
Weiß/Colonia, 30.6.
Al levantarme, y tras el vaso de agua reglamentario, una mirada a la estafeta y me encuentro, entre otros, un email de Félix Morales, quien desde El Rompido me anuncia que por fin salió el obituario de Paco Pérez en Huelva Información. Era hora, carajo, y a e r a h o r a.
Leo en el diario, mientras desayuno, que está formalizándose una propuesta al Bundestag para reducir al 7% el 19% de los impuestos que gravan los artículos de higiene íntima femenina. En el mismo diario, el martes, Susanne Hengesbach ya se ocupó del asunto. Lo que me llama la atención es la reflexión de un diputado especializado en el tema impuestos, quien está en favor de la propuesta pero aduce que ello no se va a reflejar necesariamente en una reducción de los precios porque no se puede obligar a los fabricantes a una rebaja correlativa de los mismos. Sobre los precios, al parecer, sólo influyen las subidas de impuestos. La conclusión a la que llego es que si se acepta la propuesta los únicos que saldràn ganando serán los fabricantes de tampones y toallas higiénicas. «O brave new world, that has such people in’t!», como dice Miranda en La tempestad. Y alabado sea el santísimo sacramento del altar, como añado yo.
Weiß/Colonia, 1.7.
2:30 am : El vuelo 93. Una peli sobre uno de los cuatro vuelos del 11 S gringo (el 11 S por antonomasia es para mì el chileno). Es entretenida y está dirigida y, sobre todo, montada con muy buena mano. Cuando terminó me quedé pensando en los vuelos contra La Moneda y en los pilotos que tenían la orden de bombardearla, y la cumplieron a conciencia. Como Eichmann, siempre podrán aducir la atenuante de obediencia debida. Además de que en el escudo de armas del país queda bien claro el espíritu de la nación: «Por la razón o la fuerza».
Hallazgos que rozan lo genial en el capítulo “Exageraciones” del Testamento del Paisa: «Era tan gorda que el ángel de la guarda dormía en otra cama. […] Es tan viejo que conoció al Corazón de Jesús de pantalón cortico. […] Es tan viejo que trabajó de ascensorista en la Torre de Babel. […] (De un avaro:) Ladra de noche pa economizar perro. […] (Ponderando la dificultad de algo:) Es más fácil encontrar un gato bañando ratones. […] Es más fácil quitarle la tabla a un náufrago. […] Más empolvada que cucaracha de panadería. […] Es más bueno que levantarse tarde. […] Es más sincero un bogotano hablando con la novia. […] Es tan bueno el clima de La Estrella que para inaugurar el cementerio tuvieron que mandar por un muerto a Envigado». Y uno que no ronda lo genial sino que lo es: «Más peligroso que una suegra en tenis». Elemental, mi querido Guasón: porque si calza unos zapatos de tenis no se la siente llegar. Chapeau!
En el canal Arte una peli que desconocía, Alexandre le bienheureux (estúpidamente traducido el título como El arte de vivir… pero bien). No la veía desde hace más de medio siglo y me la he pasé de sonrisa en sonrisa y alguna que otra carcajada. Es de 1968, se nota el estilo de la época, y Philippe Noiret, uno de los más grandes actores franceses, debe haberse divertido tanto con su papel que le creemos lo que dice y hace, porque él mismo creyó en ello. Al menos durante la segunda mitad del film, Philippe Noiret fue Oblómov, mi personaje favorito de la novelística rusa. No me extraña para nada que esta sea un peli de culto. La añado a mi lista de las tales.
Weiß/Colonia, 2.7.
Por segunda vez consecutiva, es decir, ayer y hoy, el repartidor del Kölner Stadt Anzeiger nos deja tres ejemplares del diario. Llamo al teléfono de Atención al Cliente, no para reclamar sino para advertirles del entuerto y que lo deshagan, porque con ese repartidor pierden plata. Así es que ya llevé a cabo mi buena acción del dìa. Con razón Álvaro Mutis me llamaba Baden Powell.
