tour de France.
De viaje a los Países Bajos, 1.7.
En Duisburgo hemos transbordado a un tren de una compañía privada holandesa que hace el trayecto Düsseldorf–Arnhem. Es la primera vez que viajo en él. Diny me llama la atención acerca del hecho de que en la pared correspondiente al cercano aseo campea una Hausordnung [literalmente “reglamento de la casa”], con la cual se amplía de manera notable la semántica del sustantivo “casa”. Pero lo que me llama la atención es que en los anuncios del display de que dispone cada vagón me dicen que este tren sólo llega a Wesel. Y nosotros donde tenemos que llegar es a Emmerich. Pero Diny me dice que no me preocupe. Y en efecto, cuando vamos a entrar en agujas en Wesel, se nos anuncia por los altoparlantes que los viajeros con destino a estaciones entre Wesel y Arnhem deberán transbordar a la mitad delantera del tren. Con el resultado de que se produce una peregrinación de viajeros con todos sus equipajes, dentro del tren, hasta llegar adonde ya no se puede pasar, que es la locomotora. Y cuando llega el tren a Wesel el conductor de la locomotora saca la cabeza y nos grita que ha habido un error en el anuncio de los altoparlantes, que la mitad del tren que sigue viaje está a la cola y no en cabeza del convoy. Con lo que vuelve a reproducirse el peregrinaje anterior, pero ahora en sentido contrario y corriendo por el andén. Resumiendo: a) la KVB nos hizo perder una hora del día con su imprevista puntualidad; b) los Ferrocarriles Alemanes nos hicieron recorrer el andén 4 de la estación de Colonia, ida y vuelta en parámetros dignos de los Juegos Olímpicos; y c) la compañía privada neerlandesa Abellio no quiso ser menos que los FF.AA. y nos hizo repetir la hazaña, una ½ a bordo del tren, la segunda ½ por el andén en Wesel. Y todo ello sin ninguna protesta de los usuarios. Contra una idiosincrasia como esta, los terroristas fundamentalistas islámicos tienen la partida perdida de antemano. Sus kamikazes de entre ellos lo van a ser por masoquismo, no por ninguna otra razón. Contra nuestra cachaza, ni modo. Pobres hijos, como diría Cortázar.
A partir de Wesel ya cambia el paisaje de manera fundamental. Es el Bajo Rhin. Me recuerda las páginas de Böll en su cuento “Al terminar la guerra”, cuando el protagonista regresa a casa del cautiverio inglés, y lo hace precisamente por estos lugares, Kleve, Xanten, Kevelaer… Tan sólo faltan molinos y los canales de drenaje para que sea un paisaje neerlandés, la mutación se produce nomás pasar la frontera, se diría que uno ingresa a un mundo distinto. Y casi lo es.
Terborg/Güeldres, en los Países Bajos, 1.7.
Riet y Jan nos esperaban en Emmerich y nos han traído a su casa. Como es de rigor canónico en los hogares neerlandeses en estos casos, lo primero es eén kopje koffie [un cafecito] con un bollito de pan dulce con pasas. Luego Riet y Diny se afanan en la cocina, y Jan y yo seguimos la charla en el salón. Cuando le pregunto por Sacha, su hija, me regala una de las frases más gráficas de su idioma, me dice que “zij woude te veel hooi op haar vork nemen” [literalmente “quiso cargar demasiado heno en la bielda”], es decir, que se excedió trabajando, y ahora anda de vacaciones laborales forzosas. Hablamos también de enfermedades propias y ajenas, como es de precepto entre la vieja gente, y me cuenta que una vez quiso leer mi diario y se lo hizo traducir por Miss Hortensia Google, y ya en el primer párrafo se dijo que no podía ser que yo escribiese semejantes sinsentidos. Se lo agradezco, pero yo no estaría tan seguro.
La cena es bacalao de las Lofoten, según una receta dizque española que Riet encontró en un libro de cocina. Está exquisito, con su guarnición de tomate al horno, y arguyo que si la receta es de a deveras españolas será porque lo es del tiempo que los pescadores vascos, gallegos y cántabros salían a Gran Sol y faenaban en aguas noruegas, islandesas y de Groenlandia. Es de aquellos tiempos, ¡ay, pasados!, de los que habla Raúl en su novela La mar es mala mujer.
