
Weiß/Colonia, 8.10.
Siento de vez en cuando la curiosidad por mirar mi horóscopo en el diario, y hay veces que me recompensa el hacerlo. Hoy, por ejemplo, el pronóstico para los geminianos no puede estar más claro: «Marte le aconseja, para la semana próxima, ser muy decidido y afrontarlo todo de todo corazón. “De un culo pusilánime no sale un pedo alegre”, escribió en su día Lutero, de manera que actúe con ganas y no forzado por ningún motivo. Métase entre pecho y espalda, tanto en lo profesional como en lo privado, sólo aquello que coincida por completo con sus convicciones. Las palabras mágicas son Consecuencia y Placer». Pues eso. Joder. Géminis genio y figura.
Le prometí a Piedrahita, en la redacción de El Espectador, un artículo sobre Mata Hari, para el centenario de su fusilamiento, que será el próximo domingo, el 15. Así vi anoche en el canal Arte un documental dedicado a ella y que en la versión francesa se titula “La sulfureuse”, sin traducción española que me satisfaga. ¿Qué significa ese adjetivo convertido en sustantivo para nombrar a una persona? Decir en español «sulfurosa, sulfúrica, sulfúrea» no remite sino a la Química, y «la que [se] sulfuraba» sería alguien que [se] irrita o encoleriza a los demás. Pienso asimismo en «vitriólica», pero me parece excesivo considerando quién y cómo era Mata Hari. Finalmente me decido por “La luciferina”, recordando que “lucifer” es la palabra neerlandesa para nombrar a los fósforos, de vida tan ardiente como breve, igual que la de Mata Hari. Pero María Cristina desde París, y Santi, desde Madrid, me arguyen que ese adjetivo en francés se usa relacionado con la reputación («»Untel à la réputation sulfureuse», o sea: con mala fama») y con el vestido: «Elle portait une tenue sulfureuse. [Llevaba un vestido escandaloso]». Creo que “La escandalosa” va a ser probablemente lo que más le convenga a Mata Hari.
Al azar de una conversación con mi deuda estherna, hace un par de días, me vine a enterar de que a mi estimado y admirado FW lo han desterrado a la provincia. Le escribo: «¡Por Dios!, como decía Álvaro Mutis en estos casos, ¿qué pecado has cometido como para que te alejen de la civilización y te pongan ante portas de Siberia? Cuenta, desde luego, con mi solidaridá irrestricta». Y hoy añado leña al fuego: «Una buena manera de sobrevivir en Berlín es no traspasar nunca en dirección Este la Puerta de Brandeburgo. Las «miasmas sutiles» (© by Echegaray) de die Zone –para mí esos territorios serán siempre “la zona”– no te afectarán así. Trata, pues, que la frontera oriental de tus desplazamientos sea el Iberoamerikanisches Institut. Y por cierto, un par de cuadras al Sur del benemérito II está un local fabuloso que no te debes perder y donde se come muy bien: el Joseph Roth, dedicado a la memoria del gran bebedor. Lo de comer muy bien lo avala Diny. Yo, fiel al protocolo, lo único que hice fue beber».
La muerte de Eberhard van der Laan, el burgomaestre de Ámsterdam, ha conmovido a Diny, por tratarse de uno de los pocos políticos respetados y respetables entre los que conocemos. Rara avis en nuestros días. Me hace leer Diny una carta que ha repercutido mucho en los media, una carta que le envió Julie, una chica de 14 años que hace dos perdió a su padre, víctima de otro cáncer de pulmón como el que se llevó a Van der Laan, y que hace unos meses ganó un campeonato de lectura en voz alta leyendo en público unas páginas del diario de Ana Frank, y contándose Van der Laan entre los asistentes al acto. Lo que más me conmueve a mí de su carta es la frase final, donde confluyen tan ingenua, tan hermosamente, la incredulidad y la fe: «En mocht er toch iets van een hemel zijn, dan hoop ik dat u tegen mijn vader kunt zeggen dat het goed gaat met ons. [Y si es que hay algo así como un cielo, entonces espero que pueda decirle a mi padre que estamos bien]».
