Weiß/Colonia, 22.10.
Vinieron Angie & Vincent a almorzar con nosotros. Vinieron temprano para poder irse también temprano, estaban citados con Montse en una taberna de Sürth para ver el “duelo en el sótano” de la Bundesliga, el 1. FC Colonia (18 de la tabla) contra el Werder de Bremen (el 17). Yo le he seguido a través del Liveticker del diario. Empate a cero al final. Como la cosa siga así, ya veo a nuestro 1. FC en la segunda división. Ay.
Weiß/Colonia, 23.10.
Pasó el Dr. Ruppert a eso de las 10:30 am, una hora más tarde de lo que habíamos convenido. Al parecer tuvo problemas con su Vespa. Platicamos un rato antes y después de la extracción de sangre, que siempre me la sacaba de una vena en la parte interna del codo derecho, pero de un tiempo a esta parte tiene que hacerlo de las venas fuertemente marcadas de mis manos, ya no le acierta nunca a las del codo. Un misterio más en mi vida. En todo caso, el buen Dr. Ruppert se siente positivamente impresionado por mi ¼ hora diaria con la bici estática. Y bueno, eso es lo único en verdad positivo que hago por mi salud. Algo es algo, dijo un calvo… al encontrarse un pelo. Sentencia de Pero Grullo que solía repetir mi sabia abuela Remedios.
Trabajo todo el día en mi columna sobre Lutero para EE. La envío a la redacción sin habérsela podido leer a Esther, en Berlín, lo que siempre es para mí la verdadera piedra de toque del texto, saber que funciona en el oído interno del lector. Que el lector me oye cuando me lee.
José María lee en Arboletes la columna de Héctor, ayer, en EE, acerca de París, y me escribe: «Siempre he pensado que recorriendo París con ojo de arqueólogo, se puede conocer a la humanidad desde que se hizo gregaria y formó comunidades con algún propósito. En cada rincón de ella debe haber tema para varios tomos de historia. HAF desborda pasión hablando de ella». Y como se trata de una de las ciudades que mejor conozco y que más amo, le contesto: «París es una ciudad muy hermosa y muy variopinta. Y la conozco bien porque raro era el año en que no íbamos tres o cuatro veces a pasar allí una semana cada vez; teníamos amigos que nos alojaban o nos conseguían alojamientos en pisos vacíos por vacaciones, y como el viaje era breve (ahora ya son menos de cuatro horas, en los Thalys, trenes ultrarrápidos) nos tentaba mucho. También por los interlocutores que teníamos: Manolo Scorza (que se nos murió en el accidente de Avianca, casi aterrizando en Madrid camino de Bogotá), Julio Ramón Ribeyro, Julio Olaciregui (que ya regresó jubilado a su querida Barranquilla, Caimanópolis la llamo yo), Ramón Chao (a quien llamábamos “el jefe clochard”), Osvaldo Soriano, Álvaro Mutis tantas veces, el fotógrafo Daniel Mordzinski, Marvel Moreno, el matrimonio Gloria Valencia/Álvaro Castaño Castillo (que poseía un piso a la vuelta del Centre Pompidou y pasaba allí un mes todos los años), etc. Y sobre todos, el filósofo peruano Fernando Carvallo, una de las mentes más despiertas y una de las culturas más enciclopédicas que he tenido la suerte de conocer en mi vida. Adoro París. Y entiendo muy bien a Héctor cuando le desborda la pasión por el lugar. Aunque pienso que exagera en lo de la influencia de Huysmans en José Asunción Silva, ya le escribí para decírselo, pero quién sabe, a lo mejor sí la hubo y sólo pasa que yo no lo sé».
Weiß/Colonia, 24.10.
En La Modicana les quedan sólo una porción de canelones y otra de lasaña, y como Carlitos se decanta por la lasaña me tocan los canelones. Pero la diferencia es meramente formal, la masa es la misma. El día en que algún cocinero italiano logre la cuadratura del círculo, esto es, la confección de una lasaña cilíndrica o unos canelones planos, habrá que cincelar la receta en la piedra de Rosetta de la pasta, pa que aprendan las generaciones venideras.