Zeddam/Güeldres, 1.7.
En el restaurante Lange Waard, fiesta de las bodas de oro de Bernadet y Frans. Muy distinta de la nuestra, hoy hace un año. Lo único que encuentro mejor es el fulminante epitalamio de Willy, que nos tuvo riendo casi ½ hora, y eso que no escatimó lo que en Alemania llaman “decir las verdades a través de las flores” (por ejemplo que celebrándose la fiestas en un buen restaurante no hubiese comida sino tentempiés). Con Willy pasé hablando la mayor parte del tiempo –sobre Dos Passos, a quien prácticamente se lo descubro, sobre Goytisolo y sobre su trabajo acerca de Simon Vestdijk, que tiene que terminar antes de enero–, y después de irse Willy, una hora antes de la medianoche, charlé con Harry, no mi cuñado, sino el marido de Miny, el más anciano de nuestra tribu, ya cumplió los 80. Saludé a Lars, claro, quien ya se ha posesionado de su cargo en la Uni de Tubinga, y conocí por fin a Ruth, su mujer de familia irlandesa, y también desempeñándose en la misma Uni, son los dos “cráneos privilegiados” de la tribu, amén de Willy. Pero en total las cuatro horas de la fiesta fueron un martirio para mis oídos; muy del gusto de Frans, la fiesta estuvo “amenizada” por un cantante à la country con un look copiado a Johnny Cash y un repertorio más visto que las muecas de Jack Nicholson, en el que se permitió endosarnos dos veces la vomitiva “Satisfaction” de los Rolling Stones. Ay… Todo ello a fuerza de decibelios, por supuesto, que si no, otro gallo le cantara.
Terborg/Güeldres, 2.7.
Regresamos a la paz de la casa de Riet y Jan pasada la medianoche y tomamos la de la espuela contándonos cosas. Yo recordé, porque lo recuerdo muy bien, que cuando Bernadet y Frans se casaron, Diny y yo vivíamos en mi Güeno Saire querido, y les regalamos una artesanía argentina que Diny compró en una galería de la calle Florida. Pero recuerdo todavía mejor que les enviamos ese regalo por correo certificado (como encomienda, así le llaman los argentinos) y para ello acudimos a la oficina postal de la estación Retiro. Había colas delante de todas las ventanillas, y cuando me llegó el turno puse el paquete sobre el mostrador y el empleado de Correos lo tomó en sus manos, leyó la dirección y se echó a reír. Le pregunté de qué se reía y me contestó con un fuerte acento porteño, casi de caricatura, sobrador además, compadrito, lo que menos soporto: «Y, es que se conoce que usted es europeo». «¿Y?», le respondí con una prepotencia equivalente. «Y, es que, mire, en Argentina no hacemos distinción entre entre países bajos y altos, todos son de la misma estatura». [Yo, claro está, con el rigor que siempre me ha caracterizado en estos casos, había escrito en la dirección del paquete que el destino era Beek, gem. Bergh, en los Países Bajos]. Me lo quedé mirando al tipo hasta que se le borró la risa, y entonces le dije masticando mi desprecio: «Yo no sé cómo llegó usted a desempeñar este puesto, pero en Europa únicamente se llega a estas ventanillas después de superar un concurso y demostrar que se sabe Geografía Postal, una asignatura que usted, como queda demostrado, no conoce ni de oídas». A todo esto, la cola detrás de mí y las colas paralelas a derecha e izquierda estaban pendientes de nuestro diálogo y alguno de los empleados debió de llamar la atención a uno de los jefes, porque en ese momento apareció alguien que le mandó retirarse, se hizo cargo del paquete, lo franqueó, cobró mi pago y me dio un resguardo amén de pedirme disculpas por el incidente. Recuerdo, sí, muy bien, la boda de Bernadet y Frans.
