Weiß/Colonia, 2.11.
Un comentario me deja Manu al pie de la nueva entrega de mi diario en Fronterad: «También yo tengo un ramalazo de asesina que no veas. Lo de la viejita, me ha pasado más de una vez, y ahí me he dado cuenta del peligro que tengo. Otra coincidencia: hace unos días llamé a mi hermana y le pregunté que tal estaba y me contestó: me he dado una hartada de llorar oyendo cantar a Estrella Morente y me he quedado en la gloria. Ya ves…» Le respondo allí mismo: «En cuanto a Estrella, qué decirte, a mí más que mis lágrimas y las de mi Rebeca lo que me queda hoy como recuerdo más expresivo es el entusiasmo del joven taxista turco, que además no era superficial, porque el hombre, sin entender español, me habló por ejemplo de lo bien que vocalizaba, y es cierto, la dicción de Estrella es limpia, no un chicle de jipíos y de palabras con las consonantes comidas por el hambre secular que se ha padecido en Andalucía».
Estamos en temporada de caza y puede conseguirse carne fresca de cérvidos (¡huy, qué finolis me ha salido!), y aunque Diny no logró comprar lomo de corzo, que se agota enseguida y ella no acudió a tiempo, ha cocinado hoy uno de venado al horno con una salsa de esas para chuparse los dedos, a base de un buen tinto Carménère enriquecido con limón y laurel… y el juguito de la carne; elemental, querido Guasón. Hmmmmm…
Weiß/Colonia, 3.11.
2:25 am : El primero de tres nuevos episodios del DCI Banks. Promete la nueva serie
Hoy, según puedo leer en el diario, hace 100 años que Mary Phelps Jacob registró la patente del primer sostén. Se me antoja dedicarle un soneto al tema, bajando a la pantalla de la memoria un desnudo cuyo archivo virtual perdí, «¡ay mísero de mí, ay infelice!», y poquito a poco, porque un soneto no se improvisa así como así, va componiéndose él solito a lo largo del día :
Tus tetas son palomas mensajeras
y las miro embobado como un niño
después que te sacaste tu corpiño
y me miras, sonríes y me esperas.
Se las ve tan sabrosas y ligeras
que de ellas hambriento me encariño,
y acopo con pasión su tibio armiño
para chupar mejor tan dulces peras.
¡Qué dicha enniñecer cabe la amante,
regresar a la infancia, a ser lactante,
sentirse una vez más en el Edén!
Mas luego que el mensaje me dejaron,
veloces tus palomas se ocultaron.
La prenda que más odio es el sostén.
Le mandé a IBG información y documentación abundante sobre el centenario del sostén, por si le puede servir para alguna de sus columnas («a mí me ha servido para un soneto», le dije), y a vuelta de correo me contesta que lo que le interesa es mi soneto, y se lo envío, y de ñapa, yapa, pilón o propina, este otro, ya con un par de años a cuestas :
Confieso que tu culo me obsesiona.
Belleza semejante no se halla
tan fácil. Su diseño de medalla
no es mi obsesión tan sólo: me emociona.
Culo es de Venus, culo de amazona,
culo que a cualesquier da ciento y raya:
preso en cárcel de tela que restalla
con el ansia de asir lo que aprisiona.
Calzón tuyo, mi amor, quisiera ser,
para constantemente acompañarte,
para constantemente acariciarte,
para constantemente aprehender
con palpable pasión, sin disimulo,
la perfección rotunda de tu culo.
Papelerío para el asesor fiscal. Por él descubro que en el 2013 tan sólo viajé una sola vez, y fue al pueblo de Diny, i.e., poco que descontar de los impuestos en el rubro “viajes profesionales”. Merde! Menos mal que 2013 ha sido el único año donde he ganado menos de 10.000 € además de mi renta de jubilado, ojalá que la puñalada fiscal no sea tan feroz. Veremos, dijo Homero. (¿Cuándo empezarán a plagiarme esta invención, si no es que ya empezaron?)
