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Mientras tantoDe mi Diario / Semana 31 / 2016

De mi Diario / Semana 31 / 2016


 

Weiß/Colonia, 24.7.

En el diario, ayer, desayunando, tan sólo leí el poema que acompañaba la amplia reseña de una antología de Rolf Persch recién acabada de publicarse: comenté la imposible traducción de tres de sus versos. Hoy, también desayunando, leo la reseña completa y quedo ganado para la causa de la obra de este poeta a quien hasta ayer desconocía. De los varios poemas citados en esta reseña rescato uno tan breve como denso: «ich habe es vermocht durchzusetzen / als deutscher geboren zu werden / welweit schaffen das die wenigsten (fui capaz de conseguir / haber nacido alemán / globalmente lo logran los menos)». Le mando mi aproximación a Carlitos para que la chequee, y él me propone la suya a vuelta de correo virtual: «logré que aceptasen / que naciera como alemán / mundialmente lo consiguen los menos». Le contesto que ya lo platicaremos en nuestro almuerzo del martes. “Nacer como alemán” es alemán puesto en palabras españolas, pero no es español. 

 

Hay frases que a veces te dejan sin saber qué decir, como esta de MM, desde Managua: «Si tú supieras cuánto disfruto leyendo tu diario, querrías ser yo» Y no es que me quede sin saber qué decir a causa de un ego saturado, ahíto de incienso, sino porque la contraparte podría ser (de hecho, es): «Si supieran cuánto sufro a veces escribiendo mi diario, nadie querría ser yo».                                                                                                  

Arcángeles me pregunta en uno de los tres emails que me esperaban en la estafeta si es que no pienso hablar del atentado de Múnich en mi diario, en estas páginas, y la verdad es que pocas son las veces en que reflejo aquí la actualidad política. De lo único que sí podría hablar es del miedo que va extendiéndose en Europa como una mancha de aceite. Después de los atentados de Orlando, y sobre todo después del de Niza, y ya sin paliativos desde el de Múnich, me puse a pensar si no será que las cabezas rectoras del fundamentalismo islámico hubiesen dado la orden taxativa de proceder a estos golpes de mano individuales e imprevisibles. No que descarten los grandes golpes como el de diciembre en París, sino que paralelamente provoquen una sicosis de miedo que nos obligue a no salir a la calle sino cuando sea en absoluto indispensable. Pero creo que no cuentan con la dinámica de la vida, con el hecho de que tenemos que seguir acudiendo a nuestros compromisos laborales, sociales, o a nuestros ocios compartidos, desde un concierto hasta un adulterio; con que el organismo social a la larga se autovacuna contra ese miedo. Con que ya se cansarán antes ellos de matar que nosotros de morir. En lo que a mí respecta, es poca la vida social que hago, pero igual puede entrar un día un fanático en La Modicana y matarnos a quienes estemos comiendo allí. ¿Y voy a dejar de ir a comer allí sólo por eso? El énfasis de la pregunta recae en ese “sólo” y se aplica al resto de mi actividad social, por escasa que sea.

 

Weiß/Colonia, 25.7.

El chiste gráfico de hoy en el diario consta de tres viñetas rectangulares en posición vertical. En la primera alguien lee un diario. En la segunda, levanta la vista del diario y dice con cara de aliviado asombro: «Waw! No fue un atentado fundamentalista». En la tercera ha despertado a la realidad y se autocuestiona: «“Waw!”?» Es algo que después del desayuno platicaré con mi deuda estherna, que ya no importa si quien ejecute el atentado lo hace por una causa o por otra. Más aún, los jerarcas del fundamentalismo deben andar frontándose las manos de contento porque todos los atentados contribuyen a ampliar la mancha de aceite del miedo, es decir, que aunque no los ejecuten gente adoctrinada por ellos, desgastan todavía más los mecanismos de reacción de los ciudadanos. A saber cuándo y cómo terminará de retroalimentarse esta espiral.

 

Después de una charla telefónica con Carlitos modifico levemente mi aproximación al poema de Rolf Persch: «Salirme con la mía conseguí / Haber nacido alemán / Globlamente lo logran los menos». Es una miseria comparada con el original, pero así suelen repartir las cartas en el mundo de los trujamanes.

 

Weiß/Colonia, 26.7.

Almuerzo con Diny y Carlitos en el italiano junto al río. Pedí canelones de los que dejé la ½, acostumbrado como estoy a la textura casi milhojas de la pasta de la signora en La Modicana. ¡Qué largas se nos hacen sus vacaciones, y eso que no llegan ni a las tres semanas!