Poco antes de retirarnos a dormir, no sé como se encendió una discusión entre nosotros, en la que salieron a relucir los nacionalismos, y Diny adujo en contra de algo que yo dije, que los canarios no querían ser españoles. A lo cual le contesté que ni los catalanes, ni los vascos, ni los gallegos, ni los baleares, en fin, que demostraban todos ser españoles sensu contrario, justamente por el hecho de no querer serlo. Traje a colación la preñada respuesta de Cánovas estando los cosas al rojo vivo con el primer § del nuevo Código Civil, antes de 1898, cuando aún Cuba y Puerto Rico y Filipinas “eran” España, y en el primer § de cualquier CC lo que se define es quienes son de esa nacionalidad. Y los encargados de redactar el nuevo español no se ponìan de acuerdo, de modo que acudieron a la autoridad de Cánovas, quien después de oírlos les aconsejó redactar el § 1 así: «Son españoles los que no pueden ser otra cosa».
Cerré los ojos a las 2:15 am según el reloj digital en nuestra habitación y me desperté a las 5:20 para acudir al baño a aliviar la vejiga, y ya no pude conciliar el sueño hasta pasadas las 7, y todo por culpa de una paloma ninfómana, o un palomo satiriásico, que a las 5:30 am se puso a zurear y no paró de hacerlo todo el tiempo. La recontramilputa que la/lo recontramilparió.
A las 10:00 desayuno frugal, aunque yo había dicho que me comería una anguila ahumada de las dos o tres que me iban a regalar. El paling, la anguila ahumada del mar interior de Holanda, el ex Zuiderzee, ahora Ijsselmeer, es uno de mis bocados favoritos y se ha vuelto mercadería escasa, y carísima, pero Riet y Jan tiene un amigo aficionado a la pesca que cada vez que va al Ijsselmeer vuelve con un buen botín, que ahúma en su propia casa, así es que estas tres que me han regalado son un don del cielo.
En Emmerich : Esta estación tan venida a menos, la última en Alemania antes de que el tren cruce la frontera, parece salida de aquellos llamados “trenes diabólicos” que aterrorizaban nuestra infancia en las fiestas anuales (en Huelva durante las Colombinas, la primera semana de agosto). Hemos llegado con 15’ de tiempo por delante, a los que se suman primero 5, luego 10 más, por retraso del tren. Despedida cariñosa de esta pareja que es, para mí, la más querida de entre todas en la fracción neerlandesa de la tribu.
Weiß/Colonia, 2.7.
Hicimos el trayecto con fortuna, incluyendo el transbordo en Duisburgo. Al salir de la estación de Düsseldorf, por cierto, se pasa al lado de una gran mancebía con las ventanas numeradas a fin de orientar a los clientes; de una de ellas, del cuarto piso, colgaba una bandera española. Y bueno, para clientes compatriotas, tal vez sea un consuelo poder descargar la líbido con alguien que hable su mismo idioma. Y para los alemanes, el atractivo de lo exótico, the Carmen touch. Tuvimos también suerte con el tranvía 16 y el bus 131, antes de las 3 estábamos en el home, sweet home, y yo dormí una siesta antes de pelar y limpiar una de mis tres anguilas ahumadas para hacerme dos bocadillos como la gente, antes de la final Alemania vs. Chile de la Copa Confederaciones. Ganó Alemania, 1:0. Para gran disgusto de los chilenos, que hicieron todo lo posible por no perder, ellos, el equipo más viejo del torneo, contra el equipo más joven; ellos, la selección A campeona de Sudamérica contra la selección B de la nacional alemana. Ya se lo había pronosticado anoche a mi cuñado Theo, que me preguntó qué me parecía lo que se había sacado de la manga Löw para este torneo. Le dije que Löw es un tipo muy listo y no quiere que a su selección A le pase lo que a la española, campeona de Europa 2008 y 2012, y del mundo en el 2010, que cuando llegó a Brasil en el 2014 ya no tenía ninguna motivación, lo habían ganado todo. En el 2018, en Rusia, los titulares de la A alemana, campeones del Mundial del Río, saben ahora que tienen una competencia dura en al menos cinco puestos que han brillado de manera particular en esta Copa Confederaciones. Y la competencia es la madre de los buenos equipos.
*************************FIN*************************