Weiß/Colonia, 4.11.
Con el asesor fiscal, a las 11:30 am. Me dice que le parece que este año la puñalada de Hacienda no va ser tan dolorosa, ¡los dioses todos del Walhalla le oigan! Antes de salir de su oficina llamo por teléfono a Carlitos, me pasa a recoger a los 10’ y nos vamos a almorzar a La Modicana a una hora inusitadamente temprana para nosotros. Pero tenemos suerte con “nuestro” aparcamiento, enfrente mismo del local. Hay ya en LM como ½ docena de comensales, y “aluego” llegan más. Esto es, concluimos que el hecho de que los martes hayamos podido comer casi siempre solos tiene que ver con que siempre caemos por allí alrededor de las 2 pm. Habrá, pues, que mantener las buenas costumbres. Y empezamos dando ejemplo hoy mismo, encargando de nuevo, tras un mes de abstinencia, nuestros clásicos espaguetis con mariscos. Hmmmmm…
Weiß/Colonia, 5.11.
Voy a buscar a Henri al Kindergarten para que pase unas horas con nosotros. ¡Qué bendición del cielo tener a esta criatura en casa! El Henri nuestro de cada miércoles dánosle hoy.
Cuando Leticia pasó aquellos días luminosos con nosotros, se interesó mucho por el formato de los informativos que comandé durante cinco años, cada segunda semana, en la Radio Deutsche Welle. Y escuchamos uno y se quedó creo que bastante bien impresionada. Y resulta que hoy descubrí, haciendo limpieza de fondos en los archivos, el texto de mi moderación de uno de esos programas, uno sensacional, las dos emisiones, la de las 12:00 mediodía y la de las 2:00 pm. Se lo mando anexo a un email del que le paso copia oculta a varios amigos que, como ella, se han interesado por saber cómo era mi trabajo en la radio, en especial esos mágicos últimos cinco años, y no han tenido, como ella, la suerte de poder oír una grabación. Creo que a través de mi texto, y conociéndome, se darán cuenta de que, para mí, cada una de esas emisiones era una fiesta. Los fuegos artificiales se notan por ejemplo en la frase con que concluye la 2ª emisión: «Oímos a los dos en una grabación histórica de la canción favorita de Electra y Antígona: “Mi corazón pertenece a papá”». En el Centro de Formación de la RDW, donde fui profesor siempre que llegaban grupos de colegas latinoamericanos, esos infomativos servían de material lectivo, y muchos de mis «alumnos» aprendieron harto de la norma que les di, aquella que yo pensaba la más acertada sobre cómo comportarse conduciéndolos: «El anchorman tiene que ser dos cosas; tiene que ser el n° 1 del equipo, es decir, el arquero, él está ahí para que a su equipo no le hagan goles; y tiene que ser al mismo tiempo el n° 10, es decir, el que da los pases de la muerte para que sus compañeros hagan los goles. Si se sabe desempeñar en los dos puestos, lo que brillará será el programa, la tarea del equipo, y eso es lo que de verdad importa, no el brillo propio».
Weiß/Colonia, 6.11.
En las paradas del bus y del tranvía hay al menos un banco con tres plazas. Cuando llego hoy a la nuestra, inusitadamente están ocupadas las tres, por una señora anciana a la izquierda, una señora madura a la derecha, y una bolsa de plástico llena a tope, enmedio. Educadamente, y sin saber a cuál de ambas señoras debo pedirle que retire la bolsa porque me quiero sentar y es mi buen derecho y me están doliendo los discos de la columna vertebral y los riñones y el alma, sí, educadamente les pregunto a las dos si me permiten sentarme entre ellas, a lo cual sigue la reacción de la señora madura, que me mira con ojos de llamar a degüello y, sin decir palabra, retira su repelente bolsa del asiento y así puedo sentarme. Esta manera de marcar los territorios con sus orines de plástico no es específicamente alemana, la he vivido en Madrid, en París, en Ámsterdam y en Bruselas, y me lleva a rememorar lo que Antonio Vélez Montoya refiere en su Homo sapiens acerca del código genético de la territorialidad que tenemos implantado desde el comienzo de los tiempos. ¿Homo sapiens, don Antonio?
