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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 3 / 2010

De mi Diario : Semana 3 / 2010


Weiß/Colonia, 17.1. (1)

Dulce María Ramos, una bloguera venezolana, me comunica que le han plagiado su blog “Crónicas de una mujer solterísima en Caracas”, y lo compruebo por la documentación que aporta. Me parece una obscenidad, de a deveras, sobre todo si pienso en dos frases claves por lo que se refiere al plagio, la de Víctor Hugo asegurando que en literatura no existe el robo si va seguido de asesinato, y su correlato en el pensador colombiano Gómez Dávila: «La inteligencia sólo plagia cuando no preña lo que roba». Y ninguna de ambas atenuantes parecen darse en el caso que describe DMR. A quien le contesto diciéndole que cuenta con mi solidaridad. Cuando considero que tengo dos manos zurdas para todo lo que sea virtual, prefiero no pensar que haya alguien que esté sacando en Chile, o El Salvador, o donde sea, un plagio de cualquiera de mis blogs (o de ambos). No lo descubriría ni reencarnando como Sherlock Holmes.

 

Weiß/Colonia, 17.1. (2)

Ya de regreso en México, me escribe Marta y me dice entre otras cosas: «Sentí mucho que no te hubieses animado a cantar en mi casa [durante la reunión] el miércoles pasado». Le contesto: «Marta querida, como comprenderás yo no tenía más que dos alternativas: o cantaba mejor que Julio, o lo hacía peor que *****, y no me sentí con fuerzas para ninguna de las dos hazañas».

 

Weiß/Colonia, 17.1. (3)

Pasan en la tele Stille dage i Clichy, la peli danesa de 1969 basada en la novela de Henry Miller. En ella dice Joey, el alter ego de Miller: «Mejor una enfermedad venérea que ser un moribundo pacífico y quieto. ¿Sabes?, ahora ya sé cómo y de qué se hizo el mundo civilizado. El vicio, la enfermedad, la mendacidad, la lujuria ¡la mierda!  El francés es un gran pueblo, aunque todos ellos sean sifilíticos». A mí no me caen particularmente bien “los franceses”, aunque me caen requetebién aquellos a quienes conozco personalmente, pero desde siempre tengo la impresión de que Miller et alia hacen literatura con la imagen del “francés”, o dicho sea de otro modo: sus franceses son lo que ellos piensan y hasta creen que son. Y ese “ellos” lo consigno ambiguo de sobra: engloba a Miller et alia pero también a los propios franceses.

 

Weiß/Colonia, 18.1. (1)

Cumpleaños de Angie, «mi nuera predilecta», como la llamo en broma, y ella me corresponde llamándome «mi suegro predilecto». Vincent tiene hoy libre en la escuela, Angie se ha tomado también libre en el trabajo, para festejar juntos, y le preguntó ayer a Diny que si quería unirse a ellos y hacer alguna excursión, ir a algún museo Diny le contestó que los museos suelen cerrar los lunes, pero luego descubrió que el König de Ciencias Naturales, de Bonn, abre a diario, y que en él se alberga ahora la exposición “Dinosaurios : Los gigantes de Argentina”. Así que allá se han ido las dos, con Vincent, a quien le he encargado que no deje de darle recuerdos míos al gauchosaurius, un viejo conocido de los días de mi kindergarten. Muy serio, Vincent me ha prometido que lo hará. Lo que me pregunto es si el gauchosaurius se acordará de mí. Ay, pobre Vincent, lo he mandado al muere, como Borges al general Quiroga en su poema.

 

Weiß/Colonia, 18.1. (2)

Me temo que este año decretado como del Bicentenario, en toda América Latina, va a ser tan vomitivo a la otra orilla del Atlántico como lo fue 1992 en esta, con la parafernalia del Quinto Centenario. Pero a todo se le puede ganar un aspecto positivo. Así, Betilón me cuenta desde Puebla que el sábado, en la sobremesa del desayuno, su esposo acribilló a las nietas a preguntas sobre el bicentenario de México. Que quién fue el cura Hidalgo, qué hacían aquí los españoles, etc. etc., a lo que Emilia (9 años) le contestó que «los españoles llegaron para esclavizarnos». Y el abuelo: «Entonces son malos los españoles». «No, no, abuelo, eso pasó hace muchísimo tiempo. Una amiga mía fue a España y regresó sana y salva»

 

Weiß/Colonia, 18.1. (3)

Encuentro en Otro Lunes, la revista virtual de Amir Valle, una reseña de la reedición de un libro de Juan Valera, Un poco de crematística, y se la paso a Rolando diciéndole: «A ti, que te doctoraste sobre Galdós y el dinero, este texto te va a gustar», y él me responde: «Sobre la voz “crematística”, Galdós, en una sus novelas españolas contemporáneas, la emplea y cita a Valera», y yo a mi vez le contesto: «A mí me encanta la palabra «crematística». Creo que la primera vez que la escuché fue a Carande, the great old man de la Economía Política española (su estudio Los banqueros de Carlos V es un monumento prodigioso), de quien fui alumno en mi segundo año de Leyes y el suyo de jubilación como catedrático en la Uni de Sevilla». Y me quedo pensando en mis catedráticos de Sevilla: Francisco de Pelsmaeker e Iváñez, Francisco de Asís Elías de Tejada y Spínola, Ignacio María de Lojendio e Irure, Ramón de Carande y Thovar, entre otros: una lista que se leía como si fuese una página del Gotha.

