De mi Diario: Semana 49 / 2014

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¿En qué sentido modificaría la teoría de la relatividad el hecho de que los científicos tomaran en cuenta las horas punta en el interior de las galaxias?

 

Weiß/Colonia, 30.11.

2:15 am : Acaban de pasar Burn After Reading [Quemar después de leer], de los hermanos Coen, con un reparto de lujo, Frances McDormand, Tilda Swinton, George Clooney, John Malkovich, Brad Pitt, a ninguno de los cuales se les caen los anillos por interpretar algunos de los personajes más estúpidos de la historia del cine. Además lo hacen con la absoluta convicción de que tienen que hacerlo, se les nota. Y así resulta una de las comedias negras más divertidas que han salido de Hollywood en lo que va de siglo. Con un mensaje subliminal en los créditos de entrada y finales: contemplados desde el universo, desde el infinito de las galaxias, nuestras tragedias son humo. Ese de cuando se queman los papeles.

 

Fuimos con Carlitos en su auto a Linz del Rhin, para la presentación del libro de memorias de Marlies, La vida me ha regalado todo. Es decir, la presentación de la 2ª edición, ampliada, del original alemán, pues la versión española, de la propia Marlies, es algo posterior. Al llegar a Linz hubo que aparcar al buen tuntún, caímos –¡ay!– al lado del mercado navideño, que tuvimos que atravesar (concierto de trompas alpinas incluido) hasta llegar al edificio del viejo ayuntamiento, en la plaza del mercado. La sala estaba llena, y todos, alemanes o no, hablaban y entendían el español, y Marlies leyó, conducida por Ana, pasajes de su libro, intercalando de vez en cuando esas anécdotas en cuyo relato es una consumada maestra. Además de Ana, estaba también Udo, a quien no veía yo desde hacía años y años. Los hijos de Marlies y Osvaldo son un capítulo per se, para nosotros tan entrañables como sus padres. Y después de la lectura empanadas, pastelitos de membrillo, salchichitas vienesas, Sekt [el espumoso alemán] Diny compró ejemplares de las dos ediciones y charlamos largo rato con Marlies, con Udo, con Ana, quien me contó en detalle las dificultades que han surgido con la edición en español, de momento no disponible. Todo ello bajo la grave, ceremoniosa mirada de los viejos ediles de Linz, cuyos retratos están colgados en las paredes de la sala. Osvaldo llegará el sábado, nos dijo Marlies, y nos hizo prometerle que los visitaremos en cuando pasen los festejos del Día Internacional del Regalo. Así será, tal vez con Rolando, que ya amenazó con visitarnos también por esas fechas.

 

Weiß/Colonia, 1.12.

2:35 am : Pasaban Confidencias muy íntimas [en alemán se titula, más acorde con la sustancia del film, Íntimos extraños, haciendo un juego de palabras con “íntimos amigos”], una de las pelis  de Sandrine Bonnaire que más me gustan, pero mi cansancio era tal que sin darme cuenta me quedé dormido a la mitad, y cuando me desperté, hace diez minutos, creí estar siendo víctima de una alucinación, el dulce y sensitivo rostro de Sandrine se había transformado en la cara resueltamente celtibérica de Penélope Cruz, y lo poco que acerté a ver antes de apretar la tecla de apagado en el telemando me dijo que aquello no era Patrice Leconte sino Pedro Almodóvar, horror de los horrores. Así es que me vine acá, con el último trago de whisky, a dejarlo escrito todo por si no lo recuerdo al levantarme, y de aquí, al catre.

 

En un email sin desperdicio alguno, José María me cuenta por qué llaman Cielorroto al lugar donde nació: «El municipio de Caldas en el departamento de Antioquia, está situado justo en el extremo sur del valle del Aburrá, entre dos ramales de la cordillera central que va de sur a norte de todo el continente suramericano. A primera vista eso no tiene nada que ver con que sea lluvioso. Pero ocurre que todo ese valle del Aburrá desde siempre fue selvático, y Caldas, que está a 1750 msnm, encajada en el vértice de los dos ramales con alturas superiores a los 2500, es la receptora de todas las nubes empujadas por el viento Norte–Sur, que al venir sobrecargadas de humedad no pueden sobrepasar la cordillera y, lógico, descargan todo su contenido sobre el pueblito y sus alrededores, por lo que desde siempre se lo reconoce como el segundo lugar más lluvioso de Colombia; el primero está en las selvas del Chocó. Esto dio pie a que para mofarse de él, lo calificaran como “Cielorroto, en el que caen 17 aguaceros diarios, y cuando no está lloviendo, están enterrando a un Correa” (apellido muy numeroso en el pueblo, junto con Mejía, Posada y Montoya)». De a deveras realismo cotidiano, que me gusta harto más que el mágico. 