Weiß/Colonia, 9.10.
¡Qué suspiro de alivio el mío al ver que nadie me ha pedido un artículo con motivo del 50.º aniversario de la muerte de Che Guevara! No hubiera sabido escribir sino en modo negativo, justificando así quizás lo que Arzola me tiene dicho un par de veces, que soy la persona menos conservadora que conoce. Dicho de otro modo: un hombre de izquierdas que no comulga con la rueda de molino de la verdad oficial. En “La Malinche Yepes”, mi cuento todavìa incompleto, y que quién sabe si algún día lo voy a concluir, el narrador le dice a la protagonista: «–Hasta donde yo sé, Erika, el Che era autoritario, enemigo de la libertad de prensa y partidario de la pena de muerte. Son tres cosas que para alguien como yo, nacido bajo el régimen de Franco, un general autoritario; para alguien como yo, amante y defensor a ultranza de la libertad de prensa, que Franco usaba como papel higiénico; y en fin, para alguien como yo, enemigo irreductible de la pena de muerte, que Franco estuvo firmando hasta dos meses antes de morir, pues bueno, no son precisamente una recomendación. Además tengo la suerte de que no ser homosexual, porque si no estaría todavía en uno de los campos de reeducación a los que el Che quería mandar a los maricones». Y la protagonista, la Malinche Yepes le replica: «–No eres nada más que un pequeño burgués, pero has tenido la suerte de crecer en un régimen dictatorial, que es ahora tu coartada, algún día se te caerán las telarañas de los ojos». Y no, no se me han caído esas hipotéticas telarañas, porque no las había. A quienes parece que aún no se les han caído es a los hagiógrafos que han repoblado soviéticamente diarios y revistas con sus panegìricos a un hombre que nunca existió: el Che que les [y que se] inventaron.
Me llega de Anagrama, por correo especial, Los restos del día, la novela de Katzuo Ishiguro. Se la pedí a Jorge apenas enterarme del Nobel, y Jorge jamás me ha negado un libro de su sello. Es una amistad, la suya, que por un lado me enorgullece y además me reditúa, pero por otra parte me avergüenza porque soy un pedigüeño nato y nunca me resisto a la tentación de pedirle algún libro de los que publica y de los que me entero por los boletines informativos de su editorial. Si al menos pudiera escribir un bestseller para devolverle algo de lo mucho que le debo… Pero ni modo. Mi único bestseller es este diario, con ± 500 lectores repartidos por todo el mundo.
Weiß/Colonia, 10.10.
Hoy tenemos La Modicana entera para nosotros dos solos. Y la primera pregunta que nos hace la persianita, como la llama Carlitos, es que dónde nos metimos el pasado martes. De un modo que nada tiene que ver con lo crematístico, sentimos que en algún momento y de alguna manera ella y la signora nos echaron de menos. Y cuando les comenté que en realidad el lunes fuimos ahì, pero recién al ver la puerta cerrada nos acordamos de que cierran los lunes al mediodìa, se morían de la risa. Así pues, «Nunca fuera caballero / de damas tan bien servido…» etc.
Weiß/Colonia, 11.10.
2:00 am : Fading Gigolo [Aprendiz de gigoló], de John Turturro, con él & Woody Allen & un trío femenino de aúpa: Sharon Stone, Sofia Vergara y la adorable Vanessa Paradis. La verdá es que lo he pasado muy bien con la peli, que no conocía, pero al final se me puso en primer plano un eslogan de Iberia en los años sesenta: «Donde sólo el avión recibe más atención que usted». En esta peli sería: «Donde sólo el oyente [del sound track] recibe más atención que el vidente [de la propia peli]». Y no es chiquitico el elogio, que conste en acta, señor juez.