Todo el día trabajando en mi artículo sobre Lutero para Nexos. Me siento bastante inseguro con él. No sé si logré el equilibrio necesario entre el deber de transmitir al lector su pensamiento en algunos temas tan vidriosos como su antisemitismo y su misoginia (ni siquiera me quise meter en el de su alergia a los discapacitados, si bien no pude dejar de mencionar que inspiró con su actitud el plan criminal de la eutanasia nazi), y el no menor deber de dejar en claro que se trata de alguien a quien rechazo en lo más profundo de mi corazón. No le niego sus méritos, y lo digo un par de veces de manera clara y explícita en mi texto, pero me parece que en último término fue más bien un fracasado a quien se festeja como un triunfador. Su mujer, esa sí que se merece todos los homenajes habidos y por haber.
Weiß/Colonia, 25.10.
Después de leer “Ignacio” me escribe Jorge y elogia especialmente el manejo de los diálogos. Le explico: «Lectores como tú, querido Jorge, que saben articular lo digerido durante la lectura, son escasos. Yo conozco pocos, la verdad, y tú eres uno de los mejores ejemplos. En cuanto al manejo de los diálogos, déjame decirte que a ello me ayudaron mucho dos cosas; a) he sido durante toda mi vida, y lo sigo siendo, un empedernido lector de obras teatrales (Ibsen es para mí una agradable tarea anual, no todo él sino el que comienza con Los pilares de la sociedad: pero también releo mucho a Shaw, Pirandello, O’Neill, Arthur Miller, maestros del diálogo); y b) desde octubre del 54 fui guionista de la revista juvenil de Radio Nacional de España en Huelva, teniendo a mi cargo la escritura de un radioteatro de 10 a 15′ cada segunda semana, y ese es uno de los mejores entrenamientos para aprender a dialogar…, sobre todo porque creo que he sido uno de los primeros guionistas radiofónicos que prescindió 100% del narrador, de manera que el diálogo estaba obligado a proporcionar los elementos de tiempo y lugar que tradicionalmente corrían a cargo de su voz».
Me llega el boletín mensual de Revista de Libros y me pronto me entra la curiosidad por ver las reseñas que he publicado allí, chequear si están todas en el archivo. De manera que programo el nombre “Ricardo Bada” en la ventanilla de búsqueda, tecleo en ENTER y me sale una copiosa lista de títulos, nada menos que 91. De ellos 89 son de reseñas mías, uno es la generosa crítica que hizo Vicente Araguas de Me queda la palabra, y el que resta es, ¡oh sorpresa!, un artículo titulado “Ricardo Bada” y firmado por nadie menos que José María Guelbenzu. El corazón me da un triple salto mortal de dulce júbilo. Que Guelbenzu, a quien quiero tanto como admiro, y lo admiro mucho, me haya dedicado un artículo en RdL es como para cantar el “Aleluya” de Haendel acompañado por el Orfeón Donostiarra y los Niños Cantores de Viena. Así es que abro el enlace, dispuesto a sahumar mi ego con nubes de incienso… y me encuentro con que se trata de la reseña que hizo JMG de un relato de César Aira. Pero el título es inequívoco, y además todo en mayúsculas: RICARDO BADA. ¡Para que luego no se crean eso de que los duendes de la imprenta han emigrado, con armas y bagajes, a las buhardillas de internet!
11:00 pm : Dentro de ½ hora pasan una versión francesa de Oblómov en el canal Arte. No me puedo perder el relato de la vida de esa persona a quien me siento más cercano que a ninguna otra en el mundo. Y después pasarán una peli chilena, La Pasión de Michelangelo, en versión original, pero por dicha subtítulada en el idioma de las tribus aborígenes, de manera que nos podremos enterar de lo que se hable en ella. Então, querido diario, hasta mañana.
Weiß/Colonia, 26.10.