 

11:15 pm : Todo el día dedicado a los preparativos del viaje, y todo el día preguntándome por qué para mí los viajes siempre implican un madrugón; mañana tengo que levantarme a las 6 am, a las 7 llegará Chico para llevarnos al aeropuerto de Düsseldorf. Nuestro avión decolará a las 10:25, bastaría con estar despachando en el mostrador de Germanwings a las 9:30 y de aquí hasta D’dorf normalmente se viaja en una hora, pero a esas tan tempranas el tráfico es tan, tan intenso que puedes invertir 2 horas y ½ en el trayecto. Frank, que trabaja en D’dorf, se marcha todos los días a su trabajo a las 6, y él fue quien nos alertó a salir de acá lo más pronto posible. Ay. Pero la compensación será llegar mañana a mediodía a San Sebastián e ir a comer pintxos y a catar el txakolí en la Parte Vieja, uno de los lugares que más amamos de toda España.

 

Weiß/Colonia, 2.12.

0:25 am : Un excelente episodio (la primera parte) de “Silent Witness”, una de las mejores series de la BBC. Pero debo dormir al menos cinco horas antes de que el deber me llame. Ciao, diario.

 

Düsseldorf, aeropuerto, 2.12.

Me levanto poco antes de las 6 am. Abro la estafeta. Una consulta confidencial de GZ que me va a exigir una reflexión detallada, le envío un par de líneas explicando que le daré mi respuesta al regresar de San Sebastián. Aseo matutino, desayuno. A las 6:50 llega Chico, que nos llevará al aeropuerto. Partimos a las 7:02. Embotellamientos en la autopista. Cruzamos el Rhin por el puente de Leverkusen. En la periferia de Düsseldorf ningún cartel señala el aeropuerto, y por un despiste Chico se mete en el carril de Neuß y regresamos a la civilización, pero el aeropuerto se encuentra en la orilla derecha. Paramos en un apeadero y Chico programa el GPS en su iPhone. Volvemos a cruzar el río al norte de Düsseldorf, llegamos al aeropuerto a las 8:57, nada menos que 1 h 52′ para los teóricos 47 km entre D’dorf y Colonia. Y ni siquiera es un récord.

 

Para escribir los apuntes del viaje a Donosti estreno la libretica de notas del Thyssen Bornemisza que me regaló Diny en mayo 2012 al ver que la cubierta era reproducción de un Hopper que me gusta de manera particular, “El Martha Mckeen de Wellfleet”.

 

San Sebastián, 2.12.

Durante el vuelo vine pensando en la consulta de GZ y en qué responderle. Y en el espectáculo de esas autopistas atestadas a las 7 am; si yo tuviera que invertir a diario dos horas en llegar a mi trabajo y otras dos en regresar a casa, creo que enloquecería. Imaginándolo recae mi vista en la bolsa para el mareo que tengo enfrente. De un lado dice: «A veces hay que hacerle caso al estómago», y del otro lado: «No tenga miedo, no se lo reprocharemos como algo personal». Luego, cuando la azafata anuncia que comienza el descenso hacia Loiu, el aeropuerto de Bilbao, y el avión se mete en el edredón de nubes dejando arriba un cielo esplendoroso y soleado, Diny lo despide: «Chau, chau, Blau!» [blau=azul], mientras constato que entre Düsseldorf y Bilbao hemos tardado 1 h 45′, o sea, 7′ menos que en la autopista entre Colonia y D’dorf.

 

En Loiu un logotipo indica dónde se encuentra la parada de autobuses, pero en ella no existe ninguna señal identificatoria del destino de los que allá se encuentran. Conseguimos llegar al que va a Donosti a fuerza de pura pregunta, dada la inexistencia de una ventanilla con despacho de billetes, los billetes se compran al conductor del autobús. España no hay más que una.

 

El autobús hace una parada en Zarauz, bajan tres viajeros. Le cuento a Diny que fue en la playa de Zarauz donde se conocieron Fabiola y Balduino. [Mientras estoy pasando a limpio estos apuntes, me entero de la muerte de Fabiola]. Y en la continuación del viaje me entretengo en contar los gentilicios de las 50 capitales de provincia de España que no son idénticos con el de la provincia respectiva. Ocho en total: los de las capitales de Asturias, Guipúzcoa, Navarra, La Rioja, Baleares, las dos provincias canarias y Huelva.