Fui a la oficina postal de Rodenkirchen, a despachar correo quelonio, entre otras cosas el regalo para Bárbara, y cuando dejo los sobres encima del mostrador el funcionario agarra ese, sonríe y dice: «¡Ah, Huelva!» «¿Conoce usted Huelva?» le pregunto. «No, Huelva no –me responde–, pero sé que su equipo de fútbol es el más antiguo de España». ¡Viva el Recre, coño!
Lo que sigue es mi ejercicio de descripción de hoy; hago uno a diario, lo mismo que Stendhal leía a diario el Código Civil, porque me obsesiona la claridad, que el lector entienda, no que se maree con las palabras. Es mi respuesta a Ana, en Buenos Aires, acerca de dónde se encuentran mis libros de cabecera, el Quijote y Pride and Prejudice, que ella suponía en mi mesa de luz y le contesté que no, que era en mi mesa de trabajo, y ella me respondió creyendo que prefería la una a la otra y debo explicarle que ni siquiera tengo la otra: «Y no se trata de una preferencia. Para empezar, para que nos entendamos y no estemos hablando de cosas distintas, nosotros llamamos «mesa (más bien mesita) de luz» a lo que mi abuela Remedios llamaba «veladora», es decir, la que está al lado de la cama. Yo no tengo, Diny sí. Y ello se deriva del hecho de que la cama de nuestro dormitorio estaba hasta hace bastantes años paralela a la puerta y el ventanal, con la cabecera apoyada en la pared derecha de la casa, y ahí sí había espacio para la cabecera de la cama y una mesita de luz a cada lado. Pero un día Diny decidió poner la cama en dirección al ventanal apoyando la cabecera entre la pared derecha de la casa y la puerta, y ese espacio sólo alcanza para la cama y una mesita de luz, así es que renuncié a la mía; también por el hecho de que yo duermo en la ½ izquierda de la cama (vista desde los pies), inmediatamente al lado de la la puerta». Tengo la ilusión de que si alguien lee esto, dibuja un cuadrángulo y ubica dónde quedan la puerta y el ventanal, podrá reproducir el diagrama de nuestro dormitorio sin ningún problema. Y si no, peor para él. O para ella.
7:05 pm, suena el timbre de la casa, estoy leyendo Adiós a los padres, ¿quién puede venir a casa a estas horas? Por el interfono abro la puerta de la casa y luego la del apartamento para ver quién es quién llega, y de repente oigo la voz de Henri cantando la canción de San Martín, y ahí caigo en la cuenta de que hoy ha sido la procesión de San Martín del Kindergarten de Henri y no la vi porque este año han hecho un recorrido distinto y no pasaron por nuestra calle. Henri viene con Montserrat y me sonríe de oreja a oreja mientras termina de cantar la canción, con su farolillo en la mano, pero enseguida pregunta dónde está la abuela, y es jueves y Diny anda en su gimnasia vespertina de los días jueves, en el centro de Colonia, así es que Henri debe conformarse con el abuelo y con las chocolatinas que le ofrezco y que le consuelan (¡estoy 100% seguro de ello!)
Weiß/Colonia, 7.11.
97 años de la Revolución de Octubre y 44 desde que nació Montserrat. Cada uno de nosotros cuenta la Historia a su manera.
