De mi Diario / Semana 31 / 2015

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Weiß/Colonia, 26.7.

Me jalé también de un tirón la cuarta entrega de la saga de Kimmo Joentaa, cerré el libro a las 2:55 am y me fui derecho al catre. Registro aquí, ahora, después del desayuno, que la prosa de Jan Costin Wagner posee una calidad casi hipnótica, un laconismo repetitivo que no sé si no va a ser, de repente, una especie de refracción irónica de la expresión coloquial de los escandinavos. Diría que sí. Es una prosa escrita largos trechos se diría que con silencios. Y sus aciertos son a veces como grabados verbales de Durero: «”¿Hay alguna cosa que no esté en orden en relación con su muerte?” preguntó ella, y Joentaa se preguntó si existía eso, la muerte ordenada». Terminada la lectura me fui a la cama con la inquietud por la inexplicada desaparición de Larissa, espero que reaparezca en la quinta entrega, a la que pienso dedicarle este domingo.

 

La entrevista de la semana, en el diario, es hoy con Carey Mulligan, una actriz que me encanta y que se resiste a ir a Holywood, prefiere trabajar con directores daneses. El periodista le pregunta que por qué y ella le responde con una anécdota acerca de lo directos que son: «Cuando acudí al casting de Drive, [Nicolas Winding Refn] me saludó con estas palabras: “¡Eh Carey, te has puesto más gorda desde la última vez que nos vimos!” En Hollywood un director preferiría morirse antes que saludar a su actriz de esa manera». Y ella debe saberlo de muy buena tinta porque la han dirigido incluso los hermanos Coen, en la preciosa A propósito de Llewyn Davis, cuyo CD me regaló Montserrat las pasadas navidades.

 

La lectura de la columna de Héctor, hoy, en El Espectador, me despierta recuerdos arrinconados en el trastero de la memoria, le dejo un comentario ad hoc.

 

Weiß/Colonia, 27.7.

0:25 am : Termino de leer la quinta entrega de la saga de Kimmo Joentaa. Empecé a leerla más o menos a las 12 del mediodía y sólo hice pausas para un tentempié (pancito tostado con sardinas) antes de la siesta, la propia siesta, la cena con Diny y los 95’ del nuevo episodio de la policial galesa, amén de esporádicas escapadas a la pantalla para chequear si había nuevos correos. O sea que también me la he jalado de un tirón. Para lo cual estaba bien entrenado con mis dos lecturas anteriores, la cuarta entrega de esta misma serie y la novela de Bernardo. En cambio no estaba preparado ni había hecho el rodaje para el final de esta quinta entrega. Creo que es muy, muuuy difícil que al leer una policial te sientas a punto de echarte a llorar cuando llegas a la penúltima página. Yo sí sentí cómo es que se me humedecían los ojos y casi estuve a punto de interrumpir la lectura, pero apuré el trago sin llegar a llorar. Macho que es uno. La madre que me parió.

 

Un lector tardío, que se esconde bajo el seudónimo “pensadorlibre”, deja un comentario en el foro de mi blog de EE, nada menos que en un post del 18.12.2012, dedicado a Hermann Hesse. Y me dice: «Herman Hesse es para un tipo de personas especiales, no cualquiera se identifica con su obra» Lo cual me obliga a contestarle de una manera que le quede claro que me cago en el turrieburnismo y en la tapa del órgano: «Permítame felicitarle por su descubrimiento del Mediterráneo y la invención de la pólvora. Pero déjeme decirle que eso que usted postula de Hesse me parece que lo hace desde una posición elitista, y la verdad es que yo, a título personal, prefiero no pertenecer a ningún tipo de personas especiales, ni tampoco identificarme con aquello con que no cualquiera se identifica. Las torres de marfil me resultan inhóspitas».

 

Llega Diny y me dice: «Cierran el Comercial». Me quedo un rato así como alelado. Otro motivo más para no volver a mis madriles, que a este paso pronto dejarán de serlo. Merde!