 

Ángel estaba esperándonos en el vestíbulo del hotel, el de siempre, el Anoeta, donde ya nos conocen y nos dan la habitación que nos gusta, en el 4° piso, con cuarto de baño exterior y con vistas al bosque. Nos citamos con Ángel a las 8 pm en un bar que él y Mary Carmen conocen y donde se comen muy buenas tapas, y con el bus 28 nos vamos al centro, es decir, no, a la Parte Vieja, pero evidentemente se confabulan noviembre, la crisis y las 3 de la tarde para encontrar un lugar casi despoblado y algo desolador. Tomamos txakolí y comemos unos pintxos en tres tabernas distintas donde somos casi los únicos clientes. Ay.

 

Larga siesta hasta las 7, y con el 28 hasta la parada Okendo, cruzamos a la paralela, Idiáquez, y ya vemos a Mary Carmen esperándonos a la puerta del Bar Café Xiri, donde nos reencontramos con la dulce Edurne, y con Ángel. Comemos croquetas, pimientos en salmuera y una increíble, jugosísima, suave tortilla española que, literalmente, se deshace en la boca: «¿Cómo hacen para conseguir este color, esta textura?», pregunta asombrada Diny, que es maestra cocinera con gran especialización en tortillas, mientras se sirve otra porción. (Entre paréntesis: con los pimientos venían unas morcillitas que Diny, Edurne y yo, de modo irrevocable, nos negamos a probar, los tres posiblemente con distinto fundamento: Diny como hija de un granjero especializado en la cría de cerdos; Edurne y yo como citadinos con familias campesinas que todos los otoños les enviaban a sus parientes una muestra de “la matanza”). Ellos beben rosado bien frío, no yo, que me decidí por un gintonic. De postre, queso y canutillos de barquillo. Y en la larga charla dos momentos memorables. El primero cuando Edurne –tan faulkneriana como yo– nos cuenta que este verano estuvo en Oxford/Misisipi, en peregrinación a Yoknapatawpha, y nos regala un mazo de fotos que admiramos luego en el hotel durante nuestro “agachingo rachumo”, esta vez un pacharán para Diny y otro gintonic yo: «¿Infantil o para adulto?», me pregunta la camarera, y se echa a reír al ver la cara que pongo. Mientras los tomamos a lentos sorbos me sorprende una vez más la fascinante capacidad del español para hacer ruido; en el bar no estamos más de diez personas, pero los otros hacen el ruido de una multitud en un local equivalente de Alemania.

[“Agachingo rachumo” es la escritura fonética de una expresión suaheli equivalente a la que en español sería “la del estribo, la de la espuela”, para designar a la última copa del día].

 

San Sebastián, 3.12.

8:40 am, mientras Diny se ducha : El segundo momento memorable del encuentro de anoche es que durante la charla en el Xiri salió a relucir el nombre de Sabato, y Ángel recordó la charla que di aquí hace años, y eso me ha mantenido despierto casi toda la noche aunque recién lo registré de manera consciente al levantarme a las 7 y acudir al baño: en mi conferencia de esta tarde, donde comienzo con el recuento de las conferencias ya dadas en este ateneo ¡¡me olvidé de la de Sabato!! Menos mal que me traje mi UBS y podré chequear la fecha al bajar a desayunar y completar mi texto.

 

9:30, después del desayuno, en la habitación : Pude abrir mi UBS en la compu de la conserje (por cierto que le enseñé a convertir en Lista las miniaturas, mosaicos e iconos), registrar el dato de mi charla sobre Sabato y completar el texto de la conferencia contando cómo fue que lo conocí, en Bonn. Mientras pergeño esas líneas pienso en el ejercicio de humildad que es la columna de Leila leída en El País durante el desayuno: y sí, también yo debería colgar de mi compu un aviso donde diga: «Yo soy horrible para alguien». ¡Grande, Leila!