Concluyo la relectura de ¡Qué cruz con la Iglesia!, de Deschner. Este fragmento es impagable: «¡Setenta millones de seres –lo demuestra nuestro siglo– pueden haber sido meritoriamente eliminados por voluntad divina en guerras “santas” y en “cruzadas”! Setenta millones de fusilamientos, quemas, gaseamientos, setenta millones de estremecedoras matanzas de todo género pueden declarar los representantes de la Cristiandad como actos del deber, el heroismo, el amor. Pero un solo acto amoroso sin su bendición es pecado mortal. ¡Y que todavía se tome en serio a esta religión, que no se la convierta en sujeto de la sátira, en objeto de la siquiatría! ¡No se cuenta a sus predicadores entre los cómicos, ni se los lleva ante los jueces o a las celdas de los manicomios!¡Se les deja que sigan predicando… la religión del amor! ¿Cuándo se hundirá esta religión del amor, no por obra de la ira, de la venganza, de las torturas y de las hogueras, no, sino de un huracán de carcajadas que haga temblar al globo terrestre…?»
A la 1:50 pm salgo a buscar a Henri al Kindergarten y cuando llegamos a casa ya está también Oskar, que se ha apuntado hoy a un almuerzo de la abuela. Y Henri se quedará a dormir aquí, en la casa paterna estarán esta noche de juerga por la fiesta del cumple de Montse con sus amigos. Y es lo que diría Tolstoi: que los abuelos felices no tienen historia.
Weiß/Colonia, 8.11.
Mi columna de ayer en El Espectador trajo cola, una larga cola de gilipolleces gramaticales y ortográficas en el foro, hasta el punto de que me han obligado a la descortesía de contestarles con un comentario feroz: «Ahora sé con certeza por qué es que Colombia figura a la cabeza entre los países más felices del mundo. Basta ver los problemas que a ustedes les preocupan y en los que invierten el tiempo. Ni en Jauja se vivía mejor».
Hoy ha sido un día Jano. La cara alegre se la puso Henri, juguetón y parlanchín desde que se levantó hasta que vino Frank a buscarlo, a las 6 pm. La cara triste fue la noticia de la muerte de Aurora, en París, como Julio. He buscado en este diario la entrada del día que nos vimos por última vez, festejando mi cumpleaños en ese mismo París, el 10.6.2012: «Al llegar a las 12 del mediodía a su casa del 9, general Beuret, nos recibió diciéndome: “Me enteré de que fuiste gran amigo de Kagel”. Y sí, claro que fui amigo del gran Mauricio, y por ahí se anuda una plática que va a durar hasta las 4 p.m., cuando nos separamos después de almorzar en Le Cap, un lindo restaurante muy cerca de la casa de Aurora, a quien la dueña saludó al llegar con un abrazo y un beso. Pero todo lo que platicamos (primeros amores, últimas palabras, duelo, amistades, odios), pertenece al secreto del sumario. No así lo que morfamos. Dorada a la plancha, Aurora. Ostras y carpacho de res, una servidora. Y gazpacho y ensalada italiana, Diny. Y el vino: Chardonnay. Cuando la camarera nos pregunta si queremos postre, y Aurora y Diny sólo encargan café, y yo “un agujero normando”, la dueña se acerca para decirme que no tienen Calvados, pero me desea ofrecer algo mejor: un sorbete de limón con vodka. Alabado sea el santísimo sacramento del altar, le contesté».
Releyendo las maravillosas memorias de Asta Nielsen llego ahora a la página donde describe cómo se celebraban los velorios en Malmö a fines del siglo XIX, cuando ella era niña (nació en 1881), y a una frase que subrayé en la primera lectura. Cuenta Asta que el ataúd descubierto lo exponían en la habitación más inmediata a la entrada de la casa, y que «la cabeza del difunto reposaba sobre una nube de tarlatana celeste», un símbolo del cielo adonde habría volado el alma de quien velaban. Creo que la idea le hubiese gustado a Aurora, pienso al leerlo, y no más pensarlo tengo que abandonar la lectura porque las lágrimas no me dejan.
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