 

Por Adriana me enteré ayer de que el sabio Columela llamaba al olivo “el rey de los árboles”. De vuelta en casa de nuestro segundo martes consecutivo no modicano, al ver en el balcón ese olivo en maceta que compró Diny, como regalo de Mónica, para siempre recordar su visita, me digo que sí, que es verdad que tiene planta de monarca vegetal. (Me lo formulé así mientras lo miraba, pero al escribirlo ahora no sé si no será un pleonasmo que un árbol “tenga planta de”).

 

Después de la pausa impuesta por la visita de la familia de Huelva reanudé mi programa lector y no sólo con las relecturas en que andaba metido, las memorias de Tennessee Williams y la biografía de Eleanor Marx. También le hinqué el diente a varios episodios de la saga Maigret y a los tres que me restaban para completar la de Adam Dalgliesh, el 10, el 13 y el 14, aunque me da la impresión, ahora que acabo de leer el 10, de que ya lo había leído, pero no encuentro el ejemplar ni tampoco figura en la lista de los libros que tengo prestados. Característico de la manera narrativa de P.D. James, anoto este párrafo cuando AD reflexiona en la iglesia de St. James: «Con prescindencia de su manto celeste y los rubios bucles del niño Jesús que extendía sus manecitas bendiciendo, la Madonna no era tan cursi como la mayoría de su especie. En su semblante armónico de serenos rasgos se reflejaba el ideal occidental de una virtuosa y casta femineidad. Comoquiera que haya sido su apariencia, la de esa desconocida criatura joven del Cercano Oriente, con seguridad que no así, pensó». Gracias a la traducción (a P.D. casi siempre la he leído en alemán) me entero de cómo se llama el hueco donde se acomodan las piernas del oficinista en la mesa escritorio con cajones a derecha e izquierda: “Aussparung”. ¿Existirá una palabra específica para designar ese hueco en castellano?

 

De entre las relecturas de Simenon, de Le rapport du gendarme, me reí con las palabras finales, que me hicieron recordar mi exabrupto acerca de la paternidad en años otoñales, con motivo de la de Mick Jaegger a sus, creo, 72 años. Hay mucho cretino en el mundo que piensa que a los 70 (y hasta desde los 50) se acabó la sexualidad. Simenon cuenta al final de esa novela que el viejo granjero Roy ha contratado un ama de llaves de 30 años: «De peones que pernocten en la granja no quiere saber nada, a causa de Marie, su ama de llaves. Prefiere emplear jornaleros, mejor si están casados. Nadie se sorprendería si a sus setenta años todavía le hiciera un hijo a la Marie. Como la tierra, tiene la eternidad por delante».

 

Weiß/Colonia, 27.7.

He dedicado prácticamente el día entero a reformatear todas las fotos de la fiesta de las bodas de oro. Carlitos me entregó ayer un CD con casi 60 fotos, cada una de las cuales rebasaba con mucho los 4 megabytes, y después de copiarlas una a una las tuve que ir achicando también una a una, hasta por debajo de los 500 kilobytes, mimetizándome poco menos que en un indígena reductor de cabezas. Esta revisión tan pormenorizada me ha hecho constatar que Carlitos tuvo el descaro que fotografiarme tan sólo con la cara seria o contraída, los labios plegados como si estuviese conteniéndome para no soltar sapos y culebras. Ya mi deuda estherna me lo señaló en un email al ver la primera muestra de esas fotos: «muy lindas. En alguna parece que vas a tener que pagar la cuenta por la facha que tenés». Y desde luego la cuenta tuve que pagarla, y resultó mucho más barata de lo que yo calculaba, pero los únicos momentos que recuerdo en que debí tener esa cara que Carlitos me retrató tantas veces después, fue durante los primeros 45’, tenso por el retraso de Rebeca, Mecha, Mónica y Nuria, que habían viajado en tren. Me acuerdo con toda claridad de las muchas veces que reí durante la jornada. Carlitos me debe una explicación. Estas cosas no se hacen con un amigo, qué carajo. Y sea como fuere, la foto que mejor le salió es la que le hizo a la Nena en casa de mi cuñado Harry :

 

 

Weiß/Colonia, 28.7.

0:10 am : The Player [El juego de Hollywood], una de las muchas obras maestras de uno de mis directores predilectos, el que más, al lado de François Truffaut. ¡Qué distintos ambos, Truffaut y Altman, por cierto! Pero bueno, soy Géminis, en algo se me tiene que notar.