En La Modicana un almuerzo frugal (el mío): carpacho de rape con naranja. Carlitos encarga una ensalada y la persianita le trae un plato que si estuviésemos comiendo de pie ante una mesa alta, me impediría verle la cara (a Carlitos): congruentemente deja la mitad sin comer, tras de quedar saciado. Lo que platicamos versó casi todo el tiempo sobre esa joya que es Testamento del Paisa, que provoca un interés inusitado en mi buen Carlitos. Le digo, al buen tuntún, que debe de ser fácil conseguir un ejemplar, y al llegar a casa consulto en www.iberlibro.com y me llevo la gran sorpresa: tan sólo hay cuatro a la venta, y los cuatro en Gringolandia; el primero, en Apollo Beach, Florida, cuesta 269,11 €; el segundo, en Portland, Maine, 425,34 €; el tercero, en Hawthorne, California, 432, 11 €; y el cuarto, en North Miami Beach, Florida, nada menos que 652,50 €. ¡Y no ser un Rothschild!
Lo del frugal almuerzo fue porque hoy es el 53.º aniversario de nuestra boda e invité a Diny a cenar en Petite Marie, un restaurante chiquito y chic, en Rodenkirchen. Es un lugar sumamente acogedor y agradable, con un servicio de lo más atento y entendido: el vino que me sugirieron para acompañar las sardinas a la brasa, un Lugana del 2017, resultó extraordinario. Es lástima grande que no abran los domingos, andamos buscando un restaurante para la fiesta conjunta de nuestros 80 años el 18 de agosto, el domingo después de cumplirlos Diny. Pero todos los que he estado rastreando en los dominios de Miss Hortensia Google, todos los que vendrían a cuento, todos, todos ellos cierran los domingos. Porca miseria!
Weiß/Colonia, 3.7.
Invitada a la fiesta de los 75 años de Waltraud, estuvo Diny almorzando hoy en Haus am See, uno de los restaurantes de más renombre en Colonia. Diny no había comido nunca allí. Yo lo dice un par de veces cuando en la Deutsche Welle teníamos visitas españolas o latinas de alto standing. Y sí, el lugar es lindo, con el lago al frente, y la comida es buena. Pero para llegar allí, enmedio del cinturón verde que ciñe la ciudad, se necesita tener auto. No obstante busco sus horas de apertura y su carta: abren los domingos, pero la carta no me convence. Entonces, de repente, me acuerdo de Haus Schwan, que está lejos, pero se llega bien con el transporte público, incluso siendo tan rematadamente malo como el de Colonia, los fementidos KVB. Busco la carta y los horarios. La carta la conozo de las cuatro o cinco veces que ya comimos allá, y no ha habido cambios, al menos yo no los noto. Lo que no figura en su página web son los horarios, así es que llamo por teléfono y pregunto y sí, abren los domingos. Creo que por fin resolví el problema. Le escribo a toda la prole –la grande y la chica– pidiéndole que reserven el 18 de agosto, mediodía, en sus respectivas agendas.
He visto ayer y hoy las dos semifinales del Mundial femenino de fútbol, en Francia. Ayer fue un juego de poder a poder, entre Inglaterra y las actuales detentadoras del titulo, las gringas. Al final ganaron estas pero igualmente podrían haber ganado las britanas. Hoy ha sido un partido en el que las suecas pelearon más y cometieron menos errores: las naranjitas mecánicas, por el contrario, perdían casi cada mano a mano y daban pases falsos a cada momento. Sin embargo fueron ellas las que estuvieron más cerca del gol, con un cabezazo de Miedema que dio en el travesaño. También es verdad que se habían crecido después del descanso, y en el alargue fueron a más, hasta atinar la valla sueca con un gol de Groenen [=verde (que te quiero verde)]. De todos modos volví a recordar lo que alguna vez me dijo Chico, que no le gustaba el fútbol femenino `porque carecía de fuerza. Y me digo que es harto probable que carezca de fuerza… bruta. Pero no de fortaleza. Y además, viendo desempeñarse a estas cuatro semifinalistas uno recupera la alegría de ver jugar fútbol y no balonmano con los pies, que es lo que mayormente se ve ahora en los equipos masculinos. «Lo digo y no me corro» (© by César Vallejo). Y al que le pique, que se arrasque, como solía argüir mi abuela Remedios, la bella y sabia.