IOR, cubano–catalán, me escribe al respecto del anticipo de mi diario sobre el Che Guevara: «De acuerdo, se agradece tu sinceridad y valentía ante la izquierda que enmudece frente a los sangrientos atropellos de Maduro, el continuismo de Ortega, la ruina de Cuba, y sin embargo corre a criticar las actuaciones de la Guardia Civil contra los independentistas catalanes, manipulados por sus líderes demagogos y corruptos. La mayoría de los catalanes y de sus descendientes, como yo, estamos asqueados ante tanto descaro del victimismo separatista, tan anacrónico como la guerrilla del Che». A cuenta de ese mismo anticipo, Susanita me pregunta muy juiciosamente desde mi Güeno Saire querido: «¿Y las remeras? ¿Cómo las venderían si no?» A lo cual no tengo más remedio que darle la razón, y puesto que se trata de remeras nunca mejor dicho aquello de que no me duelen prendas; le contesto ipso fuckto: «Ah, las remeras, claro… Me olvidaba del negocio, imperdonable falta de atención nada menos que en todo un Manolito el de lalmacén. Ayyyyy…»
Empecé a leer Los restos del día y acabo de darme cuenta de que me jalé la mitad, ± 120 pgs., de un tirón. Hago una pausa para ver el 6.º episodio de la serie criminal danesa Countdown Copenhagen, pero dejo acá el registro de que ahora entiendo a cabalidad lo que dijo doña Sara, la secretaria de la Academia Sueca, en una conversación con los periodistas, al referirse a la prosa de Kazuo Ishiguro; y es que los módulos de la escritura del nuevo Nobel pasan por los meridianos de Jane Austen y de Kafka. Y sí, estas 120 primeras páginas de Los restos del día lo demuestran de un modo inequívoco, y deslumbrante. Buen ojo lector el de doña Sara.
Weiß/Colonia, 12.10.
525 años de la llegada de Colón & Co. a las Lucayas, hoy Bahamas. No lo recuerdo con toda exactitud, por lo que recurro a Miss Hortensia Google para encontrar el tenor literal de uno de los mejores aforismos de Lichtenberg: «El primer americano que descubrió a Colón hizo un mal descubrimiento». Es un compendio histórico tan breve que, por fuerza, no le deja sitio al legado positivo del encuentro entre Colón y los americanos, pero como aforismo, sea.
Termino de leer Los restos del día: me quedo con ganas de leer el resto de la obra de este Mr. Ishiguro. Por cierto que en la contraportada se dice que con su novela No me abandones, de la que también conozco la versión cine, ganó el Premio de Novela Europea Casino de Santiago. Y como ando tan desligado de esa feria de las vanidades del libro, pienso que se trata de un error freudiano y que ojalá lo corrijan para la 13.ª edición, que seguro habrán de imprimir después de la lotería del Nobel. Y apenas lo escribo se me ocurre ir con pies de plomo y consultar si no será que sí hay un premio literario con ese nombre, ¡y sí lo hay!, y entonces me digo que eso de la lotería de Estocolmo casa muy bien con lo del Casino de Santiago. ¡Bingo, Mr. Ishiguro!
Viene Rebeca a almorzar con nosotros y a reportarnos su viaje a Huelva. A veces, en medio de un párrafo, cuando las imágenes internas se sobreponen a la narración que nos hace, los ojos se le llenan de lágrimas y casi no puede seguir hablando. Y nos muestra infinidad de fotos de las que han hecho en esa semana que, para ella y Montse, se cuenta entre las irrepetibles.
Llamó Paul desde Passau para disculparse por haberse ido sin despedirse de nosotros. Y nos emplaza para una cena de tapeo el sábado 21 en La Esquina, la taberna española enfrente de la iglesia de San Severino, en el meollo del barrio Sur. Esa iglesia que a Rolando siempre le hacía recordar una página memorable de Böll sobre la tos de su padre en plena misa. En los buenos viejos tiempos, cuando Rolando nos visitaba cada verano y pasaba una o dos semanas en casa, en nuestro cuarto de invitados, que andando el tiempo se convirtió en “su cuarto”, una de sus primeras providencias era pedirme que le dejase a la mano mi ejemplar de Don Enrique, y no faltó una sola vez que releyese ese fragmento: «Lo que más me asustaba en aquellos tiempos era la tos de mi padre. […] Su tos ahogaba incluso el formidable estrépito del tranvía de la línea 16, y la podíamos oír desde lejos. Pero cuando más me inquietaba su tos era los domingos, en la repleta iglesia de San Severino. Nunca íbamos “al completo” a la misa, siempre por separado, rara era la vez que dos o tres hermanos nos sentábamos juntos en el mismo banco, y así aguardábamos, cada uno en su sitio, llenos de ansiosa preocupación, la tos de nuestro padre, que rompía de inmediato, aumentaba hasta llevarlo a un estado de semiasfixia, y amainaba luego mientras mi padre se marchaba de la iglesia. Se quedaba fuera de ella y, para combatir la tos, fumaba uno de sus puritos Lundi». Y aquí, inevitablemente, siempre como si lo leyese por primera vez, Rolando se echaba a reír.