 

Termino de releer la autobiografía de Tennessee Williams, y en realidad la he releído hasta el final haciendo un esfuerzo de voluntad, para cargarme de razón. No son memorias, mejor que Memoirs las debería haber titulado Gossips [Chismorreos]. Parecería como si no hubiese sabido contarnos la génesis de sus obras, que es lo que en verdad nos hubiese importado saber, y no con qué nuevo amante se andaba acostando. Además, sus editores no le ayudaron mucho a poner un poco de orden en el despelote cronológico del libro. Los saltos temporales, injustificados, nos suelen agarrar con la guardia baja y de repente no sabemos por qué estamos donde estamos cuando en el párrafo anterior estábamos en otra parte y en otra situación. Con decir que lo mejor del libro, a mi juicio, es la selección de fotografías que lo ilustra, creo que ya digo bastante. Rescato, eso sí, el episodio (demasiado literario para ser cierto) de la mano de Jesús posada en su cabeza cuando de resultas de un ataque de pánico se desplomó de rodillas en la catedral de Colonia.

 

Chico & Co. en casa para cenar, mañana temprano se van de vacaciones a la Bretaña. Sin querer, por un simple reflejo condicionado, asocio la Bretaña a la Normandía y al atentado terrorista que le costó la vida a un anciano sacerdote, hace unos días. Y al despedirme de los tres les suplico que anden con mucho cuidado, pero luego me digo que así no podemos vivir, que tenemos que seguir haciendo una vida normal porque si no los terroristas habrán logrado su objetivo.

 

Weiß/Colonia, 29.7.

Al cabo de varios –muchos, demasiados– meses nos hemos encontrado con Julio, que viajó hoy expresamente a Colonia para almorzar con nosotros. Fuimos al chino de Rodenkirchen, lugar tranquilo donde comer sosegadamente y sin que el servicio te atosigue, y además a una hora en que ya había pasado la aglomeración de público propia del mediodía. Aunque la verdad es que tengo comprobado (hago esta observación al margen) que en los restaurantes orientales, si bien  casi no puedo hablar de otros que de los chinos, los comensales platican en un tono de voz más discreto que en los demás. Con Julio intercambiamos regalos, yo el ejemplar de Nexos donde me publicaron el libreto de la ópera breve La serenata de Altisidora, que escribí porque Julio le recomendó mi nombre a David Graham, el compositor; y Julio me entrega un ejemplar de su último libro, En contra de la música, que conozco desde el manuscrito, o mejor dicho, desde muchos de los textos que lo componen, es una coletánea de artículos publicados a lo largo de unos años y que lo acreditan como uno de los mejores ensayistas en lengua española. Después del chino vinimos a tomar el café a casa, y me sacó a relucir el último libro publicado de Julio Camba, autor que adora y al que descubrió cuando le presté su volumen Alemania, una obra imperecedera y que escrita antes de la primera guerra mundial parece haberlo sido ayer por la tarde. Le presto, pues, los dos últimos libros suyos que tengo, y que aún no conoce.

 

Casi medianoche : Acabo de ver, por fin, el episodio de la serie de Jimmy Perez, el detective de las islas Shetland, que transmitieron cuando estábamos con Oskar en Huelva. Me explica las dudas que me asaltaron al ver el siguiente, y es que en efecto el desarrollo de la historia y de los personajes es distinto del de las novelas, y aunque la serie no es mala, antes al contrario: me parece de lo mejor, sigo prefiriendo las novelas.

 

Weiß/Colonia, 30.7.

En una esquela fùnebre del diario, desayunando, leo este epígrafe de Gandhi: «Para atravesar un río hay que abandonar una de sus dos orillas».

 

Mañana habrá en Colonia manifestaciones de turcos pro y contra Erdogan. Por lo que atañe a la que habrá en favor, la verdad es que me recuerda a los españoles impresentables y cerriles a machamartillo que aclamaban al Borbón de turno al grito de “¡Vivan las cadenas!”  Y por lo demás, somos muchos los que nos preguntamos si no habría que encerrar a quienes acudan a esa manifestación en un establecimiento siquiátrico: ¡van a manifestarse a favor de que en Turquía no haya libertad para poderlo hacer! Lo jodido del caso es que el mundo no dispone del número suficiente de cretinomios para encerrar a todos los imbéciles que lo pueblan.

 

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