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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 28 / 2020

De mi Diario : Semana 28 / 2020


 

Weiß/Colonia, 5.7.

Guelbenzu, otro lector masoquista de mi diario, me escribe para decirme que acaba de colocar en la muy restringida sección de poesía de su biblioteca (se ha deshecho de dos tercios de la misma por traslado a un nuevo piso, muy pequeño, pero confortable) mi Límeri de Bueno Saire, «que queda un poco antes que Borges en la estantería. Sólo quería contarte que la primera vez que fui al cine ocurrió a los 7 años, en el cine Gran Vía, llevado por mi tía Joaquina para ver Los tres caballeros, de Walt Disney. Fue una experiencia tan nueva, extraordinaria, subyugante, que sólo puedo asimilarla a la de un niño al descubrir el mar por primera vez». Le contesto ipso fuckto: «Gracias por ese puesto en tu biblioteca y en tan buena compañía. Y qué bueno saber que tuviste (o tienes) una tía Joaquina. Mi tía Joaquina, la hermana mayor de mi madre, fue la que en verdad nos crió a los tres hermanos, mi madre estaba siempre ocupada con mi padre. Y también fue mi tía Joaquina la que me llevó por vez primera al cine, mira tú qué coincidencia».

Después de leer mi artículo en Árbol Invertido, Pepe me comenta desde Puta [sic] Umbría: «Sólo me parece un detalle de mal gusto que Reinaldo Arenas eligiera Chivas Regal para ese momento, habiendo tantos Singles Malts en el mercado». Le contesto: «A mí lo que me parece es un rechazo final a Gringolandia, se suicidó con whisky, no con whiskey [=bourbon], eso aparte de que un Chivas Regal no está tan mal. Bueno, en materia de gustos ya sabes que no hay manera de ponerse de acuerdo. A la Beauvoir, sin ir más lejos, le gustaba el sapo Sartre: ¿creyó quizás, en algún black out emocional, que besándolo iba a convertirlo en un príncipe azul?»

Gracias a la lectura de la saga de Van der Valk descubro a un pintor impresionista neerlandés al que conocía por sus paisajes urbanos, pero sin saber quién era: Georg Hendrik Breitner. Tiene una obra de lo más interesante, creo que es la pintura más inteligente que se ha hecho de la vida callejera en Ámsterdam. Es bien raro que hasta ahora sólo la haya conocido en forma de tarjetas postales, y aún más raro que nunca me hayan hablado de él. Lo cual me enfrenta una vez más (y lo que te rondaré, morena) con el abismo de mis ignorancias. ¡Qué despilfarro ontológico que a alguien como yo, tan ansioso de saber y de aprender, sólo se le conceda una vida!

Weiß/Colonia, 6.7.

Anotaciones de la lectura del tercer episodio de la saga de Van der Valk, que por cierto repite la estructura del primero, incluye una historia de amor que podría funcionar como  novela breve independiente del episodio. Una exclamación sarcástica de Van der Valk: «¡Ah, ya!, porque no se llama Keeke o algo parecido, porque no tiene un nombre que no huele a bosta de vaca, ¿no puede ser holandesa?» Y tres observaciones del narrador: «El portero del hotel tenía la mirada vacuna de la gente de Flandes Occidental» «Un belga musculoso. No hay nada más musculoso que un belga musculoso del Borinage. Son de temer. Vienen de una región sucia y hambrienta, que produce mineros, boxeadores, agitadores políticos y corredores ciclistas» «Acababa de terminar con la limpieza. Había sacudido las alfombras y pasado un paño mojado por el piso. A pesar de todo es una holandesa, se dijo. Ya sea que haya guerra, incendios o una inundación, en Holanda nunca se deja de pasar el plumero».

Llega Diny hasta la puerta de este cuarto para anunciarme la muerte de Ennio Morricone. ¡Pero si quienes nos tenemos que morir somos otros, carajo, qué chapucera la reputísima Muerte!

Hoy le tocaba el turno a Diny de ofrecer cena a sus amigas y compañeras de la sección de Amnesty International, de la que se separaron hace algunos años a causa de los cambios introducidos en la orientación general de AI. Se despegaron de AI pero se van turnando cada mes en reunirse en casa de una de ellas y cenar juntas, y hoy le tocó a esta casa y aunque están en el comedor y yo casi en el otro extremo del apartamento, la cosa recuerda mucho aquel chiste del grupo de turistas en las cataratas del Iguaçú y la voz del guía desgañitándose«¡¡¡Y estas son las famosas cataratas del Iguaçú, y si las señoras hicieran el favor de callarse podríamos escuchar el formidable estruendo de las aguas al llegar al fondo!!!» Pero lo que más gracia me hace es que, como saben que estoy trabajando en mi cuarto, de repente bajan la voz hasta el susurro para que no me entere de lo que dicen.

Weiß/Colonia, 7.7.