Hasta donde se puede malentender un texto me lo ha demostrado de una manera fehaciente mi aviso colectivo, anoche, a mi directorio Hispanoamericanos en Alemania, anunciándoles a sus 108 integrantes que en el canal Arte iban a pasar una peli chilena, en versión original, «pero afortunadamente para los telespectadores hispanoparlantes con subtítulos en el idioma de las tribus aborígenes, para que podamos enterarnos de lo que se dice». Con lo cual estaba claro, desde la ironía, que para entender lo que decían los actores chilenos contaríamos con la impagable ayuda del subtitulado alemán. Pero una chilena residente en Berlín parece que no lo entendió así porque me escribió lo siguiente: «Me ha extrañado mucho tu comentario. Tú, que te conocí como un amante de Mafalda. haces uso de ese término: hispanoparlante. Un término instaurado por la España a fines del siglo veinte. Término que reafirma su posición colonialista frente a las Américas y sus habitantes. Hispanidad: un término manchado de sangre, dolor y abuso. Pero en esa península tienen mala memoria. Más me extraña tu referencia al idioma de las tribus aborígenes. Qué pena que tu cultura no te deje saber de las culturas que habitaban esa zona. Veo que por más Mafalda que leas, viajes a las Américas y domines la lengua castellana, estás inmerso en un centrismo del uso del idioma español, que no todos los aborígenes de la península ibérica dominan y por Alá que cuesta entenderos». La señora no tiene otra excusa que la de no conocerme, así es que le contesto muy comedido pero poniendo los puntos sobre las íes: «»Hispanoparlante» o «hispanohablante» es un término funcional que nada tiene que ver con el hecho de que España fuese potencia colonial en unos países que son independientes desde hace dos siglos. Supongo que se adoptó ese término porque seguir el ejemplo del francés hablando de «francófonos», o del inglés, «anglófonos», o del portugués, «lusófonos», daría como resultados unas cacofonías espantosas, «hispanófonos», o bien «españófonos», ¡qué horror! Más no hay. En cuanto a que los subtítulos están en el idioma de las tribus aborígenes, es evidente que estoy hablando de las tribus habitantes del país donde se proyecta la película, es decir, las tribus germánicas. Esa ironía se deduce además del hecho de que previamente digo que la peli la pasan en su versión original, así es que siendo chilena, está claro que la versión original es en español (o castellano). Y tu último párrafo es para morirse de la risa. Cualquiera que me conozca se reiría igual que yo. Además, eso de que una chilena diga que cuesta trabajo entender a los españoles, es algo de alquilar balcones. Sea como fuere, creo que mi conocimiento de las culturas vernáculas de América Latina es bastante grande y además empático, no como el de los chilenos blanquitos con sus mapuches. No te llames a engaño malinterpretando lo que escribo». Como le digo a Luis en un email que acabo de enviarle a su Berlín: «Conozco el paño. Si no fuese por lo trágico de la situación, casi me divertiría ver que alimenta resentimientos contra los españoles por los crímenes que cometieron sus ancestros (no los míos), y que ellos siguen cometiendo contra sus indígenas. Como los indígenas argentinos, los indios ranqueles y patagones, que fueron todos víctimas de la República Argentina. Pero qué te cuento si eres colombiano y ustedes tienen clavada en la conciencia la espina del Chocó. Y de Guatemala mejor que no hable, para no llorar. Lo único que me hace disculparla es que no me conoce. Tacharme justamente a mí de pensar en modo colonialista es algo de mear y no echar gota. En fin, echemos, Lucho amigo, pendejos a la mar».
Weiß/Colonia, 27.10.
1:30 am : Acaban de pasar La dama de oro, peli de Helen Mirren que no conocía. Es una peli muy curiosa, en la cual te identificas con el propósito del guion, con la actuación del reparto, con todo, pues, menos con la peli. Un tema así hubiese merecido una peli mejor, sobre todo si se contaba con semejante elenco. Pienso por ejemplo en la gargantilla de diamantes que luce la protagonista del cuadro que es el mudo protagonista de la peli, y cómo fue que esa joya terminó adornando el cuello de la esposa de Goering, para sentir ganas de vomitar acerca del carácter facineroso del poder, sobre todo si son canallas quienes se apoderan de él. Los nazis, al llegar al poder, lo que más y mejor demostraron es que eran meros delincuentes comunes.