 

Weiß/Colonia, 19.1. (1)

Hoy he ido por primera vez en muchos días al centro, a cobrar un cheque de El País uruguayo en la Western Union, a comer sopa de pescado –con dos pinchos de gambas a la plancha– en el restaurante Mar del Norte, y a visitar a Henri Jonas, quien no se ha dignado mirarme una sola vez (bien es verdad que pasó el tiempo durmiendo, luego gritando a voz en cuello y finalmente agarrado a la mamadera como si le fuese la vida en el asunto, y eso es literalmente cierto sin que él lo sepa, a sus quince días de estancia en este valle de lágrimas). De allí me vine a casa, dormí la siesta, intenté descubrir un método en el caos de la programación wordpress de mi blog en El Espectador, tiré la toalla, la esponja y hasta casi el ring, y me sumí en la tele, con suerte: pasaron primero un documental de 45’ sobre la vida sensitiva y de relación que tienen las plantas, y a continuación un programa de 90’ de Karl Zéro, el humorista francés, dedicado a Fidel Castro: un desmontaje con el mayor desparpajo iconoclasta. Me levantaron el ánimo. También la lectura en el tranvía, primero de  camino a la Western Union, y después a casa de Montse, de Las cuentas de la Ilíada y otras cuentas, un libro de poesía más apasionante que docenas de novelas de las que circulan hoy en día por el mundo de mierda que nos ha tocado vivir, en este caso sin suerte. O por mala suerte.

 

Weiß/Colonia, 20.1. (1)

Nueva sesión de sangría en la consulta del Dr. Ruppert. Ya estoy tendido en la mesa de operaciones cuando se me acerca para empezar su tarea, y le pregunto si esta vez dispone de una aguja con un ojo tal que un camello pudiera pasar por él. Risas. Más tarde me comenta que esta vez mi sangre fluye tan bien que me va a extraer 400 ml en vez de los 300 planeados. Y yo le ruego que frene su entusiasmo porque no aspiro a ninguna mención en el Guinnes Book of Records. Más risas. Cuando Frau Gerwin, la asistenta del doctor, me pregunta al rato que cómo me siento, le replico que feliz, sobre todo pensando en lo bien que lo pasan ellos con pacientes como yo, que los hacen reírse tanto. Risas una vez más. Y mientras tanto, la ampolla con una solución isotónica de cloruro de sodio al 0,9%, marca Braun, me continúa renovando el caudal sanguíneo sangrado. Y cuando vuelvo a casa, amén de la sangría en la consulta del Dr. Ruppert, debo hacer frente al ninguneo con que me distingue la página web de blogs de El Espectador: ¡no puedo abrir mis propios posts, nada más los otros!  In mente, decido que si esto se repite, cancelaré “Corazón de Pantaleón”.

 

Weiß/Colonia, 20.1. (2)

A mí la gente que escribe bien me impone mucho. Aprendo todo el tiempo de ella. Hoy, sin ir más lejos, recibo un mail del Paco Pere, desde Aljaraque, que es una estampa incomparable del tiempo perdido, cuando en nuestra infancia se celebraba la fiesta de san Sebastián, el patrón de Huelva. Le escribo para agradecérsela, amén de confesarle sin rebozo mi envidia por su prosa, pero lo inesperado (para mí) es que salen a relucir mis prejuicios: «Qué bien escribes, cabrón. Qué envidia, coño. Me has traido un montón de recuerdos, y entre ellos el último sobre san Sebastián que se ha quedado en mi memoria, y que curiosamente tiene que ver con el segundo embarazo de Diny. Cuando empezamos a hablar de qué nombre le pondríamos a la criatura si salía varón (en 1968 y al menos en Huelva no se sabía el sexo como ahora, que ya se conoce casi desde el polvo procreador), Diny dijo que quería que en tal caso se llamase Basje, precioso nombre neerlandés, a fe mía, pero enseguida me negué en redondo, repliqué que el equivalente español sería Sebastián, y que Sebastián, en Huelva, era muy vulgar, así era como se llamaban los hijos de los guardias municipales». Si seré hijueputa.