Hoy, en La Modicana, un grupo de unas seis personas que hacen ruido como si fueran sesenta. Carlitos y yo aguantamos estólidos la agresión sonora. A Diny y Ulli parece que la cosa no les afecta. Los dioses las bendigan. Hoy pedí espaguetis à lo pobre (con sólo mantequilla y queso parmesano), a los que curiosamente sí les saco el sabor.

Les envié la entrada de mi blog dedicada a Tomás a 44 de mis amigos urbi et interneti, y a 71 en Huelva. Desde México me acusa recibo mi sub: «Preciosa In memoriam. Conocer a Tomás con toda su generosidad en pocas palabras. Y conocer nada menos a quien te incluyó en su corazón de lector incansable. Ya quiero a Tomás Ramos Martín. Fantástico nombre». Y desde la ribera del Cauca en Colombia, me acusa recibo mi compadre José María: «De los intangibles valiosos; la amistad. Y si esta viene como un acto espontáneo, natural, para quedarse, es eterna. Hermosa tu manera de eternizar la amistad, maese». A los dos les he contestado lo mismo: «Tomás fue definitivo en mi amor a la lectura. No que yo no hubiese descubierto la literatura más luego, que creo que lo habría hecho, paradójicamente a través de mi facilidad para versificar, de la que no sé si alguna vez les he hablado. Pero ver una biblioteca privada tan grande como aquella, heredada de su abuelo y de su padre, y aumentada por él, y saberla a mi disposición, sobre todo cuando él se dio cuenta de que yo le devolvía los libros impecables, como si ni siquiera los hubiese abierto, eso fue para mi como para los soldados de Jenofonte cuando avistaron el Mar Negro: «Thalassa, thalasssa! [=¡El mar, el mar!]»» Y de los 71 amigos en Huelva, ni un solo acuse de recibo. ¡Quién me manda a mí a predicar en el desierto!

Weiß/Colonia, 8.7.

Leo en HuelvaYa.es que la Universidad Internacional de Andalucía organiza un curso de verano sobre el tema “Andalucía y la novela histórica”. He repasado de manera minuciosa el panel que impartirá el curso y en ningún momento se cita el nombre de Galdós. Esos son los misterios del mundo académico, que es un libro cerrado con siete sellos y no sé cuántos candados.

Estuve donde la pedicura, a la cual le entregué uno de los últimos ejemplares de Humboldt, la revista que cayó bajo la guillotina del lápiz rojo. Se lo llevé pensando en su hija, que estudia español en la escuela, y la revista es de lectura fácil, le puede ayudar bastante en sus estudios.

Almorzamos con Rebeca en el Bistro Verde para festejar el 54.º aniversario de nuestra boda. Rebeca recuerda a mi padre con una nitidez que me escalofría. De repente dice: «Me agarraba de la mano cuando salíamos a pasear, o al bar a tomar café, y me parece sentir todavía su mano envolviendo la mía». Estuve a punto de echarme a llorar.

En el cuarto episodio de la saga de Van der Valk, por Nicolas Freeling, me entero de cuáles son los autores preferidos del inspector, una gente que ha entendido mucho al ser humano: Mauriac, Simenon, Flaubert, Charles de Foucauld, Büchner, Dostoievski, Racine, el diario de Napoleón en Santa Helena, ¡Santa Teresa! Este episodio es el que más me ha gustado de los cuatro que llevo releídos. Y las razones son muy personales. La primera es que Freeling estaba casado con una neerlandesa, como yo, y tiene juicios sobre el país y sus habitantes en los que coincido con él casi al 100%. Y la segunda es que la acción de este episodio transcurre en Drenthe, que es, con Ámsterdam y el entorno de Beek, donde nació Diny, la región neerlandesa que mejor y más íntimamente conocemos los dos. Es una de las doce provincias en que se divide el país y está en el nordeste del mismo. Es, de todos los Países Bajos, la primera tierra que emergió de las aguas hace millones de años. Sus monumentos megalíticos son una maravilla. Ocurre que Willy se desempeñó como profesor unos diez años allá, y nosotros enviábamos los niños a Huelva con mis padres en el verano y nos íbamos de vacaciones a Emmen, la ciudad inolvidable construida alrededor de un bosque, y en cuya escuela enseñaba Willy. Todos los días salíamos con las bicis a recorrer los alrededores y descubrir las mejores panquequerías, donde se come como Dios en Francia. También alcanzamos a visitar el Museo de la Turba, en la frontera con Alemania, y nos dejó sobrecogidos al pensar en las condiciones en que se vivía y se trabajaba allá hace no más un siglo. Entonces la lectura de este episodio de Van der Valk, que transcurre en una pequeña ciudad a unos 20 km de Emmen, es una gozada por la cantidad de recuerdos que me trae, y que no son pocos. Por cierto que la foto más bella que existe de Rebeca conmigo está hecha en ese bosque de Emmen, uno de los veranos que pasó con nosotros en lugar de ir a Huelva.