BI parece haber comprendido, por fin, que no padezco lo que él llama “la lujuria editorial”, el afán de publicar libros. Y pienso que le debo una explicación porque la verdad es que ya llevo publicados varios. Pero «el primero, mi libro de cuentos La generación del 39, lo presenté a un concurso convocado por el Círculo de Escritores Iberoamericanos de Nueva York, y ganó el premio, que consistía en un cheque por ya no sé cuántos dólares… y la publicación del libro. Mis tres siguientes publicaciones (una plaquette de poemas, un cuento y una coletánea de mis conferencias) se publicaron en Huelva y porque no supe decirle que no a un amigo del alma que dirigía las publicaciones de la Diputación Provincial y de la Caja Rural de Ahorros y quería a toda costa que el primer autor onubense editado allí fuese yo… con una impecable fundamentación: que nadie iba a protestar en Huelva porque yo vivía muy lejos y no le hacía sombra a nadie (si hubiera llegado a publicar como primer autor de Huelva a uno vivo y residente allí, al día siguiente habrían encontrado su cadáver en uno de los brazos del delta). Y la última publicación, mi libro de los fandangos, fue por la debida gratitud al intelectual más valioso que ha dado España en los años feroces que comienzan con la victoria del inferiocre, en 1939; al alimón con Juan Goytisolo, fue José Miguel UIlán quien me dio a conocer en España, a alguien que vivìa en Alemania desconectado de los circuitos del mundo literario español y casi vendido con armas y bagajes al latinoamericano. Además José Miguel era un fan de los fandangos y aventuró mucho editando ese libro en una de las mejores colecciones de poesía que había en España, cosa que creo que, por dicha, supe y pude agradecerle en vida. Como ve, pues, maestro, no padezco la lujuria editorial, antes al contrario, y usted es la mejor prueba de ello: si vuelve a ser editado un libro mío es por el empeño de usted en publicar mis cuentos en su casa. Créame que se lo agradezco, pero también que entienda que no soy «carne de cañón» editorial. ¡Por Dios!, como decía Mutis».
Weiß/Colonia, 28.10.
2:15 am : Un reportaje sobre Rotterdam y la costa zeelandesa de los Países Bajos. Es una zona que Diny y yo conocemos muy bien, y a la que le tenemos mucho cariño. De manera inesperada me siento agradecido al destino, o al Destino, que me ha hecho conocer a fondo tantos lugares tan bellos, tantas personas tan hermosas, estar presente en tantos momentos tan preñados, como Unamuno los llamaría. Me invade una ola de bienestar. De la manera más inesperada.
Hay esquelas fúnebres que cuentan una historia. Por ejemplo esta del matrimonio Schumann, hoy en el diario. Él nació en 1922, ella en 1927; que estuvieron casados se desprende del hecho de que se cita el apellido que ella tuvo de soltera (Stähli) antes de tomar el de su marido, pero en todo caso no se especifica cuántos años vivieron juntos; y el final como en un cuento de Cortázar es que ella murió el 6 de este mes, y él quince días después. Hace pensar en el último verso de uno de los mejores sonetos de Lope: «Esto es amor, quien lo probó lo sabe». Donde quizá deba añadir que en este caso el verbo “probar” no significaría “catar”, sino “demostrar”.
Recibo una carta de Marina por correo quelonio, y ello me lleva a preguntarme una vez más en los últimos tiempos qué hacer con todas las estampillas, algunas bien bonitas, que se han ido acumulando en el sobre ad hoc dispuesto para ellas en la gaveta superior de este escritorio. No hace mucho tiempo aún tenía un amigo “cliente” mío en materia de filatelia. Y luego pienso en la estupenda colección de estampillas con motivos literarios que fui reuniendo a lo largo de los años, y que ya no me dará el cuero para ordenarlas amorosamente en un ábum. Además, ¿para quién? Cuando uno se muere, son muchos unos los que se mueren. Pirandello sabía de ese tema.
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