Weiß/Colonia, 4.7.
Me levanto a las 9:00 am porque estoy despierto desde las 7:15 y no consigo reanudar el hilo del sueño, y el calor empieza a ponerse pegajoso. Leo el Kölner Stadt Anzeiger, que acaba de llegar, esta vez en solitario y no por triplicado. Es una edición con mucho, mucho que leer: las triquiñuelas para elegir presidente de la Comisión Europea, el absurdo desfile militar en modo norcoreano en Washington, una plana completa dedicada al Tour de France que comienza el sábado en Bruselas, otra casi completa dedicada a las semifinales del Mundial de fútbol femenino, con las las naranjitas mecànicas y las gringas, en fin, la caraba… Y después de terminar el desayuno y dejar el diario en posición de lectura (para Diny, que se fue poco antes de las 9:00 y todavía no lo ha leído), me dedico a contestar correspondencia. Mutis me decía que no debía escribir tanta carta, que con eso le quitaba tiempo a mi “obra”. Y yo, que no creo en “mi obra”, le contestaba que tal vez mi obra sería mi epistolario. Si alguna vez alguien se tomara el trabajo de leer las copias de los miles de cartas que he escrito, seguro que podría editar un libro de unas 500 pgs. de lectura divertida de a deveras, como dicen los cantinflos.
A las 13:50 repetición de la peli Alexandre le bienheureux, he vuelto a verla, esta vez junto con Diny, y me alegra comprobar que acerté al insistirle en que también ella debía verla. Se lo ha pasado bien y se ha reído mucho. Y es que sí, corroboro mi entrada de hace dos días, esta es una peli que ni hecha de encargo para nosotros, los sesentayocheros. Claro está, se rodó ese año.
La columna de Diego en El Colombiano, hoy, es tan buena como de costumbre, pero así y todo me he creído obligado a escribirle estas líneas: «Tu columna está muy bien, decir lo cual ya casi es un pleonasmo. Pero permitime añadir que organizaciones como Netflix (a la que le dedicas tanto elogio) le roban cada vez más público a los cines, de manera que quién sabe si dentro de un par de años no tendrás que escribir una columna elegíaca por el cierre del último biógrafo, como los llamaba Onetti, de Medellín. Sólo eso».
Media docena más de hallazgos en el capítulo “Exageraciones” del Testamento del Paisa: «Es un restaurante tan malo qu’el dueño sale a comer afuera. […] Esa muchacha tiene una voz tan dulce, que si uno la llama queda el teléfono lleno de hormigas. […] Era tan feo, que cuando Dios lo hizo se sentó a reírse. […] Era tan pobre ese municipio, que los policías llevaban el revólver pintado con tiza en el pantalón. […] Había un relojero tan viejo que no sabía arreglar sino relojes de arena. […] Era tan perezoso que se demoró ocho días pa morirse de repente». Desde que sé a los precios que se cotizan los ejemplares de este libro, lo trato con la reverencia debida a una reliquia de, por lo menos, san Jerónimo, patrón de los traductores.
Weiß/Colonia, 5.7.
Hoy me he levantado incluso una hora antes que ayer. A este paso llegará el día en que ya ni siquiera me acueste. ¿Cuántas horas sin dormir puede aguantar el cuerpo humano? Tendría que preguntárselo a algún agente de la CIA, o algún veterano de la KGB, expertos en el tema.