Weiß/Colonia, 13.10.
Terminé anoche mi artículo sobre Mata Hari, lo dejé dormir y, después de repasarlo y corregir tal cual detalle, más añadir uno que se me olvidó ayer (el de que se negó a que le vendasen los ojos cuando la fueron a fusilar), se lo envío a Piedrahita en la redacción de EE. Me acusa recibo al rato, me dice que le gustó mucho y que lo publicará la semana próxima porque ha encargado una ilustración ex profeso para él. Alabado sea el santísimo sacramento del altar.
Juan Carlos Botero desde Rolópolis, y José María desde su ermita de Antioquia, ambos me comentan mi columna de hoy en EE, y a los dos les contesto lo mismo. Que se trata de un tema que me ha apasionado desde chico. Desde la azotea de la casa de mis padres (adonde me escapaba para leer tranquilo en el alpende), al fondo en dirección Este se veían la marisma del Tinto y los pueblos, Moguer, Palos, el convento de la Rábida, el estero de Domingo Rubio. He crecido teniendo todo el escenario colombino a la vista (hoy me sería imposible a causa de los «rascacielos» habitacionales en esa dirección) y desde siempre me interesó saber de la gente de Huelva que fue con Colón y nada tiene que ver con lo que vino después, eso que cuenta la leyenda, cuando ya «descubiertas» las Indias se precipitó allá mucho de la hez de la sociedad española. Y desde siempre me ha dolido que a aquellos 77 tripulantes de la Pinta, la Niña y la Santa María se les midiese por el mismo rasero que a lo que vino después. En realidad esta columna es la «canibalización» (Raymond Chandler dixit!) de la primera parte de una entrada en mi blog, el año pasado. Por si les interesara, les he copiado el enlace.
Weiß/Colonia, 14.10.
0:10 am : Acaban de pasar el octavo y último episodio de la serie policial danesa Countdown Copenhagen, que transmitieron en ocho días consecutivos. Ocho episodios de a 40’ c/u, con una gradación muy bien lograda de la intensidad. Es una serie para volver a ver, los 320’ seguidos.
2:00 am : Carles me envía desde Barcelona el enlace con un gran artículo de Marsé, una de las personas más inteligentes y más decentes de que se puede enorgullecer Cataluña. Le respondo: «Estoy en todo y por todo con Marsé. Tú no te puedes figurar la vergüenza ajena que siento teniéndoles que explicar a mis amigos alemanes qué es lo que significa el separatismo catalán. Pensar en toda esa caterva de corruptos e ineptos que ponen en ridículo a nuestra Cataluña (la de Jaime, la tuya, la mía) es algo que me enerva. Y eso, con ser ya bastante malo, que lo es, no es lo peor. Lo peor es pensar en el mamarracho gallego que se cree el amo de la Constitución y con derecho de entrepìerna. En fin, recemos (sí, recemos, Carles) para que al final impere el bon seny, porque es que, si no, ¿qué sentido tendría toda esta ceremonia de la confusión?»
Hay días para tratar de borrarlos de la memoria. Este es uno. A sabiendas de aquello que dijo Omar Jayam: «Pero el dedo implacable / sigue y sigue escribiendo, / seducirle no podrás / con tu piedad o tu ingenio, / ni con tu llanto borrar / ni una coma ni un acento».
***************THE END***************