Weiß/Colonia, 9.7.

1:15 am : He vuelto a ver un episodio de la serie policial neocelandesa Brokenwood. Tiene la serie un encanto que no se agota en una sola visión. ¿O será que el encanto se lo pongo yo, que al pensar en Nueva Zelanda pienso en Katherine Mansfield y en Jane Champion?

Me levanté a las 12:00 en punto del mediodía, y a la trágala. Pero me levanté como si hubiese luchado toda la noche contra un escuadrón de cosacos harto belicosos, y con el ánimo mustio, ningunas ganas de comer ni de hacer absolutamente nada. Y eso es lo que he estado haciendo durante todo el día. Literalmente nada, vagando como alma en pena de habitación en habitación, sin conseguir interesarme por nada. Para más inri, de vez en cuando me dan unas punzadas intensas y muy dolorosas en la cabeza. Duran fracciones de segundo que se dirían eternidades. Me dejan como aletargado, pero ganándole sentido al «que muero porque no muero». Y al «es inútil, la tristeza durará toda la vida», y hasta quién sabe si no también después.

Cosecha de la lectura del cuarto episodio de la saga de Van der Valk. En primer lugar este diálogo del inspector con su esposa francesa, Arlette: «”Alégrate de que vives en Ámsterdam. Imagínate que vives en una pequeña ciudad provinciana en Drenthe y descubres que el asesinato sí que es un delito, pero que dormirte durante el sermón es mucho más grave”. “¿Es ese el peor de los delitos?” “Creo que tirar con la propia mujer en el cuarto de estar a la mitad de la tarde se considera el mayor de todos”». Y dos observaciones del narrador, que en este caso es el propio Van der Valk: «A uno de Ámsterdam lo miran aquí como si fuera un indígena del Perú». «Ernest Hemingway. Un escritor sobrevalorado pero por lo menos ha escrito un buen libro y ha creado algunas figuras inolvidables».

He estado releyendo los artículos de crítica literaria escritos por Larra, y encontré subrayada por mí, allá por el 1965, cuando merqué y leí el libro, esta frase: «El estar parado cuando los demás andan, no es sólo estar parado: es quedarse atrás». Me recuerda bastante la de T.S. Eliot en uno de sus dramas, no la ubico exactamente si es en The Family Reunion o The Cocktailparty: «En un mundo de fugitivos, el que marcha en dirección contraria parece que huye». Y para nada me consta que Eliot haya leído a Larra.

Weiß/Colonia, 10.7.

0:10 am : No la había visto ni la quería ver porque la ciencia–ficción gringa (donde el idioma que se habla en el espacio es el inglés, como anotó sarcástico Stanislaw Lem) no me atrae para nada, pero esta noche era la única peli con nivel, y nada menos que de Spielberg, así es que decidí verla porque no quiero ser un empecinado a rajatabla. La acabo de ver, estos Encuentros en la tercera fase: es una peli formidablemente bien hecha, y al mismo tiempo una de las mayores estupideces que he visto en mi vida, y no han sido pocas, ¡ay! Never more! Que François Truffaut aceptase trabajar como actor en semejante idiotez, es un secreto que se llevó a su tumba. Nada menos que enfrente de la de Heine, ¡qué responsabilidá, che, Fransuá!

No tan bajo de ánimo como ayer, pero igual desganado, aburrido de vivir, así de simple. No es capaz de alegrarme ni siquiera la sorpresa de que por primera vez al cabo de casi dos meses, mi columna aparece puntual en El Espectador, sin necesidad de tener que reclamar. La releo. Y me doy cuenta de que en realidad la escribí por la última frase, el resto es relleno.

Weiß/Colonia, 11.7.

Marcos le dedicó sus lecturas y videos para el fin de semana, América 2.1., entre otros hallazgos, a la carta de despedida que nos dejó Ennio Morricone y a cinco de sus melodías más famosas para el cine, de las que destaco la de Cinema Paradiso, la que más me gusta de él, gustándome todas, y no poco. Pero es que además el envío incluye textos de mis queridas Ángeles y Ana Cristina, y esa joya que es el poema “Una única vez”, de Anne Sexton,  amén de seis cartas de William Faulkner y la necrológica que le dedicó a Camus. Con este banquetazo, mi Marcos del alma, mi pana tan admirado, sin saberlo me ha salvado el día.

Ritornello constante desde antier, las palabras de Van Gogh: «C’est inutile, la tristesse durera toute la vie». Como un mantra, una y otra vez da capo: «Es inútil, la tristeza durará toda la vida». Y después de decirlo, Vincent murió en silencio. Y a mí me siguen las punzadas en la cabeza, y lo que es peor, sus amagos, en especial dolorosos si me afectan el oído derecho. Sí, es inútil, la tristeza durará toda la vida. Menos mal que la vida no es eterna.

*****************THE END*****************

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