 

Un tuit mío que ha tenido mucho eco al subirlo a su cuenta un maestro de periodistas :

 

Weiß/Colonia, 28.7.

Dentro de una serie acerca de lugares relevantes de las ciudades europeas, el diario le dedica hoy ⅔ de página a Plaza de Santa Ana, en Madrid. Leyéndolo, la nostalgia casi la masco junto con el plátano del desayuno. Pero luego recuerdo que cierran el Comercial. ¡Miércoles!

 

Viene Julio con Maya Luna y Diego –¡tan grandes ya!– y vamos con Carlitos en su coche para almorzar juntos en La Modicana. Le entrego a Julio sus regalos de cumplesantos (como dicen en su Perú, y es menos agresivo que cumpleaños), los de este año y el año pasado, lo que significa, si Pitágoras no miente, que llevábamos más de un año y ½ sin vernos. ¡Como no van a estar ya grandes Maya Luna y Diego, si a sus edades se crece como por arte de magia!

 

Le hinco el diente a la última novela de Arnaldur Indriðason, esta vez protagonizada por Marian Briem, el predecesor de su mítico Erlendur Sveinsson, con cuyo nombre concluye esta novela, Einvígið en islandés, Duell [=Duelo] en alemán. La novela transcurre entre los días preliminares al duelo Spassky–Fischer y su 13.ª partida, en Reykiavik, Julio 1972, por el campeonato mundial de ajedrez. Es fascinante la imbricación del acontecimiento histórico en la investigación del crimen con que comienza la novela, y ¡cómo!, e Indriðason deja caer de vez en cuando algunas de sus frases inolvidables, como los versos que Marian Briem le escribe a su mentor, siendo todavía un muchacho, desde el sanatorio antituberculoso donde lo están tratando en Dinamarca, versos que dicen «Es ist einfacher, am Gott zu glauben, / wenn man weiß, daß es ihn nicht gibt [Es más fácil creer en Dios cuando se sabe que no existe]». Pero también comete un fallo narrativo inexplicable. En el curso de la investigación, Marian Briem recibe una llamada de un viejo colega ya jubilado, que lo insta –inapelablemente– a salir a mar abierto para recoger unas redes que tendió allá para pescar ese molusco que se llama liebre marina. Ya lejos de la costa, el amigo le explica a MB que si lo ha llevado allá es porque Reykiavik está infestado de escuchas, tanto islandesas como soviéticas y gringas, amén de que hay mucho más teléfono pinchado de lo que nunca podría sospechar el islandesito de a pie. Le pasa, pues, información confidencial, y regresan al puerto, donde el viejo colega se pone a colgar los moluscos para desecarlos. Y aquí viene el fallo narrativo: todo lo que han conversado en mar abierto, a salvo de escuchas y de teléfonos pinchados, entre las pgs. 229 y 240, lo repiten resumido entre la 241 y la 243, en un lugar que, según ese mismo viejo colega, no es para nada seguro. Es inconcebible que semejante detalle se le haya escapado a Indriðason. Pero sí, releí el capítulo para cerciorarme, y sí. Ay.

 

Weiß/Colonia, 29.7.

IBG me escribe angustiado a propósito del cierre del Comercial: «Por Dios. Estuve hace poco, en mi último viaje. Siempre ponía ahí las citas y había mucha gente. No hay motivo; no hay motivo. Pondrán otra tienda de ropa Max Mara. Qué asco. Me duele en el alma». Le respondo«Algunas de las horas más felices de mis estadías en los madriles las he pasado en el Comercial, sentado enfrente de Tomás Segovia, que me leía de su traducción de Hamlet (no hay ninguna que se le iguale) o alguno de sus últimos poemas o me entregaba un ejemplar de sus ediciones artesanales, las que hacía en su casa, con una imprenta manual. Y en el Comercial me he citado con viejos amigos de Huelva que vivían desde décadas atrás en Madrid y no lo conocían, y con un amigo muy querido con una grave pena personal que lo abrumaba, y con un cubano recién exiliado a quien fui a entregarle una compu que desde Colonia le mandaba como regalo de bienvenida a Europa un amigo compatriota asilado político en Alemania, y con un joven escritor brasileño que se ganaba la vida como camarero de Tomates Verdes Fritos, un restaurante de la calle Santa Isabel que te recomendé y al que fuiste ay, El Comercial, menos mal que ya no viajo más, porque ir a Madrid y no pasar una hora o dos o tres allí, viendo el trajín de la Glorieta de Bilbao, hubiera sido como no haber estado allá. ¿Y sabes lo que más me jode de este cierre? Que no ha habido una protesta orquestada de tal modo que los responsables municipales se dieran cuenta y parasen el asunto, como sucedió en su día con el Gijón, inversión segura del turismo de receta, de los tours. El Comercial no tenía lobby, sus parroquianos eran (éramos) gente que lo amaba por ser como era, no por la imagen que le diese a una ciudad. La puta que los parió».