 

Con el 28 hasta el Boulevard y decido que sí daré la vuelta al Urgull por el Paseo Nuevo, que es el paseo que más me gusta de toda España, desde la desembocadura del Urumea hasta el puerto y la Parte Vieja, con «las olas del mar que rompen / en las cantábricas peñas» todo el tiempo a la vista. Hoy llegamos cuando comienza la pleamar y el Cantábrico anda movido, tanto que dejo de contarlas después de veinte fontanas que rebasan el parapeto del paseo y caen sobre la acera lejos de la cual seguimos nuestro camino. [A la noche, Marcelo me contará que hace unos meses la galerna fue tan fuerte que las aguas inundaron la Biblioteca Camino, en la 31 de Agosto, la sede del Ateneo, y que de haber sido ese día mi conferencia, los asistentes y yo tendríamos que haber ido calzados con botas de poceros]. Almorzamos a base de pintxos y txakolí en Atari, una gastroteka buenísima, y en el Bar Sport, donde –¡gran sorpresa para Diny!– encargo una ración de jamón ibérico para mí solo (a ella ya no le cabía un bocado más aunque mordió tres veces tres el anzuelo de la pata negra).

 

Tras la siesta nos vienen a buscar María José y Juan Carlos, vamos a tomar el café en Atari, y de allí a la conferencia. Hay entre quince y veinte personas, lo que me parece una muchedumbre si pienso en el mes, el día y la hora. Creo que lo pasaron bien, y además les sobrecogió el audio con la voz de Cortázar. En el diálogo falté a la ley de la cortesía y discrepé de Ángel, que era mi anfitrión, al explicar que lo de la ingenuidad política de Cortázar es un mito muy cómodo para no aceptar sus posturas respecto a Cuba y Nicaragua; que basta leer sus textos no narrativos, su correspondencia, sus intervenciones en el Tribunal Russell y el # monográfico de Life escrito por él, para darse cuenta de que Julio no tenía un pelo de ingenuo.

 

Después de la conferencia reincidimos casi paso por paso en la cena de ayer en lo de Xiri, esta vez sin Mary Carmen (que recibía visita de su hija, en casa) pero con Eva, una chica interesada en la literatura, en Cortázar, en los trabajos del Ateneo, y que me revela que sus padres también fueron, como yo, emigrantes a Alemania, en el 63, también como yo, y que su hermano mayor nació en  Düsseldorf, adonde volaremos mañana. Nos despedimos casi a las 11 pm, y ya no hay transportes públicos desde hace ½ hora, así es que tomamos un taxi. Ay, diosito de mi vida, en toda ella no me ha tocado un taxista tan curioso, que deseaba saberlo todo de nosotros, y lo peor es que lo supo, porque quise conocer hasta dónde subía el techo de su curiosidad. Cuando me preguntó que qué había venido a hacer en Donosti y le dije que a dar una conferencia sobre un escritor argentino de apellido vasco («¿Cuál?», «Cortázar», «Ah, acá en Donosti tenemos una calle Kortazar»), luego le expliqué que hubo una gran emigración vasca tanto a la Argentina como a Chile, y que en la Pampa se especializaron en tambos [=lecherías] mientras que en la Patagonia fueron pastores de ovejas, y que había mucho apellido vasco por aquellos lugares: «El segundo apellido del cabrón de Pinochet era Ugarte, por ejemplo», le digo. Y él, ya a la puerta del hotel: «Bueno, ya he aprendido algo nuevo esta noche». Y yo, casi en modo Oscar Wilde: «Y, es lo normal en quienes hablan un rato conmigo». Me miró muy confuso. Lo entiendo.

 

«Agachingo rachumo» en el bar del hotel, dos gintonics. Cuando pido la cuenta y el camarero me dice que son 12 € le doy un billete de 20 y me devuelve 13, le hago ver su error y me agradece, a lo cual le respondo que sólo soy honrado en Euzkadi «porque ustedes son honrados, en Italia me habría llevado ese vuelto lamentando que no se hubiera equivocado en mayor cuantía».

 

San Sebastián, 4.12.

Me desperté alrededor de las 5 am para ir al baño y ya no logré conciliar el sueño, ni siquiera al  conseguir que Diny se acostase en mi cama y con su cabeza recostada en mi hombro, el único método infalible que conozco para que no ronque. Y no me duché al levantarme porque ayer, al terminar de hacerlo y salir de la cabina, resbalé y estuve a punto de partirme la crisma como ya me pasó en casa, en diciembre del 2012. Con otra caída como aquella se resolverían todos mis problemas, pero tampoco quiero morir de una manera tan estúpida. Así es que me hago el aseo del gato, en el lavabo. Recupero la sonrisa durante el desayuno. Como no tengo hambre pero sé que debo comer algo me decido por un yogur de limón con mucha miel. Y en la terrina veo la cara de un niño gritando: «Ya hay suficiente gente con cara de mala leche en la vida. Sonríe».