He hecho el descubrimiento de la neozelandesa Vanda Symon, autora de una saga policial protagonizada por la Constable Sam[antha] Shepard, de 28 años, quien es la policía local (ella es toda la policía del lugar) en Mataura, a orillas del río homónimo en la isla meridional del país, un pueblo de 1.509 habitantes según el censo del 2013, y el primer episodio de la saga se publicó en el 2007, así es que entonces serían algunos menos. Hasta ahora van publicados cinco episodios, de los que sólo dos se han traducido al alemán, y al parecer ninguno al español. Me encanta de esta serie el hecho de que la protagonista sea un agente de a pie, ni siquiera sargento, y que no viste de paisano sino el uniforme azul reglamentario. En mi contabilidad de series policiales sólo recuerdo una, de TV (creo que no existe en soporte papel), con el alevín de gran ìnvestigador que llegaría a ser el DCI Endeavour Morse. Además, Sam me cae muy simpática por frases como esta: «Una vida sin listas en las que anotar todas las cosas que tengo que hacer es algo impensable para mí». Suscribo la frase sin quitarle una coma ni un acento. Con Vanda Symon completo, pues, un trío de autoras neozelandesas que me interesan mucho. Las otras dos son Katherine Mansfield y Ngaio Marsh, aunque en realidad Vanda Symon es la primera neozelandesa genuina, ya que las obras de la Mansfield y la Marsh se desarrollan todas en Europa. De este modo, poquito a poco, voy desecando algunas lagunas en mi mapa mental, que recuerda muchísimo el de Finlandia.
Weiß/Colonia, 6.7.
0:30 am : Los comancheros, en el espacio dedicado a los western, los viernes, en el canal de la RTV Baviera. Yo no sé a qué espejismo en el desierto de Arizona se ha creído y sigue creyendo que John Wayne es un actor, Yo creo que es un clon, y que su clonación es uno de los secretos mejor guardados de Hollywood, En cuanto a la peli en sí, me reafirma en mi creencia de que los viejos western son dibujos animados con actores de carne y güeso. Algo así como Walt Disney para adultos, entendiendo como adultos a los espectadores no gringos. Los gringos recibían los westerns como la nueva entrega de Charlie Brown o los Simpsons. Y es que son como niños.
En el suplemento mensual Libros del Kölner Stadt Anzeiger aparece hoy una reseña de Berta Isla, la última novela de Javier Marías. Y al final el crítico resume: «Tomando en cuenta la pobreza de acción, esta obra del candidato al Premio Nobel le salió bastante gruesa con 650 páginas. Sin embargo, el lector queda hechizado, en especial por las reflexiones autoflagelantes y meándricas de Berta». ¿Meándricas? ¿No serán cagándricas?
Pia & Chico vinieron a almorzar, y Diny les ofreció un menú de gala: sopa fría de aguacate y mango; ragú de pollo al curry con arroz y compota de manzana; y de postre helado de vainilla con bayas del bosque. En la sobremesa charlamos de bueyes perdidos, y tanto Pia como Chico aprendieron de mí palabras alemanas que eran de uso cuando llegué a este país pero que entre tanto han desaparecido de la circulación. “175”, por ejemplo, que era la palabra utilizada para decir que alguien era homosexual, por el § 175 del código que penalizaba la homosexualidad. Y también “17 de Mayo” [=17.5.], que era usado como eufemismo del rudo ”175”.
El que no vino fue Henri, de quien estaba previsto que lo traerían hoy a casa y se quedaría a dormir. A eso de las 11:30 llamó para decir que no vendrá, que su madre le dijo que le daría una alegría si fuera con ella y Frank a Aquisgrán, a la fiesta de los 50 años de un amigo que tienen allí. Y que se iría con sus padres en vez de venir acá. Tuvo suerte de que la llamada la atendió Diny, porque si la hubiese atendido yo le hubiera replicado en el sentido de que también a sus abuelos nos daría una alegría viniendo a pasar el fin de semana con nosotros, de tal manera que si no se iba con sus padres le daría una desilusión a Montse y dos alegrías a sus abuelos, pero que yéndose con sus padres le daría una alegría a Montse y dos desilusiones a nosotros. Que optase por una de las dos variantes. Naturalmente, esto es puro sofisma, pero es que me cabrea lo capcioso del argumento materno. Y es una pena, porque yo quería ver con él mañana la final del mundial de fúitbol femenino, en Lyon, entre las gringas y las naranjitas mecánicas. Y torçer con él por las compatriotas de su abuela. Mi gozo en un pozo, como decía mi abuela Remedios.
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