 

En la consulta del endocrinólogo para extracción de sangre. Mientras estoy en la sala de espera, aprendo turco: «Lütfen cep telefonuzu kapatiniz!» Como está al lado el original alemán, sé que se pide al paciente que, por favor, apague su teléfono móvil. Luego, con la ATS que me sacó sangre la vez pasada, volvemos a hablar de Barcelona, la ciudad de sus amores, y me dice que pronto viajará allá y espera poder alojarse en un hotel tal y más cuál, y yo le digo que mi esposa y mi hija mayor estuvieron allá hace algunos meses, alojándose en el Augusta de la Vía Augusta, y vinieron encantadas del hotel, de la ubicación, del trato al cliente. Cuando, después de ir al servicio y endosarme la casaca (vuelve a hacer frío), paso por delante del mostrador de la recepción, la ATS me llama: «¡Señor Bada, vea aquí!», y me muestra la pantalla de su compu, en la que reconozco la fachada del Augusta, y ella: «¡Qué bueno que me pasó el dato, este hotel me conviene mucho más que el que teníamos pensado, gracias!» Mientras bajo en el ascensor elevo la vista metafóricamente al cielo y recibo la bendición de sir Baden Powell.

 

Me encanta viajar “negro” (como le dicen acá a viajar sin billete) en los tranvías y los buses de la KVB. Esta vez, al ir a la consulta, y como era un trayecto largo y por el centro, donde es posible que te pille un controlador, piqué mi billete. Pero al picarlo me di cuenta de que la máquina que le estampa el sello estaba casi sin tinta, así es que el regreso lo he hecho con el mismo billete, que al picarlo mostró el sello bien entintado, tanto que no se notaba que el billete había sido usado antes. Y es lo que yo me digo: «Ladrón que roba a ladrón» ¡Aleluya!

 

Weiß/Colonia, 30.7.

En la página infantil del diario, hoy, ilustrada por un mapamundi a cinco columnas, algunas de las palabras alemanas que se han incorporado a los demás idiomas del mundo. Al inglés gringo ha pasado Wunderkind [=niño prodigio], al inglés insular Katzenjammer [=borrachera llorona], al ruso Feuerwerk [=fuegos artificiales], al portugués brasileño Poltergeist [=duende], al español chileno Kuchen [=torta], al chino Bratwurst [=salchicha asada], al sueco Rücksack [=mochila], al inglés australiano Schadenfreude [=la alegría por la desgracia ajena], y lo que más me asombra es que al inglés del Canadá pasó kaffeeklatsching [=el cotilleo mientras se toma un café entre amigos]. Recapacitándolo, creo que en realidad no pasó al inglés de allá sino al quebecois.

 

Estos últimos tiempos están jodiéndonos mucho unas llamadas de call centers que sólo hablan en inglés. Las primeras veces me los saqué de encima diciendo en mi mejor inglés celtibérico: «I don’t speak english». Pero desde esta semana, y previa consulta del diccionario, les contesto: «I reject understand the language of the monks». Y cuelgan como si les hubiese picado una víbora.