 

Weiß/Colonia, 20.1. (3)

De siempre me hizo gracia, en el Tour de France, la presencia de un corredor gringo de nombre Hincapie, de evidente estirpe latina (Hincapié) y cuyo nombre los reporteros suelen pronuncian “Jínquepí”. Pero hoy, en no sé cuál rincón de la red, tropiezo con una tocaya suya de apellido, cuya tarjeta de visita debe de verse aproximadamente así:

NUBIA HINCAPIÉ
PSICOLOGÍA CLÍNICA
ESPECIALISTA EN AUTOESTIMA Y CRECIMIENTO PERSONAL

Y me digo, como el Guerra, que es que “hay gente pá tó”, y que menos mal que no es argentina ni ejerce ayyyá, porque en ese caso habría fayyyado la especialización y se moriría de hambre.

 

Weiß/Colonia, 21.1., primeras horas de la madrugada

Tantas veces estas noches, vencido finalmente por el cansancio y el alcohol, cuando por fin me levanto de delante de la pantalla y comienzo la ceremonia de la despedida (luces apagadas; tele, plancha, cocina y cafetera desconectadas; cerrar la compu)…, cuando ese por “fin me levanto” se continúa en una serie de movimientos automáticos pero que vistos desde afuera, por alguien imparcial, deben semejarse a una rara mezcla de los andares de Quasimodo y Groucho Marx, y hasta de King Kong…, cuántas de esas veces, como ésta, me imagino a mi colega William, en una cabaña del condado de Oxford, en Misisipi, donde después del trabajo nuestro de cada día se encerraba con la sola compañía de una máquina de escribir y una botella de whiskey, para sacarse del caletre cosas tan grandiosas como As I Lay Dying, o Light in August, o Intruder in the Dust o The Reivers, y me digo, consolándome, que la gran diferencia entre los dos, es que él era un genio, y su combustible –además– algo que si no te mata te pone a 100% o más, whiskey de centeno muchas veces de destilación casera, mientras que yo me tengo que conformar con una botella de este pinche whisky escocés del supermercado. That i’snt fair play, Bill!

 

Weiß/Colonia, 21.1. (1)

Hemos almorzado en La Modicana, con Julio, que nunca puede los martes, nuestro jour fixe. La catástrofe de Haití nos ha traido el recuerdo de Carpentier y El reino de este mundo, y de ahí hemos pasado a conversar todo el tiempo sobre su obra, en especial Los pasos perdidos, que coincidimos en considerar su quizás mejor novela. Pero es absurdo, coincidimos también en  eso, hablar de una novela mejor estando ahí El acoso, Viaje a la semilla, El Siglo de las Luces, Concierto barroco… Como así mismo coincidimos en considerar que tiene una bastante floja, La consagración de la primavera. La sobremesa se alarga tanto que tenemos que salir de prisa, Carlitos ha olvidado una cita que tenía a las 3. Y en las prisas olvidamos los dos decirle a Julio algo que ya tenemos platicado entre nosotros, y es que cuánto nos alegraría si nuestra tertulia semanal a dúo, los martes, se convirtiera en un trío, los jueves. Y cuando Rolando aparezca por aquí, como todos los veranos, en un cuarteto.

 

Weiß/Colonia, 21.1. (2)

Voy a la oficina postal a enviar un paquete –con mi ejemplar de la vieja traducción española (que nunca leí) de Grande Sertão:Veredas– a una pareja alemana que está viajando la semana próxima a Nicaragua y van a darle una alegría inmensa a mi querida Lillian en Managua: para ella es este ejemplar de la obra matogrosso de Guimarães Rosa. 

 

Weiß/Colonia, 22.1. (1)

Me llega un mail con el anuncio de la publicación de Doble Vínculo, novela de Chris Bohjalian, «aclamado autor de diez novelas con las que ha conquistado al público de Estados Unidos. Traducido a más de veinticinco idiomas, Chris Bohjalian colabora con una multitud de medios de comunicación estadounidenses, entre los que destacan Cosmopolitan, Boston Globe Sunday Magazine y Reader’s Digest», me informan de la editorial. Cosmopolitan y el Reader’s Digest son dos razones sumamente convincentes y acumulativas: no leeré a Chris Bohjalian.

 

Weiß/Colonia, 22.1. (2)

He pasado un rato distrayéndome en 3D con el modelo de estampilla postal más famoso que conozco:

http://www.lena- gieseke.com/ guernica/ movie.html

 

Weiß/Colonia, 23.1.

En las páginas de esquelas fúnebres del diario, hoy, un recuadro con una cita de Jean Paul, uno de los mejores escritores alemanes, injustamente harto desconocido fuera de las fronteras de su idioma. La cita («El recuerdo es el único paraíso del que nunca podremos ser expulsados») es una diana perfecta a condición de que el recuerdo sea uno maravilloso, entrañable, feliz. Pero si el recuerdo fuera por el contrario una pesadilla, una devastadora desilusión, entonces habría que reformularla: «El recuerdo es el único infierno del que nunca podremos escaparnos».

 

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