 

Le ruego a la conserje que nos pida un taxi y ella me pregunta que si ya compré los billetes para el bus al aeropuerto, le contesto que no, que pienso comprárselos al conductor, y me explica que no, que al abordar el bus en Donosti hay que llevar el billete comprado, que el despacho está a pocos metros de la estación de autobuses, en la Avenida Sancho el Sabio. Del taxi Diny sale con la maleta hacia la estación y yo hacia el despacho, que efectivamente está a pocos metros. Son las 9:40 am y nuestro bus parte a las 10:00, hay tiempo de sobra pero también una gran cola y la única ventanilla, vacía. A las 9:45 llega la chica que la atiende, viene del Banco, adonde fue por monedas para los cambios, y la cola disminuye a pasos agigantados, ella es muy eficiente y se le nota. La joven que va delante de mí es amiga suya y mientras encarga el billete, paga y lo recoge, charla con ella y se despide diciéndole «¡Qué guapa estás!» Me toca el turno, pido dos billetes para Loiu, deposito uno de 50 €, y al recoger el cambio le digo: «No es que lo esté, es que usted “es” muy guapa». Toda la fila ríe, ella también. Y luego, en el andén de la estación, otra vez la misma escena de la parada del aeropuerto: nadie sabe cuál es el autobús para Loiu, ni hay funcionarios a quienes preguntar, menos mal que siempre se encuentran aborígenes que sí saben, y a ellos es a quienes hay que arrimarse, como hacemos Diny y yo.

 

En la autopista registro los carteles que indican las direcciones Madrid y Algeciras en castellano y en árabe, para orientación de los marroquíes que atraviesan el país camino del suyo. Alabado sea el santísimo sacramento del alminar.

 

Despachamos el equipaje, pasamos el control de policía, compra Diny su inevitable ¡Hola! y yo un ejemplar de Contra el viento del norte, que ya conozco pero quiero volver a leer en español. Acortamos la espera en la cafetería, Diny con un jugo de tomate y yo con un bocata de jamón ibérico y una copa de orujo de yerbas con un solo hielo, trago exquisito. Después, al ir a abordar el avión, y sin habernos avisado previamente del requisito, al entregar la tarjeta de embarque nos piden el pasaporte. La recontrarremilputamadre que los requetecontrarremilparió.

 

Weiß/Colonia, 4.12.

Carlitos nos esperaba en el aeropuerto de Düsseldorf. En menos de una hora estábamos ya de regreso en casa, gracias a que no era hora punta. ¿En qué sentido modificaría sensiblemente la teoría de la relatividad el hecho de que los científicos tomaran en cuenta las horas punta en el interior de las galaxias? ¡¡No me van a hacer el cuento chino de que en ellas no existen!!

 

Weiß/Colonia, 5.12.

Todo el día dedicado a poner al día la correspondencia acumulada durante nada más que unas 48 horas de ausencia. Cuando yo me muera, mis hijos harán bien borrando de golpe todos los emails que se acumulen desde el momento en que deje de tener acceso a la compu. Serán cientos de emails a poco que se descuiden. No les quiero dejar ese presente griego como herencia. Y ya que lo escribo, después de leer lo transcrito de mis apuntes del viaje a San Sebastián, veo que se me olvidó registrar cuál fue la íntima voluntad férrea que me llevó a hacer el recorrido por el Paseo Nuevo a pesar de que mi cuerpo, mi físico, estaba en contra: yo quería ver la mar antes de morir, sea cuando sea que ello suceda. Ya no me moriré sin haberla visto una vez más, a la más vieja de mis amigas. Aunque estuviera bastante enojada. Mujer, al fin y al cabo, y sabiendo todo el tiempo que la llevo engañada tierra adentro, no me quiso despedir con una sonrisa.

 

Weiß/Colonia, 6.12.

A las 11:04 am voy con el autobús a Rodenkirchen, tengo que hacer docenas de fotocopias para alimentar a la bestia burocrática que pagará mi conferencia y mis gastos en San Sebastián. Como es sábado, aprovecho para acudir al mercado abierto de la Plaza Maternus y tratar de comprar para Diny carne de corzo, pero es inútil, tendría que haber venido una, dos horas antes. Le hago prometer al carnicero que me tendrá reservado ½ k el sábado próximo hasta las 12 del mediodía. Cuando vuelvo a casa ya llegó Frank para traernos a Henri, nuestra querida criatura dormirá acá. Y los días felices no tienen historia.

 

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