 

Diny habló hoy por fin con Wolf, una lloradera de los dos que inopinadamente terminó con una risa de Wolf: «Es la primera vez que me río desde que murió Béa». Fue porque Diny le dijo al despedirse: «Bueno, Wolf, adiós, y recuerda que te lo dice tu madre». Y era un recuerdo de los días que pasaron juntos en Nicaragua, cuando la Feria del Libro del 87, Béa, Wolf y Diny, los tres inseparables como intérpretes de los invitados alemanes. Uno de los cuales una vez a Wolf le preguntó por su madre, y era evidente que se estaba refiriendo a Diny. Y bueno, lo pudiera haber sido, Diny cumple 76 el día 17, y Wolf los 60 en octubre. Pero siempre que nos reuníamos salía a relucir el episodio de Managua y la carcajada era general.

 

Weiß/Colonia, 31.7.

2:10 am : Están repitiendo la serie policial sueca de Arne Dahl sobre el Grupo A. No me pierdo ni un solo episodio, tiene un reparto coral y cada uno de los intérpretes merece elogio aparte.

 

Toda la mañana trabajando en el texto del artículo sobre Böll para Nexos. Al mediodía se lo envío a Kathya con estas palabras: «Querida, escribí el texto sobre Böll la noche del miércoles, y lo hice de un tirón, como si lo tuviera que entregar al terminar de escribirlo, y eso me inspiró mucha desconfianza, así es que lo dejé dormir todo el día de ayer y lo he estado puliendo y puliendo y puliendo desde que terminé hoy mi desayuno, hasta ahora mismo, que me dispongo a hacerme el almuerzo. Y ya  no lo pulo más, te lo mando siguiendo la orden tácita de Juan Ramón en su poema más corto, que se titula «El poema» : ¡No le toques ya más, / que así es la rosa! Ojalá te guste, pero si no, a la papelera con él y seguimos tan amigos como siempre, ya sabes que conmigo no tienes compromiso de ninguna especie».

 

Weiß/Colonia, 1.8.

3:10 am : 90’ de un reportaje dedicado a Joan Baez. ¡Ay, qué tiempos aquellos, cuando éramos tan felices rehaciendo el mundo!  Pero a la Joan de ahora se la ve muy señora, muy segura en su papel de first lady del Pasado Inolvidable. Las diosas la bendigan.

 

12:30, mediodía, Diny se marcha a Darmstadt para la fiesta del 70.º cumpleaños de su amiga K. Jamás me entendí con K, y mucho menos desde que se separó de nuestro amigo D, de la noche a la mañana y sin decir agua va. Además es una marisabidilla que quiere gobernar a quienes la rodean, y conmigo pinchó en hueso, de manera que no ha habido que explicarle mucho que no pensaba asistir a la fiesta. Eso además de que ya no quiero viajar más, excusa perfecta.

 

9:45 pm : Vuelven a pasar el tercer episodio de la policial galesa con el CDI Mathias, vuelvo a verlo para chequear que no capté mal la vez anterior el detalle del poste indicador en un coto vedado, en galés dice PREIFAT y en inglés PRIVATE. Se me hace que la palabra galesa es un préstamo tomado al vecino. El latín permeado hasta Gales, vía Inglaterra.

 

Esta debe de ser la semana lexicográfica del diario. El jueves sacaron en la página infantil una lista de los germanismos que campan por el mundo, y hoy las páginas centrales del magazin se dedican al idiolecto de la gente joven. Me encantan los neologismos “merkeln” (no hacer nada, no tomar decisiones, como la canciller), “Cloudophobie” (el miedo a que te roben datos que tienes almacenados en una “nube” en internet), “flittern” (flirtear en Twitter), “shippen” (tener una relación amorosa, derivado del inglés “relationship”), “krimmen” (quitarle algo que se le había regalado a alguien; es una referencia a la crisis de Crimea, en alemán Krim), «skyen» (enamorarse, estar en el 7.º cielo, de «sky» en inglés), y la que 100% me gusta más, «Smombie», quienes como zombis van por la calle con la mirada fija en su Smartphone. ¡Bravo!

 

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